Los seres humanos somos el presente de una historia de cuatro mil millones de años de interacciones (filogenia) en la que primariamente se ha conservado la producción de sí mismo o sea nuestra autopoiesis y en algún momento de nuestra historia, hace aproximadamente tres millones de años (Maturana 1993), empezamos a conservar generación tras generación un modo de vivir en coordinaciones (comunicación) de coordinaciones recurrentes consensuales en el fluir de nuestro vivir al que hoy denominamos lenguaje.
“Hay comunicación cada vez que hay coordinación conductual en un dominio de acoplamiento estructural. […] . El fenómeno de comunicación no depende de lo que se entrega , sino de lo que pasa con el que recibe” (Maturana 1973: 130).
Fue la conservación de un modo de vivir , de una manera de vivir que involucraba coordinaciones conductuales consensuales en la ternura y sensualidad, bajo la emoción del amor en la dinámica de la aceptación mutua en una convivencia cercana, lo que hizo posible el origen del lenguaje (Maturana 1995). Lo que constituye al lenguaje como fenómeno biológico relacional es un coexistir en interacciones recurrentes bajo la forma de un fluir recursivo de coordinaciones conductuales consensuales (Maturana 1995). Todo lenguajear ocurre sobre un soporte emocional que puede cambiar con el curso del lenguajear y al revés, el fluir del cambio emocional resulta en un cambio en el lenguajear (Maturana 1995).
El entrelazamiento del lenguajear y emocionar denominamos conversar. La conversación es el entrelazamiento de las coordinaciones de acciones conductuales que constituyen al lenguaje y las emociones (Maturana 1994). Los seres humanos siempre estamos en la conversación (Maturana 1994). Y al existir en el lenguaje los seres humanos podemos reflexionar. Y es la reflexión la que nos permite salirnos de cualquier parte (López y otros 2003) . La reflexión es un acto de abrir la mano, es un acto de soltar lo que se tiene para poder verlo, es un acto amoroso, es un acto en la emoción.
Por otro lado el lenguaje como un fluir de coordinaciones de coordinaciones recurrentes permite realizar distinciones y generar infinitos dominios de realidades . “Un acto de distinción implica el acto de señalar cualquier ente, objeto, cosa o unidad como distinto de un fondo” (Maturana 1973: 24) y es aquí donde aparece el universo de realidad en el cual vivimos. El lenguaje nos permite generar mundos posibles, mundos deseables, mundos que podemos definir como visiones compartidas del vivir y convivir.
En este proceso de generación de realidades, una unidad queda definida por un acto de distinción. Y podemos afirmar con seguridad que algo existe si es distinguido. Y ¿quién puede hacer distinciones?. Quien tiene la operacionalidad para hacer distinciones, o sea el ser humano que ha conservado un modo de vivir en la aceptación de si mismo y de los demás en su proceso, en su historia de interacciones filogénicas y ontogénicas.
El lenguaje es un instrumento para realizar distinciones. En consecuencia cuando un ser humano (observador) hace una distinción (observar) surge lo distinguido y el universo en el cual lo distinguido tiene existencia. Los seres humanos somos el centro del universo porque somos los únicos que podemos hacer distinciones en el lenguaje y generar con este instrumento el mundo que vivimos que al morir (la producción de si mismo desaparece) también desaparece el mundo que ha sido traído en el lenguaje.
Por otro lado el lenguajear implica coordinación consensual recurrente que se da en dominios de acción (emoción) fundados en la aceptación de sí mismo y en la aceptación del otro u otra en los procesos de convivencia (amor) al que hoy denominamos conversar. El conversar requiere entrelazar un dominio de acción de aceptación del otro u otra (emoción) para poder generar coordinación (comunicación) de coordinación recurrente al que denominamos :lenguaje (Maturana 1995). “El vivir humano consiste en un vivir en conversaciones y redes de conversaciones” (Maturana 1995: 21).
Toda vez que un observador describe las conductas de interacción (conducta lingüística) entre organismos hace una descripción en términos semánticos. Los seres humanos operamos en el lenguaje cuando un observador ve que tenemos como objetos de nuestras distinciones lingüísticas a elementos de nuestro dominio lingüístico (Maturana 1973). Las palabras son modos de coordinaciones de conductas y acciones, su significado está en las coordinaciones de conductas que connotan (Maturana 1996). Las palabras constituyen el fluir del hacer en las coordinaciones de coordinaciones de conductas consensuales que el lenguaje es (Maturana 1996). El vivir en el lenguaje da origen a muchos dominios diferentes de haceres (Maturana 1996 : 101).
“Los seres humanos jamás hacemos, ni podemos hacer lo que hacemos como seres humanos […] fuera de nuestro ser en el lenguaje” (Maturana 1996: 161). El lenguaje en un sentido antropológico es, por lo tanto, el origen de lo humano propiamente tal, a la vez que su caída y liberación. El lenguaje saca la biología humana del ámbito de la pura estructura material, e incluye en ella el ámbito de la estructura conceptual, al hacer posible un mundo de descripciones en el que el ser humano debe conservar su organización y adaptación. Así, “el lenguaje da al ser humano su dimensión espiritual en la reflexión, tanto de la autoconciencia como de la conciencia del otro” (Maturana 1999: 34).