Archivo por meses: septiembre 2008

RECUERDOS DEL DR. DEL BUSTO

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Recuerdos del Dr. del Busto

Fui alumno del Dr. José Antonio del Busto Duthurburu a fines de los años setenta, cuando yo era estudiante de la especialidad de Historia en la Pontificia Universidad Católica del Perú. De ese tiempo, ya algo lejano, tengo el nítido recuerdo de sus clases de Historia del Descubrimiento y Conquista del Perú y de Historia del Arte Peruano. Si los auténticos historiadores son, por naturaleza, personas con el peculiar hábito mental de referirse una y otra vez al pasado, incluso por encima de las presiones acuciantes del presente, este rasgo era especialmente destacado en el Dr. del Busto, cuyas dotes de recreación y de evocación históricas eran, sin duda, notables.

La imagen del Dr. del Busto como profesor y conferencista es de sobra conocida por todos los que tuvimos el privilegio de escucharlo en clase. Dudo que cualquier persona con mediana sensibilidad pueda olvidar, por ejemplo, sus lecciones sobre la captura del Inca Atahualpa en Cajamarca, o sobre el encuentro del griego Pedro de Candia con los pobladores de Tumbes. Pensando en la comunidad universitaria del futuro, espero muy sinceramente que una selección adecuada de sus clases haya sido debidamente filmada y registrada con los mejores medios audiovisuales disponibles.

Por otro lado, desearía aprovechar este espacio para comentar un rasgo suyo como historiador que considero esencial, además de su ya mencionada capacidad como comunicador oral: me refiero a su sensibilidad e intuición como reconstructor del pasado. La Historia es, en efecto, no sólo una Ciencia, sino también un Arte. Muchos parecieron en el pasado —o parecen todavía— haber dejado de comprender y percibir esta verdad tan evidente. Bien dijo alguna vez Marc Bloch que los historiadores jamás deberían dejar de lado la parte de poesía que tiene su oficio.

De su sensibilidad, y de su don de plasmar en forma precisa la imagen representativa de una época, podría mencionar innumerables ejemplos. Me viene a la mente, como fragmento que considero magnífico, su reconstrucción del encuentro, el 9 de abril de 1548, entre el derrotado Gonzalo Pizarro y el pacificador Pedro de la Gasca, luego de la escaramuza de Jaquijahuana, cuando el primero, con evidente y desafiante orgullo, le dice al segundo que «ninguno de los dos, tampoco español alguno, estaría allí si no fuera por Francisco Pizarro, que el Perú era del Rey por sus hermanos y que ellos al Rey nada debían porque no los levantó del polvo sino que ya eran hidalgos antes de nacer España…» Con ello, el Dr. del Busto hace, en pocas palabras, una hermosa evocación de la historia medieval peninsular, antecedente inmediato de la expansión ultramarina hispánica. Con toda su fuerza dramática, esta escena alude también, con sentido panorámico, a todo el proceso que va desde la Conquista del Tawantinsuyu y el nacimiento del Perú, hasta las Guerras Civiles y la ulterior pacificación de la tierra.

Quisiera aquí recordar el atinado comentario del Dr. del Busto acerca de la interminable polémica nacional sobre la figura de Francisco Pizarro. Considera que el Perú, que todavía es una nación joven, terminará comprendiendo tarde o temprano al conquistador extremeño, como comprenden a Julio César los actuales franceses, descendientes de los galos.

Para concluir estas líneas, creo firmemente que sus páginas sobre la entrada de los primeros conquistadores en el Cuzco, el asesinato de Francisco Pizarro, la batalla de Chupas y la «Guerra de Hernández Girón» —entre otras muchas— reclaman su urgente inclusión en alguna antología de la prosa histórica nacional que reúna los mejores textos de los grandes de la historiografía peruana de todos los tiempos.

No hay palabras que basten para agradecer las enseñanzas de un maestro.

(Escrito en México D.F., el 11 de marzo del 2,001 y publicado, con ligeras variantes, en el libro Años decisivos e inolvidables. Homenaje a José Antonio del Busto Duthurburu. Cuadernos del Archivo de la Universidad 26. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú, 2001, pp. 44 y s.)

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VISIÓN HISTÓRICA DE LAS RELACIONES PERÚ-COLOMBIA

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Visión histórica de las relaciones entre
el Perú y Colombia


Además de la variedad de sus zonas geográficas y de sus tamaños aproximadamente comparables, el Perú y Colombia comparten intereses amazónicos y, en una escala mucho más amplia, poseen una ubicación muy importante dentro del previsto esquema de integración sudamericana y de expansión comercial y económica bioceánica del siglo XXI. Las perspectivas que nos abre el futuro son, en verdad, vastas. Ellas se enraízan, en muchos sentidos, en el legado de nuestras historias paralelas.

