Month: diciembre 2008

Cinco guerras por delegación

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¿Qué intereses tienen las potencias en estos conflictos regionales?

Una guerra por delegación (proxy war, en inglés) es aquel conflicto donde una potencia utiliza a terceros actores (ya sean otros Estados, grupos guerrilleros u organizaciones terroristas) para defender sus intereses. Guerras como las de Siria o el Este de Ucrania han vuelto a la primera plana este concepto, históricamente vinculado a los enfrentamientos que se vivieron durante la Guerra Fría como Vietnam o Afganistán, donde la URSS y Estados Unidos utilizaron a diversos intermediarios para evitar una conflagración directa. En el mundo multipolar de hoy, vemos como las potencias regionales también recurren a estas proxy wars.

Las guerras de Oriente Medio: chiíes contra suníes

Un miliciano chií luchando en Irak. JM LOPEZ/AFP/Getty Images

Los conflictos en Siria, Irak y Yemen han reavivado las disputas entre estas dos ramas del islam. Más allá de los tintes sectarios, en realidad se trata de una pugna por el liderazgo regional entre Arabia Saudí (gran potencia suní) e Irán (el país referente para los chiíes).

Esta rivalidad se traduce en el apoyo a gobiernos y grupos armados amigos en los diferentes conflictos donde están en juego sus intereses. Por ejemplo, Teherán ha utilizado a las milicias chiíes y a la organización libanesa Hezbolá para reforzar a Bagdad y a Bashar al Assad, respectivamente. Mientras que los saudíes cuentan con grupos de rebeldes sirios afines y han justificado la intervención en Yemen para ayudar al gobierno reconocido internacionalmente de Abd Rabbuh Mansur.

Concretando los intereses de cada potencia, Irán sabe que para evitar su aislamiento en Oriente Medio debe contar con gobiernos amigos en Siria e Irak. Por eso no permitirá fácilmente la caída de Al Assad o un triunfo de Estado Islámico, o cualquier otro actor suní fuerte en territorio iraquí. Así seguirá manteniendo la influencia regional, en algunos lugares ejercida con actores como Hezbolá.

Por su parte, Arabia Saudí teme que Irán tenga influencia en los estados de la Península Arábiga, lo que terminaría por acorralarla. Por eso ha intervenido en Yemen, para evitar que los aliados hutíes de Teherán se hagan con el poder, y le proporcionen una base para futuras operaciones contra el reino saudí. Además, Riad también ve la mano de Irán detrás de la agitación de la población chií en sus problemas orientales o en otros -Estados vecinos como Bahréin (solo hay que recordar la intervención para sofocar la revuelta en 2011).

 

Ucrania y la contención de Rusia

El conflicto en el este de Ucrania ha recordado los tiempos de la Guerra Fría, aunque ha tenido más tintes regionales que globales. La anexión de Crimea y los combates en el Donbass ha puesto de manifiesto el desafío estratégico de Rusia para evitar que la Unión Europea y la OTAN se amplíen hacia el antiguo espacio soviético.

Mientras que el Kremlin ha actuado con determinación y ha utilizado las estrategias de guerra híbrida, combinando las operaciones encubiertas con la provocación militar en otros frentes como el Báltico o la presión económica, Occidente ha sido incapaz de conseguir la iniciativa en la crisis ucraniana. La acción más destacada de Estados Unidos y la UE han sido las sanciones que, junto a la caída de los precios de la energía, han puesto contra las cuerdas a la economía rusa.

Pero como apunta el investigador del Real Instituto Elcano, Félix Arteaga, estas sanciones le sirven al presidente ruso, Vladímir Putin, para justificar una agresión occidental contra Rusia, y así mantiene la cohesión interna.

Por su parte, los socios de la UE muestran una disparidad de opiniones sobre si mantener o no las sanciones, a medida que parece que los acuerdos de Minsk han detenido los grandes combates en el Donbass, y solo se producen esporádicas escaramuzas.

Ahora mismo, tras los acuerdos de Minsk de febrero, los combates en el este de Ucrania mantienen una relativa baja intensidad. Pero Putin puede dejar la situación en el Donbass en estado latente para reactivarla cuando le vuelva a interesar (si por ejemplo la OTAN o la UE intentan integrar a Ucrania), al estilo que hizo con Osetia del Sur.

 

La mano de India y Pakistán en el sur de Asia

Soldados paquistaníes hacen maniobra militares cerca de su frontera con India. S.S. MIRZA/AFP/Getty Images

Tras librar al menos cuatro guerras convencionales entre 1948 y 1999, India y Pakistán también utilizan a terceros en su rivalidad estratégica en escenarios como Cachemira, Afganistán o Baluchistán, con el objetivo de desestabilizar el contrincante y privarle de espacios de influencia.

Nueva Delhi ha responsabilizado periódicamente a Islamabad de utilizar a grupos terroristas islamistas como Laskhar e Taiba o Jaish e Mohammed para perpetrar grandes atentados como el que sufrió el Parlamento en Nueva Delhi en 2002 o los ataques contra hoteles de Mumbai en 2008. También ha culpado a Pakistán de ayudarles en sus continuos ataques contra las fuerzas de seguridad en Cachemira.

Tras unos años de tímidos gestos amistosos entre ambos países, el primer ministro indio, Narenda Modi, resucitó estas acusaciones el pasado mes de agosto, durante la conmemoración del 15 aniversario de la guerra del Kargil, y en un momento donde las escaramuzas entre tropas de ambos países en la frontera de Cachemira tuvieron un repunte.

Asimismo, ambos países han rivalizado en Afganistán, tal y como ha explicado ampliamente el célebre periodista Ahmed Rashid. India ha sido uno de los principales apoyos internacionales del anterior presidente afgano Hamid Karzai. Mientras que el ISI, los servicios secretos paquistaníes, apoyaron a algunas facciones de talibanes afganos, tal y como reconoció recientemente el ex dictador Pervez Musharraf. La llegada del nuevo presidente afgano, Ashraf Ghani, las relaciones entre Islamabad y Kabul han mejorado.

Por su parte, Pakistán ha acusado a India de apoyar al Ejército de Liberación de Baluchistán, un grupo que busca la secesión de esta parte del país. Aunque Islamabad nunca ha conseguido aportar pruebas concluyentes.

Libia, la contrarrevolución de la Primavera Árabe

El caos que ha seguido a la caída de Muamar Gadafi en Libia demuestra otra cara del enfrentamiento en el mundo musulmán. Aquí no se trata de la rivalidad sectaria entre chiíes y suníes, la mayoría de libios profesan esta última rama del islam.

En principio, se trata de un conflicto entre varias facciones: el gobierno de Tobruk (el internacionalmente reconocido), Amanecer Libio (una coalición de islamistas apoyados por los Hermanos Musulmanes), los salafistas de Ansar al Sharia, la rama del Estado Islámico en el país, y los tuaregs.

Pero más allá de este escenario inicial, y tal y como apunta Oxford Research Group, en Libia se está disputando una lucha entre los Estados que apoyan a los Hermanos Musulmanes y su visión de un islamismo político (Turquía y Qatar), y los países que quieren limitar los movimientos surgidos tras la Primavera Árabe y defiende el orden tradicional en el mundo árabe (Egipto, Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudí en un papel secundario respaldan al gobierno internacionalmente reconocido).

La implicación de potencias extranjeras llamó la atención en agosto de 2014, cuando aviones de Egipto y Emiratos Árabes Unidos (EAU) bombardearon el aeropuerto de Trípoli que había caído en manos de Amanecer Libio. Por su parte, Qatar, Turquía y Sudán sólo reconocen prestar apoyo financiero. Aunque varios barcos han sido interceptados transportando armas desde puertos turcos hacia Libia.

Sudán del Sur, el tablero de sus vecinos

Fuerzas de defensa ugandesas llevan a cabo ejercicios militares cerca de la frontera con Sudán del Sur. Peter Busomoke/AFP/Getty Images

Sudán del Sur, el país más joven del mundo, se vio afectado por el estallido de una guerra civil a finales de 2013 cuando apenas contaba con dos año de vida. Pronto, sus vecinos comenzaron a intervenir de manera más o menos directa, para así obtener una posición ventajosa en sus respectivas pugnas regionales.

