Seminario Libre sobre Heidegger del Dr. Salomón Lerner Febres
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DE LIBRO EL SER Y TIEMPO-MARTIN HEIDEGGER
EL TIEMPO p.28.
Se ha insinuado ya que el Dasein tiene como constitución óntica un ser preontológico. El Dasein es de tal manera que, siendo, comprende algo así como el ser. Sin perder de vista esta conexión, deberá mostrarse que aquello desde donde el Dasein comprende e interpreta implícitamente eso que llamamos el ser, es el tiempo.
El tiempo deberá ser sacado a luz y deberá ser concebido genuinamente como el horizonte de toda comprensión del ser y de todo modo de interpretarlo. Para hacer comprensible esto se requiere una explicación originaria del tiempo como horizonte dela comprensión del ser a partir de la temporeidad en cuanto ser del Dasein comprensor del ser. Dentro de esta tarea global surge también la exigencia de acotar el concepto del tiempo así obtenido, frente a la comprensión vulgar del tiempo, que se ha hecho explícita en la interpretación que ha decantado en el concepto tradicional del tiempo, que se mantiene vigente desde Aristóteles hasta más acá de Bergson. Será necesario aclarar entonces que y cómo este concepto del tiempo y, en general, la comprensión vulgar del tiempo, brotan de la temporeidad. Con ello se le devolverá al concepto vulgar del tiempo su derecho propio —contra la tesis de Bergson de que el tiempo al que se refiere ese concepto sería el espacio.
El “tiempo” sirve desde antaño como criterio ontológico, o más bien óntico, de la distinción ingenua de las diferentes regiones del ente. Es usual delimitar el ente “temporal” (los procesos de la naturaleza y los acontecimientos de la historia) frente al ente “intemporal” (las relaciones espaciales y numéricas). Se suele contrastar el sentido “intemporal” de las proposiciones con el transcurso “temporal” de las enunciaciones. Se establece, además, un “abismo” entre el ente “temporal” y lo eterno “supratemporal”, y se intenta franquearlo. “Temporal” quiere decir en cada uno de estos casos tanto como siendo “en el tiempo”, una determinación que, a decir verdad, es bastante oscura. El hecho es que el tiempo, en el sentido del “estar en el tiempo”, sirve de criterio para la distinción de regiones del ser. Cómo llega el tiempo a esta particular función ontológica y, más aun, con qué derecho precisamente eso que llamamos el tiempo funciona como semejante criterio y, por último, acaso en este ingenuo uso ontológico del tiempo se expresa la auténtica relevancia ontológica que posiblemente le compete, son cosas que no han sido cuestionadas ni investigadas hasta ahora. El “tiempo” ha caído como “por sí mismo”, dentro del. horizonte de la comprensión vulgar, en esta “obvia” función ontológica, y en ella se ha mantenido hasta ahora.
En contraste con lo anterior, una vez elaborada la pregunta por el sentido del ser, deberá mostrarse, en base a ella, que y cómo la problemática central de toda ontología hunde sus raíces en el fenómeno del tiempo correctamente visto y explicitado.
Si el ser debe concebirse a partir del tiempo, y si los diferentes modos y derivados del ser sólo se vuelven efectivamente comprensibles en sus modificaciones y derivaciones cuando se los considera desde la perspectiva del tiempo, entonces quiere decir que el ser mismo —y no sólo el ente en cuanto está “en el tiempo”— se ha hecho visible en su carácter “temporal”. Pero, en tal caso, “temporal” no puede ya significar solamente “lo que está en el tiempo”. También lo “intemporal” y lo “supratemporal” es “temporal” en lo que respecta a su ser. Y esto, a su vez, no sólo en la forma de una privación frente a algo “temporal” en cuanto ente “en el tiempo”, sino en un sentido positivo, aunque todavía por aclarar. Como la expresión “temporal” se ocupa en el uso lingüístico prefilosófico y filosófico en la significación ya indicada, y como en las investigaciones que siguen la expresión será usada en una significación diferente, llamaremos a la determinación originaria del sentido del ser y de sus caracteres y modos, obtenida a partirdel tiempo, determinación temporaria [temporale Bestimmtheit]
La tarea ontológica fundamental de la interpretación del ser en cuanto tal incluye, pues, el desentrañamiento de la temporariedad del ser [Temporalität des Seins]. Sólo en la exposición de la problemática de la temporariedad se dará la respuesta concreta a la pregunta por el sentido del ser.
