Esto último no les resta contenido político, los tiene, pero en mayor proporción en las grandes ciudades y en Lima. Es así como lo percibe el electorado y se demuestra en el grado de participación (o ausentismo) y en la presentación de listas independientes en provincias pequeñas y distritos.
Las elecciones municipales, al final de cuentas, son la sumatoria de múltiples campañas a nivel provincial y distrital. No podía ser de otra manera si se tiene en cuenta que se eligen millar y medio de alcaldes y concejales. Por ello, las maquinarias políticas tienen que estar adecuadas a este despliegue de organización nacional que requiere de recursos económicos, materiales y humanos que sólo los partidos políticos, del escenario actual, están en condiciones de realizar, es decir, APRA, PPC, AP e IU. Partidos que han estado presentes en la escena política desde 1978. Esto es importante, pues para los peruanos mayores de 26 años, es la sexta vez que van a las urnas en los últimos ocho años y, por lo tanto, su costumbre electoral ha sido moldeada por las estrategias de liderazgo de estas organizaciones. Pero, igualmente, la participación de estos partidos ha sido variada en el período señalado y nos puede proporcionar pistas para entender mejor el próximo proceso electoral.
El APRA, partido que más veces ha participado en eventos electorales, doce con candidatos propios, siempre enfrentó la elección municipal inclinada hacia un acuerdo o compromiso social y político en busca del "buen vecino". Esto, debido al estilo de relaciones, clientelares en muchos casos, que tiene que mantener el APRA a niveles locales y que le han permitido reproducirse como partido. Sin embargo, no pocos dolores de cabeza le han dado estos compromisos, especialmente cuando los candidatos eran discutibles. Aunque esto no es privilegio del APRA, sino una consecuencia de la antidemocracia de los partidos en nuestro país.
El APRA nunca ganó una elección municipal en Lima, aunque sí a nivel nacional. Ganar en Lima, lugar privilegiado donde se politiza el enfrentamiento electoral, es lo más importante para los partidos. El partido aprista, con Debarbieri en 1980 y con Barnechea 1983, no logró conquistar el voto limeño. El primero, por ser el sacrificado en plena crisis de dirección partidaria de aquel año, como consecuencia de la muerte de Haya de la Torre. El segundo, por la forma desdeñosa que enfrentó a sus contendores. En ambas elecciones se puede notar, sin embargo, que a nivel distrital de Lima, el APRA se asienta indiferentemente en distritos altos y bajos pero sin la fuerza necesaria para ganar exitosamente y configurarse un perfil determinado.
En 1980, por ejemplo, sólo ganó en dos distritos (Lurín y Breña); en el 83 obtuvo tres más (Barranco, Pucusana y Cieneguilla). Es decir, distritos medios, no homogéneos; a pesar de haber quedado en segundo lugar en el 83 y de haber presentado candidatos en los 41 distritos.
Pero si bien esta es la tendencia en municipales, en la elección general del año pasado, el respaldo metropolitano fue abrumador para Alan García, quien ganó en casi la totalidad de distritos en Lima, salvo San Borja y Miraflores. Sobre este respaldo y campaña del gobierno, espera ganar el partido aprista; para ello le servirán el PAIT, el tren eléctrico y demás inversiones que tengan incidencia social y que impliquen una conquista del voto popular -mayoritario en Lima-, que hasta ahora les ha sido adverso.
El caso del PPC es distinto, cifra sus esperanzas casi exclusivamente en su candidato Luis Bedoya Reyes, alcalde de Lima consecutivamente entre 1963 y 1969. Su partido no ha ganado una solo elección desde 1978 y sólo triunfó en Lima en aquel año como producto de la abstención de Acción Popular. Sin embargo, Lima es su mejor plaza. A nivel nacional, la competencia se decide entre el APRA e IU. Para el PPC la única forma de ganar es convertirse en un partido de vertiente nacional y de enraizamiento multisocial. Ello debido a su exclusivo asentamiento en los sectores altos limeños, que le han permitido conquistar municipios de sectores medios y altos limeños, pero jamás uno de configuración popular, que es donde se concentra la mayor población electoral de la metrópoli. Sin embargo, el PPC jugará a ampliar su caudal electoral y, eventualmente, a intentar ganar, por la abstención de AP. Pero, lo que parece no tienen en cuenta los estrategas pepecistas es que el votante populista nunca se caracterizó por su adhesión programática y clasista, cono sí ocurre en la izquierda e incluso en el mismo PPC. Por otro lado, el perfil bajo que ha mostrado dicho partido en los últimos tiempos no es sólo voluntario sino denota su incapacidad de articular una oposición de derecha en un período en que los sentimientos de la masa están a su izquierda. Veremos hasta qué punto los recursos económicos logran persuadir al electorado limeño. A nivel nacional el PPC no debe lograr más que en los comicios anteriores: menos de un centenar de municipios.
La izquierda juega exactamente a la inversa del partido de Bedoya. Le interesa ganar en la provincial pero también mantener los municipios que ahora el APRA quiere conquistar: los de composición popular. La izquierda ganó en el 80 en cinco distritos de este tipo y en veinte en el 83. En 1985, sin embargo, el voto por Alan García fue superior, haciendo dudar sobre la permanencia del voto conquistado. Si la izquierda sigue en la mira de hipotecar gran parte de su programa a la conquista de sectores medios, en vez de ganar en los sectores medios a su programa, lo del 85 puede repetirse; con el peligro de ser ganados por una fuerza política como el APRA, que tiene un aparato partidario y estatal a su favor incomparablemente superior al de AP. Pero, el otro peligro se sitúa en aquella masa radicalizada que votando por IU en los últimos tiempos y al no encontrar respuesta adecuada en la política de su dirección, son potenciales simpatizantes de Sendero. Esto, en parte, podrá percibirse en el ausentismo.
(Amauta 11 de Setiembre de 1986)