Por un lado, Uganda acudió en apoyo del presidente Salva Kiir enviando tropas. En teoría protegían a sus conciudadanos atrapados en Sudán del Sur. Pero también defendían los importantes lazos económicos entre ambos Estados y de seguridad, evitando que el Ejército de Resistencia del Señor (grupo de extremista cristiano que combate al Gobierno ugandés desde 1987) consolidase sus bases en el país.

Tras la guerra entre Sudán y Sudán del Sur (1983-2005), Jartum ha mantenido una teórica neutralidad en el conflicto civil de su vecino, pero mira con preocupación la intervención ugandesa. Este país tienen tiene un largo historial de apoyo al Frente Revolucionario de Sudán (SRF, en sus siglas en inglés), amalgama de grupos opositores al régimen de Omar al Bashir que operan desde Sudán del Sur. Por lo que Jartum teme que este apoyo se intensifique, si se afianza la influencia de Uganda en su país vecino.

Por lo tanto, el gobierno de Sudán ha dado apoyo a la insurgencia en Sudán del Sur para desgastar a Uganda y evitar que el SRF tenga bases más estables, según el think tank International Crisis Group y otras fuentes. Pero esta actuación es encubierta, el presidente sudanés Al Bashir se ha presentado como una agente estabilizador impulsando negociaciones de paz.

Por otro lado, Eritrea y Etiopía han llevado también su rivalidad a Sudán del Sur. Adis Abeba quiere evitar un colapso del gobierno de Juba que afectaría a su seguridad. Teme que su rival esté apoyando los rebeldes de Sudán del Sur con el fin de utilizar al país como base para los grupos que luchan contra el Gobierno etíope, y a los que también respalda.

Una nueva OEA

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Andina

Desde su creación en 1948, la Organización de los Estados Americanos (OEA) ha sido considerada como el espacio de consolidación de una vieja idea de unión, diálogo y cooperación de los países del hemisferio en beneficio de intereses y valores comunes. Como entidad depositaria del derecho y la institucionalidad de las Américas, así como por su carácter de instancia articuladora de una larga cadena de organizaciones interamericanas creadas antes y después de la Carta de la Organización de los Estados Americanos suscrita en Bogotá, la OEA cuenta con logros muy importantes en su historia reciente.

En primer lugar, el Sistema Interamericano es responsable de dos instituciones centrales sin las cuales no puede entenderse el desarrollo progresivo de los derechos humanos en nuestra región: la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y la Corte Interamericana de Derechos Humanos. En segundo término, los países latinoamericanos y caribeños, en su vasta mayoría, han experimentado transiciones a la democracia y procesos de consolidación de la misma que difícilmente se explican sin el activo involucramiento de la OEA. Desde el Protocolo de Reformas a la Carta de la Organización de los Estados Americanos aprobado en Washington en 1992 —que tuvo como anexo por primera vez una cláusula democrática—, hasta la Carta Democrática Interamericana de 2001 —que fortaleció notablemente el compromiso democrático de la institución—, la OEA ha incorporado la promoción activa de la democracia a sus prioridades centrales. Por si fuera poco, desde 1962 la OEA ha desplegado más de 200 Misiones de Observación Electoral en 27 países del continente que han contribuido a mejorar de forma tecnológica, logística y normativa estos sistemas electorales.

Sin embargo, en este siglo la OEA ha recibido críticas importantes que no tienen que ver solamente con la exigencia de un menor protagonismo en la política regional, sino con su capacidad para hacer frente a una nueva agenda que prioriza los conflictos internos de algunos países en los que la defensa de la democracia representativa y la protección de los derechos humanos exige un nuevo nivel de compromiso político. Además, se le exige que sea decisiva para la superación de flagelos transnacionales que son cada vez más difíciles de enfrentar adecuadamente, como el deterioro del medio ambiente, los embates del crimen organizado y los efectos de la desigualdad.

A partir de la actual transición en la Secretaría General y la necesidad de implementar la nueva visión estratégica aprobada por la Asamblea General para una profunda reforma interna, se abre un nuevo espacio de oportunidad que los países miembros no podemos desaprovechar. Sin duda, la 45 Asamblea General del organismo, celebrada el 15 de junio de 2015 —la primera que condujo el uruguayo Luis Almagro y donde se eligieron a cuatro integrantes tanto de la Comisión Interamericana como de la Corte— puede ser un punto de inflexión en este sentido.

 

Transición y reforma: desafíos centrales

Poco tiempo después de la entrada en vigor de la Carta de la Organización de los Estados Americanos en 1951, comenzaron los primeros ensayos para reformarla. Por décadas, una corriente de opinión cree que la organización es demasiado cercana a Estados Unidos, mientras que otra corriente la ha considerado más bien comprometida con distintos bloques políticos. Unos y otros, sin embargo, han coincidido en que la Organización y sus mandatos deberían fortalecerse. Con otras características y nuevos énfasis, esta discusión central en la OEA sobrevive en gran medida por la irrupción en el escenario latinoamericano de otros mecanismos de diálogo y concertación que parecen disputarle un otrora irrefutable protagonismo. Por sí mismo este es un primer reto que deberá enfrentar la organización precisamente en el contexto actual de una transición que exige una reforma interna. No en balde el secretario Almagro ha insistido en la necesidad de crear instancias de coordinación periódicas entre la Secretaría General de la OEA y las secretarías pro témpore de otros organismos regionales como la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC), la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), el Sistema de Integración Centroamericana (SICA), entre otras. Se trata, en pocas palabras, de mantener a la OEA como un espacio único de interacción entre estas iniciativas y como un primus inter pares.

EFE

En el origen de este desafío, sin embargo, se asoma otro quizá de mayor envergadura. Se trata de la división geopolítica existente en el hemisferio que, de acuerdo con algunos expertos, explica el cuestionamiento y desinterés persistente, por razones distintas, de algunos países cruciales para el funcionamiento de la Organización. Este es el caso tanto de Bolivia, Ecuador y Venezuela, por un lado, como también de Brasil y Estados Unidos, por el otro. Recuperar el interés y la confianza en esta institución supone un trabajo político de alto nivel, pero también capacidades de liderazgo, creatividad y negociación sobresalientes. De ello depende también devolverle a la OEA su capacidad de concertación con todos los países de la región y, por ello, el regreso pleno de Cuba al organismo se antoja igualmente relevante. Como lo resumió el propio Almagro en su discurso de aceptación, se trata de “ponerle fin a fragmentaciones innecesarias” y de “hacer de la OEA un instrumento útil a los intereses de todos los americanos, sean ellos del centro, sur, norte o del Caribe”.

Un tercer reto de no menor importancia tiene que ver con la necesidad de fortalecer a la OEA donde cuenta con ventajas comparativas muy importantes frente otras instituciones o mecanismos regionales. Es claro, y así lo ha definido el propio Almagro en su programa de trabajo, que el diálogo político tiene que profundizarse para producir resultados tangibles en sus cuatro pilares: en materia democrática, de derechos humanos, de seguridad y de desarrollo integral. En este contexto, se enmarcan propuestas como la de crear un Sistema Interamericano de Prevención de Conflictos Sociales y la de conformar una Escuela de Gobierno para dotar al sector público y a la sociedad civil de herramientas para una administración pública eficiente y transparente.

A este reto y al de trabajar activamente en la agenda de nuevos desafíos transnacionales, responde también la propuesta de emprender una iniciativa regional para fortalecer la seguridad ciudadana con el fin de abordar las causas de raíz de la violencia que azota a numerosas sociedades latinoamericanas. Como afirman algunos analistas, en la medida en que las prioridades de la nueva Secretaría General se centren en estos rubros y no busquen abarcar otros donde no se ubican sus ventajas comparativas, la OEA mantendrá su naturaleza como espacio regional insustituible pero, sobre todo, podrá empezar a dar resultados concretos a la membresía.

En este mismo rubro, el desafío de revitalizar a la OEA pasa necesariamente por una revisión integral de la suficiencia de la Carta Democrática Interamericana para hacer frente a las necesidades de fortalecimiento de las instituciones democráticas en países donde se encuentran amenazadas por impulsos autoritarios y populistas. Esto supone también defender a las instituciones interamericanas de protección de los derechos humanos que se encuentran igualmente bajo el ataque de algunos países que parecieran buscar deliberadamente su debilitamiento. Corresponde a la OEA y a las distintas instancias del Sistema Interamericano ser más eficaces y expeditos en esta lucha. Además deberán promover que estos dejen de ser espacios de exclusiva interacción y diálogo entre gobiernos, para incluir plenamente a distintos sectores de la sociedad civil, los representantes de otros poderes, los partidos políticos de oposición, los medios de comunicación, los académicos, entre otros, para buscar respuestas y vías de superación de los conflictos internos más importantes.

