Intensamente. Emociones, fútbol y subjetividad.

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El día de ayer, horas antes del partido de Perú frente a Chile fui a ver con mi hija Miranda,  de seis años, Intensamente, película de Pixar que está dando mucho que hablar en la crítica especializada y en la opinión pública en general. La historia versa sobre el rol de emociones en las personas, representadas en pequeños personajes que actúan en la cabeza o en el interior de una persona, como se prefiera asumir su ubicación, y muy específicamente en una niña, la cual protagoniza el relato. Las emociones básicas representadas son la alegría, la furia, la tristeza, el miedo y la incomodidad.

Alrededor de las emociones operan ideas centrales -formadas por experiencias fundantes en el desarrollo de la vida-; islas de personalidad, que vienen a ser algo así como elementos subjetivos o geografías íntimas que le dan sentido a la vida de las personas como la familia, la diversión, las actividades claves que los sujetos realizan, etc. Y un poco más allá, en ese gran paisaje de la subjetividad humana, los recuerdos, tanto los de corto como los de largo plazo.

Lo extraordinario de esta película es la gráfica tan sencilla y amigable de elementos tan complejos como las emociones y la subjetividad humana en general. Asimismo, me agrada mucho la manera como en dicha gráfica se puede observar aquello que sospechamos desde siempre, desde los inicios de la filosofía occidental (es la única que conozco un poquito) hasta nuestro tiempo y sus múltiples investigaciones que desde distintas disciplinas teóricas y aplicadas se ha desarrollado: que son las emociones las que orientan en buena medida nuestras acciones, opciones y adhesiones. Y no tanto la racionalidad pura y dura a la que solemos apelar cuando queremos explicar algo significativo acerca de nosotros.

No deja de ser interesante la manera como aborda la película la disposición de  las emociones, dependiendo el momento o estado en el que se encuentra la persona. Mientras que en el caso de la niña Alegría es la que organiza al equipo de las emociones, asumiendo un liderazgo sumamente relevante, haciéndonos pensar que en la etapa de la niñez lo que se persigue es vivir en estados de alegría y felicidad prioritariamente. En el caso de los adultos -medianamente consistentes-, estas, las emociones, conforman una suerte de colegiado deliberativo que orientan o posibilitan en las personas la realización de actos prudentes -en la mayoría de ocasiones-. Es decir, el mensaje es que en los adultos no tendría que haber una emoción protagónica, que se superponga al resto, sino que el conjunto de emociones deberían operar dialógicamente para lograr actos equilibrados. De esta forma, la idea de felicidad, según lo que pretende mostrar esta historia, no es la búsqueda preeminente de la alegría, sino de una suerte de equilibrio reflexivo dado por la capacidad de diálogo de nuestras distintas emociones para lograr funcionamientos adecuados en las relaciones humanas. Es lo que se espera, generalmente, de un adulto.

Cuando vi el partido de Perú, casi a penas de haber acabado de ver esta bonita película, y durante los primeros 20 minutos parecía que nuestra selección no sólo podía ganarle a Chile en su cancha, sino hasta golearlo, pensaba en como estaría operando en ese momento las distintas emociones en los jugadores peruanos. El juego alegre y  al mismo tiempo estructurado y bien resguardado, se vino abajo por la abrupta expulsión de nuestro defensa Zambrano, en el que evidentemente prevalecía la furia por encima de cualquier otra emoción. La historia ya la sabemos. Chile ganó el encuentro con mucha dificultad, frente a un equipo peruano entregado hasta el final, pero con un hombre menos, todo cuesta arriba. Uno menos que además había sido  nuestro mejor defensa en todo el campeonato. Dadas así las cosas, era muy poco probable que pudiésemos ganar el partido. Como de hecho no ocurrió.

La furia nos hizo perder el encuentro. La furia no es lo mismo que el pundonor. Ni la garra. Pero tampoco la alegría por sí sola, ni el miedo mucho menos, nos hubiera podido llevar al triunfo anhelado. Ya hemos visto en nuestra historia futbolística varios equipos que se centran únicamente en el juego bonito inspirado en la alegría y no logran grandes cosas. Menos ocurre con equipos timoratos que especulan en los partidos.

Lo mismo sucede en otros ámbitos de la vida: en la política, en las relaciones personales, en el trabajo. En todo, son las emociones las que orientan nuestros actos y decisiones. A ello se ha dedicado un estudio notable de Martha Nussbaum: Paisajes del pensamiento. La inteligencia de las emociones, en la cual describe el papel que desempeñan a la hora de valorar algo. Y de decidir por algo. En otras palabras, al parecer, nuestra conducta moral no es tan racional como nos han hecho creer los ilustrados. Aunque seguramente aquello que se denomina como racional, es también bastante discutible.

Más allá de toda esta reflexión, lo verdaderamente significativo de esta película, para mí, es haberla visto con mi pequeña Miranda, cuyo rostro, sin dudas, representa el fiel de todas mis emociones.

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