La aprobación de la reforma constitucional, por la que el número de congresistas ha aumentado en diez, ha provocado un mayoritario rechazo. El criticado desempeño de los congresistas abona en esta idea. Sin embargo, hay fundamentos de fondo que hacen que nuestro actual Congreso deba crecer en número, más allá de esta entendible razón de la opinión pública.
El número de congresistas no tiene que ver con el buen desempeño parlamentario. Si fuera así, muchos parlamentos, incluido el nuestro, debieran reducir su número. Ningún país serio deja de crecer en el número de sus parlamentarios debido a la evaluación del desempeño de sus congresistas. En concreto, de lo que se trata es de saber a cuántos electores representa un congresista. No existe, por cierto, una ecuación fija, pero sí una relación entre la población electoral de un país y su parlamento.
Así, encontramos parlamentos pequeños como el de Botsuana, con 40 miembros, hasta muy grandes como el de China, con 2.985. Este es el rango en que se mueven en el mundo. De esta manera, si el Perú es el quinto país en tamaño poblacional y electoral de América Latina, debiera también tener el quinto parlamento en número de sus miembros. Históricamente nuestro Parlamento fue creciendo según se incorporaban oleadas de electores, como en todos los países. Esto se detuvo en 1992, año en que el Perú contaba con 240 congresistas (180 diputados y 60 senadores). El autogolpe de Fujimori, a través de la Constitución de 1993, lo recortó a la mitad, para congraciarse con la opinión pública que, como hoy, tenía una percepción mayoritariamente negativa del Congreso. Nuestro Parlamento es ahora, en número, menor al Parlamento peruano anterior a la guerra con Chile y es el decimocuarto en América Latina.
En términos internacionales, el Perú tiene hoy un Congreso con igual número de miembros que Gabón, Israel, Macedonia, Nueva Zelanda y Senegal, y solo el doble de San Marino. La diferencia es que todos estos países juntos no suman la población peruana.
Pero crecer en diez escaños, para otorgar cuatro de ellos a las provincias de Lima y el resto distribuirlos en los departamentos restantes, sin eliminar el número fijo señalado indebidamente en la Constitución, es haber resuelto el tema a medias y mal. El Perú debe tener por lo menos 180 congresistas, distribuidos alrededor de tres por circunscripción. Eso obligaría a dividir Lima y otros departamentos en varias de ellas, que permitan un conocimiento y reconocimiento de los representantes.
La respuesta de centrar el debate en las provincias de Lima, dejando de lado, por ejemplo, a los peruanos en el extranjero que llegarán a sumar para el 2011 alrededor de 600 mil electores —más que la población de 14 departamentos del Perú—, no ha sido la mejor. El bajo desempeño y el temor de los congresistas a la opinión pública, unida a la demagogia de algunos propagandistas, han sido un freno para discutir y resolver el serio problema de la representación, en la parte concerniente al número de parlamentarios. De esta manera, el Congreso se ha entrampado entre la necesidad de crecer y la baja legitimidad para lograrlo.