No son menores tampoco los problemas administrativos que enfrenta la institución pues cuenta con un presupuesto magro tomando en cuenta los numerosos mandatos que desarrolla y los problemas que busca resolver. Por si esto fuera poco, la Organización presenta una grave ineficacia del sistema de cuotas que concentra en tan solo cuatro países el 98% de sus ingresos para su presupuesto y en el resto el 2%. Igualmente, existe una sistemática falta de coordinación entre la mayoría de las instituciones y las agencias que componen el Sistema Interamericano y la urgencia de implementar un plan que reduzca la burocratización excesiva, que señala el propio Almagro.

 

La visión estratégica y el futuro de la OEA

Mantener y mejorar todo aquello que abone al cumplimiento de los objetivos de la organización es la prioridad de la denominada visión estratégica, aprobada ya por la Asamblea General el año pasado, para guiar la reforma interna de la organización. En buena medida, el trabajo de adaptación del organismo a los retos del siglo XXI se guiará por esos lineamientos cuyo trabajo de conformación y negociación estuvo a cargo de un Grupo de Trabajo del Consejo Permanente encabezado por el embajador Emilio Rabasa, representante permanente de México ante la OEA. De acuerdo con esta visión estratégica, el trabajo debe encaminarse a garantizar que la organización mantenga su naturaleza como “foro hemisférico de carácter político compuesto por todos los países de las Américas que, por igual y de manera interdependiente, fortalece la democracia, promueve y protege los derechos humanos, impulsa el desarrollo integral y fomenta la seguridad multidimensional en favor del bienestar con justicia e inclusión social de los pueblos”.

En consecuencia, la Asamblea General ha encomendado al Consejo Permanente la labor de continuar desarrollando esta visión estratégica mediante la creación de un plan estratégico cuatrianual que busque propiciar la interacción armónica entre estos cuatro pilares bajo principios generales de fortalecimiento institucional y mejora administrativa de la gestión. Algunos de los objetivos más importantes tienen que ver con un nuevo impulso al fortalecimiento de la democracia y la consolidación del Estado de derecho en la región, la vigorización del sistema interamericano de promoción y la protección de los derechos humanos mediante el continuo desarrollo de estándares y mecanismos de verificación del cumplimiento por parte de los Estados miembros y el impulso al desarrollo humano con énfasis en la educación, la erradicación de la pobreza y la promoción de la inclusión social.

EFE

Es verdad que, como dice Jean Michel Arrighi en su obra más reciente sobre la OEA y el Derecho internacional, pedirle a la OEA que resuelva todos los males de las Américas es favorecer su desprestigio. Más bien, deberíamos pedirle que fortalezca su mandato en relación con el tejido normativo e institucional que ha servido, en efecto, para evitar conflictos, promover la paz y la seguridad hemisférica, fortalecer la democracia y los derechos humanos, combatir la corrupción y estimular la cooperación internacional. No obstante, corresponderá a Almagro devolver a la Organización la credibilidad como instancia privilegiada del diálogo y la cooperación hemisférica, contagiar a los países miembros del entusiasmo alrededor de la nueva visión estratégica y encabezar un esfuerzo de adaptación a las realidades del siglo XXI como precondiciones esenciales para este nuevo capítulo.

De alguna manera, lo ocurrido durante la 45 Asamblea General de la OEA convocada en torno al tema “Presente y Futuro de la OEA” demuestra la viabilidad de esta hoja de ruta. Por unanimidad, los países miembros aprobaron una resolución para la modernización y la reorganización del foro hemisférico que otorga facultades al Consejo Permanente para que autorice ajustes a la estructura del organismo a fin de adecuarla a la visión estratégica y superar sus vulnerabilidades financieras. Más aún, de acuerdo con declaraciones públicas del propio Almagro durante la pasada Asamblea, las prioridades de esta nueva Secretaría General estarán en situar al organismo a la vanguardia de otras organizaciones internacionales mediante una defensa renovada de los derechos humanos y la democracia, “sin dobles discursos ni dobles estándares” y mediante una agenda que otorgue “más derechos para más gente”. Mediante un nuevo liderazgo, una agenda reformista y una nueva atmósfera favorable a ciertos consensos, es probable que se esté conformando, precisamente 60 años después de su primera reforma convenida en 1965 en Río de Janeiro, el contexto idóneo para una nueva OEA

Refugiados: catástrofe humana

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La fatalidad de la guerra siria

AP

avatarDefault Marta Tawil Kuri

Julio 2015

A fuerza de rehusarse al diálogo y a las concesiones, que para él equivalen a renunciar a su poder y su autoridad, el presidente sirio Bashar al Assad ahora “gobierna” un país en ruinas. Después de 4 años de un ciclo de revuelta popular no armada, de represión indiscriminada y masiva, de insurrección armada, de guerra civil y de injerencia extranjera (por parte de Irán, Hezbolá, las petromonarquías del Golfo, yihadistas sunníes, etcétera.), el balance es escalofriante : 210 000 muertos —de los cuales 75 000 son civiles—, 130 000 “desaparecidos” —por la brutalidad de las fuerzas de seguridad del régimen—, 5 millones de desplazados al interior de Siria y 3.5 millones de refugiados fuera de las fronteras del país, que huyen hacia los vecinos inmediatos Irak, Jordania, Líbano y Turquía. Para entender mejor la dimensión de esta tragedia, hay que recordar que en 2011 la población siria se estimaba en alrededor de 23 millones de personas. Más aún, el régimen sirio también ha perdido el control de los pozos petrolíferos que antes de la guerra producían 380 000 barriles de crudo al día y reportaban el 25% de las exportaciones. El desempleo se disparó al 70% entre 2010 y 2014. En ese mismo periodo, el PIB ha pasado de los 60 000 millones de dólares a los 23 000. Las infraestructuras económicas de Siria han sido destruidas y sus sistemas de salud y educación están devastados.

En mayo de 2011 Europa decretó sanciones contra el régimen de al Assad, que endureció a partir de entonces. Pero, dado que Siria se encontraba ya bajo sanciones estadounidenses parciales desde 2003, las medidas comerciales y bancarias europeas solamente reforzaron los mecanismos que alimentan a las finanzas del régimen. Así, el contrabando con Líbano rápidamente reemplazó a las importaciones oficiales, lo que benefició financieramente a los servicios secretos que controlan su engranaje. Los bienes de las figuras del régimen fueron decomisados sin transparencia alguna. En consecuencia, las sanciones contribuyeron de manera perversa a debilitar a la oposición, haciendo la vida de la insurgencia mucho más difícil y dependiente de la ayuda externa.

Reuters / Benoit Tessier

En marzo de 2013, ante la ausencia de un mecanismo que evaluara el impacto de las sanciones aplicadas desde 2011, la Unión Europea decidió autorizar a la “coalición” de la oposición siria a vender petróleo bruto, lo que desató naturalmente luchas internas entre sus diferentes componentes armados para controlar los pozos. Esa decisión controvertida autorizaba igualmente a los miembros de la Unión Europea a comprar o extender su participación en las empresas en Siria involucradas en el sector de la industria petrolera, de exploración, producción o refinación.

Además de la ayuda que ha recibido, al Assad tiene una alta tolerancia a la brutalidad y nada sugiere que ha dejado de ser un actor racional. La realidad desafortunada es que, ante la falta de una amenaza de acción política y militar externa creíble, el Presidente sirio no ha tenido un incentivo real para detener la masacre de su población. Más aún, las repercusiones para el entorno de Siria y de la seguridad internacional son graves.

Consecuencias del desastre

La dimensión regional de esta tragedia confirma sin duda la importancia de la geopolítica y el motivo por el que resulta tan difícil a los gobiernos vecinos disociarse de los acontecimientos en Siria. Tomemos simplemente el caso libanés. Muchos esperaban que Líbano aprovechara las manifestaciones que comenzaron en Siria en marzo de 2011 para consolidar la independencia que recuperó en 2005. Sin embargo, la política de neutralidad libanesa no ha logrado proteger al país de la crisis siria, especialmente mientras esta se convierte en una crisis regional. Su problema se explica por el tamaño y la posición geográfica de Líbano, así como por las características de su sistema político, definido en el Pacto Nacional de 1943, que hacen a este pequeño y dividido país depender del exterior.

Al analizar el proceso de contagio, uno encuentra una variedad de vínculos antiguos, intereses sólidos y redes activas entre ambas entidades que perduran no obstante la separación que Francia, la potencia mandataria, creara en 1920. Los problemas son múltiples: la porosidad de la frontera sirio-libanesa, los costos y beneficios económicos de que implica la crisis siria para Líbano y su pretensión de distinguirse del autoritarismo de países vecinos, en particular del régimen baasista de Siria, así como el papel que se espera que desempeñe el ejército libanés para defender la unidad del país.

Amnistía Internacional

Cuando Azraq —uno de los campos de recepción de refugiados sirios con capacidad para 130 000 personas— abrió sus puertas en abril de 2014 en el desierto de Jordania el gobierno jordano y la Organización de las Naciones Unidas (ONU) anunciaron que se convertiría en uno de los campos de refugiados más poblados del mundo. Un año después, este se encuentra prácticamente vacío, con apenas cerca de 19 000 refugiados. Las hirvientes temperaturas del verano, los recurrentes problemas de electricidad y los desorbitados precios de los alimentos han alejado a los sirios. A pesar de los esfuerzos de agencias internacionales y de organismos no gubernamentales, la mayoría de los 1.4 millones de refugiados sirios en Jordania —630 000 de los cuales tiene registrados la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR)— prefieren buscar suerte en áreas urbanas que en campos de refugiados.

Ninguna potencia ha realmente ejercido presión para que aumente la ayuda a los países receptores de refugiados. Turquía ha tenido una de las respuestas más organizadas si se le compara con la de los otros países receptores de refugiados sirios, pero la situación en el terreno terminó por superar las capacidades de Ankara. Esta no ha podido evitar los costos sociales, políticos y económicos de la llegada masiva de refugiados. La ayuda financiera y logística internacional es vital para que Turquía y otros Estados puedan lidiar con este continuo flujo de sirios que buscan escapar de la violencia en su país. Lamentablemente, hasta ahora el apoyo internacional ha llegado a cuentagotas, como en su momento lo pudieron constatar con grandes aprietos los gobiernos de Jordania y Siria ante la llegada masiva de refugiados iraquíes a sus territorios, luego de la invasión y ocupación estadounidense de 2003.

También países del norte de África como Egipto y Túnez viven las secuelas de la guerra siria. Este conflicto se ha prolongado porque las fuerzas revolucionarias sirias desde el inicio tuvieron no solo que enfrentar la barbarie del régimen, sino también se vieron en la necesidad de deshacer los nudos de injerencias y alianzas extranjeras del régimen del Baath, en los que se cuentan involucradas también las potencias occidentales.

Si bien es cierto que el factor geopolítico es ineludible para explicar la evolución de la crisis siria, la dimensión humana no debe aparecer en segundo plano, y, sin embargo, así ocurre. La obsesión por los juegos de poder en el plano geopolítico para explicar estas crisis se ha vuelto fácilmente propaganda e instrumento de política interna y exterior de Siria así como de actores regionales e internacionales. El aturdimiento de los medios de comunicación, la inmovilidad de las instituciones internacionales, los organismos regionales y los gobiernos, han contribuido a alejar las miradas de los analistas y de la opinión pública en general de la dimensión humana de esta tragedia, de la cual las grandes olas de desplazados cuentan una de las historias más fatales.

Impunidad digital en la era del narco

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FAL / Karla González Esquinca

 

Foreign Affairs Latinoamérica – ¿Qué son los narcojuniors?

José Luis Montenegro – Cada día le añado nuevos elementos a la definición de “narcojunior”. En general, es un grupo de personajes, de menos de 35 años, que están incursionando en el mercado de las drogas mediante el liderazgo de las cúpulas de los cárteles, pero por medio de la herencia. Hay que recordar que, en el caso del cártel de Sinaloa, es un negocio familiar, es una dinastía que ha operado durante muchos años en México y que tiene el control territorial de por lo menos 19 de los 32 estados. En ese sentido, los narcojuniors son chavos que quieren adquirir más poder dentro de la organización, posicionándose en el mercado de la venta de drogas, para convertirse en piezas clave del negocio. Además, como el cártel de Sinaloa está incursionando en regiones como África y el norte de Europa, están adquiriendo una mejor preparación, incluso algunos con estudios en Administración de Empresas y Negocios Internacionales, para poder tener un mayor control de los negocios ilícitos. En síntesis, podríamos decir que estos son los narcojuniors.

FAL – ¿Por qué escribir sobre ellos ahora que todavía no tienen posiciones cupulares dentro de las organizaciones criminales?

JLM – Porque se van a empoderar más. Hay que partir de la idea de que Jesús Alfredo, Iván Archivaldo y Giselle Guzmán Salazar, los 3 hijos de Joaquín El Chapo Guzmán, así como Ovidio Guzmán López, son individuos que están en una posición privilegiada, pues saben que tienen un imperio detrás y que no les va a hacer falta nada, por toda la gente que trabaja para su “papi”. Sin duda, esto los respalda.

Además, es necesario hablar de los narcojuniors porque son personas que están a la vista de todos, principalmente en las redes sociales. Utilizan Twitter, Facebook e Instagram, y  rifan camionetas para ganar seguidores o para generar simpatía con su núcleo de seguidores. También publican imágenes en las que exhiben sus lujos, sus armas y a sus mujeres, incluso publican fotografías de mujeres a las que les firman los glúteos con el nombre de “Guzmán Salazar” para imponer su poder.

Tenemos a este tipo de personajes que se están empoderando a la vista de todos y nadie quiere hacer caso de que están ahí. Aun cuando en México existe una ciberpolicía que dice estar tan preparada, no los han capturado. Incluso, estos narcotraficantes utilizan las plataformas digitales para intercambiar sus números de radio y hasta sus ubicaciones, y no pasa nada. Sin duda, nos encontramos con la impunidad, pero ahora de manera digital.

FAL – Aseguras que los hijos de estos grandes capos cuentan con el respaldo no solo de los papás, sino de toda la organización criminal. ¿Esto significa que, por el simple hecho de ser hijos de quienes son, su destino está marcado? ¿El apellido les impone?

JLM – Me gustaría saber si a alguno de ellos no le gusta el dinero, porque ellos han demostrado que sí, al grado de que algunos incursionan en el mercado de las drogas desde chiquitos. Por ejemplo, creo queEl Chapo Guzmán, cuando tenía 5 o 6 años, era llevado a la sierra de Badiraguato, Sinaloa, para trabajar en la pizca de amapola y de marihuana. Desgraciadamente, no he visto o no se conoce la historia del hijo de algún narcotraficante que se haya convertido en empresario. Entonces, si tienes al alcance esa zona de confort para no salir del narcotráfico, pues qué más da. Al contrario, eso es lo que te da poder, mujeres, lujos y la oportunidad de exhibirlos en las redes sociales.

Sin embargo, a pesar de que se exhiben, de alguna manera siguen en el anonimato. Según ellos tratan de imponer el terror por medio de la exposición mediática que generan en sus redes sociales. Siempre recuerdo las palabras de Pablo Escobar: prefiero una tumba en Colombia que una cárcel en Estados Unidos. Escobar le tenía miedo a la extradición y creo que los narcotraficantes mexicanos prefieren vivir 10 años como reyes a vivir 100 años como esclavos. En este momento han de estar tomando un Buchanan´s y han de estar departiendo con 3 o 4 mujeres, y no creo que quieran dejar de hacerlo. Justo esto es lo que busco con Narcojuniors: retratar la esencia de los hijos de los grandes capos por medio de este despilfarro.

Además, el exhibirse de esta manera, es una burla porque, si bien están presentes en las redes sociales, ¿por qué no los han atrapado? Tenemos en el mundo a organizaciones tan poderosas que pueden filtrar información y saber de qué estamos hablando en este mismo momento, pero a ellos no pueden ubicarlos y detenerlos.

