Carta al Cardenal Juan Luis Cipriani para que se digne responder por qué permite y no se opone nunca a la Feria del Señor de los Milagros, donde se torturan hasta la muerte criaturas que al igual que los humanos también son creación de Dios, sobre todo existiendo una Bula dada por San Pío V, la que excomulga a toda persona que asista a una corrida de toros; a dicha Bula ningún clérigo presta la debida atención e inclusive se realizan Misas en la capilla de la plaza de toros Acho todos los domingos de la feria taurina. Ya que las Leyes del Perú siguen permitiendo esta salvaje tradición, que no solo atenta contra los animales sino también contra los seres humanos, ahora acudimos a la Iglesia y esperamos escuche nuestra petición.
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Gracias.
¡FUERZA TOROS!
Señor Cardenal
Juan Luis Cipriani Thorne
Arzobispo de Lima y Primado del Perú
Ciudad.-
Su Excelencia:
Mediante la presente, y ante la cercanía de las celebraciones de los espectáculos taurinos en honor a El Señor de los Milagros, tenemos la obligación de recordar a Su Excelencia la Bula “De Salutis Gregis Domininci”, dada en Roma en el año de 1567, durante el segundo año del pontificado de San Pío V.
En la citada Bula, esta generosa alma considera que los espectáculos en que se corren toros y fieras en el circo o en plaza pública, nada tiene que ver con la piedad y la caridad cristianas, y “queriendo abolir tales espectáculos cruentos y vergonzosos, propios no del hombre sino del demonio”, prohíbe terminantemente la celebración de tales espectáculos, bajo la pena de excomunión y anatema. Y le da a esta Constitución el carácter de perpetuidad. Le da a sí mismo validez por encima de cualesquiera otro constitución u ordenamiento que se oponga los cuales expresamente serán derogados.
El texto, fechado en el siglo XVI puede parecer demasiado antiguo para ser tomado en cuenta, pero en 1920 el Secretario de Estado del Vaticano, Cardenal Gasparri, escribió que la Iglesia continúa condenando en alta voz, como lo hizo su Santidad Pío V, estos sangrientos y vergonzosos espectáculos. Igualmente, según la investigación histórica de Monseñor Canciani, todos los que frecuenten estas fiestas como actores o espectadores, están excomulgados (1989).
Pero a pesar de tan manifiesta voluntad de que su Bula se cumpliera en España, ni siquiera fue hecha pública. Muy al contrario, Felipe II intentó que Pío V la derogase, sin conseguirlo. En realidad, dados los términos en que había sido redactada, no había ya posibilidad de derogación ni por su promulgador.
Sin embargo, Felipe II no cejó en su empeño, y en cuanto Pío V murió, volvió a perseverar con su sucesor, Gregorio XIII, a quien presionó por medio de los embajadores españoles, logrando finalmente (el 25 de agosto de 1585, poco antes de su muerte) que promulgase la Encíclica Exponi nobis, cuyos términos no dejan de ser curiosos: levanta a los laicos la prohibición de asistencia a las corridas, pero ordena que tales festejos no se celebren en días festivos, y mantiene la prohibición de asistencia a los clérigos. Pero algunos, especialmente en Salamanca, seguirán asistiendo y practicando las citadas corridas
Informado Sixto V, sucesor de Gregorio XIII, de tales desobediencias, el 14 de abril de 1586 remite al obispo de Salamanca el Breve Nuper siquidem, dándole “facultad libre y autoridad plena, tanto para que impidas las dichas enseñanzas [las que los clérigos impartían falazmente sobre la derogación de la bula de Pío V] cuanto para que prohíbas a los clérigos de tu jurisdicción la asistencia a los citados espectáculos.
Pero a Sixto V le sucede Gregorio XIV, quien tampoco se muestra dispuesto a ceder a las presiones, por lo que Felipe II y los clérigos salmanticenses deben esperar al papado de Clemente VIII, del que, por fin y tras muchas gestiones que tardaron cuatro años en concluir, el 3 de enero de 1596 consiguen el Breve Suscepti muneris, que pretende derogar la Bula de Pío V. Y decimos “pretende” porque resulta evidente su nulidad gracias a las previsiones tomadas al respecto en la Bula De Salute Gregis Dominici.
A partir de ese momento deben transcurrir 84 años y 8 papados antes de que vuelva a producirse alguna intervención oficial pontificia sobre el asunto taurino: efectivamente, el 21 de julio de 1680 el Papa Inocencio XI, bien conocido por su lucha contra el nepotismo, remite un Breve a través del nuncio en España, memorando la vigencia de las prohibiciones pontificas al respecto. Dicho Breve llega a manos del rey Carlos II con un escrito del cardenal Portocarrero, recordándole “cuánto sería del agrado de Dios el prohibir la fiesta de los toros…”.
El propio Juan Pablo II, haciendo un estudio de la Biblia, recuerda que “el hombre, salido de las manos de Dios, resulta solidario con todos los otros seres vivientes, como aparece en los Salmos 103 y 104, donde no se hace distinción entre los hombres y los animales.” La conclusión del Papa es que la “existencia de las criaturas depende de la acción del soplo-espíritu de Dios, que no sólo crea, sino que también conserva y renueva continuamente la faz de la Tierra.”
Hemos querido hacer este breve recordatorio para manifestar a su Excelencia que como máximo representante de la Iglesia Católica en el Perú, recuerde las palabras de
San Pio V:
“Esos espectáculos en que se corren toros y fieras en el circo o en la plaza pública no tienen nada que ver con la piedad y caridad cristiana, y queriendo abolir tales espectáculos cruentos y vergonzosos, propios no de hombres sino del demonio…”
Por lo que apelamos a su espíritu de bondad y justicia tantas veces demostrado para que se digne Usted manifestarse en contra de tales espectáculos y sobretodo de que se utilice el nombre de Nuestro Señor (Escapulario del señor de Los Milagros); para premiar esta fiesta de barbarie,
Sin otro particular y en espera de su amable respuesta, me despido de Usted.
Muy atentamente,
NOMBRE:
DNI:
CUIDAD, PAÍS.
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