Una tormenta geomagnética espacial desatada por una erupción solar (eyección de masa coronal), como la que estalló la semana pasada, sólo encendió auroras y perturbó algunas comunicaciones radiales, pero los efectos se limitaron en gran medida a latitudes boreales. Esta vez el planeta estuvo bien protegido porque los campos magnéticos estaban alineados en paralelo, así que no ocurrió nada que lamentar, sin embargo, la situación ha causado preocupación en la comunidad científica debido a que el ciclo solar se dirige, en los próximos dos años, a un período de actividad más intensa.

La sociedad contemporánea, cada vez más dependiente de la tecnología electrónica, es mucho más vulnerable al clima espacial que cuando hubo el último período solar máximo. En esa época, sólo hubo apagones y cortes de las comunicaciones, sin embargo, si ocurriese una poderosa tormenta solar en nuestros días podría generar un caos mundial de consecuencias inimaginables.

Una erupción solar de gran intensidad, como ocurrió en 1859, ocasionaría una catástrofe en los sistemas de energía, los sistemas satelitales y equipos electrónicos. Esto impactaría la sincronización de las redes de telecomunicaciones; los sistemas de posicionamiento global (GPS) que son usados en la navegación, geolocalización y sincronización en tiempo real de redes de computadoras; además de la industria aeroespacial y la defensa, la televisión y radiodifusión digital, los servicios financieros y las agencias de gobierno, es decir, prácticamente todo el mundo moderno.

Gobiernos del orbe trabajan en estrategias de cooperación y transferencia de información de cara a la próxima tormenta solar, aunque no se puede anticipar cuándo sucederá ni de que magnitud será, sí se puede advertir las condiciones previas a una gran tormenta, con lo que se podría proteger al menos algunas redes eléctricas y sistemas electrónicos hasta que pase el peligro. Si al menos es posible salvar parte de la infraestructura, entonces los gobiernos y las compañías de electricidad y telecomunicaciones deberían inicar planes de comunicación y de acción, incluyendo simulacros, para aliviar las consecuencias en frente de un fenómeno solar de gran magnitud.