FAL / Karla González Esquinca

FAL – Hablas de este estereotipo del narcotraficante, rodeado de lujos, mujeres y excesos, que ellos mismos han creado y que tiene cada vez mayor auge y aceptación no solo en México, sino también en Centroamérica, en Sudamérica y en Estados Unidos. En ese sentido, ¿qué efecto tiene la narcocultura para que esta imagen se extienda cada vez más?

JLM – Quise iniciar cada capítulo de mi libro con un fragmento de algún narcocorrido que, dicho de paso, son horriblemente pegajosos. En lugar de pensar que estas canciones hablan, por ejemplo, de Dámaso López Núñez —el nuevo heredero del poder criminal del cartel de Sinaloa—, son tan pegajosas que se hacen muy populares, al grado de que Dámaso, la canción de Gerardo Ortiz, ganó un Premio Lo Nuestro. Esto nos muestra que la narcocultura sigue penetrando los núcleos sociales, sobre todo en México, porque se ve como algo válido.

Por otra parte, si vemos en la televisión la serie de El Señor de los Cielos, la gente se entusiasma porque al personaje principal no le pasa nada y, aunque al final se vaya a morir, tuvo lujos y mujeres, construyó una que otra escuela y algunas casas, y eso lo convierte en héroe. En ese sentido, venden la idea de que este sujeto triunfó sin necesidad de estudiar para fundar algún negocio y la gente termina diciendo “prefiero tener 30 mujeres, 5 carros y matar a 10 cabrones que tener que sacrificarme toda la vida”.

FAL – En ese sentido, ¿consideras que Narcojuniors. Los herederos del poder criminal forma parte de la narcocultura?

JLM – Me decían que sin la apología del narco, sin que la narcocultura esté tan incrustada en México, mi libro no serviría. Esto es verdad, pero también es una forma de ver cómo estos personajes se han ido empoderando. Por otro lado, aunque el libro genere morbo, también espero que genere conciencia de que tan presentes están en nuestra sociedad y en las plataformas que utilizamos para exigir que se detengan.

No se trata de que seamos explosivos, pero es contenido que no debería estar en las redes, porque sí existe una regulación. Por ejemplo, en Facebook te pueden bloquear una foto porque sales en un traje de baño sugerente o material que es considerado como pornografía infantil, pero lo que suben los narcojuniors no lo bloquean. Entonces las plataformas también tienen algo de hipocresía porque no ven bien los contenidos que estos personajes están publicando. No es necesario llegar al extremo de China donde se bloquea por un problema de libertad de expresión, pero si es necesario que sean congruentes.

Si bien el libro pertenece también a esta narcocultura, al grado de que pueda fomentar de manera directa o indirecta las actividades criminales de los narcojuniors, el verdadero objetivo es exponer para prevenir. Este libro es una demanda social de algo que nos está haciendo tanto daño y que vemos con el número de muertos y de desaparecidos en esta  guerra contra el narcotráfico.

FAL – Investigar temas sobre narcotráfico y tener contacto directo con los líderes de los cárteles es complicado o casi imposible. Con un método innovador, te acercaste a estos personajes por medio de sus cuentas de Twitter para entrevistarlos y conocerlos mejor. Sin embargo, al ocultarse detrás de una red social, ¿cómo se puede corroborar la veracidad, no solo de la información, sino del interlocutor?

JLM – Yo decía en broma que es muy difícil que si El Chapo tuviera una cuenta de Twitter se la verificaran como a Lady Gaga o a Britney Spears. Por este motivo es que utilicé tres métodos para cerciorarme de que las cuentas eran reales. El primero consistí en saber la temporalidad de la cuentas. Muchas se manejaban a partir de 2010 y aún siguen activas, y veía qué tanta actividad tenían y en qué periodos.

El segundo era la geolocalización. Estos sujetos no son tan inteligentes como parecen porque subieron fotografías de ellos en fiestas en Las Vegas, Nevada, y activaban la ubicación —o se les activaba pordefault— y en el tuit se marcaba justo el lugar en el que se encontraban. Parecía una broma de mal gusto, porque no ves pistolas en un hotel como el MGM Grand de Las Vegas, durante la pelea de Saúl El Canelo Álvarez contra Floyd Mayweather, donde se encontraban estos personajes y hasta se tomaban fotos con el boxeador mexicano. Además, muchos tuiteaban desde Baja California, Durango, Chihuahua o Sinaloa, estados donde opera el cártel de Sinaloa.

El tercer filtro para verificar la autenticidad de los perfiles era la vinculación de las cuentas. Por ejemplo, si José Rodrigo Aréchiga Gamboa, El Chino Antrax, publicaba una imagen en Instagram y se publicaba al mismo tiempo en Twitter y en Facebook, entonces tenía vinculadas todas sus cuentas y los demás usuarios tenían acceso a ellas. Además, era como una red que se extendía entre los capos: publicaban comentarios, fotografías, números de radio, y todo en tiempo real. Incluso sus publicaciones coincidían con noticias que se reportaban en ese preciso momento.

Otro ejemplo se dio durante una fiesta organizada para celebrar que Rafael Caro Quintero había salido de la cárcel. En esa ocasión, Eliseo Castro, El Imperial, uno de los socios de Ismael El Mayo Zambada, publicó en su cuenta de Twitter (@Cheyooeliseo) una fotografía con los hijos de El Chapo Guzmán, acompañada del mensaje “fiesta privada con los Caro y Guzmán Imperial”. Y no solo publican las imágenes, sino que también se triangulan las cuentas. Entonces, esos tres factores —la vinculación de las cuentas por medio de Twitter, Instagram y Facebook, la temporalidad de las mismas, que se abrieron entre 2010 y 2015, y la geolocalización de los mensajes— me llevaron a dar con estos personajes que culminaron en entrevistas.

Twitter

FAL – Si son personajes que tienen tantos seguidores en las redes sociales, como Jesús Alfredo Guzmán que en su cuenta de Twitter (@AlfreditoGuzma) tiene más de 126 000 seguidores, y además son protagonistas de corridos y son admirados por un cada vez más amplio sector de la sociedad, ¿por qué afirmas que “no se esconden de nadie, más bien nadie los quiere ver”? ¿Por qué no hemos querido verlos?

JLM – Es un hecho que estos personajes están muy presentes en tu colonia, en tu municipio, en tu estado, y son los que podrían dictar quién va a ser el próximo presidente, como ocurrió en una localidad de Sinaloa, donde se postuló un narcotraficante y, como José López Portillo, fue electo porque era el único candidato. Entonces, nadie los quiere ver porque hay pactos, porque todo se maneja por medio de la misma corrupción ancestral que impera en este país. Sin duda, mientras el narcotráfico siga dejando esa derrama económica, los alcaldes, los presidentes municipales, los gobernadores y todos sus achichincles, van  a hacer como que no los ven.

FAL – ¿Por qué si son tan visibles, si presumen sus viajes, sus reuniones y sus ubicaciones incluso en el extranjero, no se utiliza esta información para capturarlos, sobre todo cuando se encuentran fuera de México? ¿Qué tan difícil sería valerse de estas mismas redes sociales, que ellos mismos utilizan para la ostentación, para capturarlos?

JLM – Sin duda, las autoridades internacionales deberían de actuar, porque si no actúan son cómplices, no hay de otra. Esto también afecta a Estados Unidos, porque tampoco allá los han atrapado, pues también ahí hay un negocio que mantener. No creo que solamente México sea corrupto: también existen otros países que los están auspiciando. En ese sentido, no puedo creer que Estados Unidos sea el país que demanda la droga en el mundo y que no haya detenciones de grandes capos en su territorio. También, creo que es un juego de tensiones: si el elemento ya no te sirve, si está haciendo mucho ruido y afecta los negocios, entonces actúo. En el caso particular de México, al principio del libro narro que si bien no se ha monopolizado el poder de las drogas, con el regreso del Partido Revolucionario Institucional (PRI) al poder, por lo menos sí va a existir un reacomodo en las células criminales y ya lo estamos viendo. Están debilitando a todas las células, menos al cártel de Sinaloa. ¿Por qué? Esa es la pregunta.

FAL – En este panorama político y dentro de las mismas organizaciones criminales, ¿qué significa la fuga de El Chapo del penal del Altiplano?

