¿Qué es ser libre y qué es conocerse a uno mismo? Todos los movimientos sociales se consideran abanderados de la libertad y muchas guerras se han librado en su nombre. De igual modo, nadie acepta fácilmente que sabe de sí menos de lo que los demás creen saber sobre ella o él. No es claro qué significa que una comunidad sea libre —o más libre que otra— ni qué es el libre albedrío; de qué manera podemos ampliar nuestra libertad —a nivel individual o colectivo— y cuándo, lo que parece autonomía, es solo un espejismo, una forma de determinismo causal que ignoramos o una estructura ideológica de subordinación que nos convence de poseer una soberanía sobre nuestras vidas que no tenemos.

Tampoco es evidente qué describimos cuando hablamos de libertad: ¿Es solo el significado de una palabra que hemos heredado de los hablantes que nos antecedieron y que, de hecho, no está presente en otras culturas con el mismo significado? ¿Es un concepto transcultural que se encarna en las diversas lenguas porque refleja una experiencia humana cognitiva universal, producto de la evolución del cerebro? ¿Tiene la experiencia subjetiva del libre albedrío algunas propiedades universales, mientras que otras son propias de culturas específicas? De ser así, ¿cuáles son los rasgos universales y cuáles los particulares? ¿Es lo que llamamos “libertad” solo un conjunto de prácticas sociales que se encuentra condensado y altamente densificado en algunas palabras de ciertas lenguas? ¿Es una realidad, sea neuronal, social o de otro tipo, que trasciende a las lenguas?

De igual manera, no es transparente qué es el autoconocimiento y en qué se parece a otras formas de conocimiento, como el de la vida subjetiva ajena o el de la realidad objetiva, sea esta natural o social. ¿Hay un solo concepto que engloba a las diversas formas de conocimiento o a cada una de ellas le corresponde uno diferente? Así como no es claro qué es conocer la vida mental de los demás, tampoco lo es qué es conocerse a uno mismo, cuál es el objeto de esa forma de conocimiento, cómo se logra, qué características tiene y cuándo lo que parece autoconocimiento es solo una forma de autoengaño. Es frecuente que nuestros esfuerzos por lograr lo que más deseamos —ser autónomos y translúcidos para nosotros mismos— den lugar a las formas más enrevesadas y perversas de subordinación, autoengaño y autoignorancia. Pero es sabido que ansiamos aquello sobre lo que menos claridad tenemos y solemos sentirnos orgullosos de nuestras habilidades menos desarrolladas o más enigmáticas. Como advierte Shakespeare, el ser humano se siente orgulloso de lo que menos conoce, “su esencia de vidrio”, es decir, su capacidad para reflejar la realidad mediante el carácter representacional de la mente.

El hombre, el arrogante hombre,

investido de una pequeña y breve autoridad,

ignorante de lo que se siente más seguro

—su esencia de vidrio— como un mono colérico

representa tan fantásticas comedias ante el alto cielo

que harían llorar a los ángeles, los que, si tuvieran nuestra melancólica naturaleza,

reirían como mortales [1].

Pero hay algo que el ser humano conoce aún menos: su capacidad de representarse a sí mismo. Sospechamos que lo hacemos, porque tenemos la experiencia fenoménica de la autoconsciencia y suponemos que ella participa de alguna manera en nuestros afanes por autoconocernos, pero no sabemos bien cómo opera ese proceso ni qué tan confiable es.

Este libro se propone abordar estos dos fenómenos, autoconocimiento y libertad, mostrando, de manera interdisciplinaria, cómo surgen culturalmente de manera enhebrada con la evolución de la especie. Asimismo, se propone sugerir que estos dos ideales humanos son condición de posibilidad para lograr otro ideal que, en muchos casos, da sentido a nuestras vidas: la dignidad. Pues, como señala Kant, el objetivo de la vida humana no es ser feliz sino ser digno de ser feliz. Todo esto, a su vez, requiere de una estrategia de examen de la propia vida, algo que ya Sócrates había señalado cuando afirmó que la vida no examinada no es digna de ser vivida.

Referencia

[1] Shakespeare (1993 [1623]). Measure by measure. Acto 2, escena 2. Traducción propia.


Autor:

Pablo Quintanilla. Profesor principal en el Departamento Académico de Humanidades PUCP e investigador del IDHAL PUCP.

Las opiniones presentadas en este artículo no necesariamente reflejan la posición institucional del IDHAL ni de la PUCP.

Puntuación: 0 / Votos: 0
Autoconocimiento y libertad: la vida por examinar

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *