LA IMPORTANCIA DE LA EDUCACIÓN EN EL PROCESO DE CONSTRUCCIÓN DE CIUDADANÍA

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“Yo fui profesor de Alberto Fujimori en la secundaria. Le enseñé matemática. Creo que fui un buen profesor, pero un pésimo maestro”

De esta manera relataba su experiencia docente, un maestro en Lima en medio de una reflexión sobre la importancia de la educación, y en especial, del rol que juegan los docentes, en la construcción de ciudadanía en el Perú.

La afirmación reflexiva que hacía el docente no era gratuita, dada las circunstancias políticas padecidas en el Perú durante la década de los 90’s que todos conocemos, en lo que se refiere a la actuación de Alberto Fujimori hoy fugitivo de la justicia peruana afrontando un proceso de extradición en Chile, durante sus dos gobiernos. La idea que expresaba el docente era clara. Una cosa es poseer la técnica – en el mejor de los casos- para impartir conceptos y habilidades dentro de la escuela, y otra, muy distinta, es tener la capacidad de formar sujetos responsables, con buen juicio para vivir una vida plena y digna, con respeto a las demás personas, siendo esto tal vez lo más importante, la finalidad de todo proceso educativo que se precie de serlo.

En el presente artículo pretendo reflexionar sobre la relevancia que tiene la educación en el proceso de generar identidades autónomas y responsables, y cómo ello revierte en la construcción de una ciudadanía capaz de sostener y fortalecer la cultura democrática en nuestro país.

1. LA EDUCACIÓN EN EL PERÚ. ¿Qué tipo de sujetos se forman en nuestras escuelas?

La experiencia de la educación en el Perú presenta serios problemas para la construcción de un país con raíces democráticas fuertes y con ciudadanos capaces de ejercer sus derechos a plenitud y los deberes cívicos que le competen en la misma medida. La experiencia de la escuela peruana nos remite a procesos opresivos y carentes de toda libertad posible, de modo tal que los alumnos, futuros ciudadanos, aprehenden hábitos que luego se transformarán en conductas primarias determinadas por la falta racionalidad, cuando lo que debe perseguir la escuela es la formación de sujetos con buen juicio para elegir lo mejor y actuar acorde a la dignidad humana que nos habita a todos. Esto, como ya lo he mencionado, representa el principal fin al que debe tender la educación, y no se reduce a la sola transmisión de conceptos y contenidos, porque cuando la educación se refiere exclusivamente a esto, la cualidad de sujeto que se forma podrá comprender muchas cosas –tal vez- sin embargo no estará preparado para hacer efectivo sus derechos y ejercer su libertad de manera plena.

Vamos a reflexionar sobre estos temas en tres partes: primero veremos que consecuencias trae el enfoque pedagógico predominante del dictado de clases dentro del aula, acto seguido diremos algo sobre los símbolos recurrentes utilizados en la escuela y terminaremos esta parte reflexionando sobre las dinámicas de exclusión que se dan en la escuela, todo lo cual no favorece la formación de ciudadanos plenos.

1.1 Sobre el enfoque pedagógico del dictado de clases.

El enfoque pedagógico predominante que privilegia de modo absoluto el dictado de clases por parte del docente, representa un primer momento de experiencia de totalitarismo que enajena a los estudiantes de su capacidad de sujetos pensantes y por lo tanto actuantes en el primer espacio público que representa la escuela. La misma palabra dictar nos remite a significados fuertes de lo que deseo expresar aquí, y que no se agota en la generación de conductas pasivas en los estudiantes, aunque esto, es ya de por sí bastante preocupante. El enfoque del dictado trae consecuencias mucho más serias. La palabra dictar nos remite la idea de imposición. El que dicta impone algo: una idea, una opinión, cierta acción o conocimiento que se considera como cualitativamente superior, frente a un público que es imaginado como inferior o incapaz para elaborar un argumento reflexivo y ejercer una acción significativa.

Como bien sabemos, la palabra dictar o dictado es raíz de palabras y significados como dictatorial o dictador. De modo tal que en la escuela, y en el aula específicamente, el docente que dicta clase, se constituye en el dictador que se impone desde una visión de superioridad y de posesión de algo (conocimientos) que otros no poseen y que lo representan como cualitativamente mejor frente al público constituido por los estudiantes que reciben la acción del docente y son representados como inferiores o carentes de aquello que posee el docente, en este caso como decíamos, carentes de conocimientos.

