REFLEXIONES DE UN 08 DE DICIEMBRE: HISTORIA LOCAL, POLÍTICAS CULTURALES Y ALGO MÁS

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Parece que la vorágine de la vida moderna (o de lo que aparenta serlo) y el ruido del desordenado tránsito en nuestras calles (al menos en aquellas que aún pueden transitarse) han llevado a que muchos chiclayanos olviden parte de su historia compartida. Este desconocimiento tiene una estrecha relación causal con la inexistencia de adecuadas políticas culturales en nuestro entorno.

En la gran mayoría de centros educativos poco es lo que se habla sobre la historia local. Guiados únicamente por el diseño curricular nacional, por ejemplo, todos conocen que el 28 de julio del año 1821 don José de San Martín proclamó la independencia del país, pero muy pocos ciudadanos conocen que en Chiclayo su Cabildo ya se había declarado independiente desde el 31 de diciembre de 1820 ¿qué pasa con los conocimientos sobre el espacio local?

Una de las atribuciones de los Gobiernos Regionales, según su Ley Orgánica, es:

“Diversificar los currículos nacionales, incorporando contenidos significativos de su realidad sociocultural, económica, productiva y ecológica y respondiendo a las necesidades e intereses de los educandos” (Artículo 47° literal c).

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¿Cuánto se viene haciendo por diversificar nuestra malla curricular en Lambayeque? ¿Se han logrado incorporar componentes de nuestra historia local? Reza el adagio, nadie valora lo que no conoce.

Paradójicamente, en los discursos electorales y en los planes de gobierno suelen abundar las menciones a la historia local, la verdad es que muchos datos en dichas propuestas políticas parecen extraídos del portal de Wikipedia. La mayoría de candidatos cree que los planes de gobierno son monografías de la etapa escolar, muchos datos esparcidos pero sin enfocar el problema ni posibles soluciones. A esto se suma la mala política del doble discurso, por un lado las autoridades alaban nuestro acervo histórico, pero ¿qué hacen por salvaguardarlo y revalorarlo?

Si en realidad estuvieran preocupados por preservar la memoria histórica de nuestras comunidades hace mucho tiempo se hubiera potenciado el recurso humano y destinado más recursos económicos para el Archivo Departamental de Lambayeque, lugar en donde se encuentran depositados los legajos y documentos que narran nuestra historia desde el siglo XVI. El Archivo se encuentra hacinado en un local nada apropiado y requiere la atención urgente de las autoridades políticas, aquí ya no bastan los compromisos de palabra sino las acciones concretas, algo que hasta el momento no se evidencia. Estamos dejando morir las evidencias para el estudio de nuestra historia, esa de la que tanto nos jactamos en los discursos.

Actualmente ya se vienen destinado recursos económicos para la preservación y estudio de nuestro pasado prehispánico, en buena hora que esto se haga, tenemos un territorio con gran riqueza patrimonial donde se ubicaron civilizaciones que nos han dejado un gran legado. A lo largo del tiempo esto no se había entendido, por ello hasta entrado el siglo XX el ideal de modernización se basaba en la destrucción de las huacas, política promovida por muchas respetables gestiones municipales. Esto ha cambiado y nuestras huacas vuelven a tener voz.

Sin embargo, no debemos olvidar que también hay otras épocas en nuestro devenir histórico ¿qué pasa con el patrimonio material e inmaterial del tiempo virreinal y el republicano?

Señalemos un claro ejemplo, el territorio del actual Chiclayo (que comenzó siendo una reducción de indígenas bajo las parcialidades de Cinto y Collique) empezó a organizarse alrededor del Convento de Santa María de los Valles de Chiclayo y su iglesia Matriz, encargados ambos a la Orden Franciscana desde el siglo XVI. Actualmente el recinto de la iglesia Matriz no existe pues fue destruido por una gestión municipal a mediados del siglo XX, sólo queda su recuerdo en algunas fotografías. Del convento sólo nos ha quedado un ruinoso patio, la mayor parte de la edificación también fue destruida ¿alguna institución se ha preocupado por impulsar un plan de restauración? Así es como se encuentra golpeado el corazón mismo de la ciudad de Chiclayo, esperando que los pocos muros que subsisten se desplomen solos ¿quién se hará responsable cuando esto ocurra?

