Siendo este el punto de partida podemos señalar que la votación aprista responde no sólo a lo que dicho partido hizo, sino a la actuación, sea esta por acción u omisión, del resto. En artículos anteriores sostuvimos que la campaña aprista estuvo planificada para ganar, tejió su estrategia para captar el voto no aprista, intentando comprometer a electores no solo disímiles sino incluso contradictorios entre si. Con una campaña organizada, un líder joven y carismático buscó no enfrentarse al resto de candidatos en polémicas, por que ello implica entrar al terreno de las definiciones, lugar que justamente querían evitar. Su inasistencia a Intercampus así lo confirma. El resultado de su estrategia es el ulterior apoyo de un sector del electorado no aprista -alrededor de un 16%-, que respaldándolo le da licencia para gobernar el país. Licencia que se la otorga a un partido, que si bien compartió de manera indirecta los usos y abusos del poder, no lo ha experimentado plenamente como gobierno. Ese mismo electorado, que se le podría llamar flotante, hace cinco años restituyó con su voto a Belaúnde, ilusionado por promesas y una obra inconclusa. Hoy descontentos, inclinan sus votos a un partido aprista para darle su oportunidad. A fin de cuentas el electorado tanto aprista como populista, en su composición social, no es muy diferente. En ambos casos por su ideología moderada y centrista, y sólo por ella, recogen votos de capas y clases sociales con prácticas e intereses divergentes.
El Apra ha ganado con alrededor del 47% de lo votos válidamente emitidos en casi todo el país. Mantiene cerradamente su abrumador respaldo electoral en el norte, tan sólido en su parte costeña (Trujillo, Chimbote, Piura, Tumbes), como serrana (Cajamarca, provincias de Amazonas y Ancash). Extiende su presencia en el oriente desplazando a Acción Popular una vez más, como en las municipales del 83. Y, por primera vez tiene una presencia importante en el sur del país, así como en lugares que antes le eran inexpugnables. Estos son los casos, por ejemplo de Puno, donde nunca antes llegó a los dos dígitos. Igualmente, Cusco, Tacna y Moquegua. En todos los casos hay una transferencia efectiva de votos de Acción Popular en toda esa zona. Pero, quizá el lugar más importante, en que los triunfos se vuelven contundentes, es en la ciudad capital. El Apra, por primera vez en sus diez participaciones electorales ha ganado en Lima pero con el agregado que el triunfo es en forma abrumadora. Ha sabido por otro lado, recoger en votos el resultado de la combinación de los errores políticos en la gestión del alcalde-candidato de IU, en campaña persistente y malintencionada de los medios de comunicación oficiales con respecto a dicha gestión. La votación aprista en Lima es consistente en todos los distritos con márgenes de diferenciación, pocos significativos. Esto no es más que la muestra de un proyecto político interclasista que tratará de llevar adelante, hasta que los propios límites de proyecto así lo permitan.
La alta votación aprista es indiscutida en indiscutible en tanto cifras. Lo discutible es la forma como lo logró, no por una ilegalidad inexistente, sino por la ausencia de un programa de gobierno hecho público: como de los compromisos (no con todos los peruanos) adquiridos con anterioridad y que tendrá en el Gobierno que retribuir y dar cuenta . El germen contradictorio de este proyecto está presente en el Apra, el tipo de apoyo electoral no hace más que mostrar este hecho. Por lo demás el Partido Aprista tiene respaldo electoral, confianza del capital y control total y absoluto de todos los poderes, ejecutivo y legislativo. Su promesa de sesenta años se verá de esta manera confrontada con la muchas veces, terca realidad.
