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¿LA FIESTA DE LOS CORRUPTOS?

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¿Todos son corruptos? ¿Cuánto más soportará el país? ¿Qué pasará con las investigaciones? Son algunas de las tantas preguntas que deambulan hoy en la mente de los peruanos. El fenómeno de la corrupción nos viene ganando la batalla, desde el Gobierno Nacional hasta los Gobiernos Regionales y Locales pareciera que la peste avanza sin un punto claro de inflexión para controlar el robo, el aprovechamiento de puestos públicos, los sobornos  y la consabida práctica del que muy pocas veces o nunca se encuentren responsables claros para ser sancionados.

Hoy por hoy, malos funcionarios (de esos que abundan, también en este territorio de Lambayeque) quieren hacernos creer que el país va muy bien, que sus indicadores macroeconómicos son estables y que el progreso va llegando paso a paso a más hogares ¿es cierto aquello? Pregúntese y medite usted mismo.

Nuestro “progreso” se ve seriamente opacado por el avance de la corrupción, algo que así señalan los informes de Transparencia Internacional. Esta organización elabora anualmente el Índice de Percepción de la Corrupción, donde cien (100) puntos es ausencia de corrupción y más cerca a cero (0) es más corrupto. De un total de 166 países evaluados, éstos son los resultados para Perú en los últimos años:

AÑO

PUNTAJE

(más cerca al 0 = más corrupto)

PUESTO

2011

38 puntos 83
2015 36 puntos

88

2016 35 puntos

101

 

Es más que notorio nuestro mal desempeño. Hemos caído en puntaje y hemos descendido en los puestos (ahora somos el vergonzoso país N° 101 de un total de 166). Es decir en los últimos años ¿qué hicimos para combatir la corrupción? Empeoramos. No es coincidencia que nuestros ex Presidentes: Alejandro Toledo, Alan García y Ollanta Humala estén investigados en el último mega escándalo Odebrecht, algo que supimos no gracias a nuestro sistema judicial o anticorrupción nacional sino cuando el problema fue detectado en los Estados Unidos y la empresa se decidió a colaborar con el Departamento de Justicia de ese país. Si el escándalo no hubiese estallado allá ¿se hubiese remecido el país aquí? ¿Hubiese llegado al punto de tener orden de prisión preventiva un ex Presidente? ¿Funciona nuestro sistema anticorrupción? Comisiones van y vienen, informes se hacen ¿pero se cumplen?

Espero realmente que caigan todos los implicados, aunque algunos de sus ciegos partidarios traten de salvar a malos funcionarios. En una democracia real nadie debe tener coronas a la hora de enfrentar responsabilidades.

Pero esta plaga no es nada nueva, y tampoco nació con la gran corruptela mafiosa de tiempo del ex Presidente Fujimori y el asesor Montesinos (junto a muchos otros aduladores que les rodearon y se beneficiaron), esto tiene raíces más profundas. Uno de los mejores trabajos sobre la materia es el de Alfonso Quiroz Norris (+) titulado “Historia de la corrupción en el Perú”, libro que invito a todos a leer y releer. Los nombres de algunos hoy investigados ya aparecen ahí, pero sus prácticas son de mayor data. Hoy se habla del financiamiento dudoso de muchos candidatos de izquierdas y derechas (porque la corrupción ha alcanzado a todos) que hicieron campaña con dinero de las empresas que luego serían beneficiadas. Quiroz encuentra documentación al respecto, así en el siglo XIX sobre nuestro político Nicolás de Piérola:

“el adelanto de mil libras a Moncloe [nombre clave de Nicolás de Piérola, descifrado en claves de archivo] que autorizamos […] lo hicimos en vista de los muchos servicios que hemos recibido hasta ahora de sus manos, y en general consideramos que no sería buena política rehusarle este monto, siendo él líder de un partido político grande, y que puede que vuelva en el futuro a ocupar el primer plano”.

Y así fue, Piérola volvió a ser Presidente del Perú ¿nos resulta familiar?

