Vestimenta Ichuña – Moquegua (Docentes de Instituto Superior Pedagógico “Alianza Ichuña-Bélgica” de Moquegua
Origen del quechua según Alfredo Torero
(MONOGRAFÍA)
Curso: Seminario de Historia de América Andina, PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL PERÚ
Maestría en Lingüística-Estudios Andinos
Profesor: Dr. GASTÓN ANTONIO ZAPATA VELASCO
Alumno: Roger R. Gonzalo Segura
Lima, 2008
ORIGEN Y EXPANSIÓN DEL QUECHUA SEGÚN ALFREDO TORERO
0. INTRODUCCIÓN
La presente monografía tiene por objeto retratar la forma cómo es explicado el avance del quechua en sus diversas fases de expansión, de acuerdo con la datación que realiza Torero y sus posteriores correcciones y adecuaciones. En el trascurso de la presentación de este trabajo, estaremos constantemente recurriendo a la lectura que realiza Rodolfo Cerrón-Palomino sobre el tema ya referido cuyas opiniones son fundamentales para complementar con la explicación que realiza Torero.
1. GENERALIDADES
Hasta la actualidad nos han llegado diversas hipótesis sobre el origen y expansión de una de las lenguas indígenas más habladas del mundo: el quechua. Cerrón-Palomino (1987: 323-349) menciona las siguientes: a) la hipótesis del origen serrano en la que se atribuye a Cuzco “como su centro inicial, y a las conquistas incaicas como su mecanismo de difusión, sostenida por Rowe (1950) y Riva Agüero ya en 1921, b) la hipótesis de origen costeño postulada en 1911 por Manuel González de la Rosa , retomada por Porras Barrenechea en 1951 y fundamentada con los estudios dialectológicos y de reconstrucción que le dedicaron Parker y Alfredo Torero para el sustento de esta hipótesis concluyendo que los dialectos diferentes al cuzqueño correspondiente a la rama central peruana son más conservados, por tanto, son de mayor antigüedad, c) la hipótesis del origen forestal que asigna como foco de difusión entre Chachapoyas y Macas (ceja de selva) y fue sostenida por William H. Isbell en 1974 basándose en la arqueología y la ecología, y por último, d) la hipótesis del origen ecuatoriano en la opinión de Tschudi, seguida por Middendorf, Brinton y Louisa Stark, hipótesis muy discutible que desde la lingüística no encuentra ningún asidero.
2. LA POSTURA DE TORERO
Torero es uno de los primeros lingüistas que se dedica al estudio de la dialectología quechua de América del Sur en base a sistemáticos y rigurosos trabajos de campo que le ha permitido incursionar en la reconstrucción del protoquechua y su posterior clasificación, que le han permitido derrumbar con la hipótesis de que Cuzco era el foco de origen y expansión de la lengua quechua y puesto en serio cuestionamiento de otras. Entre otros trabajos que corroboran son los realizados por Cerrón-Palomino quien a partir desde sus estudios onomásticos pone sobre tela de juicio inclusive el origen quechua del nombre “Cuzco”, concluyendo que más bien es de etimología aimara aunque “no debe descartarse la posibilidad de que provenga de otra lengua, de antigua presencia en la región altiplánica: la puquina” (Cerrón-Palomino 2008: 259-290). Es más todo indica que ni los incas eran cuzqueños tal como hace entrever la historiadora María Rostworowski: “No se trata de un grupo mítico como tantos otros pues lo hemos podido rastrear desde los inicios, en la llegada al Cusco [sic] del grupo de Manco Capac […]”. Con esta “llegada al Cusco” los habitantes originarios son desplazados por los “extranjeros” incas, especialmente, los del curacazgo llamado Ayarmaca quienes “sostuvieron prolongadas luchas contra los incas” invasores (Rostworowski 1999: 30-31).
En 1964, Torero desde luego que sostiene que el quechua ha tenido como centro de difusión la costa y la sierra centro-peruanas señalando que “las profundas divergencias entre los grandes grupos de estos dialectos llevan a concluir que la hipótesis más sencilla y natural acerca del centro de la difusión inicial de la lengua es la que lo ubica en la costa y sierra centrales del Perú” argumento que seguiría reforzándose con los trabajos posteriores que entre los que más destaca es el de Cerrón-Palomino (1987; 2000).
