Sin lugar a dudas el multiculturalismo tiene un papel protagónico en la reflexión filosófica y de las ciencias sociales desde las últimas décadas del siglo XX hasta nuestros días.
La relevancia de los planteamientos multiculturales versa en la constatación del fracaso de las políticas igualitarias asumidas por los Estados-nacionales multiculturales, que, procurando mantener una ilusoria cohesión entre los ciudadanos y ciudadanas, descuidaron el hecho de la diversidad y sus implicancias, así como de las distintas demandas de reconocimiento de las identidades culturales y nacionales, tal como lo refiere Kymlicka en su libro Ciudadanía multicultural.
La reflexión multicultural explicita el hecho de la diversidad, es decir, lo evidencia, elaborando un discurso reivindicativo. Como afirma Sartori en Sociedades multietnicas, antes de que los multiculturalistas “aparezcan” en el debate público, la idea de la diversidad no existía como tal al interior de los Estados y por lo tanto, los problemas de su reivindicación tampoco. Esto que se presenta como un problema para este autor, representa el principal aporte del multiculturalismo al debate y el desarrollo de políticas inclusivas al interior de los Estados multiculturales. Sin embargo, a pesar de su aporte, no es suficiente.
No es suficiente porque el reconocimiento que promueve el multiculturalismo se basa en políticas de acción afirmativa o de discriminación positiva, las cuales, si bien es cierto que establecen mecanismos que promueven la equidad en el acceso a oportunidades de desarrollo de los ciudadanos, éstas con el tiempo o se olvidan y generan otro tipo de inequidades, o bien se establecen como políticas permanentes que no abordan las causas que generan desencuentros culturales, tales como la discriminación, el racismo, la xenofobia, etc.
Por otro lado, las políticas multiculturales, con base en la tradición política liberal, establecen la mayor parte de las veces, una demarcación fuerte entre lo público y lo privado, de tal manera que lo público sigue siendo dominio de las culturas societales mayoritarias (con una sola lengua de acceso a los bienes y servicios públicos, con un enfoque educativo homogéneo y homogenezante, etc) mientras que las culturas societales minoritarias quedan reducidas a una expresión privada de la vida de las personas que pertenecen a estas culturas. Esto, por supuesto trae consigo la creación de formas de vidas paralelas y alienta la esquizofrenia identitaria de los ciudadanos.
El multiculturalismo desde una visión liberal, tal como lo refiere Xavier Etxeberria , se sustenta en un tipo de respeto formal, por lo cual, no promueve el encuentro real entre las diversas formas de vida o diversas racionalidades. En tal sentido, el multiculturalismo no alienta lo que se viene diciendo últimamente: acciones transformativas, es decir, acciones que apunten a la transformación en el nivel de los imaginarios sociales e individuales, capaces de promover diálogo entre culturas y racionalidades diferentes. O como apunta en su versión multiculturalista Charles Taylor (Multiculturalismo y políticas de reconocimiento), que el reconocimiento no sea solamente respeto formal por el otro, sino fusión de horizontes, posibilidad de intercambio a nivel de racionalidades y estilos de vida diversos. Esta visión del multiculturalismo de Charles Taylor, se parece más a la interculturalidad como horizonte ético y propuesta de una nueva práctica pública, capaz de generar espacios de diálogo y deliberación, tanto a nivel de las relaciones primarias en el mundo de la vida, como en la esfera de las decisiones políticas.