Puesto que el ser sólo es captable, en cada caso, desde la perspectiva del tiempo, la respuesta a la pregunta por el ser no puede consistir en una frase aislada y ciega. La respuesta será incomprensible si nos limitamos a la repetición de lo que en ella se dice en forma de proposición, especialmente si se la hace circular a la manera de un resultado que flota en el vacío y que sólo requiere ser registrado como un simple “punto de vista”, quizás discrepante de la manera usual de abordar las cosas. Si la respuesta es “nueva”, es algo que carece de importancia y no pasa de ser una pura exterioridad. Lo positivo en ella debe estar en que sea lo suficientemente antigua como para aprender a hacerse cargo de las posibilidades deparadas por los “antiguos”. El sentido más propio de la respuesta consiste en prescribir a la investigación ontológica concreta que dé comienzo a la interrogación investigante dentro del horizonte que habrá sido puesto al descubierto. La respuesta no da más que esto.
Por consiguiente, si la respuesta a la pregunta por el ser debe ofrecernos el hilo conductor para toda futura investigación, de allí se sigue que ella no podrá ser adecuada mientras no nos haga comprender el modo de ser específico de la ontología hecha hasta ahora y las vicisitudes de sus problemas, de sus hallazgos y fracasos, como algo necesariamente ligado al modo de ser del Dasein. p.28, El Ser y el Tiempo, Martin Heidegger.
Comenta -Darin McNabb, en su programa “La Ronda Filosofica”
El Ser y el Tiempo, como cualquier obra importante en filosofía, no se escribió en un vacío ni por mero capricho, sino que fue pensado y elaborado como respuesta a un problema. Si queremos entender el argumento que se plantea en este libro, tenemos que entender el problema al que responde.
Encontramos en esta reflexión una distinción muy básica con la que su investigación parte, una que Heidegger llama “la diferencia ontológica”, es decir, la diferencia entre el ser y el ente. Los dos no deben confundirse, “El ser de los entes”, dice Heidegger, “no ‘es’ él mismo un ente”.
“El ser es siempre el ser de un ente”. Si vamos a volver a la pregunta por el ser, tendrá que ser a través de la interrogación de un ente. Como veremos más adelante, ese ente somos tú y yo, cosa al que Heidegger se refiere con el término “Dasein”.
…se trata de plantear nuevamente no la pregunta por el ser sin más, sino la pregunta por el sentido del ser. Esta pequeña palabra “sentido” es de suma importancia. Es lo que toma de Husserl y lo que le distingue de Aristóteles y la tradición.
El ser y el tiempo, es formidable. Heidegger describe lo que hace en él como una ontología fundamental, un estudio sobre el ser que grosso modo pretende corregir 2,500 de nuestra mala interpretación de la realidad, una interpretación que ha convertido al Ser en mera naturaleza como un conjunto de cosas que pueden manipularse tecnológicamente. Aún cuando se apoye en Aristóteles, Kierkegaard, Husserl y otros, lo que Heidegger dice sobre el célebre Dasein, su modo de estar en el mundo y la temporalidad, es profundamente original y fascinante.
Otra cosa que explica el gran interés en Heidegger es la enorme influencia que tuvo. Aún cuando la tradición fenomenológica nazca con Husserl y tenga pensadores que la trabaje en términos husserlianos, Heidegger le dio una interpretación más pragmática y anti-cartesiana que inspiró a muchos fenomenólogos, principalmente a Merleau-Ponty. Las lecciones históricas que tomó de Dilthey le llevó a Heidegger a dar un giro interpretativo a la fenomenología, lo cual da inicio al campo que conocemos hoy en día como la hermenéutica representado por Gadamer, Ricoeur y otros. Y aun cuando en su Carta sobre el humanismo Heidegger negara o minimizara la interpretación existencialista de su obra maestra, llegó a consolidar una tradición que empezó con Kierkegaard y Nietzsche e influyó bastante en el desarrollo del existencialismo de Sartre. Y aunque Levinas no se cuente en esta tradición, fue precisamente la estructura existencialista de El ser y el tiempo la que le inspiró en buena parte a proponer una contra propuesta que constituye su particular y reconocida ética de la otreidad. Y si todo eso fuera poco, el pensamiento de Heidegger tuvo una influencia decisiva en el desarrollo del así llamado pos-estructuralismo, especialmente en la deconstrucción de Derrida y los análisis discursivos de Foucault. Foucault ha dicho:
“Para mí Heidegger siempre ha sido el filósofo esencial. . . Todo mi desarrollo filosófico fue determinado por mi lectura de Heidegger”. E incluso Jürgen Habermas ha dicho que El ser y el tiempo es “probablemente el giro más profundo en la filosofía alemana desde Hegel”.
El hecho de ser el maestro de estos grandes maestros convierte a Heidegger en una especie de súper maestro…“La Ronda Filosofica”