¿El tiempo pasado fue mejor? Difícilmente. Lo más probable es que tan acostumbrados a una visión histórica limitada, olvidamos lo que ocurrió antes. La corrupción no es una práctica de las últimas décadas, es de mucho atrás, tal vez tan lejana llegando hasta nuestro idealizado mundo prehispánico (de señores enterrados) y a las páginas cargadas de personajes históricos tratados con bondad por el simple hecho de haber ocupado altos cargos (el libro de Quiroz presenta en redes de corrupción hasta próceres, también locales). La corrupción está presente siempre y en todas las sociedades, la gran pregunta es ¿qué hacen las sociedades para defenderse de esta enfermedad? Algunas detectan y sancionan a tiempo. En el caso de nuestra sociedad peruana, la respuesta no es nada clara ni contundente.

En el Perú, ni en el departamento de Lambayeque, ni en esta ciudad de Chiclayo se tiene claro ¿qué hace la sociedad por ser mejor? Somos muy proclives a señalar y escandalizarnos por las denuncias en la esfera pública gubernamental, pero ¿y la corrupción del día a día? Esa corrupción del soborno al policía, el regalo al funcionario público para que agilice el trámite, esa corrupción de hablar a media voz por “lealtad” institucional (concepto tan mal empleado) ¿o será más bien callarse para evitarse problemas? Esos son los pactos cotidianos, las alianzas, la asociación con la corrupción de la que no que queremos hablar.

Vemos esas prácticas ante nosotros, en nuestras oficinas, en nuestros trabajos ¿y qué hacemos? ¿Ser silenciosos cómplices? Cien veces es preferible perderlo todo, a ser uno más de los cabizbajos aduladores mediocres que deambulan como sombras por nuestras instituciones públicas y privadas.

 

¿Qué podría pasar ahora?

Pues, son varios los riesgos que corremos. En primer lugar, que las investigaciones sean más de lo mismo. Mucho de “operativo”, noticias, rumores y habladas; pero nunca llegar a sentencias firmes y correctas ¿tendremos que vivir acostumbrados a que los casos prescriban a falta de celeridad? La burla de la injusticia sólo consagra la impunidad en este país.

En segundo lugar, los hoy llamados “investigados” podrían esperar, dar tiempo, que los temas se diluyan. Mejor dicho, que se dispare a otros, a los que fueron “mandos medios” (ya vimos cómo algunos de los funcionarios detenidos en el caso Odebrecht, han empezado a cambiar de versiones, incluso se han retractado de ser “colaboradores eficaces” ¿qué les hace cambiar de idea? ¿Qué les presiona o qué se negocia? Y así, dando tiempo al tiempo, volver “triunfales” cuando la gente haya olvidado (muy propio de los connacionales y la limitada mirada histórica). Es que ¿resucitarán los políticos hoy investigados? ¿Seguirán sintiéndonos eternos candidatos y dueños de los partidos políticos?

En tercer lugar, no faltará quienes quieran sacar ventaja de la situación. Y aquí es donde aparecen los “nuevos mesías”, aquellos que van a luchar (en sus altisonantes discursos) contra todos los males del país, especialmente contra la corrupción, pero ¿cómo lo harán? Tal vez ni ellos mismos lo saben, azuzan, se movilizan, pero las ideas les escasean. Son construcciones del momento, alianzas vagas, llamados al pueblo, muy mediáticos algunos (pocas veces se conoce quienes los subvencionan y no son claros en sus cuentas). Hay que tener cuidado con esos “mesías” que aparecen casi de la nada, de aventura en aventura.

 

¿Creen que he sido demasiado pesimista? No lo creo. Es necesario hurgar en la herida para que el enfermo reaccione y se decida a sanar. Somos una sociedad enferma, por falta de CIUDADANÍA.

Escribo estas líneas sin endulzarle la historia a nadie. El Perú, Lambayeque y Chiclayo están enfermos. Vamos de golpe en golpe sin reaccionar de verdad, todo queda limitado al escándalo del momento. Digo todo esto, no sin dejar de señalar que en más de una ocasión hemos buscado proponer y corregir con fundamentos aquellos males que debilitan la vida en comunidad: la desidia institucional, la apatía de la gente, el mero griterío sin propuesta concreta, o la falsa adulación de unos solapando los grandes errores de otros.

