LA MENTE NO ESTÁ EN LA CABEZA

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Comentario de Humberto Maturana Romecín a la nota “A critique of the modern concept of localization”,de F.Aboitiz. Ambos aparecen en J. Social Biol. Struct. 1985 8; 307-312.

La esencia de lo que Aboitiz dice en su artículo, es que la sintaxis del operar del sistema nervioso y la sintaxis del operar de la conducta son diferentes, ya que el sistema nervioso es un sistema determinado estructuralmente, y como tal no puede operar, y de hecho no opera, con representaciones del mundo exterior, que es donde ocurre la conducta. Él dice además, que en estas circunstancias una lesión localizada en el sistema nervioso, no importa lo discretas que sean sus consecuencias conductuales, no puede ser vista como reveladora de una localización funcional de acuerdo a tales consecuencias conductuales, sino que debe ser vista como reveladora de una interferencia discreta con la producción, en el sistema nervioso, de algunos de los patrones de actividad neuronal, a través de los cuales se generaba el comportamiento original. Como era de esperar, yo estoy de acuerdo con esto. Sin embargo, me gustaría agregar algunas reflexiones que no puedo fundamentar plenamente aquí, pero que considero pertinentes para la presente discusión, y que presentaré haciendo referencia a algunos errores conceptuales que nosotros, los neurobiólogos, frecuentemente cometemos, y algunas consecuencias operacionales y conceptuales que debemos admitir si no cometemos tales errores.

Errores que frecuentemente cometemos

(a) Nosotros, explícita o implícitamente, operamos como si en una explicación científica estuviéramos haciendo una reducción fenoménica al expresar los fenómenos de un dominio como fenómenos de otro dominio; y no vemos que las explicaciones científicas son proposiciones de mecanismos generativos que conectan dominios fenoménicos disjuntos, que están ligados por una relación generativa, y los tratamos como si uno estuviese incluido en el otro.

(b) Aunque como biólogos sabemos que debemos tratar al organismo, al sistema nervioso y al medio, como sistemas determinados estructuralmente, de modo de explicar científicamente los fenómenos propios de ellos, no procedemos conceptualmente de acuerdo a todas las consecuencias que esto necesariamente implica en los dominios de operación del sistema nervioso y la conducta. Como resultado, no vemos que el sistema nervioso y el organismo, como sistemas determinados estructuralmente, no admiten interacciones instructivas, es decir todo lo que ocurre en ellas está determinado en sus estructuras.

(c) Comúnmente, en nuestros intentos de explicar el operar del sistema nervioso, ignoramos el hecho de que nosotros, seres humanos, no podemos como individuos distinguir experiencialmente entre lo que denominamos percepción e ilusión, Como resultado, no vemos que la distinción que hacemos entre percepción e ilusión en relación a cualquier experiencia sensorial particular, se genera sólo como una reflexión a posteriori, ya sea por referencia a otra experiencia sensorial igualmente dudosa o por referencia a otros seres humanos iguales a nosotros en este respecto; y continuamos tratando de explicar el operar del sistema nervioso y la conducta como si fuera posible hacer tal distinción.

(d) Usamos nociones y conceptos que arrastran la suposición, implícita o explícita, de que los fenómenos biológicos que comúnmente llamamos funciones mentales elevadas, tales como el pensamiento abstracto, la autoconciencia, los estados de vigilia y el lenguaje, ocurren en el sistema nervioso como propiedades del operar de sus centros superiores, Como resultado, confundimos dominios fenoménicos, y tratamos de entender las complejidades contextuales de una conducta particular (que como tales son propias del dominio de interacciones del organismo), como propiedades de los procesos neurofisiológicos que la generan.

Consecuencias que debemos aceptar si no cometemos estos errores

(a) Que lo que nosotros como observadores vemos como una conducta adecuada cuando observamos un organismo particular en un medio dado, es expresión de la congruencia estructural (acoplamiento estructural) que necesariamente se mantiene entre un organismo (con su sistema nervioso si tiene uno) y el medio como una condición de existencia, que debe ser conservada a través de todos los cambios estructurales que el organismo y el medio experimentan juntos en su historia de interacciones mientras el organismo está vivo (Maturana, 1980).
(b) Que la conducta consiste en las acciones y coordinaciones de acciones que el (la) observador(a) distingue como ocurriendo cuando los organismos interactúan entre ellos y/o el medio abiótico, y que él o ella describe haciendo referencia a la historia de esas mismas acciones y coordinaciones de acciones, y no es lo que ocurre al interior de los onanismos.

(c) Que el sistema nervioso, como un sistema celular, es una red internamente cerrada de elementos neuronales en interacción (sensores, neuronas, efectores); que también se cierra sobre sí misma externamente, mediante interacciones sensomotoras que ocurren a través del medio como si éste sólo fuera un espacio sinóptico.

(d) Que el sistema nervioso, como una red cerrada de elementos neurales que interactúan, opera como una red de cambios recursivos de relaciones de actividad entre los elementos neuronales que sólo generan más cambios de relaciones de actividad dentro de la misma red, los que, entonces, son sus estados como un sistema dinámico.

