Determinación del racismo y el sexismo en el desarrollo del Pueblo Afroperuano

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“La población del Perú, en cuanto a las castas originales, se compone de Españoles, Indios y Negros. Las especies secundarias más conocidas, que proceden de la mixtura de estas tres, son: el mulato, hijo de español y negra; quarteron, de mulata y español; y mestizo, de español e india. Las demás subdivisiones que se forman por la mezcla sucesiva son tantas como las diversas combinaciones posibles de esas razas primitivas”. (p. 3). La cita antes descrita evidencia una posición eminentemente racista, publicada el 2 de enero de 1791 en el más prestigioso de los periódicos peruanos de la época, el Mercurio Peruano, editado por miembros de la élite organizada en la Sociedad de Amantes del País, diario que ha sido considerado por la historiografía como el paradigma de la Ilustración peruana  de fines del siglo XVIII. A su vez, podría obedecer a una visión prejuiciosa de la clase pudiente de la época respecto de lo que ellos denominaban “la plebe”, tiene sin embargo connotaciones históricas más profundas y es que el racismo ha sido rastreado desde tiempos pretéritos, desde la historia misma de lo que conocemos como Perú. Señala así Sagrera (1974)Una primera inferencia que podemos enunciar es que el problema de los afroperuanos trae a colación el histórico problema no sólo de muchos grupos privados de derechos, oprimidos o vejados sino el histórico problema de la historia de nuestro país y porque no decirlo de la humanidad en su conjunto. La incapacidad para ponerse en el lugar del otro, lo cual se presenta particularmente problemático en el caso peruano, donde el racismo tiene una circunstancia bastante peculiar: la incapacidad para objetivar al otro y, parafraseando a Callirgos (1993)El segundo tema es el papel jugado por la mujer afroperuana en este contexto, ya que de lo acabado de señalar, o sea, la formación de la pequeña élite dentro de la “República de negros” fue en gran parte alentada por negras, zambas y mulatas  libertas quienes a pesar de contar con una serie de privilegios no cortaron de manera definitiva sus lazos con sus amos, pues muchas continuaron viviendo cerca de las casas de estos o incluso sirviendo a sus antiguos amos pero esta vez como asalariadas. Reiteramos que si bien el contexto era particularmente crudo para la población afroperuana, desde un inicio se presentaron situaciones de segregación, de división, de no reconocerse en el otro, de no tener una visión de conjunto, de un todo, de empatía, privilegiando así la comodidad, el acercamiento al poder y el mirar a otro lado antes de anteponer los intereses de la totalidad de un pueblo. Por ende, estas actitudes dentro del mismo pueblo afroperuano, se han visto confrontadas con éste a lo largo de los años no sólo desde lo endógeno sino también desde lo exógeno. Como sabemos la Independencia significó más un cambio en lo formal que en lo fáctico, pues las actitudes de discriminación de toda índole se mantuvieron y más aún se incrementaron. Si bien hemos narrado la incapacidad del pueblo afroperuano para verse como un todo y de una lucha unitaria, podemos ya vislumbrar como era el caso para sus relaciones con otros grupos raciales y para ello se puede nombrar el caso de Alejandro Deústua, filósofo peruano de gran trascendencia en el siglo XIX, proponía el exterminio de razas impuras como los indios y negros, alentando la migración de “razas europeas” para así “mejorar” el país; vemos que la discriminación hacia el pueblo afroperuano ha sido constante y generalizada, estereotipándolos en base a su pasado de esclavizados y asociando el trabajo manual a una baja capacidad intelectual e identificándolos solamente con la música, las danzas y la gastronomía que si bien han sido logros interesantes y que han conllevado al desarrollo de la cultura peruana en general pues es importante resaltar que, lamentablemente, han servido sólo para encasillarlos.