En 2013 fuimos parte del entonces Movimiento Cívico de Chiclayo, conglomerado de instituciones que buscaron hacer frente a la corruptela y caos que vivía nuestra ciudad. Así se organizó una multitudinaria marcha el 1 de marzo de 2013. En algún video de los preparativos ha de estar registrado el momento en el cual señalaba que lo importante era mantener la unidad, pues ¿qué pasaría luego de la marcha? Propusimos así que se organicen Mesas de Trabajo abordando entre los ejes la gobernabilidad, los proyectos para la ciudad (como el aún deficiente saneamiento básico), la transparencia, etcétera. Integrando por rubros a las distintas organizaciones: los gremios empresariales, universidades, Colegios Profesionales, colectivos ciudadanos, medios de comunicación; cada uno según su experiencia en una Mesa. Se lograron armar, pero no resistieron para darle continuidad y todo se perdió ¿es que acaso no estamos preparados para trabajar unidos en determinado tema? ¿Aún son muy pocos los que brindan su tiempo sin recibir ninguna compensación económica y sólo la satisfacción de no vivir en una aldea sin rumbo?

Lambayeque tiene tantas universidades, tantos Colegios Profesionales, gremios empresariales y un largo etcétera. Pero las últimas lluvias han puesto en evidencia la debilidad de todos, como siempre la reacción llega solamente luego del desastre. E incluso así, ya en medio del pantano ¿qué vemos? Pobladores contentos caminando por las calles, comiendo muy a voluntad en los elegantes restaurantes del centro de la ciudad donde precisamente aún los desagües siguen reventando ¿ese es el buen modo de vivir? Pareciera que libremente cada quien se busca su malestar. Ni siquiera las empresas de la ciudad se han preocupado por limpiar el tramo de vereda que les corresponde, con lo cual los pantanos de ayer son hoy torbellinos de tierra fétida ¿y así progresamos?

¿Por qué sacar a colación todo ello? Pues por la sencilla razón que el camino del atraso es la fuerza de la costumbre, y estas ciudades se están (mal) acostumbrando a vivir así. Ya sabemos de la lentitud e inoperancia de las autoridades, pero ¿qué están haciendo el resto de ciudadanos por vivir mejor aunque sea en su barrio?

Las autoridades viven perdidas en “su micro mundo”, aunque no faltarán algunos que trabajan bajo esas gestiones y que intentan ocultar los desaciertos. Craso error. Olvidan todos esos funcionarios que ellos no trabajan para la “gestión de fulano o mengano”, ellos trabajan para la población, son nuestros servidores públicos, no maquilladores del trabajo u omisión de las autoridades de turno. En plena emergencia, se espera para reaccionar, se espera a la llegada breve del Presidente de la República y eso se ve como un “gran logro” ¿cuántos Alcaldes y autoridades del Gobierno Regional han estado participando de reuniones en los respectivos Centros de Operaciones de Emergencia antes de las lluvias? ¿Cuántos han considerado o reclamado por drenajes pluviales en los proyectos que realizan? ¿Cuántos consideraron fenómenos climáticos en sus Planes de Gobierno? Sobran las respuestas ¿y ahora se nos quiere hacer creer que todo marcha bien? Como siempre esta ciudad se sentará a esperar. El sol seca la lluvia y el viento se lleva el polvo ¿eso es un plan de acción?

Todo ello tiene perfecta relación con las corruptelas, la costumbre del mal vivir es la puerta a la corrupción. Siendo tan conformista el individuo construye su propia permisividad y ahí nacen lemas como “que robe, con tal que haga obras” ¿así de fácil?

Se acostumbra el poblador a conseguir todo fácil en la vida, gracias al “contacto”, al amigo, al familiar, con el regalo de por medio o la tarjeta para el acomodo. Y el ciclo de la corrupción se reconstruye. Desde esa corrupción ministerial (donde se creen muy técnicos y acreditados) que daba luz verde a los expedientes dudosos para hacer obras de alcantarillado en los últimos años junto a malos funcionarios locales, hasta la corrupción del día a día, del compadre o del amigo ¿así queremos tener un mejor país?

