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Las personas distorsionamos el concepto de amor

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Los seres humanos sobrevivimos gracias a la cooperación mutua. El desamor está siendo la gran fuente de dolores físicos y espirituales de las personas.

¿cómo es que los seres humanos tenemos dolor, si hay tantos avances, si estamos bien con nuestra familia y con nuestros hijos?

Y la respuesta está en la cultura de dominación en que vivimos: queremos tener el control del otro porque hay desconfianza, porque aun cuando venimos a este mundo en la confianza de que seremos amados, pronto comenzamos a sentirnos traicionados.

En el colegio, cuando nos encasillan; en el trabajo, cuando nos sobreexigen para ser buenos profesionales”.

El amar es un fenómeno biológico, no una declaración romántica, ni filosófica, ni una sugerencia religiosa.

Si miramos la vida cotidiana, veremos que los animales son amorosos porque están ahí cuando uno llega, porque parecen disfrutar de nuestra compañía sin exigencias. Eso es el fenómeno biológico del amar.

Si Miramos a una abejita alimentando a una larva; descubrimos que la trata con delicadeza, movida por una conducta amorosa.

Lo mismo debería pasar en los seres humanos: el amar debería ser una conducta básica, pero las personas hemos distorsionado el concepto del amor. Nos hemos salido del espacio amoroso, nos hemos llenado de teorías que lo justifican todo, sin reflexionar en los hechos. Nos hemos enajenado en teorías que justifican cualquier cosa: el hambre, la guerra.

Todas las personas, afirman, desean ser escuchadas. Quieren tener presencia; saber que, si les pasa algo, pueden contar con el otro, y que éste sea capaz de percibir la dificultad. “Pero partiendo por las personas, y luego las organizaciones, no son así”. El resultado de eso es el dolor.

Si uno se pregunta ¿dónde le duele la vida?, se va a dar cuenta de que tiene que ver con espacios de exigencias, de desamar, de no tener presencia, de no ser vista, de no ser escuchada, de ser testigo de promesas nunca cumplidas.

Para superar este dolor es necesario reflotar la capacidad de cada ser humano para escuchar, y también para amar. “No es un amar de bondad”, “sino de que el otro tenga presencia, sin querer cambiarlo, y una vez que lo conozca poder decir si me gusta o no el mundo que trae a la mano. Lo importante es hacer que las personas se sientan legítimas”.

Como vivimos en una cultura negadora, es difícil que las personas refloten con facilidad su capacidad de escuchar.

No existen recetas del tipo: yo hice esto y salí, porque no las hay. Esa capacidad puede desarrollarse aprendiendo a acoger en silencio, conversando, amando, y logrando ver la multidimensionalidad del otro.

Ejemplo sobre la capacidad de escuchar. Imagínese un niño jugando, que se cae y corre donde la mamá, llorando. ¿Qué dolores tiene? El de la rodilla raspada, por cierto, y un poco de vergüenza porque se cayó. Hay más de una dimensión del dolor. Entonces viene la mamá y le dice: qué bueno que no te raspaste la otra rodilla, mientras le hace cariño y se va con él. ¿A qué dolor atendió la mamá? A todos, no necesitó enumerarlos, pero su conducta acogedora los atendió a todos”.

Otra arista que tiene que ver con el dolor es el manejo de las emociones. Las enfermedades humanas tienen que ver con el desamar y la negación de las emociones, y que las personas, al tener la capacidad de manejarlas, propician también un cambio en su fisiología, y como consecuencia, la salud: “La mayoría, sino todas las enfermedades y las situaciones que provocan rupturas en el fluir y en el bienestar, tienen que ver con el desamar. Es un hecho que tiene una base biológica: no es lo que dice la física cuántica, ni la tradición hindú, sino por el hecho de ser seres vivos y humanos. La negación del amor y de la emoción afectan nuestra naturaleza del vivir”.

Todo lo que pasa en nuestro cuerpo, agrega, depende de nuestro ámbito relacional, y eso tiene consecuencias fisiológicas. No es al revés. “Las emociones son más que polipéptidos y adrenalina. Es como los automóviles: no son automóviles sino en cuanto una persona los hace moverse. El acelerador no es acelerador y el freno no es freno sino en cuanto las circunstancias que se usan.

Si vives en una familia donde todo el día te dicen “niño(a)a tonto(a)a”, se desencadenarán en ti reacciones fisiológicas que te afectarán, por supuesto. Pero los seres humanos, a partir de la reflexión, tenemos la capacidad de cambiar nuestros espacios relacionales, y con ello nuestras emociones”.

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