Dentro de la historia reciente se ven numerosos casos de racismo y prejuicio hacia la población afroperuana, ya Julio Ramón Ribeyro en su célebre cuento “De color modesto” nos plantea la lucha de un joven de clase media ante una situación particular, una fiesta en la que no se siente a gusto, en donde ante la frialdad y superficialidad de una sociedad pequeño burguesa termina por identificarse con una joven negra (empleada) a quien invita a bailar en la fiesta que se realizaba, todo ello ante la mirada de los otros asistentes que no podían creer tal “espectáculo”. Ribeyro muestra aquí una sociedad limeña en miniatura en donde cada uno debe conservar su lugar, pues cuando el protagonista (Alfredo) se pasea con la joven por el barrio residencial, los policías los detienen por delito “contra las buenas costumbres” en el Parque Salazar (emblemático parque miraflorino). Finalmente el protagonista parece darse por vencido ante la adversidad, ante lo evidente, una realidad que lo arrolla, abandona a la chica con el pretexto de ir a comprar cigarros. Esta novela guarda una estrecha relación con “Alineación”, también de Ribeyro, donde el protagonista Roberto, niño de raza negra, que anhelaba “deszambarse”, para parecerse más a un gringo, enamorado de una niña llamada Queca, vivió algo que le marco la vida. Un día mientras jugaba en el parque el balón llegó hasta donde Roberto y Queca, fue por este y al ver a Roberto dijo: “Yo no juego con zambos”. “A partir de ese día cambio su nombre por ‘Boby’, se tiño el pelo con agua oxigenada y se lo  planchó, se echaba talco para ser menos negro, y pronto se fijó en la ropa, comenzó a estudiar inglés por su cuenta y a ver películas en ese idioma porque no tenía dinero”. Esta cita hace referencia a una situación de mediados del siglo pasado que se ha mantenido hasta la actualidad; quienes no desean sufrir la discriminación muchas veces tienden a pasar al lado del discriminador, del victimario. Este racismo estructural que se ha ido construyendo a través de los años se ha visto reflejado en dos hechos mediáticos conocidos por las antiguas y nuevas generaciones. El primero es el referido a la grabación de la serie televisiva “Matalache” inspirada en la obra de Enrique López Albujar donde José Manuel Matalaché es un esclavo negro y la protagonista, María Luz, intenta rechazar los prejuicios raciales y las normas sociales con las que fue educada. Sin embargo la actriz que vendría a encarnar a este personaje no pensaba lo mismo pues se negó rotundamente a interpretar el papel si su contraparte era una persona de raza negra por lo que el mismo terminó siendo una persona de raza blanca a quien se le pinto de negro el color de la piel. Por otro lado, tiempo después haría su aparición televisiva un inefable personaje llamado “El Negro Mama” que, más allá de los estereotipos que imprimía al personaje, acuñó una frase totalmente racista: “Seré negrito pero tengo mi cerebrito” lo cual, tal como en el pasado, actualizaba y ponía a nivel mediático la identificación de las personas de raza negra con un bajo nivel cultural e intelectual. A su vez, años antes una canción de un grupo peruano de pop rock pondría sobre el tapete un insulto bastante crudo hacia la mujer afroperuana; en la canción Magdalena de los “No sé quién y los no sé cuántos” hay una frase bastante gráfica que señala: “Negra, negrita, negra concha de tu madre”, si bien el vocalista dijo después que lo que realmente se decía era: “negra coche de tu madre”, la intención era manifiestamente otra. Estas pequeñas y grandes muestras de racismo, prejuicio, intolerancia y caricaturización de la realidad, llevada a extremos con los tan en moda chistes racistas han hecho que tal como en épocas pasadas se siga viendo a la población afroperuana como los otros, como los diferentes, como los que no son igual a uno. Esto ha sido padecido tanto desde lo externo como desde lo interno, desde lo cultural como desde lo económico siendo el caso de la mujer afroperuana particularmente complicado. Si bien cada persona responde a un contexto determinado, la mujer afroperuana siempre ha tenido una doble discriminación: al ser mujer y al ser negra. Tal como señalaba Marisol de la Cadena en su ensayo: “Las mujeres son más indias”En conclusión, tanto el racismo como el sexismo, si bien pueden manifestarse por parte de actores exógenos a la población afroperuana, también puede darse dentro de éste con distintas variables, en base a ello consideramos que el verdadero cambio pasa más que por la promulgación de leyes, las cuales si bien son necesarias e imprescindibles, pasa por lo cultural, lo social y lo mental, por el cambio de paradigmas y por el hecho de vencer los prejuicios, al empatizar, al ponerse en la situación del otro, en saberse igual que el “diferente” pues más allá de lo racial debemos compartir el mismo ideal de progreso, de paz social, de construir un futuro mejor para el país. El racismo persiste como uno de los grandes lastres que impide el desarrollo del país, sólo podrá ser desterrado a partir de nosotros mismos, a partir de vencer nuestros prejuicios, miedos y demonios internos, a partir de percibir que el otro comparte conmigo y con los demás peruanos el objetivo del desarrollo y de un país mejor, en definitiva, en la capacidad de reconocernos en los otros que deben dejar de serlo para convertirse en el nosotros.

*Ensayo que obtuvo el segundo puesto en el Concurso “Perú y el año internacional de los afrodescendientes” organizado por el Centro de Estudios y Promoción Afroperuano.


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