La figura del llamado voto de confianza es un arma de doble filo y peligrosa en sistemas políticos con partidos e instituciones débiles. Como todo mecanismo importado, no se han tenido en cuenta los contextos y diseño de instituciones de los países en donde funciona.
El nuestro es un sistema presidencialista, como en toda América, en el que elegimos directamente tanto a la cabeza del ejecutivo como al parlamento. El presidente es jefe de gobierno y Estado. No le debe su nacimiento al parlamento, sino a los electores. La relación entre poderes se equilibra entre funciones y prerrogativas, como el proceso de elaboración y aprobación de leyes o el presupuesto de la república, no en darse partida de nacimiento o defunción entre ellos.
En los sistemas parlamentarios, el gobierno de un partido o coalición de partidos nace del parlamento. Le debe su vida a este último. La cabeza de este gobierno, en muchos casos bajo el nombre de primer ministro, es quien se ocupa de la política interna. El parlamento puede censurar al gabinete y el primer ministro puede disolver al parlamento. Eso es el equilibrio entre poderes.
En nuestro país, desde hace un tiempo y a diferencia de casi todos los países con sistemas presidencialistas, tenemos la figura de un primer ministro que encabeza un gabinete. Sin embargo, es el presidente de la república el encargado de la política interna. Es más, la Constitución de 1993 introduce la figura –la censura de ministros viene de antes– de obligar al gabinete recién juramentado a presentarse y solicitar un voto de confianza. Si el parlamento censura a dos gabinetes o no le otorga el voto de confianza en dos oportunidades, el presidente de la república puede disolver el parlamento.
Cuando este diseño se pone en práctica se observa entonces sus incoherencias, tal como ha ocurrido en estos días. El gabinete Ana Jara ha tenido que ir al parlamento para solicitar un voto de confianza como ocurrió con los cinco anteriores. Pero ningún primer ministro ha formado gabinete, sino el presidente de la república. Es pues responsable de un cuerpo de ministros que no ha formado y, lo más importante, no dirige el gobierno.
El primer ministro en los sistemas parlamentarios presenta ante el parlamento su plan de gobierno hasta completar el período o hasta que caiga. En nuestro caso, se trata del mismo gobierno, así pasen seis gabinetes o más con el mismo plan o cambiado.
En el Perú, para conseguir el voto de confianza (realmente un voto de investidura) el gabinete debe buscar voto aprobatorio mayoritario, aun cuando se creó la figura de otorgar un peso especial a la abstención para eludir la disolución del parlamento. Si no se hubiera otorgado el voto de confianza, en el extremo, el presidente Ollanta Humala hubiera podido rotar el gabinete nombrando a otro de sus miembros y obligar al parlamento a que le otorgue voto de confianza o disuelve el parlamento. Caería el gabinete, pero no el gobierno, pero se le haría daño. Se disolvería el parlamento, pero se le haría daño a todo el sistema político.
Se convocaría a elecciones solo parlamentarias que se realizarían a inicios del próximo año solo para completar el mandato en julio del 2016. Todo este proceso de crisis política e institucional sin duda llevaría a un mayor rechazo ciudadano y alentar voces anti políticas y anti sistema. En consecuencia, ¿vale la pena mantener un mecanismo de esta naturaleza en un contexto de partidos e instituciones débiles? Si se mira a largo plazo, ¿se gana algo con un sistema tan riesgoso? En realidad es como darle a un niño un cuchillo de doble filo para que juegue (La República, 28 de agosto del 2014).
Totalmente de acuerdo con la publicación. De hecho, con este ensayo se da un mensaje claro: la pobre figura del llamado Primer Ministro.
Como ya sabemos, existen sistema politicos (los denominados sistemas semi-presidencialistas) en donde existe esta figura. Pero la figura del Primer Ministro en estos sistemas es elegido por el Parlamento, no a decisión del ejectuvio. La eleccion puede tomar dos caminos: la primera que haya sido elegido por una mayoria del mismo color del presidente, por lo tanto, sus funciones se reducen al minimo. La segunda posibilidad es que sea elegido un primer ministro que sea de un partido o movimiento distinto al del presidente (fenomeno denominado como cohabitación) donde ahi si que coge bastante fuerza la figura de dicho cargo ya que para llevar en marcha ciertas cuestiones han de ponerse de acuerdo presidente y primer ministro. Este es el objetivo de los sistemas semipresidencialistas, un contrapeso en situaciones donde el Parlamento no sea de la mayoria del presidente elegido.
Pero en un sistema presidencialista como el nuestro el primer ministro unicamente tiene la funcion de llevar el maletin al presidente porque su cargo no nace del Parlamento, si no del mismo ejecutivo. Entonces, este voto de confianza unicamente lo que hace al ejecutivo y a la gobernabilidad es ponerle una gran piedra en su andar, ya que puede afectar gravemente a su ruta de gobierno a costa de un cargo que no tiene gran repercusion e importantcia en el ejecutivo.
La conclusion es la siguiente: en nuestro sistema politico la figura del primer ministro es una figura obsoleta porque no tiene funciones de gran importancia; y a la vez es una traba para el propio ejecutivo ya que si una vez realizada el voto de confianza en el Congrso, ésta presenta su negatividad en la votación, llevará consigo un efecto desestabilizador del ejecutivo y de su gobernanza.