Todos hablan indistintamente de votos válidos, votos emitidos y votos validamente emitidos. Muchos, utilizando estos marcos distintos elaboran análisis y proyecciones que indudablemente darán resultados también distintos. Tremenda confusión sobre algo que parece y es simple. La discusión se basa en lo que se denomina el sistema electoral, es decir, el conjunto de elementos que permiten convertir los votos en puestos de representación.
Es necesario partir de una consideración general, para entender parte de la confusión. En los regímenes presidencialistas como el peruano, existe una doble elección: presidencial y parlamentaria. Estas elecciones paralelas tienen, sin embargo, una gran diferencia. Mientras en el primer caso se trata de elegir un solo puesto, la presidencia de la república, en el segundo caso se trata de elegir 120 puestos, el congreso nacional. Pero, en nuestro régimen político, es la elección presidencial la más importante de todas. Es el cargo político con mayor poder.
¿Cómo se elegía?
Hasta el primer gobierno de Fernando Belaunde Terry, era elegido presidente de la república el candidato que superaba el 36% de los votos válidos. En caso contrario el congreso se encargaba de elegir entre los tres candidatos más votados. La constitución de 1979 cambió este mecanismo de elección presidencial. Se estableció que el candidato debería alcanzar, para poder acceder a la presidencia, la mitad de los votos más uno de los votos validos. Si nadie alcanzara ese nivel, se procedía a una segunda vuelta electoral entre los dos candidatos más votados. Pero, en base a una disposición transitoria de la misma constitución este articulado sólo se aplicaría desde 1985. Así ocurrió y Fernando Belaunde, en 1980, salió elegido con el 45% de los votos válidos sin necesidad de recurrir a una segunda vuelta electoral.
Pero, cuando se acercaba la elección presidencial de 1985 el entonces senador Javier Alva Orlandini, jefe de la bancada oficialista de AP, propuso la modificación de la ley electoral. Esta incorporaba además una interpretación constitucional de los así llamados votos validamente emitidos. Aprovechando la imprecisión de la Constitución de 1979, confundió aun más el panorama al incorporar los votos nulos y blancos en el universo de referencia para calcular los porcentajes de la elección presidencial. Cambio que buscaba, básicamente, impedir el triunfo en primera vuelta de Alan García, favorito en aquella contienda política. Bajo este marco se presentaron a competir los candidatos a las elecciones de 1985. El cambio de referencia porcentual hizo que el líder aprista, no ganara en primera vuelta. Pero, gracias a una salida anticonstitucional de su competidor Alfonso Barrantes Lingán, ésta no se realizó, en vista del retiro del ex-alcalde de Lima. El mismo marco se utilizó en la primera vuelta de las elecciones presidenciales de 1990. Sin embargo, la elección parlamentaria seguía manteniendo la misma referencia de los votos válidos, que es la correcta. La Constitución de 1993, en uno de sus pocos aciertos, restituye la referencia de los votos válidos como base para realizar los cálculos en relación a la primera vuelta electoral. Es decir, sólo en dos oportunidades hemos utilizado como referencia los llamados votos validamente emitidos: las elecciones presidenciales de 1985, primera vuelta, y la de 1990. Sin embargo, la confusión se mantuvo. Se aplicó esta referencia, allí donde no tenía por que hacerse, para analizar las elecciones del CCD, municipales e incluso el referendo. Para estas elecciones tampoco tendrá como referencia los votos emitidos. Pese a ello, incluso algunas compañías encuestadoras hacen sus cálculos, en forma desafortunada, sobre la base de este universo del total de votantes.
La diferencia entre los tipos de votos
Esto que parece intrascendente, pasa ser crucial y por lo tanto debe ser entendido por aquellos preocupados en el análisis político y de esta manera utilizar los conceptos con propiedad. El universo mayor lo comprende el conjunto de los ciudadanos mayores de 18 años que tienen derecho al sufragio. Al interior de ellos sólo pueden votar los ciudadanos inscritos en el Registro Electoral y que poseen la libreta electoral. La suma de estos, es la que se presenta antes de las elecciones. El día del sufragio, los que no se acercan a votar se incorpora al llamado ausentismo. Aquellos que van a votar pueden hacerlo por algunos de los candidatos en competencia. La suma de este tipo de voto es el que se denomina voto válido. El porcentaje de cada lista se ha tomado y se tomará sobre la base de este universo. Así ha sido siempre en la legislación peruana -salvo entre 1985 y 1990, como ya señalamos- y la legislación electoral comparada. Pero, el elector tiene otra posibilidad, dejar en blanco, su voto o anularlo. De esta manera, la suma de todas estas partes: votos válidos, nulos y blancos conforman otro universo denominado votos emitidos. A este último, la modificada ley de 1984 le denominó en forma antojadiza votos validamente emitidos. Es fácil reconocer que los votos emitidos son siempre mayores que los votos válidos y por lo tanto superar el 50% más uno de los votos de éste universo es más dificultoso. Lo que aquí interesa aclarar es que a partir de la Constitución de 1993 estipula claramente que la referencia para la elección presidencial son los votos válidos y no otros. Esto quiere decir que bajo ningún punto de vista para ningún tipo de elección se debe considerar los votos nulos y blancos en el universo de referencia. Su utilidad es más analítica y política, pero carece de importancia al momento del cálculo. Sólo en caso que los votos nulos y blancos sea superior a los dos tercios del total de votos, la elección se anula. Situación que aun no se ha presentado.
Algo de historia
Veamos esto en nuestra historia electoral de los últimos sesenta años. En este período, se realizaron nueve elecciones presidenciales que han llevado a la primera magistratura a seis líderes políticos. De estas, como muestra el cuadro, en cinco oportunidades igual número de candidatos han superado el 50% de los votos válidos; el resto no lo logró. Sólo entre 1985 y 1990 estas referencias cambiaron, pero para comparar debemos utilizar el mismo marco, sino no podremos comparar. De lo anterior se puede deducir, en el presente proceso electoral que a la candidatura oficialista le conviene, y para eso también está trabajando, que si no puede captar votos a su favor, que éstos incrementen los nulos y blancos y por lo tanto el tamaño de los válidos se reduce y facilita el nivel necesario para ganar en primera vuelta. En otras palabras, cada voto nulo o blanco favorece al presidente-candidato. Los que pensaban votar así el 9 de abril estarían votando indirectamente por la continuidad de Fujimori hasta el fin de siglo.
(El Mundo 3 de Abril de 1995)