A la oposición, por su parte, se le agregaron los civilistas independientes no leguiístas, e intentó presentar una candidatura unificada. Piérola, una vez más, se retiró de la contienda ante la no aceptación de algunas de sus sugerencias de denuncias sobre el sufragio y el aparato electoral que dominaba el oficialismo.
Sin embargo, súbitamente, empezó a tomar cuerpo la candidatura de Guillermo Billinghurst ex-alcalde de Lima y ex-presidente del partido demócrata. Exigió al gobierno que convocara a nuevas elecciones ante las irregularidades en la inscripción electoral. Su popularidad aumentó con una gran manifestación organizada por sus partidarios, calculados en unos 20 mil, en donde exhibieron cartelones con un pan gigantesco que sería vendido por Billinghurst a 5 centavos si ganaba, contrastándolo con un pequeño que sería vendido por Aspíllaga a 20 centavos. De allí nació el apodo del "Pan Grande" e iniciaba en la historia una costumbre política muy maniquea: las promesas electorales. La demanda de prórroga de las elecciones tomó cuerpo: la apoyaron los partidos civil-independiente, liberal y constitucional. El día de las elecciones los partidarios de Billinghurst organizaron un paro general en Lima y rompieron las mesas y corrieron al personal de las comisiones electorales del sufragio. Basadre sostiene que, por primera vez en el siglo XX, el pueblo aparece como actor decisivo en la escena política. Fue la primera grave crisis de la República Aristocrática. Muchos sectores políticos solicitaron la anulación de las elecciones así como de actas de provincia. La comisión parlamentaria de sufragio tachó varias actas y anuló muchas elecciones en provincias y afirmó que los votos no llegaban a la tercera parte de los ciudadanos hábiles (143,766 electores). Se llegó así a un entrampe, decidiéndose que el Congreso eligiera al nuevo Presidente de la República. De esta manera, Guillermo Billinghurst fue elegido por el Congreso por 132 votos contra 30 de Antero Aspíllaga. Roberto Leguía, hermano del Presidente ocupó la primera vice-presidencia y Miguel Echenique la segunda. Ambos pertenecían al sector civilista leguiísta. Había vencido el candidato más popular, pero por un Parlamento de origen discutible, como todo el proceso en su conjunto. Ese convulsionado nacimiento sería el signo de aquel gobierno que caería merced a un golpe de Estado años después.
(El Peruano, 12 de Diciembre de 1997)