Suelo mostrar en mis clases universitarias fotografías del antiguo parque principal de la ciudad, cuando aún existían los recintos mencionados, al ver las imágenes los estudiantes piensan que se trata de alguna población vecina, muy pocos han oído hablar de la iglesia Matriz, del convento, de las razones que llevaron a construir la nueva Catedral (luego de la revolución que lideró José Balta y que se libró en nuestras mismas calles peleando en contra del dictatorial gobierno de Mariano Ignacio Prado en el año 1868). Son muchos los datos que parecen no estar en los programas escolares ni universitarios ¿cómo podemos entonces lograr que la población se vincule más con la ciudad y la construcción de una identidad?

Para muchos la historia de Chiclayo y sus calles es sólo la historia de personajes que murieron en la guerra del Pacífico, una historia de las heroicidades, pero por ejemplo ¿cuántos conocen que dentro de la casona que fuera de la familia del héroe Elías Aguirre se encuentra un monumento de mármol que contiene los nombres de varios chiclayanos que cayeron en dicha guerra? Varios de ellos eran civiles que murieron peleando, lejos de su tierra ¿cuántos han sido honrados? Nuestras autoridades han obviado muchos datos de la historia.

Para otros, la historia de Chiclayo está ligada casi exclusivamente con determinados grupos familiares, agentes con presencia en la economía local y nacional, algunos otrora dueños de haciendas, que se vincularon estrechamente con la vida política. Como en todo grupo humano, es claro que entre ellos también hubo caballeros honorables, pero sus nombres no son toda la historia de nuestra ciudad, ni mucho menos de nuestro departamento. No podemos restringirnos a unos cuantos perfiles biográficos.

Nos hemos olvidado que antes de las haciendas ya existían las estancias virreinales dentro de un valle que iba creciendo con más agricultores y ganaderos. Nos hemos olvidado que antes de la actual agroexportación ya exportábamos desde estas tierras nuestro trigo y tabaco, hoy inexistentes. Nos hemos olvidado que la historia de una colectividad no sólo es el relato de los grandes sucesos sino también la expresión de la cotidianeidad, de la vida en comunidad, de sus usos y costumbres ¿cuántos monumentos a la memoria colectiva tenemos en Chiclayo? ¿Cuántas expresiones de recuerdo a los hombres del día a día, a los agricultores, a los artesanos, a los comerciantes y etcétera? Ninguno.

Parece que ya no recordamos a los “industriosos”. Esa es la palabra con la cual en los libros antiguos de los archivos se identificaba a las personas que se ocupaban de diversos negocios. Personas de trabajo, quienes contribuyeron con su esfuerzo, sin necesidad de tener una profesión, a forjar una comunidad pujante, la misma que empezó siendo una reducción, luego un pueblo y después una villa, hasta convertirse en ciudad.

Hoy hemos olvidado buena parte de nuestro origen compartido, mantenemos el acercamiento con nuestra historia local en el plano del discurso, muchas veces con hipocresía, sin existencia de políticas culturales definidas para revalorar ese acervo. En ese desorden y descuido, lamentablemente podremos crecer comercialmente pero sin rumbo definido, sin identidad con el territorio que nos alberga.

Para rescatar una parte de esa historia obviada, los invito a leer la siguiente descripción extraída del libro “Historia de Chiclayo, siglos XVI, XVII, XVIII y XIX”, obra del brillante investigador Jorge Zevallos Quiñones, ya fallecido. Siendo 08 de diciembre, fiesta de la Inmaculada Concepción, se celebra a La Purísima, Patrona de Chiclayo, para quienes somos creyentes se trata de una advocación de singular importancia, presente desde los orígenes de la cristianización de estas tierras; para los no creyentes esta imagen no deja de ser un símbolo importante, parte del patrimonio histórico de la ciudad.

