Es una de las movilizaciones políticas más grandes, en medio de una campaña poco motivadora. Una mayor consolidación de democrática y una extendida estructura electoral a nivel de todo el país son condiciones necesarias –aunque no suficientes- para que el porcentaje de esta movilización sea importante. Por lo visto, en los últimos comicios esto no ha sucedido en nuestro país. Peor aun, cada vez menos electores se inclinan por algunas de las candidaturas en competencia.
Si participación política es todo aquel acto o actitud cuyo objetivo es influir de manera directa o indirecta en los resortes del poder y sus competentes, es la electoral la más extendida. La participación electoral ha tenido un declive considerable en el Perú (ver cuadro).
Paralelamente, los partidos políticos peruanos han dibujado la misma tendencia a lo largo de los 15 años desde la instauración del primer gobierno democrático. Sin embargo, ni la élite partidaria ni la población electoral de aquellos años son las mismas.
Los cambios en estos dos niveles, que se produjeron a lo largo del fracaso sucesivo de los gobiernos democráticos, en medio de una crisis económica y el acrecentamiento de la violencia política, son otros elementos que permiten explicar este declive.
Causas
¿Cómo es posible que un porcentaje considerable de la población deje de votar, es decir, no participe electoralmente, si el voto es obligatorio y tal actitud es penalizada? Frente a esto se hacen necesario precisar algunos componentes del ausentismo:
1. Uno de ellos es ficticio, pues el porcentaje no es tan alto como señalan las cifras. La razón es la falta de una depuración sistemática y regular del Registro Electoral. Esto hace que se mantengan en él las personas fallecidas, las que tienen suspendidos sus derechos ciudadanos (los inculpados, los militares), los peruanos que viajan a radicar en el extranjero y no se inscriben en los consulados respectivos.
2. La débil implantación del aparato electoral en algunas zonas del país particularmente rurales, que se combinan con un alto analfabetismo.
3. Desde 1980, la violencia política provocó un considerable desplazamiento de electores a otras zonas, sin que estos realicen un cambio domiciliario en el Registro Electoral, así como el temor de presentarse a votar a causa de la amenaza senderista, hoy casi ausente.
4. Un grupo de electores que viviendo en los lugares distintos a los que votan (particularmente en provincias) prefieren pagar multa, pues le resulta menos costoso que el desplazamiento de su local electoral. En el mismo grupo se encuentran los que pierden su documento en los días previos a la elección.
5. Finalmente, están aquellos electores que no votan por falta de interés por el proceso electoral, desidia o irresponsabilidad civil.
Acentuación
A lo anterior habría que señalar que la participación electoral es menor en elecciones municipales que en elecciones generales, debido a la dispersión del acto electoral en el caso de las primeras y el mayor interés de las segundas. Como muestran las estadísticas, la participación electoral en comicios municipales ha sido baja, acentuándose en los últimos años.
Pero si tomamos en cuenta sólo los votos a algún candidato y lo calculamos en función del total de los electores inscritos –la participación electoral efectiva- los porcentajes han disminuido en forma alarmante, llegando a su nivel histórico en las elecciones municipales 1993.
Es decir un número significativo de peruanos no deciden en forma efectiva los destinos políticos de nuestro país y por lo tanto se convierte en un factor perturbador de una consolidación democrática que toda élite política deberá tomar en cuenta e intentar revertir la tendencia.
Responsabilidad de partidos
En parte ello se debe a que, desde 1980, a ese electorado joven e inexperto que había nacido bajo una dictadura militar debían llegar los partidos políticos, ampliando sus discursos, renovando sus programas, modernizando su maquinaria e incorporando a una nueva capacidad ciudadana en sus filas. Esto no ocurrió.
Peor aun, en el periodo en que la población electoral creció en casi el doble (entre 1980 y 1995), fueron los peores momentos de desorden económico e inseguridad ciudadana.
Los partidos políticos no ofrecieron nada renovado, sino por el contrario una forma de hacer política maniquea, manejo clientelista de sus electores, incapacidad de resolver los graves problemas del país y una falta respecto por articular reglas de juego que permitan crear, efectivamente una comunidad política democrática.
La política como actividad participativa se desprestigió significativamente. Pero el repliegue de los partidos políticos fue acompañado por una campaña de desmovilización política que incidió indirectamente en el declive de la participación electoral. Todo hace pensar que esta tendencia permanecerá el domingo.
(Expreso, 10 de noviembre de 1995)