Esta voluntad así impuesta a través del dictado de clases, trae como consecuencias la generación de conciencias dependientes, es decir, de conciencias sin autonomía para llevar a cabo por sí mismas reflexiones o acciones que devengan en la construcción de una identidad capaz de desenvolverse en el mundo. Si el principio de la ciudadanía es el ejercicio de libertades, entonces el enfoque del dictado de clases niega por definición la posibilidad de formar ciudadanos plenos. Y esto, a la larga, mantiene y fortalece la cultura del autoritarismo y del más fuerte en nuestra sociedad, o de la dependencia ciudadana frente a la autoridad de turno. No resulta gratuito que la gran mayoría de ciudadanos representen el papel del Estado como una entidad encargada de la solución de sus problemas. Y que el presidente de la República sea percibido como el responsable de que ello suceda. No niego, y resulta obvio decirlo, que el Estado juega un papel importante para asegurar que los derechos ciudadanos se hagan efectivos. Sin embargo existe una gran diferencia entre exigir que los derechos se respeten y se hagan efectivos y entre solicitar favores o soluciones a problemas cotidianos que en principio corresponde a nuestra propia responsabilidad.

Existen situaciones que a simple vista parecen irrelevantes para la vida, como si en sí mismo no tuvieran mayor significado. Sin embargo, cuando les damos la atención debido y reflexionamos sobre ellas, nos damos cuenta que pueden desencadenar consecuencias totalmente imprevistas. Lo referido al dictado de clases dentro de la escuela es una de ellas. Pocas veces se ha dicho algo al respecto porque consideramos que este tema en sí mismo, no parece ser tan relevante. Sin embargo, si observamos las consecuencias personales y sociales que genera esta práctica, podemos darnos cuenta de lo importante que resulta repensar este enfoque para proponer otro que fomente el ejercicio de libertad mientras se gestan los aprendizajes. Esto es lo que se denomina como un aprendizaje significativo.

1.2 Los símbolos de una escuela totalitaria.

Mucho se ha insistido sobre la importancia que tienen lo símbolos para generar identidades e identificaciones. Los símbolos son una representación sustantiva de una realidad valorada. En ese sentido, representan ideales, valores e historias y tradiciones que sirven para cohesionar a una comunidad en torno de un imaginario compartido.

Si observamos la realidad simbólica de la escuela, constataremos que esta se encuentra fuertemente influida por símbolos que hacen referencia al sentido patriótico, desde una interpretación castrense. Esto lo podemos identificar a partir de los ritos que se generan alrededor de los símbolos patrios, tales como la bandera, el escudo o el himno nacional. Dichos ritos, constituidos por marchas, formaciones al inicio de la jornada escolar, interpretaciones matutinas del himno patrio, etc, hacen representan la manera como el contexto militar interpreta y valora el sentido de lo patriótico.

Todo esto no ha de sorprendernos mucho en tanto República del Perú, desde su fundación a la fecha, ha sido mayormente gobernada por líderes militares bajo regímenes autoritarios o dictatoriales. Incluso algunos de nuestros gobiernos civiles y supuestamente democráticos, han tenido, para el logro de fines de dominación, el respaldo absoluto de los militares, tal como ocurrió con el gobierno de Alberto Fujimori.

La carga simbólica que tiene que en las escuelas se valoren y se promuevan ritos de carácter militar, forma parte de un discurso mayor que impulsa la formación dentro de la escuela hacia valores del contexto castrense, tales como la disciplina, la obediencia, la rigidez en el desarrollo físico, etc, todo lo cual nos conducen a parámetros que nos enajena de los valores civiles que rigen el ejercicio pleno de la ciudadanía, tales como la tolerancia, la libertad, la deliberación y en definitiva la capacidad para evaluar, entre múltiples opciones, qué es lo mejor para el desarrollo pleno de nuestras identidades personales y con ello el desarrollo pleno de nuestros pueblos.

De lo dicho hasta aquí, se entiende que en nuestro país se encuentre instalada la idea de que el gobernante deba ser el padre que ponga orden. En el imaginario común, importa poco que el gobernante sea un sujeto apto para el ejercicio del gobierno, ni que represente, desde su propia conducta, el respeto irrestricto a la ley. Lo que se busca es alguien que imponga mano dura, sin que por ello importe si se le “pasa la mano”, con tal de que el orden sea el que impere. Se coloca el medio como el fin, y se tergiversan los roles en función de imaginarios tendientes hacia el autoritarismo. Todo esto debilita nuestra conciencia ciudadana y los valores cívicos se pierden en la fantasía de que siempre será que uno decida por todos. Es aquí donde se instala la violencia (como la voluntad de uno sobre todos) en desmedro del poder (entendido como la voluntad de todos para todos), tal como lo entendía Hanna Arendt.

