Se inició la subasta de tierras, proceso que no fue bien comunicado a la población, me enteré por accidente. Si se trata de un proyecto para el beneficio general, entonces, todos tendríamos que estar informados.
En las actuales condiciones lo que le espera a la gran mayoría de la población lambayecana es convertirse (bajo un tal régimen laboral especial del sector agrario) en peones a destajo de las tierras lotizadas. Para nuestras autoridades, el minifundio es improductivo y, por ello, dan pase a la formación de grandes propiedades a través del acaparamiento de tierras (los lotes en Olmos van desde 250 hasta 1000 hectáreas). Es muy cierto que tuvimos un fracaso posterior a la reforma agraria, pero ¿qué se ha hecho para revertir tal situación? Pareciera que se intenta volver a la conformación de haciendas y es que nuestro país es un gran laboratorio de experimentos fallidos: armamos, desarmamos y volvemos a armar lo mismo, perdiendo tiempo.
¿Por qué nuestro Estado no impulsa la asociatividad de los pequeños y medianos productores agrarios? En lugar de volverlos peones, hay que convertirlos en empresarios. El asociacionismo no colectiviza la producción, cada quien sigue ganando lo que le corresponde, lo que hace es facilitar el ingreso al mercado en mejores condiciones. Es utópico pensar que un agricultor con media hectárea pueda ser agroexportador, pero si estuviera asociado en grupos puede capacitarse, comprar insumos, acceder a créditos, tecnificar los cultivos y venderle al mundo. Ese es el reto, difícil pero no imposible, no es suficiente con subastar unas tierras y dárselas al mejor postor.
* Publicado en Peru.21 Norte, el 16 de diciembre del 2011.