JLM – Significa que el aparato del Estado no funciona porque está coartado en todas sus ramas por el narcotráfico, principalmente por el cártel de Sinaloa. La fuga de El Chapo, con todos sus dimes y diretes, no refleja más que una complicidad compartida, más que una omisión gubernamental. Además, demuestras la contrainteligencia criminal que se puso en práctica desde la detención de Guzmán, como lo indican los recientes documentos de la Agencia Antidrogas de Estados Unidos (DEA), al preparar un plan de rescate en complicidad con las autoridades, el cual estuvo a cargo de Ismael El Mayo Zambada y demás operadores del cártel, específicamente los dos hijos más fuertes y dominantes dentro de esta célula criminal, a los que yo denomino en mi libro los narcojuniors: Iván Archivaldo y Jesús Alfredo Guzmán Salazar. Al final, esto resultó ser una burla, una cachetada con guante blanco al gobierno mexicano.

Considero que ahora va a ser muy difícil que logren recapturarlo porque, incluso, no sabemos si la primera captura fue real. Además, continúan las inconsistencias en el caso. La Procuradora General de la República, Arely Gómez, presentó una fotografía donde se observa a El Chapo Guzmán rapado, sin barba y sin bigote, mientras que en el video mostrado en el Comité Nacional de Seguridad, vemos a unChapo Guzmán con el cabello crecido, gozando de libertad absolutas, con un aparato que se presume es una tableta. Estas contradicciones muestran las deficiencias del sistema y, sin duda, demuestran que no se preparó bien el guion. Vemos a un Estado deficiente que no mostró que se haya encargado eficientemente de la recaptura del capo. Sin duda, esta complicidad endémica, de años, de generaciones, solamente ha cambiado de rostro y demuestra que con el regreso del PRI, ya no se puede controlar al narcotráfico mexicano.

FAL – Previo a la fuga de El Chapo e incluso después de que se diera a conocer la noticia, en las cuentas de de sus hijos aparecieron algunos tuits que hacían referencia a este hecho ¿cómo podemos interpretar estos mensajes en las redes sociales?

JLM – Es un mensaje de victoria, porque ganaron nuevamente la partida: van 2-0 contra el Estado mexicano. No me explico toda esta parafernalia de que el Estado se sienta orgulloso y exhiba a los capos como un logro y con el mensaje de “Mover a México” que, dicho de paso, nunca se supo en qué dirección Enrique Peña Nieto quería mover a México, seguramente al despeñadero, como algunos han dicho. Una vez más, la actividad de los narcojuniors se exhibe en Twitter. Incluso, se documentó en las redes que, al día siguiente de la fuga de El Chapo, se hizo una fiesta en Culiacán, Sinaloa, a la que asistieron Dámaso López Núñez, El Mini Licenciado, junto con su primo Mario López, El Liebre, y otros elementos de la escuela de Dámaso y del Virus, es decir, células criminales del cártel de Sinaloa que tiene presencia en el llamado “triángulo dorado” del narcotráfico (Chihuahua, Durango y Sinaloa). La pregunta es por qué no se han investigado esas cuentas (en redes sociales), por qué teniendo tanta información a la mano no se ha querido atrapar a los capos y acabar con esta plaga.

Por ejemplo, Graciela Torres, hija de José Manuel Torres Félix, El Ondeado, publicó que se había desaparecido un rato de las redes sociales porque “se peló El Chapo”, pero aseguró que “tenemos Chapo todavía para rato”. Sin duda, hubo un plan, una estrategia detrás de toda esta fuga y si no existió un plan, ya se venía venir por los tuits, como el de Iván Archivaldo, en el que se leía “todo llega para el que sabe esperar”. Entonces, como documento en mi libro, hay 75 cuentas de miembros del cártel de Sinaloa que operan en tiempo real y no se hace nada. En la década de 1990 existían métodos de investigación para investigar y frenar el tráfico de drogas en avionetas, ¿dónde carajos está esa inteligencia que antes se tenía? Ya se rebasó al Estado, es una burla… es el regreso del PRI.

FAL / Karla González Esquinca

El futuro de la población peruana 2050

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Luego de un siglo caracterizado por un rápido crecimiento de la población (de menos de 10 millones en 1950 a más de 31 millones en 2015), las próximas décadas serán testigo de una nueva dinámica poblacional caracterizada por:

a) La población total continuaría creciendo, aunque a tasas menores a las de las décadas pasadas, hasta superar los 40 millones de habitantes para el año 2050. El incremento absoluto sería de casi 9 millones de personas entre hoy y esa fecha, lo que es equivalente a toda la población que tenía el país en 1960. En tan solo los próximos 5 años (al 2020), la población aumentará en más de 1.7 millones de habitantes (ver cuadro). Por lo tanto, el reto del crecimiento poblacional aún no ha concluido. Se necesitarán más viviendas, más servicios de salud de mayor complejidad, más y mejor transporte colectivo y, sobre todo, más y mejores empleos así como expandir los servicios de protección para los adultos mayores.cuadro 1 aramburu
b) Se proyectan cambios significativos en la composición por edad, en especial el envejecimiento de la población, pues la tasa de crecimiento de la población de 60 y más años supera a la de los otros grupos de edad. De hecho, los grupos más jóvenes empiezan a mostrar tasas de crecimiento negativas.
c) Disminución de la población infantil y de menores. Por vez primera en más de 100 años, la población infantil será menor en términos absolutos y relativos: 170 mil menores de 15 años en los próximos 5 años y más de 1.26 millones entre 2015 y 2050. En consecuencia, el peso relativo de ambos grupos de edad en la población total se reducirá de más del 9% al 6% en la cohorte de 0-4 años y de casi el 19% a poco más del 12% para la de 5-14 años. Esta tendencia tiene importantes implicancias para las políticas de salud materno-infantil, y educación inicial y básica, pues hace posible que hayamayores recursos por habitante.
d) La población adolescente y joven (15-29 años) aumentará en unas 106 mil personas para 2020, por ello el reto inmediato es mejorar la relevancia de la educación superior y políticas, así como programas de fomento del empleo de calidad para aprovechar el bono demográfico, cuyo pico se alcanzará en unos 5 o 6 años más. Luego la población joven irá disminuyendo por efecto del envejecimiento debido a la reducción de la fecundidad, que empezó en la década de 1970. Para el período considerado, se observa una disminución neta de 481 mil jóvenes entre 2015 y 2050. Su peso relativo descenderá de casi el 27% a menos del 20% en todo el período considerado.
e) La población adulta joven (30-44 años) y la adulta (45-59 años), en especial esta última, serán las de mayor crecimiento absoluto: 481 mil personas y 1.545 millones de personas respectivamente en todo el período analizado. En los próximos 5 años, la cohorte con mayor crecimiento absoluto (más de 600 mil personas) será la de los adultos entre 45 y 59 años. Es clave para el desarrollo del país que esta población cuente con condiciones adecuadas de empleo formal y de vida para poder sostener el inminente proceso de envejecimiento que experimentaremos hacia el 2050.
f) El cambio más notable, especialmente a largo plazo, seguirá siendo el envejecimiento rápido de la población (ver gráfico). Los mayores de 60 años, que en 2015 apenas superan los 3 millones, llegarán a ser más de 8.7 millones en 2050: un aumento absoluto de más de 5.7 millones en los próximos 35 años, casi el triple. Su peso relativo crecerá de menos del 10% a casi el 22% de la población total. Afrontar este enorme reto supone empezar desde hoy a mejorar la salud preventiva, desarrollar y ampliar sistemas de pensiones no contributivas y semicontributivas, y formalizar el empleo para contar con los recursos para el sistema previsional futuro, empezando por quienes hoy son jóvenes. Cabe señalar que el 66% de los adultos mayores (AM) pobres viven en el medio rural, 63% de estos dependen de sus ingresos laborales y 93% de los AM pobres no cuentan con pensión de jubilación . Los costos de no hacerlo pueden empezar a contrarrestar los progresos que ha alcanzado el país en las últimas décadas.

priamide envejecimiento

Ene-amigos o las nuevas reglas de la geopolítica

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Un periódico iraní muestra el primer contacto entre Barack Obama y Hasan Rohaní (Behrouz Mehri/AFP/Getty Images).