 

¿Hay una esperanza? Puede que sí, sobre todo en la juventud. Pero una juventud realista, que no idolatre sino que reflexione, que no salga a las calles por el simple hecho de gritar algo (las marchas no cumplen su finalidad si no se lleva bajo el brazo una propuesta concreta, un cambio en tal o cual norma, una iniciativa legal, un proyecto; caso contrario sólo es indignación sin solución, o es simplemente servirle de soporte a alguien más) sino que construya y reforme desde cada uno de sus espacios con responsabilidad. No repitan los errores de los mayores, conózcanlos para enmendar a tiempo.

* Escrito de mi autoría, publicado como Representante de la Red Latinoamericana de Jóvenes por la Democracia en el Perú. Semanario Expresión Nº 1000, febrero de 2017.

 

“Diogenes mit der Laterne auf dem Markt Menschen suchend” (Diógenes buscando un hombre honesto).
Obra de Jacob Jordaens, año 1642. 

“QUE LA PATRIA OS PREMIE”

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Hace poco se conmemoró un nuevo aniversario patrio, recordando un 28 de julio como la fecha en que Don José de San Martín pronunciaba la Independencia Nacional. Este momento histórico no rompió nuestras cadenas del imperio español, pues aún faltarían varios años más para vencer militarmente a las tropas realistas. El 28 de julio, desde el centro del poder virreinal, representa la solemne proclama para pelear, la proclama para no desviarnos de la ruta de la libertad.

El camino sería largo para conseguirnos una Patria, la cual no era ya la de Manco Capac ni la de Francisco Pizarro, sino un mestizaje de culturas.

El español Benito Pérez Galdós en sus Episodios Nacionales: Trafalgar, escribiría un bello pasaje con la noción de Patria, para ilustrarnos:

“Me representé a mi país como una inmensa tierra poblada de gentes, todos fraternalmente unidos; me representé la sociedad dividida en familias, en las cuales había esposas que mantener, hijos que educar, hacienda que conservar, honra que defender; me hice cargo de un pacto establecido entre tantos seres para ayudarse y sostenerse contra un ataque de fuera, y comprendí que por todos habían sido hechos aquellos barcos para defender la patria, es decir, el terreno en que ponían sus plantas, el surco regado con su sudor, la casa donde vivían sus ancianos padres, el huerto donde jugaban sus hijos, la colonia descubierta y conquistada por sus ascendientes, el puerto donde amarraban su embarcación fatigada del largo viaje; el almacén donde depositaban sus riquezas; la iglesia, sarcófago de sus mayores, habitáculo de sus santos y arca de sus creencias; la plaza, recinto de sus alegres pasatiempos; el hogar doméstico, cuyos antiguos muebles, transmitidos de generación en generación, parecen el símbolo de la perpetuidad de las naciones; la cocina, en cuyas paredes ahumadas parece que no se extingue nunca el eco de los cuentos con que las abuelas amansan la travesura e inquietud de los nietos; la calle, donde se ven desfilar caras amigas; el campo, el mar, el cielo; todo cuanto desde el nacer se asocia a nuestra existencia, desde el pesebre de un animal querido hasta el trono de reyes patriarcales; todos los objetos en que vive prolongándose nuestra alma, como si el propio cuerpo no le bastara […]”

Hace unos días en reunión con unos amigos argentinos y chilenos conversábamos sobre los personajes del proceso independentista de la América Española, como no recordar a don José de San Martín, a Bernardo O’Higgins, a Manuel Belgrano y tantos otros; todos ellos quienes pensaron precisamente en la “Patria grande”, como americanos libres. Como bien sentenciaba San Martín: “Libres o muertos, jamás esclavos”.

El mejor homenaje que se les puede hacer a estos notables hombres es conocer más a profundidad sus vidas, sus dilemas y cómo supieron sobreponerse a las dificultades para luchar por un ideal mayor, la libertad.

