La muerte de la presunción de inocencia

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Reza el dicho popular que los niños y los locos no mienten, los primeros por una supuesta bondad y candidez que los impregnaría y los segundos debido a que al no razonar, (incapaces absolutos) no podrían faltar a la verdad.
Si bien como todo dicho popular tiene más de mito que de realidad, actualmente, debido al llamado feminismo de “tercera ola” hay un grupo social que ha entrado a formar parte de aquel: La mujer
Lo señalado se manifiesta perfectamente con el caso que presentamos a continuación:
Raúl y Carla tuvieron una relación de enamorados de tres años donde no faltaron los momentos mágicos ni los trágicos, sin embargo al constatar el primero que sus caracteres e intereses eran contrapuestos a los de su entonces amada, decidió poner fin a la relación una noche de verano particularmente fría.
Respecto de lo último, los intereses, mientras Raúl quería terminar su profesión de ingeniero y postular por una beca para estudiar una maestría en el extranjero, Carla deseaba casarse y optar por un crédito hipotecario a fin de tener un domicilio real no solo desde lo jurídico, sino principalmente desde lo sentimental
Respecto de los caracteres, si bien habían gustos en común como el cine, la literatura y el futbol, Raúl prácticamente vivía en un ostracismo social debido a los celos desmedidos de Carla, quien en no pocas oportunidades, ante la posible finalización de la relación, lo amenazaba diciéndole: Si me dejas te mato
Si bien Raúl no fue víctima de homicidio, lo fue de una figura muy en boga actualmente y que significa no un deceso físico, sino uno quizá mucho más nocivo para la víctima.
El 17 de enero de 2019, al día siguiente de que Raúl se decidiera por el término de la relación, Carla escribió en la red social “Facebook” que los tres años no habían significado un lapso idílico como se mostraban en las fotos de su perfil, sino uno tormentoso, marcado por la violencia física y psicológica detallando como es que se producían y las supuestas consecuencias sufridas.
El falso testimonio no tardo en masificarse, siendo compartido por la mayoría de páginas de defensa de derechos de la mujer, a partir de lo cual, las muestras de apoyo, solidaridad y sororidad a través de frases y enunciados tan prejuiciosos como irrazonables no se hicieron esperar:
Denunciemos a este macho agresor
Hermana yo te creo
Es otro hijo sano del patriarcado
Se trata de un feminicida en potencia
Se busca agresor de mujeres
En los días siguientes, Raúl vería como su imagen y datos personales circularían impunemente por las redes sociales a causa de lo cual:
1. Recibió amenazas a todo nivel
Provenientes ya sea de los familiares y amigos de la “agredida”, de personas que no la conocían pero que estaban indignadas ante su testimonio, y, aunque suene a perogrullada decirlo, de feministas que sugirieron golpearlo, torturarlo, castrarlo y hasta asesinarlo.
2. Sufrió el destierro social
Muchos de sus amigos e incluso familiares se alejaron de Raúl de forma inmediata, algunos lo hicieron de forma silenciosa y otros acusándolo de lo publicado en redes.
3. Perdió su puesto de trabajo
Raúl laboraba como practicante pre profesional para una empresa que, a través de sus representantes, lo invito a renunciar o en su defecto seria despedido puesto que el escandalo producido por la denuncia virtual, afectaría su imagen corporativa, en vista que tenían una política de igualdad de género.
4. Cayo en depresión
Al perder su trabajo, Raúl tuvo más tiempo para constatar las consecuencias de la falsa denuncia; así su primera acción al levantarse era leer la enorme cantidad de ofensivos comentarios en “Facebook” donde lo compararon hasta con Charles Manson, actos difamatorios que minaron en extremo su autoestima por lo que pensó en escribir un comunicado dando su versión de los hechos, sin embargo se declinó ante el terror de que el acoso aumente.

A tenor de lo señalado, tengamos presente que dentro de todo Estado constitucional y democrático, existen una serie de derechos que permiten que se concretice el primer artículo de la Constitución Política, léase que la persona humana y el respeto de su dignidad sean el fin supremo de la sociedad y el Estado, siendo uno de aquellos la presunción de inocencia el cual aparece considerado en el Art.11, numeral 1 de la Declaración Universal de Derechos Humanos donde se señala: “Toda persona acusada de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se pruebe su culpabilidad, conforme a la ley y en juicio público en el que se le hayan asegurado todas las garantías necesarias para su defensa”

Las redes sociales se han convertido en el ágora actual, donde una denuncia puede ser tomada como verdadera y el acusado ser dilapidado públicamente sin prueba de ningún tipo, tal como lo confirman movimientos como el “Yo te creo” o “Me too”, donde la declaración de una mujer viene a ser aceptada “sin dudas ni murmuraciones”, triste realidad que nos hace llegar a las siguientes conclusiones:
1. La muerte de la presunción de inocencia, léase la anulación total del derecho fundamental y su destierro de la conciencia popular, siendo el caso de nuestro protagonista, uno de los tantos que se producen no solo a nivel nacional sino mundial, donde se le considera culpable hasta que demuestre lo contrario.
2. La confirmación del accionar irracional y contrario a derecho del feminismo actual donde el hombre se convierte en el enemigo, tan es así que movimientos como los nombrados en líneas precedentes, toman la palabra de la mujer como una verdad irrefutable emulando su proceder a los dirigentes de regímenes dictatoriales y/o antidemocráticos contra grupos opositores a su pensamiento.
3. La infantilización de la mujer, pues ahora al igual que un niño “no mentiría“, lo cual la sitúa nuevamente y paradójicamente en contra de lo que luchaba el feminismo primigenio, bajo el paternalismo del Estado y la sociedad.

Raúl es consciente de todo lo dicho, por lo que piensa iniciar un proceso por difamación contra su ex enamorada y las personas que compartieron su testimonio, aunque sabe que la tarea será titánica sobre todo por el anonimato en que se amparan muchos de los administradores de las páginas que lo atacaron. Un día antes de acudir donde un abogado, al sentirse sumamente agobiado decidió visitar a una psicoterapeuta que un amigo le había recomendado a fin de contarle lo ocurrido y le aconseje el camino a seguir.
Al día siguiente, luego de llamarla en repetidas ocasiones a fin de concretar una nueva cita, le respondió a través de un whatsapp donde le decía textualmente:
Hola, voy a tener que viajar, ya no podré atenderte, gracias
El sábado siguiente y después de seguir los consejos de su abogado de realizar capturas de pantalla de los mensajes difamatorios en su contra, se topó con la ingrata sorpresa de ver que la profesional de la salud había dado “Me gusta” a todas las páginas que lo acosaban así como a acusaciones sin fundamento hacia otros varones.

-Quizá yo tuve la culpa de que ella me golpeara-pensó, mientras sentía un enorme dolor en el cuello

Acto seguido, vio aparecer el comentario 316 en la página de “Me too Perú” donde le decían:

Machito de mierda, cuestiona tus privilegios.

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