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Libertad para la convivencia entre todos los Seres

La discusión sobre si la Libertad es real o aparente, objetiva o subjetiva y cuestiones por el estilo, quizás nunca puedan ser resueltas argumentativamente de una forma categórica. Después de todo, a lo mejor sean las dos cosas a la vez, de manera que los contrarios sólo puedan subsistir como una Unidad.

Pero llegados a este punto, el tema de la Libertad parece nuevamente entrar en juego. Es así que buscando precisión al adscribirnos solamente al terreno de la libertad humana, que es la que más de cerca conocemos; podemos decir que la vida de los hombres es desde cierto punto de vista, una constante elección. Tomadas algunas más concientemente que otras, o tal vez más independientemente que otras, pero siempre con alguna consecuencia venidera en la vida de cada uno. Y por supuesto todos escogen lo que creen que es lo bueno para ellos en ese momento, con perspectivas aunque sea mínimas de futuro.

De esta manera, una persona crea relaciones de diverso tipo con los otros entes que percibe le rodean. Y dependiendo de la afinidad que ese contacto conlleva, se generan lazos afectivos o simple respeto entre ellos. Cuando alguien siente que otro ser comparte ciertas características o cualidades ya sean materiales o no, surge una especie de empatía que de acuerdo al grado en que esto sea dado, puede derivar en los diferentes niveles de lo que se considera el Amor, ya sea éste con un deseo de posesión o no.

Sin embargo, cuando no se llega a estos niveles de sentimiento, se hace necesaria la presencia del Respeto ante el mero entendimiento de que los otros seres también son susceptibles de elegir y de que sus acciones se desenvuelven en un ámbito que interfiere, confluye o colisiona con el de los demás. Siendo importante por eso, el tener en cuenta el Derecho de todos ellos a ejercer su libertad individual procurando la armonía del conjunto.

Y esto último se aplica no sólo a los humanos, sino también a los animales, porque lejos de ser unas “máquinas orgánicas”, ellos también sienten y son capaces de hacer sus elecciones, de una forma limitada quizás, pero el caso de los hombres no es muy diferente en ese sentido.

De este modo, nosotros mismos, al margen de las emociones o pasiones que podemos tener por algunas personas, también podemos sentir apego por muchos de los animales con los cuales compartimos el mundo, comúnmente de los más domésticos como los clásicos perros y gatos, pero las demás especies no son muy diferentes en ese sentido. Si no hay una mayor afinidad que posibilite un cariño para aquellos que son tenidos como salvajes, como ganado, o como simples insectos molestos, entonces debe emerger un respeto al estilo de “vivir y dejar vivir”, siendo cada uno responsable de su vida, pero a la vez con un componente de responsabilidad colectiva.

Con todo esto no se trata de minimizar el hecho de que una convivencia efectiva y armoniosa sea muy difícil de ser puesta en práctica, pero creo que comprender y hacer propias estos aspectos básicos de ella, constituiría ya un gran avance.

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