Recordaba así a don Manuel Belgrano, hombre de letras quien se hizo militar en la guerra de independencia. Fue Belgrano un verdadero adelantado para su época, un impulsor del trabajo agropecuario y de la necesidad de las escuelas públicas para brindarle oportunidades de desarrollo a la población. Hace eco en mi mente una de sus frases que pinta su carácter: “Mucho me falta para ser un verdadero padre de la Patria. Me contentaría con ser un buen hijo de ella”.

¿Esta frase tiene parangón actualmente? Aquellos hombres desinteresadamente entregaron sus patrimonios, la tranquilidad de sus familias, la seguridad de sus posiciones sociales, todo por legarnos un suelo libre ¿hemos sabido corresponder a su gesta?

En fechas como éstas solemos ver las banderas desde balcones y en lo alto de las viviendas, pero quienes cumplen con ello ¿se esfuerzan por ser mejores ciudadanos? La bandera no es elemento decorativo, la bandera nacional es símbolo de identidad, de la unidad de la Patria. De nada sirve izar una bandera si los peruanos entre sí no se sienten como un “nosotros” sino como un “ellos” y los “otros”.

San Martín conocía de las discriminaciones, por el color de la piel, por el dinero que cada quien lleva en los bolsillos o por el lugar de nacimiento, por ello el 27 de agosto del año 1821 expidió un importante Decreto señalando que:

“En adelante no se denominarían los aborígenes, Indios o Naturales: ellos son hijos y Ciudadanos del Perú, y con el nombre de Peruanos, deben ser conocidos”.

Prestemos atención a lo aquí anotado, una revisión de archivos del siglo XIX nos presenta la realidad de una sociedad dividida por orígenes, por castas, en donde el dinero y los compadrazgos también servían en parte para aminorar la exclusión. En ese tiempo las voces directas eran: “español”, “mestizo”, “indio”, “indio principal” (en alusión a la nobleza indígena, que también la hubo y se mantuvo), y muchas otras etiquetas usadas para ubicar a la población por sectores. Conociendo de ello, San Martín decidió que todos los indígenas sean llamados “peruanos”, quedaba claro entonces que la voz “peruano” ya podría ser usada para todos los nacidos en este suelo patrio. Sin embargo, en la práctica (y vuelvo a la revisión de los libros de registro del siglo XIX) dicho término sólo fue aplicado para los indígenas, es decir ¿los demás qué eran? Siguió usándose, para quienes no eran considerados indígenas, las categorías de “blanco”, “mestizo”, etcétera. La división en grupos poblaciones no se extinguió ¿cuántas de esas divisiones sociales permanecen en nuestras mentalidades? ¿Tan difícil es que todos simplemente seamos peruanos?

Veremos recorrer también en estas fechas los grandes paseos con la bandera, conducida por autoridades civiles y militares ¿en qué piensan al conducirla? La misión de toda autoridad es velar por los intereses de la población a la que representa, y no hacer mal uso del cargo que temporalmente se ostenta. Que mayor prueba de cumplimiento del deber y desapego por la figuración pública que la de José de San Martín quien, tal y como había anunciado, entregó su cargo de Protector del Perú en el momento en que quedó instalado nuestro primer Congreso Constituyente en el año 1822.

Hoy muchos dan batalla pero para aferrarse al poder, sin llegar a entender que es temporal, esa es la falta de vocación de servicio. Hay quienes se sienten “caudillos del pueblo”, hoy denominados “candidatos natos”, aquellos que siempre postularán a un puesto público, aquellos a quienes no les importa cambiar de tienda política cuantas veces sea necesario con tal de alcanzar una posición política. Erróneamente muchos de estos individuos se sienten salvadores de la Patria.

Don José de San Martín era, como buen líder (palabra tan venida a menos en el mundo político), muy exigente con la tropa a su cargo. Así, los granaderos del Ejército Libertador tenían un Código de Honor, entre los delitos por los cuales los oficiales serían expulsados de las filas del ejército se encontraba:

“Por cobardía en acción de guerra, en la que aún agachar la cabeza será reputado tal.