(e) Que la estructura dinámica del sistema nervioso, como un sistema celular, (conectividad y estructura de los elementos neuronales), determina en todo momento los patrones de cambios de relaciones de actividad que ocurren en él y constituyen su dinámica de estados.

(f) Que la estructura dinámica del sistema nervioso, como un sistema celular componente de un organismo, está experimentando un cambio continuo que sigue un curso contingente a la secuencia de interacciones del organismo.

(g) Que un (a) observador (a) ve que la participación del sistema nervioso en la generación de la conducta se da a través de cambios de relaciones de actividad entre las superficies efectora y sensorial del organismo, en un dominio de existencia que él o ellas específica a través de su observación.

(h) Que la participación del sistema nervioso en la generación de la conducta es en cada momento expresión de la congruencia estructural dinámica que necesariamente se mantiene entre organismo, sistema nervioso y medio en el dominio de existencia en el cual es distinguida, y no expresión del operar del sistema nervioso como una representación de un medio ambiente. Y, finalmente en esta lista,

(i) Que los fenómenos complejos que nosotros observamos en la conducta de un organismo en cada momento, y que normalmente describimos en términos de contenido y significado, son propiedades contextuales de las circunstancias históricas particulares que configuran la conducta, y no del operar del sistema nervioso.

Las complejidades de la conducta y las complejidades de los procesos neurofisiólogicos que la generan son de diferentes tipos y ocurren en dominios fenoménicos que no se intersectan, por lo cual deben ser entendidas en forma diferente, cada cual de acuerdo a la sintaxis o coherencias del dominio fenoménico en la cual ocurre, y sin considerar la relación generativa que nosotros vemos entre ellas. Para lograr este entendimiento, se debe aceptar que a través de las diferentes propiedades de su estructura un sistema puede existir simultáneamente en muchos dominios fenoménicos que no se intersectan. En realidad, las explicaciones científicas, por ser noreduccionistas, validan la existencia simultánea de todo sistema determinado estructuralmente en muchos dominios que no se intersectan y nos permiten entender cómo nosotros, como seres humanos, pertenecemos operacionalmente a muchos dominios de existencia, igualmente legítimos, que no se intersectan.

Finalmente, si aceptamos que los seres vivos, como sistema determinados estructuralmente, puede existir solamente en correspondencia estructural con su medio, entonces debemos aceptar también que un observador distinguirá que la dinámica de estados del sistema nervioso genera en un organismo una conducta adecuada a las complejidades de sus circunstancias solamente como resultado de la correspondencia estructural (dinámica) que existe entre él y el medio, en el presente de la historia ontogénica y filogénica de conservación de la correspondencia estructural (dinámica) entre organismo y medio al cual pertenece, en el dominio en el cual es distinguido (ver Maturana 1980). En estas circunstancias, cualquier relación entre un estado de actividad del sistema nervioso y lo que un observador distingue como una propiedad del medio del organismo al cual pertenece, puede ser una relación de representación del medio ambiente en la operación de tal sistema nervioso, pero sólo en la descripción del observador y por el observador, no en el operar o por el operar del sistema nervioso en sí mismo. Además, en estas circunstancias, cualquier lesión en el sistema nervioso necesariamente interferirá con algunas de sus coherencias internas, y aparecerá ante un observador como alterando alguno de los patrones de correlaciones sensomotoras del organismo en el dominio de existencia en el cual es observado. Al mismo tiempo, este cambio en las correlaciones sensomotoras del organismo necesariamente aparecerá ante un(a) observador(a) como una conducta cambiada, que él o ella puede visualizar como deficiente en alguna de sus propiedades comunes de contenido y significado. Ya que todos los sistemas en juego, organismo, sistema nervioso y medio, son sistemas determinados estructuralmente, lesiones similares en sistemas nerviosos similares necesariamente resultarán en cambios conductuales similares en organismos similares bajo circunstancias similares, que es lo que uno, de todos formas, encuentra. Es esta regularidad lo que nos seduce a creer que las consecuencias conductuales de una lesión en el sistema nervioso revelan que la parte del sistema nervioso que la lesión destruyó ha sido directamente responsable del contenido y significado de la conducta perdida a través de ella. Aceptar que éste no es el caso, aceptar que constitutivamente no hay mareo posible entre la sintaxis del operar del sistema nervioso y la sintaxis del contenido y significado de la conducta que éste genera, no es fácil, requiere un salto conceptual. Requiere aceptar que los fenómenos mentales (como los fenómenos de significado, intención, lenguaje o autoconciencia), y que los fenómenos fisiológicos (como los fenómenos de relaciones o interacciones moleculares, celulares u hormonales), ocurren en fenómenos disjuntos cada uno definido por sus coherencias o sintaxis, y que en general todos los seres vivos, y nosotros los seres humanos en particular, existimos en cada uno de ellos en formas distintas, pero todas legítimas. La mente no está en la cabeza, la mente está en la conducta.

Referencias
Maturana, H.R., 1980 Autopoiesis: reproducción, heridity and evolution,
En: “Autopoiesis, Dissipative Structures and Spontaneous Socal Orders”. Editado por Milan Zeleny. AAAS Selected Symposium 55, Westview.
Maturana, H.P., 1983 What is it to see?
Arch. biol. med. Exp. 16, 255-269

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