Es posible interpretar el malestar en los predios izquierdistas en lo que atañe al resultado del domingo por la incapacidad de crecer más que una disminución catastrófica, que no existió. Si observamos las cifras extraoficiales y las comparamos con los procesos anteriores podemos llegar rápidamente a la conclusión que el respaldo electoral de la izquierda no ha sufrido una merma considerable. Lo que ocurre, es que las grandes manifestaciones públicas, principalmente la última, llenaron de expectativas a muchos electores. La izquierda, hay que subrayarlo, mantiene un respaldo electoral importante que la ubica en un lugar privilegiado en la escena política nacional. Mantiene su base sureña (Moquegua, Tacna, Cusco, Puno), aumentando incluso en algunos lugares (Arequipa, Ayacucho). Asimismo en zonas de concentración urbanas como Huancayo, Callao, Lima, Piura tiene porcentajes significativos. Avanza, igualmente, en algunas zonas del oriente (Loreto), donde antes no sobrepasaba el 10%. La disminución se observa en la votación de Lima Metropolitana. En muchos distritos, que eran bastiones de la izquierda, ha pasado a ocupar un segundo lugar luego del Apra. Incluso, aquí sí preocupante para los predios izquierdistas, en lugares de trabajo municipal aceptable como Villa el Salvador, Comas, Ate. La fuga de votos al Apra se sintió en Lima a pesar de la cual mantiene una diferenciación de tipo de voto: muy alto en sectores sociales populares, bajo en de clase media y alta. La votación de la izquierda sigue siendo inversamente proporcional al nivel de ingreso y consumo de las clases sociales.
El impedimento de izquierda unida para crecer se puede buscar, entre otras razones, en su aspecto de estrategia política que tuvo implicancia electoral. IU intentó tender puentes a los sectores independientes a quienes equivocadamente ubicó como bloque en las clases medias. Para ello, por extensión, tejió alianzas que pensó podían dar una imagen más digerible a ese tipo de elector, arquetipo probablemente de un empleado promedio. Condicionar su lenguaje, tono de imagen a este objetivo le hizo perder perfil cuando era comprobado que existía un grueso sector del electorado, de extracción popular que aún votaba tanto por AP como por el Apra. Los desmedidos intentos de algún sector de la dirigencia izquierdista por mostrar coincidencias, actuales como históricas, no permitió la diferencia que en algún momento era necesario remarcar. La imagen de división, que algunos argumentan como explicación de la derrota, no es una explicación satisfactoria. Sino, no es posible entender como las listas parlamentarias de IU tengan mayor preferencia que la que consigna Barrantes. Asimismo, al interior de ellas varios de los candidatos que fueron llamados, para algunos discutiblemente, antiunitarios tienen una preferencia electoral muy importante razón por la cual estarán presentes en el parlamento: los casos de Carlos Malpica, Javier Diez Canseco, Genaro Ledesma el mismo Ricardo Letts ilustran esta idea.
Quizá el hecho más significativo, aquí sí por sus inesperados resultados electorales, sea la estrepitosa caída del partido gobernante. Según los datos, se puede apreciar como el populismo ha tenido un descenso permanente desde su circunstancial votación del 80. Decimos que es significativo por que no existe precedentes en la historia peruana, hasta donde tenemos conocimiento, del poco respaldo electoral de un partido que aún se mantiene en el gobierno. La sanción de las urnas no permite objeción, sólo compañía; por que el otro caso de rechazo ciudadano, es la candidatura del ex dictador Morales Bermúdez. Nadie creyó su propaganda que sostenía que gracias a él nuestro país conquistó sus libertades públicas. Más bien todos se acordaron de las penurias bajo su gobierno.
La derrota de Acción Popular es contundente en todos los lugares dejando de ser la primera fuerza, incluso en el oriente peruano. La política del segundo belaundismo fue rechazada una vez más, al igual que el 83. Pero, en esta oportunidad entregará quizá, por última vez, los hilos del poder. Finalmente, el socio del partido gobernante también experimentó el rechazo electoral. El CODE, eufonía política del PPC, ha sido incapaz de configurarse como fuerza política de alcance nacional, como muestra el cuadro adjunto. Su papel seguirá siendo el negociar sus pocos votos, o quizá más precisamente sus voces, en el Parlamento a cambio de poco. Triste papel para una agrupación cuyo candidato gastronómicamente sentenció que se iba a comer sus competidores, uno a uno.
(La República 20 de Abril de 1985)