Por falta de integridad en el manejo de intereses, como no pagar a la tropa el dinero que se le haya suministrado para ella.

Por hablar mal de otro compañero con personas u oficiales de otros cuerpos”.

El honor fue la divisa de muchos de estos hombres a quienes les debemos el esfuerzo por entregarnos una Patria, nuestro pago es la responsabilidad de engrandecerla. Ningún desfile o izamiento importaría si ello no lo tenemos muy en claro.

Les invito a meditar una última frase del Generalísimo José de San Martín, pronunciada antes de partir con las tropas en camino hacia nuestro país en 1820: “Os ruego que aprendáis a distinguir los que trabajan por nuestra salud, de los que meditan nuestra ruina”.

¿Habremos aprendido a distinguir o viviremos en espejismos?

* Escrito de mi autoría, publicado en El Dominical de La Industria. Año XLI. Nº 2022. 09 de agosto de 2015.

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“Luchadores de la Independencia”, mural de Teodoro Núñez Ureta.


PERU: ¿POR QUE NUESTRA DEMOCRACIA NO MADURA?

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Intentar responder a esta interrogante bien puede llevarnos a interminables nuevas preguntas e intentos de respuestas. Si bien nuestra democracia no es tan débil al punto de estar bajo la amenaza de golpe de Estado (como los tantos que ya ha habido en nuestra historia republicana), sí es débil para ser asumida como parte de nuestra cultura política, es decir, nuestra democracia es débil porque aún no la hemos internalizado como ciudadanos. Vale decir, no nos hemos familiarizado plenamente con las reglas del juego democrático.

Según cifras del Latinobarómetro del año 2014 (muestreo de los países latinoamericanos), en el caso del Perú tan sólo un 55.8% manifestó su apoyo al sistema democrático. Cifra preocupante, el descrédito hacia las burocracias y hacia las autoridades ha hecho que se afecte la credibilidad de las instituciones de la democracia; por eso hay quienes manifiestan que sí puede haber democracia sin Congreso de la República, malos Congresistas (electos por nosotros mismos) han afectado la estabilidad de un Poder del Estado.

Como dijo Winston Churchill: “La democracia es la peor forma de gobernar excepto todas las demás formas que de tanto en tanto se han probado”, la democracia nos garantiza libertades asentadas en el respeto a la ley ¿acaso les gustaría ver restringidas sus libertades bajo una dictadura o un autoritarismo?

Mantener y afianzar la democracia requiere el compromiso de los individuos de una sociedad, se trata también de un cambio de actitudes para fortalecer el sistema. A continuación presentaré algunos puntos que impiden la madurez de nuestra democracia, y en los cuales de seguro también tenemos responsabilidad.

 

  1. “Regístrese, comuníquese, publíquese y archívese”

Consabida fórmula utilizada para finalizar textos legales ¿pero, se cumple?

En primer lugar, causa asombro que hoy en día con más asesores legales en las entidades públicas, la calidad de las normas haya decaído. Como aficionado a la historia he revisado legislación de vieja data y encuentro un mayor sentido de la lógica, a comparación con los textos actuales. En el siglo XIX no había tantas escuelas de leyes, pero tal parece que sí había más sentido común.

Pondré un ejemplo muy sencillo, artículo 37º de la Ley Orgánica de Municipalidades del año 1834: “En el caso de resultar que alguno o algunos individuos de las juntas [municipalidades] hayan malversado los fondos municipalidades, el jefe político usando de la facultad coactiva, hará que reintegren prorrata la cantidad en que aparecieren descubiertos, sin perjuicio de la causa que les mandará seguir”.

No se trata de emular los tiempos del pasado como los reaccionarios, pero sí causa extrañeza que hoy en día con tantos instrumentos legales no se pueda ser más claro y enfático para sancionar, por ejemplo, la corrupción. Nuestra actual Ley Orgánica de Municipalidades Nº 27972 (del año 2003) en ningún punto considera lo que acabamos de referir (en norma del año 1834); quien defrauda el dinero público debe devolverlo de su patrimonio, además de afrontar el proceso legal respectivo. Ahora, con Órganos de Control Institucional (OCI), Contraloría General de la República, Ministerio Público y Poder Judicial, la marcha para capturar y sancionar de modo ejemplar el delito de los funcionarios públicos se nos muestra mucho más lenta, ese debilita nuestra democracia. En el individuo queda la desazón y la idea de que las leyes actuales (mal elaboradas y enrevesadas) no importan.

Tenemos muchas leyes, pero la mayoría de éstas no señala qué ocurre si no se cumplen. Ello es una omisión absurda. Por eso, como suelo señalar, es un país “legalista pero no legal”.

Llama la atención también que en este tiempo de tecnologías de la información no se logre una mejor comunicación ¿se conocen las leyes, decretos, ordenanzas que diariamente se van aprobando? Es cierto que hay dejadez por parte de la población, y dejadez de los medios de comunicación para llegar a resumir hábilmente los debates y normativas; pero tampoco las entidades gubernamentales acercan sus marcos legales a la población, no basta con la obligatoria publicación en el Diario Oficial El Peruano. Sólo por ejemplificar ¿por qué no difundir mediante una secuencia radial las Ordenanzas Regionales y Municipales?

Nuestra democracia es débil porque las leyes no se cumplen y porque dichas leyes tampoco son conocidas, y no hay interés en acercarse a éstas. Es ahí donde empieza a romperse el “Estado de Derecho” que es pilar de toda democracia.

 

  1. ¿Respeto por la ley?

Quiero continuar con el punto de análisis sobre la ley; ya que en las democracias estables el gobierno es de las leyes y no de los hombres, vale decir, el sistema funciona sin verse afectado por posiciones antojadizas del gobernante de turno.

Desde que nacimos a la vida independiente, la mayoría de nuestras Constituciones Políticas han sido factura de golpes de Estado. Bastaba con que uno de nuestros tantos caudillos se creyera con el supremo derecho de ser el adecuado para regir los destinos de la Patria, sumándose algunas voluntades (en su mayoría cómplices avorazados por aprovecharse del poder político) y utilizando a la población, vista como pueblo informe, como “masa”. Luego de dar el golpe de Estado, el nuevo gobierno buscaba establecer su propio marco normativo, su propia Constitución Política. El texto se convierte así en un pacto temporal para legitimar al caudillo de turno; y no en una garantía de respeto hacia la vida republicana.

Sin ir muy lejos en el tiempo, recientemente vivimos la “reinterpretación” de las normas vigentes. Nuestros Alcaldes electos hicieron su juramento a como mejor les pareció, juraron a sus cargos antes quienes se les antojó, así unos juraron ante sus familiares, otros ante Párrocos, otros ante quien piensan que es autoridad de más rango (lo cual es una idea errada), y un largo etcétera. Siempre habrá quien pretenda reinterpretar la ley, pues como sentencia el triste aforismo “hecha la ley, hecha la trampa”. Si las autoridades hacen ello, ante un suceso tan simple como juramentar a sus cargos ¿qué se podrá esperar de sus actos de gobierno posteriores?

Se ha demostrado cuán “eficaces” somos para acomodar las normas a beneficio, para aprobar normas poco claras, con vacíos; en algunos casos por torpeza y en otros casos para aprovechar luego el escenario de incertidumbre.

 

  1. La eterna búsqueda del “mesías político” y la falta de visión

Nuestra democracia no termina de madurar, y está aún a buena distancia de su mayoría de edad, debido a que no hemos aprendido que un solo individuo no podrá “salvar” a la Patria, ni al país, ni al departamento, ni a la ciudad. Pero, neciamente seguimos buscando a este “mesías”.

