La relación entre pobreza y salud mental ya ha sido explorada en entradas anteriores de este blog, sea para detallar cómo padecer una serie de privaciones se asocia a la presencia de síntomas depresivos, o argumentar sobre la relativa insuficiencia de respuestas desde el Estado frente a los nuevos desafíos en salud mental durante la actual crisis sanitaria. Continuando con las discusiones sobre el tema, el motivo de esta entrada es brindar algunos apuntes metodológicos sobre la mejor manera de explorar la relación entre pobreza y salud mental a través de métodos cuantitativos.
Y es que el vínculo es cada vez más evidente. Aun cuando los desórdenes mentales se encuentran presentes a lo largo de toda la gradiente de ingresos, hoy se sabe que son justamente las personas más pobres quienes reportan mayores complicaciones en términos de frecuencia y severidad, así como menos espacios para la prevención y atención a complicaciones vinculadas con su diagnóstico. Con todo, la manera en que la pobreza ha sido definida en estos estudios permanece relativamente oscura e imprecisa, por lo que se hace necesaria una revisión de lo hecho hasta el momento en miras a extraer las mejores prácticas.
No es poco común que desde la epidemiología psiquiátrica se defina y operacionalice a la pobreza como un indicador único -y con frecuencia monetario-, sin mayor detalle sobre el marco explicativo que dé cuenta sobre su relación con diversos diagnósticos. La relación entre pobreza monetaria y prevalencia o gravedad de síntomas no siempre es clara o directa, por lo demás, y es necesario a menudo complementar con otras medidas referentes al contexto o las características del individuo para explicarla. Los esfuerzos por aprehender de mejor manera la relación entre pobreza y salud mental, en ese sentido, deben empezar por partir de una definición de pobreza que sea pertinente para la comprensión del día a día viviendo en situación de necesidad.
Hoy se sabe que la pobreza afecta diversas dimensiones, entre ellas la salud nutricional, el acceso a educación y la calidad de vivienda, entre otros aspectos relevantes. Muchas de estas dimensiones se han visto también relacionadas con un deterioro de la salud mental -y más específico con la presencia de ansiedad y depresión-, dado su vínculo con el incremento del estrés o el establecimiento de una permanente sensación de incertidumbre. En línea con estos hallazgos es posible afirmar que los estudios sobre salud mental se beneficiarían de aproximaciones a la pobreza desde una perspectiva multidimensional, dado su capacidad para comprender los diversos frentes desde los cuales esta afecta las dinámicas cotidianas según dimensiones afectadas dentro del hogar.
Por lo demás, resulta razonable anticipar la potenciación de síntomas conforme se incrementen las privaciones en cada dimensión, pero tal suposición requiere de la aplicación de análisis estadísticos más sofisticados. El desafío de capturar la interacción simultánea de privaciones y sus efectos llama a la aplicación de nuevos modelos de análisis en este campo de estudio, quizás uno de los más pertinentes los denominados Modelos de Ecuaciones Estructurales (SEM por sus siglas en inglés). Esta aproximación es conveniente para el análisis de datos no observables que refieran, por ejemplo, al estudio de variables vinculadas a síntomas de corte psicológico. Para ellas es conveniente una aproximación conjunta mediante su modelación como variable latente, en consideración de la naturaleza abstracta e intangible de los trastornos. A su vez, los SEM facilitan un análisis simultáneo con otras variables tangibles y observables, sobre las cuales deseemos evaluar y controlar posibles efectos.
En línea con lo mencionado, y buscando explorar la relación entre pobreza y síntomas depresivos a través de indicadores y métodos oportunos, el reciente proyecto ‘Pobreza Multidimensional y Salud Mental: un análisis para el caso peruano’ pretende abordar los efectos simultáneos de diversas privaciones sobre un conjunto de síntomas depresivos. Para ello se hace uso de la Encuesta Demográfica y de Salud Familiar (ENDES) del 2018, cuyo apartado de salud incluye el cuestionario PHQ-9, estructurado en base a los criterios para la evaluación de sintomatología asociada al episodio depresivo mayor (EDM). El gráfico a continuación representa el modelo sometido a evaluación.Los resultados preliminares identifican efectos directos de la pobreza sobre un conjunto de síntomas asociados con la depresión mayor.
Modelo de Análisis
Elaboración propia. Nota: IPM = Índice de Pobreza Multidimensional.
Son por lo menos dos las potencialidades de este estudio y del análisis propuesto. En primer lugar, este permitirá observar el aporte de las privaciones de manera independiente y en conjunto sobre la presencia de síntomas depresivos, hecho que contribuye a una mejor comprensión de la relación entre pobreza y salud mental en el día a día. La identificación de variables de control en el modelo, por lo demás, hace posible determinar diferencias según sexo, pertenencia a un grupo indígena o ámbito de residencia en las relaciones observadas, haciendo posible comprender lo diferente que resultan estas experiencias para grupos poblacionales específicos, además de sincerar los efectos concretos de la pobreza.
Una comprensión más compleja sobre la salud mental y sus determinantes sociales hace necesario más y mejores análisis, que por su parte orienten respuestas de intervención sensibles y contextualmente pertinentes a poblaciones particularmente vulnerables. En esa línea, se espera que este estudio contribuya al aún incipiente cuerpo de literatura sobre pobreza multidimensional y salud mental, y que eventualmente conlleve a nuevos esfuerzos interdisciplinarios en investigación e intervención en el país.
* Entrada basada en el Proyecto ganador del CAP 2019 ‘Pobreza Multidimensional y Salud Mental: un análisis para el caso peruano’.
Extracto de Clausen, J.; Barrantes, N.; Caballero, E. y Guillén, N. (2020, forthcoming) “The relationship between multidimensional poverty and mental health, an analysis for the peruvian case”.
Autores:
Elena Caballero Calle, profesora del Departamento de Psicología de la PUCP, directora (e) de formación del IDHAL.
Henry Guillén, profesor del departamento de psicología de la PUCP e investigador del IDHAL.
Las opiniones presentadas en este artículo no necesariamente reflejan la posición institucional del IDHAL ni de la PUCP.