Desde mucho antes de la era colonial, los territorios del Perú y de Colombia fueron escenarios respectivos de un gran florecimiento cultural del mundo autóctono. Las grandes tradiciones chibcha e inca son, hasta hoy, referencias de identidad imprescindibles para nuestros pueblos. Curiosamente, en la mentalidad del hombre contemporáneo, ambas están asociadas a la opulencia del oro y a la maestría en el manejo de la metalurgia. Las dos tradiciones de nuestros pueblos ancestrales tienen, por así decirlo, un lustre dorado, cuya fama ha trascendido al resto del mundo en la literatura y en la leyenda. Hoy se sabe también que en tiempos del Tawantinsuyu (el imperio incaico de las cuatro partes) los actuales territorios peruano y colombiano estuvieron vinculados de muchas maneras por rutas camineras y por el manejo de elementos de un acervo cultural común.

A nadie escapan, por ejemplo, las similitudes que hoy mismo se observan a simple vista entre las zonas andinas de Pasto y las más próximas sierras del Ecuador y del Perú. Lo andino vibra en la moderna Comunidad del mismo nombre, de la cual somos miembros, así como el espíritu del Imperio Franco y Carlomagno palpitan todavía en el viejo corazón medieval de la Unión Europea.

En nuestros casos, la llegada de los hombres de Occidente y la instauración del régimen colonial marcaron el inicio de una lenta cristalización de las personalidades culturales y sociales definitivas del Perú y Colombia. Cartagena de Indias y el Callao fueron puertos y posiciones defensivas claves en el momento de mayor esplendor del Imperio español. Tanto en las zonas vinculadas a la costa, como en el interior, lo que hoy son el Perú y Colombia moldearon poco a poco tradiciones propias, donde los primigenios elementos aborígenes, junto con los africanos y españoles, se fusionaron creativamente en acentos y giros lingüísticos, en músicas, en comidas y, en general, en toda esa amplísima gama de elementos culturales verdaderamente únicos de los cuales los peruanos y colombianos del siglo XXI somos orgullosos herederos.

En suma, no es un lugar común decir que el Perú y Colombia son países antiguos y ricos en tradiciones, como pocos en el mundo. Hasta el idioma castellano que trajeron los conquistadores españoles del siglo XVI terminó adquiriendo una personalidad y una sonoridad propias dentro de nuestros respectivos espacios, hasta el punto de hablarse hoy, en los medios académicos, de las normas bogotana y limeña. El tiempo colonial fue también origen de gran parte de las tradiciones administrativas y de organización espacial de nuestros respectivos territorios.

No es exagerado afirmar que, dentro de los elementos del complejo panorama que siguió a la Independencia, uno de los más negativos fue el inicio de estériles disputas de límites que, entre otros efectos perniciosos, alejaron a nuestros países de una vinculación fructífera, y contribuyeron también a acostumbrarnos a buscar muy lejos lo que muy bien hubiéramos podido encontrar en nuestro propio subcontinente. Es verdad también que, en una etapa previa al desarrollo de los modernos medios de comunicación, las características geográficas de nuestros grandes territorios contribuyeron a esta inconveniente separación y a la aparición de recelos ya felizmente superados. Pese a los obstáculos mencionados, es bueno tener presente que nunca dejó de haber una rica vinculación a nivel de pueblos. Nuestro escritor Ricardo Palma tuvo, por ejemplo, estrecho contacto con Colombia. A partir de la Independencia, muchos peruanos y colombianos hicieron de Colombia y del Perú sus respectivas patrias adoptivas. Recordemos que nuestro máximo héroe nacional, el marino Miguel Grau Seminario, tuvo como padre a un ciudadano colombiano radicado en Piura de nombre Juan Manuel Grau y Berrio.

Desde 1928, año de la ratificación de nuestro principal instrumento de límites suscrito seis años antes, Colombia comenzó a compartir con el Perú una importante presencia en la zona dominada por el Amazonas, al ser ambos países ribereños del gran río. Esta vocación, dictada por los imperativos de la realidad, cristalizó con el Tratado de Cooperación Amazónica de julio de 1978 y con el Tratado de Cooperación Amazónica Peruano-Colombiano del año siguiente. La normatividad vigente relativa al espacio amazónico no hace sino formalizar una activa y natural relación de cooperación de mutuo interés, que busca hacer de este gigantesco ámbito fuente de riqueza en un marco de desarrollo sostenible y de respeto al medio ambiente, y afirmarlo también como un territorio seguro y próspero, con una sólida y constructiva presencia y actividad de nuestros respectivos estados nacionales ante las amenazas compartidas del narcotráfico y el terrorismo, y el flagelo de la pobreza.

Como hemos podido apreciar, el pasado tuvo elementos favorables y desfavorables que influyeron, con diferente signo, en la relación bilateral. Vivimos un tiempo de predominio de factores positivos que estamos en posición y derecho de aprovechar en bien de nuestros pueblos. Además del factor de la complementariedad de las economías, la vinculación peruano-colombiana se encuentra impulsada en la hora actual por una comunidad de intereses y de aspiraciones perfectamente engarzados dentro de un entorno internacional marcado por los ideales de apertura y expansión económica, de combate al terrorismo, de afirmación del estado de derecho, y de promoción de la participación de los pueblos dentro de un amplio marco democrático.

Qué duda cabe que la relación bilateral peruano-colombiana es hoy día como esos barcos del seiscientos o del setecientos que zarpaban airosos del Callao o de Cartagena y que avanzaban con velas desplegadas y buen viento hacia puerto seguro.
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