Después del ministro del Interior viene la ministra de Salud, anuncia una congresista en el desfile de interpelaciones que se espera en los próximos meses. El argumento es el control político que debe ejercer el Parlamento sobre el Gobierno. Nadie niega que estos mecanismos son constitucionales, el tema es su pertinencia en un sistema presidencialista.
El Perú es el único país en la región en donde, siendo presidencialista, se han ido incorporando, más bien incrustando, mecanismos propios de sistemas parlamentarios, de herencia europea, creando un híbrido que tiene efectos negativos en la política peruana. Así tenemos figuras como el primer ministro, Gabinete Ministerial, interpelación y censura parlamentaria, voto de confianza y de censura o disolución del Parlamento.
En los sistemas parlamentarios, el Gobierno es elegido en el Parlamento, por una mayoría de un partido o coalición de partidos. Si bien se ejerce la función de control político, el Gobierno puede gobernar y el Parlamento fiscaliza su labor. Ciertamente en situaciones de crisis, este último puede censurar al primer ministro y este puede disolver el Parlamento, cosa que sucede en escasas situaciones. No puede haber un gobernante con una oposición parlamentaria mayoritaria.
Lo que tenemos en nuestro país es un híbrido con serios problemas, en donde el presidente y el Parlamento son elegidos por el voto popular, pero el presidente, manteniendo su función de jefe de Gobierno, designa un primer ministro, que es una suerte de coordinador de ministros y vocero del Gobierno. Debe ir al Parlamento a solicitar un voto de confianza, como hacen en los parlamentarismos, sin ser el jefe de Gobierno. Por eso cada vez que se cambia primer ministro, debe hacer lo mismo. Es decir, presentar el plan de gobierno que debiera ser distinto, pero de un mismo gobierno.
Peor aun, el problema adquiere ribetes de peligro cuando el Gobierno carece de mayoría, como ahora con el gobierno de PPK. La oposición de Fuerza Popular, al tener mayoría absoluta en el Parlamento, puede censurar ministros cuantas veces así lo crea conveniente. Esto es imposible en los sistemas parlamentarios. Allí si el Gobierno pierde la mayoría, se censura directamente al primer ministro y, en la mayoría de los casos, se adelantan elecciones. Aquí un gobierno minoritario como el actual puede ser debilitado y sometido por la oposición.
¿Cuál es el mecanismo constitucional de balance para que el Gobierno no sea avasallado? Se suele señalar la disolución del Parlamento, pero esta debe ser previa a censurar o negar el voto de confianza a dos gabinetes. Pero la oposición puede evitar esta situación, censurando ministros de manera individual, como ocurrió en el primer gobierno de Fernando Belaunde (1963-1968), donde fueron censurados, por la mayoría opositora en el Parlamento compuesta por la coalición Apra-UNO, diez ministros. Varios otros renunciaron antes de pasar por la humillación de la censura. Nuevamente, en los parlamentarismos, esto es impensado. La ingobernabilidad dio paso al golpe de Estado.
Estamos, pues, delante de un diseño de edificio institucional que no soportaría un sismo político de gran envergadura. No hay que negarse a discutir nuestro presidencialismo. Hacerlo cuando solo hay escombros, es la peor manera (El Comercio, jueves 1 de junio del 2017).