1.3 La escuela y la exclusión.

Entramos a este último punto de esta parte, referida a como la escuela representa un espacio donde no se educa para ejercicio de la ciudadanía.

La educación entendida como derecho debería otorgar las mismas condiciones de desarrollo a todas las personas. Sin embargo, la realidad educativa peruana representa un espacio que promueve la desigualdad en términos de acceso y calidad educativa. Un claro ejemplo de esto lo representan el sistema privado y el sistema público de educación. Entre ambos, existe una diferencia abismal en relación a calidad educativa y a infraestructura básica en las escuelas y en las universidades, sin dejar de mencionar los institutos superiores.

Quien estudia en una institución educativa privada (con ciertos estándares de calidad) encontrará mayores condiciones para desarrollar mejor sus cualidades cognitivas, procedimentales y hasta actitudinales.

No ocurre lo mismo con aquellos que estudian en instituciones educativas públicas. Como consecuencia de esta desigualdad de condiciones, al momento de tentar un trabajo, se dará preferencia a aquellos y aquellas que provienen de instituciones privadas en desmedro de quienes provienen de instituciones públicas. O si se trata de concursos, igual existirá desigualdad de condiciones para competir por un puesto de trabajo. Por lo cual, el sistema educativo representa, tal como se encuentra diseñado en la actualidad, un elemento de exclusión y de desigualdad social, lo cual socava la integración social y abre aun más las brechas existentes, todo lo cual sirve como caldo de cultivo para la insatisfacción y abre demandas por sistemas autoritarios, socavando la ciudadanía y la democracia en el país.

2. ¿HACIA DONDE IR?

Luego de este breve y desalentador recorrido, podemos decir que mucho de nuestros males en términos de falta de ejercicio de ciudadanía plena, o de debilidad de la cultura democrática en nuestro país, se gesta en el principal espacio de socialización secundaria que es la escuela.

Marshall decía que para que existan buenos ciudadanos en la Inglaterra de primera mitad de siglo pasado, debía haber un buen sistema educativo que incluya a todos y que siente las bases de un reconocimiento social auténtico. Todo esto debe permitir, además, el desarrollo económico y social que todos los ciudadanos esperan. Por otro lado, Amartya Sen refiere que la pobreza no tiene que ver solo con la ausencia de bienes materiales, sino fundamentalmente con la ausencia de libertades, las cuales se expresan en el ejercicio de la ciudadanía. Prueba de todo esto lo vemos en países del Este asiático, tales como Tailandia, Singapur y otros, los cuales basaron su éxito de desarrollo en la inversión en educación como tema fundamental. De tal modo que existe una relación directa entre desarrollo, reconocimiento y ejercicio de ciudadanía por una parte, y educación por otra.

En términos de lo que nos preocupa en este breve trabajo, diremos que educar para la ciudadanía no es tarea fácil, más aun en un contexto como el peruano donde las brechas sociales y la exclusión de la comunidad política son de carácter histórico, desde la conquista española, y con mayor fuerza –aunque suene paradójico- desde la fundación de la república. Porque aunque los españoles representaron un modelo de dominación explícito en territorio americano, las relaciones establecidas con los indígenas tuvieron cierto carácter conciliador y supuso dejarlos en libertad para que desarrollen sus negocios y se conviertan en proveedores de bienes para las familias españolas durante el Virreinato. La fundación de la república suponía la fundación de una comunidad política, donde las relaciones debían ser en estado de igualdad frente a las leyes del Estado y el reconocimiento de ciudadanos no debía discriminar a nadie del ejercicio pleno de derechos. Esto no ocurrió así como lo sabemos. La república fue fundada por los criollos y la comunidad política estuvo limitada a la participación de las elites regionales, constituida, nuevamente, por criollos. La población indígena fue dejada de lado de este proyecto fundacional durante un largo periodo de tiempo. En tal sentido, la ciudadanía no se constituyó en un tema inclusivo desde un inicio.

¿Qué podemos hacer frente a este panorama?

