La suma de estas cifras constituye un factor significativo para entender el derrotero de nuestro sistema político. Una mayor consolidación democrática y una extendida estructura electoral a nivel de todo el país son condiciones necesarias -aunque no suficientes- para que este porcentaje sea pequeño. Por lo visto, en los últimos años en nuestro país esto no ha sucedido.
Mucho se ha escrito en los últimos días alrededor del ausentismo. ¿Cómo es posible que un porcentaje considerable de la población deje de votar, si el voto es obligatorio y dicha actitud es penalizada? para responder adecuadamente estas interrogantes, se hace necesario precisar algunos componentes del ausentismo:
1. Uno de ellos es ficticio, pues el porcentaje no es tan alto como señalan las cifras. La razón es la falta de una depuración sistemática y regular del Registro Electoral. Esto hace que se mantengan en él: a las personas fallecidas, a aquellos que se les suspenden los derechos ciudadanos (los inculpados, los militares), a los peruanos que viajan a radicar en el extranjero y no se inscriben en los consulados respectivos. Nuestro registro electoral vigente tiene 11 años de antigüedad -se creó, en 1931, y se renovó en 1962 y 1984-, por lo tanto los inscritos que no se presentan a votar por las razones antes anotadas, aumentan año a año. Esta es una de las causas -la renovación de 1984- por que entre las elecciones de 1983 y 1985 el ausentismo descendió en forma significativa.
2. Ya entre las causas del ausentismo real, podemos encontrar la débil implantación del aparato electoral en algunas zonas del país -particularmente rurales-, que se combinan con un alto analfabetismo. Por ejemplo, en el referéndum de 1993, se observan provincias, en Ancash, Apurimac o Ayacucho, cuyas tasas de ausentismo superaban la mitad de los inscritos.
3. Desde 1983, la violencia política provocó una considerable migración, sin producir un cambio domiciliario en el Registro Electoral, particularmente en las zonas de mayor presencia de Sendero Luminoso (andes centrales) y MRTA (ceja de selva). Asimismo, la consigna de boicot que promovieron estos grupos y que lo materializaron con la intimidación y acciones terroristas, sobre todo aquel ciudadano que intentaba participar electoralmente, tuvo efectos importantes en el incremento del ausentismo.
4. De otro lado, al interior de este grupo se encuentran aquellos electores que se trasladan a vivir a puntos tan distantes de su lugar original, sin cambiar su domicilio ante el registro, que prefieren pagar la multa a por no ir a votar, pues les resulta menos costoso que el desplazamiento a su antigua residencia. En el mismo grupo se encuentran los que pierden su documento en los días previos a la elección.
5. Finalmente, se encuentran aquellos electores que por consideraciones ideológicas, falta de interés por el proceso electoral, decidía o irresponsabilidad no van a votar.
Como se observa no existe una sola causa del ausentismo, sino una multiplicidad de ellas. Bajo estas consideraciones podemos señalar que el ausentismo es normalmente mayor en elecciones municipales que en elecciones presidenciales. Esto debido a la dispersión electoral en muchas provincias y distritos de las primeras y el mayor interés de las segundas. Asimismo, se puede señalar que en la era fujimorista el ausentismo aumentó, siendo una razón importante el desprestigio -fuertemente animada desde las esferas oficiales- de la política y la actividad que ella provoca como son las propias elecciones.
En relación a los votos nulos y blancos, la situación es otra. El primero es la combinación de un voto de rechazo, con la invalides involuntaria, resultado de una forma equívoca de votar. Este tipo de voto es mayor a nivel parlamentario -donde el voto preferencial lo hace más complicado- que presidencial. El voto en blanco, por el contrario denota, mayormente una actitud de indecisión que no termina de resolverse, así como otra forma de rechazo a las candidaturas. Pero, votos nulos y blancos conforman un grupo de votos importantes, pues son los opuestos a los votos válidos. Y si tomamos en cuenta que sobre la base de estos últimos, se calcula la mitad de votos más uno para que un candidato presidencial gane en primera vuelta electoral, se comprenderá que a mayor voto nulo y blanco, menor voto válido y por lo tanto mayor facilidad para que un candidato gane en primera vuelta.
Lo interesante de lo anterior, es la combinación en una misma elección de los tres elementos antes señalados. Es así que en los últimos años los porcentajes han aumentado en forma alarmante, llegando a su nivel histórico en las elecciones municipales de 1993. Es decir -sin dejar de tomar en cuenta las consideraciones antes anotadas-, que un número significativo de peruanos no deciden en forma efectiva los destinos políticos de nuestro país, y por lo tanto un factor perturbador de una consolidación democrática que toda élite política deberá tomar en cuenta e intentar revertir esta tendencia.
(El Mundo 8 – 9 de Abril de 1995)