La ONPE y el Chino

(Caretas, 2 de diciembre del 2010). Fernando Tuesta revive la elección clave del 2001. Hace diez años los peruanos vivimos una de las experiencias de recuperación de la democracia menos traumáticas que se recuerden en la región. El aplomo y admirable dedicación de Valentín Paniagua a cargo de la presidencia, la participación de expertos comprometidos en ámbitos clave y la colaboración internacional hicieron de la transición un periodo ejemplar.

Una parte de ese proceso se vivió en la Oficina de Procesos Electorales (ONPE), desde la que se produjeron unas elecciones que tuvieron el reto de darles confianza a los peruanos. Una década más tarde, y en una coyuntura distinta, los recuerdos de Fernando Tuesta Soldevilla resultan vigentes.

Entrevista: ZENAIDA SOLIS

¿Qué piensa sobre los problemas del último proceso electoral?

–Sorprendió que no solo no se tuvieran los resultados a tiempo, sino que el silencio de casi dos días acrecentara las sospechas sobre el proceso.

-¿Dónde estuvo la génesis del problema?

–Es el resultado de un cronograma ajustado, elección ajustada, normas que se cambian, la relación siempre complicada entre el JNE y la ONPE y un diseño comunicativo que falló, que contribuyó a la sensación de que algo andaba mal. Si la diferencia entre las candidatas hubiera sido mayor, el cuestionamiento no hubiera tenido tanta tensión.

–El JNE ha dicho que las nuevas disposiciones las dio a tiempo y que la ONPE no cumplió con capacitar.

–La capacitación está en función de la voluntad de la gente, si quiere, un miembro va. Esas normas hubieran tenido el mismo resultado un mes antes. El número de actas observadas, el más alto en la última década, está en función de esas disposiciones, a tal punto erradas, que han sido modificadas para la próxima elección. Además, tenemos una ley electoral extremadamente reglamentarista, llega a niveles de tal detalle que impide que se desarrollen normas específicas para cada tipo de elección.

-¿Corremos el riesgo de afrontar similar problema en la elección presidencial?

–Los organismos electorales han entregado un paquete de reformas al congreso. Lamentablemente, hasta el momento no las han aprobado ni en la Comisión de Constitución y tenemos poco tiempo.

-¿Y cómo hizo diez años atrás al mando de la ONPE?

-Fueron circunstancias especiales. Me nombraron luego de la destitución de José Portillo Campbell. Valentín Paniagua presidía un gobierno de transición de escasos ocho meses y tenía como principal objetivo encaminar al país a través de elecciones. Me eligieron entre una terna de finalistas.

-¿Qué encontró?

–Un tremendo desconcierto del personal. Muchos estaban comprometidos con el llamado fraude. Era una institución absolutamente desacreditada, con el ex jefe y los miembros del JNE detenidos. El propio Vladimiro Montesinos señaló que iba a la ONPE y se quedaba varios días “para hacer bien las cosas”. Los trabajadores comentaban que llegaba gente extraña a los pabellones alquilados en la Feria Internacional, cerraban las puertas y operaban. Cuando llegué no hubo entrega de cargo, ni encontré documentación. Tuvimos que empezar de cero. Estábamos “en estado de guerra”.

-¿Qué hizo?

–Cambiamos a las tres cuartas partes de gente, comprometí a un equipo calificado y llamé a la comunidad electoral internacional de la que yo formaba parte.

Vinieron de Naciones Unidas, IFES, Centro Carter, NDI, IFE de México, fue un equipo de apoyo muy importante. Fue como cambiarse las zapatillas en medio de una carrera de 100 metros planos. En un momento llegamos a proponer a los partidos la postergación de las elecciones.

-¿Recibió amenazas?

-Un día me enviaron una foto muy personal de mi hijo, el mensaje era que conocían que tenía un hijo pequeño y sabían sus movimientos. Un barrido electrónico detectó chuponeo.

-¿Y el problema del software?

-El software se hizo famoso a raíz que cuestionaron el del año anterior. Tuvimos que contratar incluso un software de contingencia. Salimos antes de lo que pensamos, con más porcentaje del esperado, ese fue un primer impacto.

Luego, durante las 24 horas del 8 de abril del 2001, salimos cada hora con reportes, incluso de madrugada. A los pocos momentos de dar el resultado recibí una llamada de felicitación del presidente Paniagua.

–La participación de los observadores también fue notoria.

-El jefe de la misión de observación de la OEA, Eduardo Stein, ya había jugado un papel histórico en las elecciones cuestionadas del 2000. Cuando comenzamos a dar resultados de la segunda vuelta frente a un monitor, me mostró a Alan García saludando al ganador Alejandro Toledo. Me dijo, este es exactamente el símbolo de la democracia.

-¿Cuál fue el aporte de Paniagua?

–Otorgar los recursos a tiempo, facilitar el decreto supremo para cambiar el personal. Su neutralidad fue lo más importante.

-¿Por qué cree que la experiencia tan intensa de  hace solo diez años, ha sido casi olvidada?

–Tenemos memoria corta. Muchos de los que hoy partidos, candidatos, gozan de tener un país libre, olvidan el momento en el que el Perú se jugó su destino. Quizá estas fechas pisen callos, sobre todo en las agrupaciones fujimoristas, pero incluso con ellos nuestro discurso era claro: vinimos a reorganizar una institución que había perdido todo crédito (Caretas, 2 de diciembre del 2010).