Parece que los detractores del Gobierno, con razón y en algunos casos con razón exagerada, han apuntado las críticas al programa social Qali Warma que ha impulsado el Presidente de la República, en un intento de frenar y hacer retroceder la desnutrición infantil desde las escuelas primarias.

Con esa finalidad, el presidente de Confederación de las Asociaciones de Padres de Familia (APAFA), José Ramos, y la coordinadora del Comité Metropolitano, Ivone Tapia, pidieron la renuncia o destitución de la directora de Qali Warma, Giselle Romero. Esto debido a que encontraron, al visitar 152 centros educativos de 32 distritos de Lima durante cuatro semanas, que los niños beneficiados con este programa reciben alimentos sin las condiciones mínimas de seguridad para ser repartidos y consumidos, y que, además, algunos alimentos son parte de una alimentación ‘chatarra’. Por esa razón, anunciaron que realizarán una marcha de protesta este 24 de julio.

Amigo lector, la población no está en contra de las protestas o manifestaciones cuando hay una disconformidad o un abuso, más aun cuando está de por medio la salud, en este caso de los más indefensos: los niños.

El programa social Qali Warma, en estos últimos meses, ha tenido una serie de denuncias de los padres de familia, porque a sus hijos se les repartió alimentos en mal estado ocasionándoles vómitos y diarreas, intoxicaciones y otros problemas de salud. Ante estas denuncias, el gobierno no ha sabido hacerle frente a este problema. Es decir, el gobierno, a través de de sus ministerios de Salud e Inclusión Social, no ha atacado eficientemente esta contrariedad, pues, no solo basta con retirar del programa a proveedores que incumplan los contratos, sino, antes que se produzcan hechos lamentables, debe haber un seguimiento exhaustivo y continuo en este tipo de programas, para que estos cumplan su función. Del mismo modo, sancionar severamente a los malos funcionarios corruptos.

A mi parecer, los programas sociales (que existen y que en un futuro existan) contribuirán al fortalecimiento de la inclusión, que tanta falta nos hace y, al mismo tiempo, frenará el tema de la pobreza, con énfasis en los lugares más alejados del país; siempre y cuando estén bien orientados y ejecutados.

Sin embargo, debido a malos funcionarios encargados de velar para que los programas sociales funcionen correctamente, estos (los programas), hasta ahora, poco han contribuido con el objetivo del gobierno: contribuir a la tan ansiada inclusión y a la disminución de la pobreza.

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