Torero, desde 1964, como es sabido, se ocupa fundamentalmente de la reconstrucción del protoquechua (PQ), incidiendo, a la vez, en la evolución, clasificación y zonificación de los dialectos modernos de la familia lingüística quechua. Así, en sus inicios, dedica sus esfuerzos para realizar un trabajo de carácter interno, de corte diacrónico y sincrónico del quechua, abordando, al mismo tiempo, los aspectos “externos” del quechua en las publicaciones que hace en 1970 y 1974 y, con las reformulaciones hechas en 1983 y 1984, respaldando, esta vez, su hipótesis con los datos arqueológicos y etnohistóricos, contextualizando los datos en el marco de los acontecimientos histórico-culturales del desarrollo de las sociedades andinas. Desde el punto de vista histórico interesaba elaborar una glotocronología que dé una visión más precisa sobre la expansión y dialectización del quechua como consecuencia de diversos eventos socioculturales a lo largo del tiempo en determinados espacios.
Para lo anterior, Torero recurre a la glotocronología aplicando el método de la lexicoestadística , en 1970 y ofrece los resultados del cotejo de treintisiete variedades dialectales entre sí, de las cuales veinte corresponden al huáihuash, cinco al yúngay, y las doce restantes al chínchay. El cálculo realizado arroja un tiempo de siete a once siglos de separación, descontados a partir de 1970, para los dialectos huáihuash y yúngay de los de chínchay. Asimismo, las variedades huáihuash y yúngay presentan entre sí unos siete siglos de divergencia máxima. De otro lado, al interior de cada uno de los tres subgrupos, los dialectos muestran siete siglos para el huáihuash y yúngay y más de siete para los del chínchay. El mismo cálculo, parecía confirmarse que los estudios dialectológicos ofrecían resultados que, por una parte, los dialectos de Alis (huáihuash) y Laraos (yúngay), hablados en Yautos, Lima, registran las cifras menos “altas de separación en comparación con el resto de los dialectos; de otro lado, el dialecto de Lamas (San Martín) presenta el mayor índice de separación en relación con el resto de sus congéneres chínchay” (cf. Cerrón-Palomino 1987: 329-330).
Torero (1970: 248-251) cuando realiza los estudios para dar con los datos sobre la separación sociohistórica de los desplazamientos idiomáticos, postula tres fases de expansión del quechua a partir de la costa y sierra centrales del Perú. La primera fase expansiva de la lengua, en este caso, la primera dispersión del protoquechua, habría estado asociada con el surgimiento del Pachacámac alrededor del año 880 de nuestra era, cifra que es arrojada a partir del cotejo realizado entre los dialectos de Ferreñafe (Lambayeque) y Santiago de Estero (Argentina), cubriendo posiblemente los territorios actuales de los departamentos de Ancash, Huánuco, Pasco, Junín y el norte de Lima, es decir, aproximadamente, el territorio que corresponde a las variedades de QI. La segunda fase expansiva se habría dado alrededor del siglo XIII, en virtud de los desplazamientos en dirección opuesta. La primera onda, correspondería al origen de la variedad yúngay, del litoral norteño-central, que habríase propagado hacia la costa y la sierra norteñas, alcanzando las serranías de la provincia de Ferreñafe (Lambayeque) y llegando posteriormente a Cajamarca. La segunda onda constituye la variedad chínchay, que se habría expandido por la costa y la sierra sur, a partir Chincha (Ica) que se constituye como el epicentro de su difusión. Sobre este último flujo, “Torero admite la posibilidad de que los chancas, ubicados en la cuenca del río Pampas, y que al parecer formaban una confederación de distintas naciones o etnías cada una con su propia lengua, cumpliendo un rol decisivo en la difusión del quechua por la sierra sur” (cf. Cerrón-Palomino 330-331).
Por último, la tercera expansión del quechua habría ocurrido a fines del siglo XV desde la variedad chínchay, que en la actualidad mostraría diferencias poco profundas y es la que se atribuye como hablada y difundida por los incas. Es ésta la variedad que cumple la última fase expansiva se le denomina la “lengua general” tal como aparece en los primeros documentos de la colonia. Las variedades del chínchay se propagaron más allá del actual territorio peruano, y la determinación de la procedencia de sus dialectos similares a la cuzqueña, a las cuales Torero llama “Chínchay Inca”, variedades que habría dado su avance mediante la conquista incaica (dialectos al sur de Lima y Junín, incluyendo el boliviano, el argentino, a los cuales Torero los denomina “huámpuy sureño”).
3. REPLANTEAMIENTO DE TORERO
Cerrón-Palomino (1987: 331), hace una observación a los resultados glotocronológicos logrados por Torero, porque la comparación lexicoestadística arroja tiempos menores de separación que a la vez “no se ajusta a la realidad”, tanto al interior de las variedades de QI como la realizada entre los miembros de éste con los de QII. Por lo que, Torero replantea el cuadro cronológico ofrecido anteriormente formulando reajustes necesarios. Esta reformulación aparece en 1983 y 1984, justificando estas dificultades con dos razones:
a) el carácter compacto, continuo y poco extenso del área cubierta por el QI y
b) el hecho de que las variedades de éste fueran sometidas a una constante presión en épocas diferentes, por parte de hablas pertenecientes al QII.