El educador debe ser el primer sujeto de insatisfacción en el sistema. El o la docente que se conforme con lo que ocurre a su alrededor sin hacer nada por cambiar las situaciones que atentan contra la dignidad de las personas, no puede llamarse educador.

En lo que se refiere a la educación para la ciudadanía, debemos dar los siguientes pasos:

1. Avanzar hacia la democratización de la escuela como primera tarea. En el caso del aula como primer espacio educativo, el maestro debe abandonar el imaginario de que es “la autoridad” y dirigir su acción en el sentido de su categoría profesional como servidor público. El que sirve no ejerce dominio, sino que promueve procesos de construcción de proyectos de dignificación.

2. Incorporar la deliberación como método de aprendizaje y de interacción entre los estudiantes. Esto pasa porque el alumno aprenda que para expresar una opinión o un sentir, es necesario argumentar y escuchar argumentos de sus demás compañeros y compañeras, así como del docente. Este ejercicio práctico, podría tener muchas consecuencias positivas en la generación de ciudadanos capaces de discutir y argumentar propuestas, y desterrar la vieja costumbre y latente tendencia a patear el tablero cuando no “nos salimos con la nuestra”.

3. Promover el ejercicio de libertades dentro de la escuela. Esto significará que el docente incorpore actividades educativas que conduzca al estudiante a investigar, a reflexionar, a emitir opiniones y sentimientos y sobre todo, que perciba que la escuela no es lugar de represión, sino un espacio donde se puede interactuar. Los seres humanos actuamos, esta es una cualidad distintiva respecto a otras especies. Y no actuamos solos, ya que una acción en solitario es insostenible. Uno actúa en relación a otros y con otros. Ello lo decía muy Hanna Arend cuando refería, siguiendo a Aristóteles, que la acción es propia del hombre y que esta no se puede dar al margen de los demás. Una acción realizada con otros, siempre hace que algo novedoso aparezca. Por ello la importancia de poder educar para acción y más aun, para la interacción.

4. Promover un nuevo paradigma de disciplina al interior de la escuela. La disciplina no está reñida con el ejercicio de las libertades. Por el contrario, un sentido positivo de disciplina incorpora la capacidad del estudiante para construir de manera colectiva normas de convivencia, para el logro de objetivos de aprendizaje. En ese sentido, toda norma de convivencia construida colectivamente, debe ir acompañada de una sanción que logre incorporar en el alumno la idea de respeto a la legalidad, fundamental en toda sociedad democrática. La sanción no debe ser enfocada desde la óptica del castigo, sino desde la visión de la reparación. En ese sentido se avanzará en lo que Paul Ricoeur expresa respecto a la imputabilidad de una acción al sujeto , desde un sentido de reparación de un daño y no solo desde la idea castigo por un mal cometido.

5. Incorporar los valores cívicos, tales como la tolerancia, el respeto y la valoración a las diferencias y la solidaridad como sentidos de convivencia pacífica. Esto es de especial importancia porque abre una veta de reflexión urgente en nuestro país, la cual tiene que ver con el carácter multicultural de nuestra nación. La ausencia de reconocimiento y de respeto a las diferencias culturales, expresadas en actitudes de racismo y discriminación, se aprenden en la escuela, cuando no se tiene una formación sólida en espacios de socialización previos como la familia. Y es precisamente uno de los males mayores de nuestro país, el no asumirnos como una sociedad multicultural, con diversos modos de ser ciudadanos desde las propias lógicas culturales. Y que el Estado asuma esas diversas posturas de ejercicio de la ciudadanía. Avanzar hacia el reconocimiento de las diferencias y asumir que somos un país diverso, es una de lasa tareas fundamentales de la escuela de cara a la formación en ciudadanía.

6. Aprender a manejar conflictos y no buscar soluciones a ellos que incorporen la violencia como método práctico. Buscar la resolución de conflictos de manera pacífica, ayudará a aprehender nuevas maneras de afrontar situaciones conflictivas desde el diálogo y el intercambio de opiniones.

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5 pensamientos en “LA IMPORTANCIA DE LA EDUCACIÓN EN EL PROCESO DE CONSTRUCCIÓN DE CIUDADANÍA

  1. miguel merello

    estoy de acuerdo en parte. creo que los primeros maestros son los propios padres que deben inculcar valores en sus hijos . la educacion empieza en casa y con el ejemplo de ellos.el maestro es solo un complemento en la adquisicion de habitos y valores.

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