En campañas electorales todos ponen su atención sobre el candidato a Presidente de la República (hoy se habla ya de candidaturas presidenciales sin antes haber cumplido con la democracia interna, ya están en campaña los caudillos de siempre sin respetar ni la previa voz de las bases de sus grupos políticos), o sobre el candidato a Presidente de Gobierno Regional (absurdamente llamado hoy “Gobernador Regional”, lo cual es otra de nuestras abominaciones legales pues ya existía un cargo con esa misma denominación), o en el Alcalde ¿y los demás integrantes de la fórmula postulante? ¿Es que acaso un solo hombre resolverá los problemas de la comunidad?

Se equivocan aquellos que, por ejemplo, piensan que el Alcalde es la máxima autoridad de una provincia o distrito, pues la máxima instancia es el Concejo Municipal. Con Regidores esclarecidos en su función se tendrían más propuestas y fiscalización, y menos caudillismos locales. Pero tener mejores autoridades, implica tener mejores votantes, mayor compromiso a la hora de decidir por quien sufragar y no tomar los destinos de la colectividad al azar o al regalo recibido en campaña.

Los políticos no son santos y difícilmente lo serán; no obstante, parece que se siguiera buscando a un santo iluminado para que gobierne, y a fin de cuentas termina sentándose en el “trono” (que la misma población ha creado al endiosar a las autoridades) simplemente el “menos malo”. Muchos de esos “menos malos” llegan a enceguecerse a tal punto que se consideran a sí mismos indispensables, y he ahí el fenómeno de la búsqueda permanente de la reelección.

Ya casi nada asombra en nuestra realidad, pero siempre cabe hacerme el sorprendido una vez más. Ahora, en la directiva de la Asociación de Municipalidades del Perú (AMPE) han tenido la idea de presentar un Proyecto de Ley para frenar la norma que les impide reelegirse como Alcaldes ¿por qué? Seguro señalarán “es que en 4 años no se pueden terminar todas las obras proyectadas” ¿y eso qué? ¿Acaso no puede haber alguien igual de capaz para continuar las obras? ¿Acaso el grupo político no tiene alguien más como “ser pensante” para postularlo? Me apena que haya quienes avalan la idea de una “eterna” autoridad pues eso quiere decir que ustedes mismos no son capaces ¿en dichos grupos políticos no hay más cerebros? Con razón vamos mal.

No cansados con ello, en la AMPE también pretenden elevar el sueldo de los Alcaldes ¿será para hacer mejor su tarea? En ese caso necesitarán sueldos millonarios porque hasta ahora no da muchas luces la gran mayoría. Tienen la gran “iniciativa” de presentar esas ideas, mientras que la inseguridad sigue campeando en todo el país ¿por qué no presentan un Proyecto de Ley sobre la Seguridad Ciudadana? Por ello es que la democracia no se fortalece, porque quienes están en la primera línea de acción, las autoridades, adolecen de visión, de criterio lógico y les falla la visión de conjunta. Únanse para dar pelea por los problemas que realmente aquejan a la población. Pero, nuevamente los electores son los responsables, y también quienes permitimos que algunos hagan lo que mejor les parezca equivocadamente al gobernar.

Finalmente, ¿por qué la democracia peruana no madura? Porque sencillamente muchos siguen pensando como súbditos, adulando a las autoridades, haciéndoles llegar obsequios por el simple hecho de ¡cumplir con su trabajo! ¿Cómo es eso posible? Hay demasiados súbditos, sin embargo, se animan a protestar cuando los intereses individuales se ven amenazados, y la mayoría de veces la gran protesta es violenta ¿eso es democracia? Hay que levantar la voz a tiempo, pero hay que cuestionar y proponer; lo hemos dicho siempre. Mientras no lleguemos a ello, seguiremos en una democracia cual barco a la deriva.

Que un nuevo aniversario nacional nos haga ser más reflexivos y nos lleve a madurar, empezando por nuestras actitudes personales para con la democracia, sólo así daremos el salto para cambiar una sociedad. Empecemos por nosotros mismos siendo mejores ciudadanos, que ese sea el regalo a la Patria.

* Escrito de mi autoría, publicado en Semanario Expresión Nº 921-922 / Especial de Fiestas Patrias. 24 de julio de 2015.

 

ensor01a“Intriga” (1911). Obra de James Ensor.