Por esta razón siempre llevo a los amigos foráneos que me han visitado ante el actual altar de La Purísima en la iglesia Catedral; pero viajemos con el escrito de Zevallos al tiempo de la desaparecida iglesia Matriz, a la cuna misma de la ciudad de Chiclayo, un tiempo perdido y poco conocido:

“El retablo del altar mayor era ‘grande y todo dorado’, con su Sagrario de ‘espejos grandes y pequeños’. En su centro se hallaba la imagen en bulto de Nra. Señora de la Purísima Concepción, Patrona del pueblo desde su fundación. La acompañaban siete bultos tallados representando La Resurrección, San Sebastián, Santa Rosa de Lima, San Marcelo, San Roque, San Francisco y Santo Domingo. ¿Dónde estará, si sobrevive, todo este tesoro de arte sacro? La imagen de La Purísima existe hasta HOY. Es una hermosa escultura de solo cabeza, brazos y pies, o sea de los simulacros que se hacen para vestir. Sobre su origen hay variadas tradiciones que han conservado hasta hoy algunos descendientes de las antiguas parcialidades, siendo la más común la de que perdida, fue vuelta a encontrar en sus terrenos de Cofradía por D. José Leonardo Ortiz a comienzos del siglo XIX. Celebrábase su festividad como hasta hoy el 8 DE DICIEMBRE de cada año, pero era tradicional que los festejos y los cultos empezaran ocho días antes, congregándose en el pequeño pueblo una romería y feria tan grande y heterogénea que en mucho se asemejaba a la notable del pueblo de Guadalupe, que se llevaba a cabo en su Santuario en la misma fecha litúrgica. Las fiestas eran públicamente presididas por el Corregidor y por los Cabildos de Naturales y del pueblo de Lambayeque. Una procesión de luz a luz recorría las calles, con gozos populares de ‘sortijas’, peleas de gallos, corrida de toros, comedias, loas, y farsas de teatro. Las transacciones comerciales eran considerables y de productos muy variados. La Mayordomía de la fiesta conllevaba un gran honor y era amistosamente peleada entre las personas más distinguidas de la nobleza indígena y la sociedad criolla. En 1701 era Mayordomo el General Don Francisco de Seña, chiclayano e hijo de Corregidor, y al año siguiente lo fue el Cacique Principal de la parte de Cinto.

Estas fiestas extraordinarias subsistieron en todo su esplendor aún bien entrada la época republicana, hasta el desastre de la guerra con Chile; HOY en día no queda ni rastros del entusiasmo popular, la fe pública y el ORGULLO CHICLAYANO por honrar en su día a su PROTECTORA PATRONA”. (Zevallos, “Historia de Chiclayo, siglos XVI, XVII, XVIII y XIX”, pp. 82-84).

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Volvamos al estudio serio de la historia, al rescate del patrimonio material e inmaterial de la ciudad de Chiclayo y de nuestro departamento de Lambayeque, en esta tarea se requiere la asociación entre el sector público y el sector privado, el compromiso de las organizaciones de la sociedad civil, de las universidades y los Colegios Profesionales. Las instituciones están llamadas a contribuir para rescatar nuestra memoria colectiva ¿estarán nuestras instituciones a la altura del reto?

Las autoridades y los funcionarios públicos tienen que superar lo actuado, la inversión en infraestructura (siempre y cuando se haga bien) es necesaria para el desarrollo pero no es suficiente ¿cuándo se promoverán políticas culturales? ¿Cuándo abordaremos los saberes locales? ¿Cuándo los chiclayanos, y los lambayecanos en general, conocerán más de su realidad local?

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20131208-la_purisima.jpg

Imagen de La Purísima, Patrona de Chiclayo

Fotografía propia, año 2009

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