Como se puede ver, que se diga que la primera bifurcación se haya dado en el año 880 d.C., es una fecha relativamente reciente que no justifica la fragmentación ocurrida en los dialectos centrales (por ejemplo, el Huanca). Torero en 1984 concluye que la primera ruptura del quechua debió producirse “en un período en varios siglos anterior, lo suficientemente largo como para que se generen los rasgos diferenciales (básicamente gramaticales) que separaron al protoidioma en I y II” (Torero 1984: nota 2). Esto quiere decir que la primera bifurcación del protoquechua se habría producido a principios de nuestra era y no en el año 880, cuando las sociedades del valle del Rímac, que tendrían en Cajamarquilla su centro más importante estaban en su pleno desarrollo (entre 400 a 450 de n.e.). La segunda expansión, que corresponde a la división del QII, es cuando el QIIA se va en dirección de la sierra norte y el QIIB-C hacia la costa sierra sur desplazando a los dialectos aimaras, lo que habría tenido lugar tras la decadencia de Cajamarquilla, hecho que se repercute en Viñaque y en Tiahuanaco en el sur; lo que termina en el encumbramiento de Pachacámac en el siglo VIII, como centro del poder económico y religioso. Finalmente, tras la caída de éste (aunque continuaba siendo un poderoso e importante centro religioso hasta la llegada de los españoles y el saqueo y profanación emprendidos por Hernando Pizarro), surge Chincha como poderoso centro mercantil, sea terrestre y fundamentalmente marino, que habría dado como resultado la tercera expansión del quechua, como “lengua de relación”, en este caso como QIIB, por la costa norte hasta el Ecuador, y el QIIC en dirección del este y del sur. De esta manera, como se ve, el cuadro cronológico originario es corregido, por lo que se sabe que el Pachacámac será el impulsor de la segunda dispersión de la lengua y no el responsable de su primera escisión, como se habría sugerido al inicio, en razón a las dataciones proporcionadas por la glotocronología.
De esa manera, Torero llega a conclusiones mucho más realistas y en comentarios de Cerrón-Palomino “el propio sentido común aconsejaba una datación mucho más temprana para la escisión del protoquechua así como para explicar la profunda diversificación interna de QI y su “alejamiento” del QII, sobre todo, en sus puntos extremos” (1987: 331).
4. CONSIDERACIONES FINALES
Ahora bien, las fases expansivas del quechua, como es de suponer, implicaron la eliminación de otras lenguas que ocupaban los territorios cubiertos actualmente por aquél. Si bien no hay evidencias directas respecto de las hablas que preexistían en el área de dispersión del PQ, a excepción de los islotes lingüísticos aimaras formados por el jacaru y el cauqui (Yauyos, Lima), los indicios de la existencia de otros idiomas aumentan a medida que se rastrea la expansión de la lengua en sus dos fases restantes. Sin embargo, siendo relativamente abundantes –aunque no siempre precisas– las referencias a los distintos sustratos lingüísticos sobre los que se asentó el quechua en su última expansión, las correspondientes a las hablas que se distribuían en el área inundada por la segunda fase expansiva resultan más vagas.
Por lo que toca al área cubierta por el quechua central, creemos que hay evidencias indirectas que señalan la presencia previa de un sustrato aimara, hasta por lo menos la zona colindante con el antiguo territorio de culli, en las provincias norteñas de Ancash. Así parecen indicarlo no sólo la toponimia sino también cierto número de lexemas, si bien reducido (aunque faltan aún estudios destinados a la “depuración” del léxico atribuible al quechua), encontrados entre los dialectos de QI (cf. Adelaar 1986, Cerrón-Palomino 1987). De hecho, la subvariedad yaru del huáncay, designada así por Torero por corresponder aproximadamente al área de ocupación de dicha etnia, no acusa mayor influencia aimara que la que muestra el dialecto huanca.
Finalmente, el quechua ha desplazado en su avance hacia el norte a muchas lenguas, y desde el centro hacia el sur lo hace en contra de los dialectos aimaras previamente expandidos (tal como lo atestigua la toponimia) y del mismo puquina cuando éste estaba en proceso de aimarización.
BIBLIOGRAFÍA
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ROSTWOROWSKI DE DIEZ CANSECO, María
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