En la campaña por las presidenciales estadounidenses de 2008, el candidato republicano John McCain fue grabado en un pequeño mitin gastando una broma que le costaría varios puntos en las encuestas y un rapapolvo en los informativos. En el vídeo se veía a uno de los participantes preguntarle sobre cómo reaccionar a la hostilidad del régimen iraní. McCain respondía en tono jocoso: “¿Se acuerdan de esa canción de los Beach Boys? ¡Pues igual! ¡Bomb, bomb, bomb… bomb, bomb Iran!”. El asunto generó la comprensible polémica, pero en realidad la broma no era nueva: existen al menos un par de versiones de la canción de los Beach Boys, como la de Barbara Ann con la que McCain entonó la frase.

Las relaciones entre Washington y Teherán han sido unas de las más crudas de la Historia reciente universal. Estados Unidos apoyó sin ambages al ex dictador Mohamed Reza Pahleví, el Sha de Persia. Apoyó también a Irak en su guerra contra Irán. Más recientemente, EE UU e Irán están enfrentados por un programa nuclear que Teherán jura que es civil y Washington está seguro de que es militar. Israel, el eterno aliado de los estadounidenses, ha tratado por todos los medios de que se bombardeara a su incómodo vecino. Los servicios de inteligencia de ambos países han perpetrado el mayor ciberataque de la Historia militar para inutilizar la planta de procesamiento de uranio iraní de Natanz.

La situación es tan mala que ni siquiera ninguno de ellos cuentan con embajadas en los países respectivos. Irán tramita sus intereses en una sección de la embajada paquistaní en Washington y Estados Unidos lo hace con la sección de negocios de Suiza en Teherán. El Gobierno estadounidense somete al iraní a un embargo comercial. Ha impuesto sanciones por valor de 9.000 millones de dólares (unos 7.000 millones de euros) al banco francés BNP Paribas por violar estas y otras similares. George Bush hijo colocó a la teocracia iraní en el “Eje del Mal”.

Dicho de otra manera: Estados Unidos e Irán son todo lo enemigos que se puede ser sin llegar a las manos

Precisamente por eso, ha sorprendido tanto la noticia sobre la presunta disposición del líder supremo iraní, el Ayatolá Alí Jamenei, para permitir una cooperación directa con Estados Unidos como parte de la lucha contra el Estado Islámico en el norte de Irak. Según el servicio en persa de la cadena británica BBC “Jamenei ha autorizado a su máximo jefe militar para coordinar operaciones con fuerzas estadounidenses, iraquíes y kurdas”. Cita a fuentes no identificadas en Teherán, que podría ser el propio general Qasem Soleimani, líder de la unidad de élite de los Guardianes de la Revolución. Ya se habrían producido de hecho reuniones a cuatro bandas en el Kurdistán iraquí.

Pero es que además, por sorpresa, el presidente iraní, Hasan Rohaní, se ha reunido con el primer ministro británico David Cameron. Se trata de la primera vez que se produce una reunión a ese nivel desde 1979. ¿De qué hablaron? De la lucha contra Estado Islámico. El grupo terrorista ha catalizado un deshielo sin precedentes entre Londres y Teherán.

Son sólo algunos de los últimos exponentes de una serie de cambios geopolíticos tan profundos que están redibujando, o a menudo desdibujando, las amistades y enemistades forjadas en las últimas décadas. En el centro de todo, como una veta que está acercando a antiguos enemigos en la región, está el Estado Islámico y el Frente al Nusra.

El enfrentamiento contra el Estado Islámico ha acercado a Irán y a Estados Unidos; a Irán y Arabia Saudí; y ha hecho que, de pasada, los intereses de Washington y Damasco se vean alineados en la aniquilación del grupo que quiere luchar también contra Bashar al Assad. El tablero geopolítico global se está llenando de nuevos ene-amigos, esos que parecen amigos en su lucha contra terceros adversarios.

Irán y Estados Unidos se llevan mal, pero odian más a Estado Islámico.

El presidente Hasan Rohaní ya ha negado la autenticidad de la noticia sobre su presunto permiso para negociar con Estados Unidos un frente común contra el Estado Islámico. Asegura que Washington le pidió colaboración, pero ellos se negaron. Sin embargo, la BBC mantiene su autenticidad. Incluso si fuera cierta, las autoridades no podrían admitirlas en público. Por eso la mayoría de los analistas le dan veracidad, sobre todo si se tiene en cuenta la liberación del sitio de la ciudad iraquí de Amerli tras mes y medio de acoso por parte del Estado Islámico.

Se ha producido por la suma de la ayuda estratégica y militar iraní y los bombardeos estadounidenses. Al menos cuatro grupos chiíes han luchado en los “75 días de Amerli”. Están ligados o bien con las poderosas milicias clandestinas Al Quds, relacionadas con la Guardia Revolucionaria, o bien al poderoso clérigo chií bagdadí Muqtada al Sader. Los Cuerpos Bader, por ejemplo, son una milicia chií establecida por Irán para luchar contra el las fuerzas de Sadam Hussein en los 80. Así, treinta años después, se da la circunstancia de que las fuerzas enemigas de Irak, aliado de Washington, ahora reciben apoyo del Ejército estadounidense bombardeando desde el aire.

Teherán considera al Estado Islámico como un grupo hereje, y a la inversa. Pero es que además Irak se ha convertido en un aliado de Irán tras la invasión del Ejército estadounidense en 2003. El nuevo primer ministro, por ejemplo, es un islamista chií, Haider al Abadi. El anterior, Nuri al Maliki, también era chií. En general, el poder en Bagdad, apoyado por Washington, es chií. Es el cambio de fondo más importante en la región en décadas, y está realmente detrás de gran parte de lo que ocurre. Es la gran ironía de la invasión iraquí: el resultado para Estados Unidos ha sido aumentar el área de influencia en la zona de uno de sus enemigo: Irán. Ahora ene-amigo.

El Estado Islámico ha llenado el vacío de poder en Irak y Siria

Para encontrar el origen y las implicaciones de la presencia de los yihadistas suníes en la región hay que hacer un alto para revisar la historia reciente y la fundacional del chiísmo y del sunismo.

Hasta la invasión y destrucción del sistema imperante en Irak, el esquema étnico se mantenía en equilibrio por el enfrentamiento entre el arco chií y los países suníes.

De un lado estaba Irán apoyando a regímenes como el de Bashar al Assad en Siria y a Hezbolá en Líbano, al que se sumaban la mayoría de los musulmanes practicantes iraquíes, sometidos a la dictadura suní. Formaban el llamado “arco chií”. Del otro, la mayoría del mundo musulmán (tres de cada cuatro): el frente suní liderado por Arabia Saudí y al que pertenecía -dato crucial- la élite gobernante en Irak.

La entrada de Estados Unidos rompió el equilibrio histórico en el país del Tigris y el Éufrates. Se reeditaba así de alguna forma la guerra fratricida por el poder que había arrancado a la muerte de Mahoma y en la que se formaron las dos corrientes religiosas. En el siglo VII, los seguidores de Ali Ibn Abi Talib, yerno del profeta; y los de Muawiyah I. Estos últimos ganaron en la batalla de Kerbala. Desde entonces, los suníes se consideran de alguna forma los legítimos herederos del Islam y a menudo consideran a los chiíes como herejes e inferiores. Casi 14 siglos después de aquellos enfrentamientos, los radicales suníes del Estado Islámico han decidido lanzar una nueva guerra santa contra todos los herejes y los infieles. Algunos de los gobernadores locales iraquíes y parte de la población suní les apoyan por una mezcla de terror y de interés en recuperar parte del poder que ejercieron con Sadam Hussein.

Pero el Estado Islámico ha surgido y mantiene su principal base de poder gracias la guerra civil que vive el país vecino, Siria, desde hace tres años. El alzamiento popular contra el régimen opresor de la familia Al Assad derivó, rápidamente, en la partición virtual del país en zonas controladas por los rebeldes y otras, como la capital Damasco, dominadas por las tropas del régimen. Los gobiernos occidentales se negaron a participar en una guerra de la que desconocían el impacto en la zona. Estados Unidos presentaba ya una enorme fatiga de guerra, tras diez años en Afganistán e Irak. No iban a intervenir; tampoco iban a imponer una zona de exclusión aérea como en Libia, que permitiera a los rebeldes jugar una partida razonablemente equilibrada contra uno de los Ejércitos más potentes de la zona.

