El grupo de estudiantes que terminó sus estudios en diciembre del año pasado obtuvo, en promedio, un puntaje significativamente mayor en la prueba de habilidades básicas (comprensión de lectura, la redacción y el razonamiento verbal y matemático) que sus compañeros que iniciaban sus estudios. Como era de esperarse, los tres años de estudios que dura la carrera de computación no sólo sirven para aprender habilidades técnicas específicas, sino también para afianzar esas habilidades básicas que debería tener todo joven al terminar la secundaria.
Pero, ¿qué habilidades se desarrollaron más? Pensábamos que por tratarse de estudiantes de informática serían las habilidades matemáticas las más desarrolladas durante los años de estudio. Pero el puntaje en la parte de razonamiento matemático resultó ser prácticamente el mismo en los estudiantes de primer y en los del último ciclo de estudios. Los resultados de la evaluación en habilidades matemáticas como geometría, álgebra y aritmética fueron bastante malos en ambos grupos.
Por el contrario, en los aspectos de comprensión de lectura y habilidades para el razonamiento verbal sí se aprecian diferencias significativas entre los grupos de estudiantes mencionados. ¿Significa esto que la formación técnica en computación no desarrolla el pensamiento lógico matemático? No necesariamente, pues la prueba apuntaba a áreas de las matemáticas como la geometría y el álgebra -que quizás tienen poca relación directa con la informática-, y contenía poco sobre habilidades lógico matemáticas en general.
Subsiste la pregunta, si estos estudiantes técnicos de computación no llevan muchos cursos de “humanidades”, ¿cómo es que desarrollan sus habilidades para la comprensión de lectura y el razonamiento verbal? ¿El instituto pone énfasis especial en estas habilidades?
Por otro lado, habíamos dicho que las competencias de los jóvenes que terminan no parecen estar más desarrolladas en comparación con los que empiezan los estudios. Por el contrario, los resultados de la evaluación de competencias y actitudes para el empleo (comunicación, gestión de recursos, gestión de información, trabajo en equipo, responsabilidad, innovación, etc.) muestran que, en promedio, los estudiantes de primer ciclo tienen un nivel ligeramente mayor de desarrollo de competencias que los que terminaron la carrera.
¿Por qué ocurre esto? ¿Es que el grupo de “nuevos” estudiantes tiene ya un buen desarrollo de competencias proveniente de su formación escolar? La primera explicación probable que se nos ocurre es que quizás el instituto le dedica poco tiempo a la formación de competencias para el trabajo. O tal vez esto ocurra porque el desarrollo de competencias laborales debe ser transversal, es decir, debe darse en todos los cursos –incluyendo los de corte técnico especifico- y por todos los profesores en todo momento. Y esto es difícil de hacer.
Pero ¿existe alguna competencia en particular en que los que terminan exhiban un desarrollo mayor que los que recién empiezan? Sólo una: integridad. Esto no nos sorprende pues el instituto tiene entre sus rasgos distintivos la formación de valores y, aunque la integridad puede definirse como la capacidad de actuar en consonancia con lo que se dice o se considera importante (definición tomada de los diccionarios de Martha Alles), también se asocia a una actuación honesta, a un comportamiento coherente. Y esto está en el centro de una formación en valores.
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