LA AUSENCIA DE DIÁLOGO EN LA RECIENTE HUELGA MAGISTERIAL

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Hace a penas un par de días que la dirigencia del Sutep ha decidido levantar la huelga que inició el cinco de julio. Esto, por supuesto, ha traído la satisfacción de todos aquellos que esperamos que la educación en el Perú pueda lograr niveles de calidad, muy, pero muy encima de lo que hoy por hoy tenemos como realidad. Sin embargo esta huelga pone de manifiesto nuevamente, aspectos de nuestra cultura societal y política que son lamentables y que influyen decisivamente en el tipo de país que somos: fragmentado, esquivo y con poca capacidad para dialogar y lograr consensos significativos.

Uno de los temas principales de la protesta iniciada por el Sutep tuvo que ver con la recientemente promulgada Ley de carrera pública magisterial, la cual incluye un sistema de evaluación y de ascensos con sus respectivos incentivos económicos, para aquellos docentes que sean capaces de lograr un nivel adecuado para el ejercicio de la docencia.

Lo lamentable de esta ley no ha sido su contenido, respecto al cual la mayoría parace estar de acuerdo, sino la forma y el tiempo en que fue aprobada y su, quizas, intencionalidad política de desacreditación al magisterio peruano por parte del actual gobierno, aunque más precisamente a la dirigencia del Sutep conformada por partidarios del partido comunista Patria Roja.

Como decía, el contenido de la ley, al parecer, representa una respuesta pertinente a una realidad que por muchos años se presenta como sumamente problemática en el sistema educativo peruano: la pobre calidad de la educación en el Perú, y la pobre capacitación que muchos docentes del sistema educativo público especialmente presentan. Sin embargo, quiero remitirme a la forma que en sí, nos coloca frente a un problema de fondo en nuestra sociedad: la ausencia de diálogo para lograr acuerdos significativos para el desarrollo de nuestro país.

Si bien este ha sido uno de los argumentos esgrimidos por la dirigencia del Sutep en los últimos días de su protesta (cuando ya se encontraban lo suficientemente debilitados frente a la opinión pública) la pregunta que nos podemos plantear es si esta dirigencia, tanto como los decisores del gobierno, tenían la predisposición honesta para dialogar.

Dialogar, tal como nos lo recuerda el gran filósofo de la hermenéutica, Hans George Gadamer, implica que las partes no argumenten de manera paralela. Esto quiere decir que las partes que buscan convenir en un punto de interés común, no se presenten con verdades preestablecidas, las cuales para hacerlas valer busquen la argumentación simultánea de sus puntos de vista sin escuchar la posición del otro. Dialogar se apoya en una lógica de pregunta-respuesta que busca penetrar de manera real y sincera en la posición del otro para, desde los argumentos vertidos por el interlocutor encontrar la validez de su posición sin aplastar su postura antes de que éste sea capaz de sostenerla en el diálogo.

Precisamente el entrar a una discusión con verdades preestablecidas y con argumentos que no admiten la pregunta como forma de interrogación para sopesar la validez de las ideas que subyacen a los argumentos que se presentan, representa no solo la anulación del diálogo antes de que éste se inicie, sino que además alienta pretenciones totalizadoras de lo que podemos considerar como verdad. El que no se deja interrogar por el otro por considerar que sus argumentos son verdaderos a priori, cree que su posición es la única y la mejor. Que es la única verdad.

Esto lo hemos podido constatar en el proceso de la huelga desarrollada, tanto por parte del Sutep, como por parte del Estado. Ambos han pretendido hacer valer una verdad, la suya, la de cada cual, sin antes haber iniciado un proceso de diálogo que permita interrogar la validez y pertinencia de sus posturas expresadas en sus argumentos. ¿Cuál es el fruto de una comunicación como esta? la pérdida de sentido, el debilitamiento de una de las partes y una supuesta victoria de la otra. En conclusión, uno gana y otro pierde.

Pero al final, sabemos que en el fondo ambos pierden: porque el vencedor, ensimismado y regodeado en su supuesta victoria, pensará que su posición será suficiente y que no habrá más que hacer. Todo para él estará consumado y la crítica frente a sus propias posturas estará ausente, por lo cual siempre quedará expuesto a la mediocridad e insuficiencia de sus argumentos. El que pierde, estará esperando pacientemente otra oportunidad para nuevamente ebullir en una nueva confrontación que le permita hacer valer su pocisión y colocarse en situación de vencedor.

Sin diálogo no hay comprensión. Y sin comprensión, tal como nos dice Gadamer, no hay fusión de horizontes: acuerdos significativos donde cada cual -los interlocutores- sean capaces de encontrarse y en ese encuentro dejar de ser los mismos para ser otros más completos.

Por el momento las aguas vuelven a la tranquilidad. Sin embargo sabemos que tal como ha sido manejado este proceso, este levantamiento de la huelga es, más que un acuerdo, una forma de tregua que en cualquier momento estallará, quien sabe, con mayores niveles de violencia que los que hemos visto hasta ahora. Porque la ausencia del diálogo siempre implica, necesariamente, el ejercicio de la violencia.

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Un pensamiento en “LA AUSENCIA DE DIÁLOGO EN LA RECIENTE HUELGA MAGISTERIAL

  1. David Cisneros Castillo

    Si el diálogo entre los seres humanos fuera así de intencionado como lo planteas, como dos esgrimistas mosqueteros,respetando aún en la lucha el honor de la misma("si tu lucha es justa peléala con mesura")Otras historias sobre el derrotero de la humanidad se contarían. Pero hay que ver el bosque y no sólo el árbol.Y en este bosque sobran maquiavelos y faltan mosqueteros. ¿Es la dirigencia del SUTEP y los maestros y maestras que con su silencio la apoyan, un ente dialogante? No lo creo, es tan sólo una forma de sobrevivir en la arena de este país. En donde cada uno o una debe tener su "reivindicación"(¿eterna?) para decir que existe.Siendo así, que diálogo puede haber bajo términos, tan éticos sin duda alguna, pero sin viabilidad real. ¿Quién pagará por la la niña al que una piedra cobarde le sego la oportunidad de vivir? ¿Vale todo si hay sufrimiento; vale todo si hay "justicia" en el reclamo; vale todo si hay "pobreza en el ingreso". Sobre la educación pública se puede decir mucho y largo; quizás algunos o muchos (sobre todo los padres)no dijeron nada sobre ella hace mucho tiempo ya y esa es una consecuencia de lo mal que anda. Con el SUTEP de ahora; no el de los 70, que se dejó apalear y sufrió por obtener más que unas monedas.No hay, y es una pena, mucho que dialogar. Y mucho menos tras los parametros de Gadamer.El problema está en muchos hombres y mujeres; no en el diálogo.Si cambian habrá otra oportunidad de acercarse sino será preferible el monólogo de la autoridad.

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