Bombardeo sobre Siria a seis bandas

Precisamente, de esta inacción occidental surgieron los primeros problemas. Al fin y al cabo, Irak es un país de mayoría suní gobernado, en este caso, por los alauíes de la familia Al Assad con el apoyo de Irán. De nuevo, los herejes chiíes controlaban a una mayoría suní.

En un primer momento eran tan sólo unos pocos miles de soldados, pero fueron haciéndose fuertes y sumando a su guerra radical una nueva forma de financiación y un uso moderno de las nuevas tecnologías y técnicas de propaganda. Empezaron a reclutar a yihadistas internacionales. Dirigidos por Al Baghdadi, terminaron separándose de Al Qaeda, a la que se habían adscrito en un primer momento, y abandonando el liderazgo de Ayman al Zawahiri, el heredero de Osama bin Laden, al frente del grupo. Proclamaron un Califato en las zonas que controlaban de Siria e Irak: partes sustanciales del noreste de Siria, en concreto la provincia de Raqqa, y otras del noroeste de Irak, centradas en la ciudad de Mosul. Al Baghdadi se autonombró califa Ibrahim.

Para acabar con este grupo terrorista, que se estima compuesto por varias decenas de miles de efectivos, Estados Unidos ha empezado a bombardear sobre territorio Sirio. Lo ha hecho con la aquiescencia de Damasco, que por televisión ha emitido un comunicado en el que informa de que John Kerry les ha enviado una carta avisando de los bombardeos y de que el régimen de Bashar al Assad está de acuerdo, siempre que “no afecte a las vidas ni a la soberanía” de Siria.

Para garantizarse que al bombardear a sus enemigos en Siria, el frente Al Nusra (afiliado a Al Qaeda) y el Estado Islámico, no ayuda a su otro enemigo, el régimen de Al Assad, Washington ha decidido armar también a los grupos rebeldes laicos. Estos, además, se comprometen a enfrentarse a los yihadistas en territorio sirio. Todo tras una guerra civil que ya ha costado la vida de casi 200.000 personas y alrededor de 9 millones de desplazados y refugiados. EE UU estaría, como en el caso de Irak, actuando en favor de uno de sus rivales geopolíticos. De este modo, el Gobierno de Damasco se convertiría, como el de Teherán, en una especie de ene-amigo.

Estado Islámico: un catalizador de nuevas alianzas en Oriente Medio

Entre las novedades más destacadas de estos movimientos geopolíticos, una foto: la de Barack Obama reunido con los representantes de los países árabes que se han unido en los bombardeos contra el EI y el Frente al Nusra. Representantes de Arabia Saudí, Jordania, Emiratos Árabes Unidos, Qatar y Bahréin han aparecido en la misma habitación con el presidente estadounidense horas después de los bombardeos sobre Siria. Han contribuido con aviones y logística. Se han retratado ante sus opiniones públicas. Son países árabes suníes, algunos muy radicales como Arabia Saudí, bombardeando a los yihadistas suníes. Esa es, como ha querido remarcar Obama, la diferencia entre “su” intervención, y la de George W. Bush: esta vez los Estados de la zona están de su lado.

Así, el Estado Islámico ha servido para relanzar una alianza militar entre Washington y los países de la zona. Pero hay más: sirve como catalizador de un acercamiento entre Estados enfrentados: Arabia Saudí e Irán.

Los ministros de Exteriores estadounidenses e iraníes y el saudí, Saud al Faisal, se han reunido en Nueva York y han señalado tras el encuentro que apuestan por una mejora de las relaciones. “Tanto mi colega saudí como yo creemos que nuestras reuniones son el primer paso para un nuevo capítulo de relaciones entre los dos países”, ha asegurado el iraní Mohammad Javad Zarif. “Esperamos que esto sirva para restablecer la seguridad y la paz en la región”. Y todo esto mientras Arabia Saudí y Estados Unidos bombardean sobre territorio de uno de los regímenes protegidos por Teherán, el sirio.

¿Qué quedará de todo esto?

Así que el yihadismo de nuevo cuño implantado en Siria e Irak, sobre todo el Estado Islámico y el Frente al Nusra, han conseguido en solo unos meses que se forje una alianza entre Estados Unidos y Arabia Saudí, entre otros, para bombardearles; que Teherán colabore en secreto con Washington para atacarles en Irak; e incluso que saudíes e iraníes hablen de mejorar sus relaciones por el bien y la estabilidad en la región.

La pregunta es, ¿qué quedará de todo esto cuando los yihadistas se vean reducidos a su mínima expresión? Una posibilidad es que los acercamientos se mantengan y se consoliden, sobre todo si cae el régimen sirio. Si el asunto nuclear iraní evoluciona favorablemente, Teherán y Washington pueden aprovechar al enemigo común para relanzar unas relaciones en punto muerto. La alianza militar de Estados Unidos y los países de la región del Golfo puede consolidar esas satrapías, inquietas tras laprimavera árabe y el surgimiento del yihadismo en Oriente Medio. El mapa

India en el siglo de Asia

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El gobierno de Modi muestra una gran determinación con respecto a sus principales objetivos exteriores: maximizar los intercambios comerciales, financieros y tecnológicos con los Estados de su periferia; consolidar la nueva asociación con EE UU y reequilibrar la relación con China.

La realización del siglo de Asia –señaló el primer ministro chino el pasado mes de mayo– depende de la cooperación entre China e India”. Aunque Li Keqiang no hizo sino repetir el mensaje lanzado por su antecesor, Wen Jiabao, en 2005, el contexto ya no es el mismo para Pekín ni para el resto de la región. Durante los últimos 10 años, la consolidación del peso económico y estratégico de China se ha convertido en la principal variable de la dinámica de transformación regional.

Durante las próximas décadas, coincidiendo con la gradual desaceleración del crecimiento chino, India será un factor no menos relevante del equilibrio asiático. La demografía –la mitad de su población de 1.250 millones tiene menos de 25 años, y un tercio menos de 36– y el efecto acumulado de las reformas emprendidas desde principios de los años noventa anticipan su ascenso, pese a los considerables obstáculos internos. Se estima que India, en la actualidad novena economía mundial, ocupará la tercera posición hacia mediados de siglo, tras China y Estados Unidos, y será la segunda en 2060, fecha en la que –según la OCDE– representaría cerca del 20 por cien del PIB global. Para el National Intelligence Council de EE UU, India será la mayor economía del planeta hacia finales de siglo. Ese previsible crecimiento se traducirá asimismo en el desarrollo de sus capacidades militares –además de potencia nuclear, India es el mayor importador mundial de armamento– y en una creciente influencia geopolítica.

Ambiciones nacionales, intereses económicos y necesidades de seguridad exigen de India una redefinición de su identidad global; un reto que el primer ministro, Narendra Modi, parece haber asumido con especial entusiasmo. Superando la tradición idealista nehruviana, la inercia anticolonial y unos escasos recursos diplomáticos que han limitado durante décadas el margen de maniobra indio en el escenario internacional, tras solo un año en el poder, Modi ha logrado una extraordinaria visibilidad para su país. Sin romper con la dirección marcada por sus antecesores, su gobierno ha mostrado una mayor determinación respecto a sus principales objetivos exteriores: maximizar los intercambios comerciales, financieros y tecnológicos con los Estados de su periferia; consolidar la nueva asociación con EE UU; y reequilibrar la relación con China. Los problemas estructurales internos empujan a India a integrarse con el resto del continente, mientras que el ascenso de la República Popular y la rivalidad entre Washington y Pekín demandan un reajuste de su política de seguridad.

Sus intereses económicos y estratégicos escapan pues a los límites de Asia meridional, a la vez que el doble proceso de globalización y multipolaridad refuerza el interés de las potencias de la región por India. EE UU aspira a hacer de India un elemento central de su política de reorientación hacia Asia, y otros  Estados también opuestos a una posición de dominio chino –como Japón, Australia o Vietnam–, están acercándose asimismo a Delhi. Como consecuencia, Pekín se ve obligado a prestar atención a India más allá de su estricta relación bilateral. Esta creciente interconexión entre el Pacífico occidental y el océano Índico –en la esfera diplomática como en la económica– es una de las fuerzas que, de manera apenas percibida por Occidente, están reconfigurando la región. Bienvenidos al mundo del “Indo-Pacífico”.

‘Make in India’

India no podrá hacer realidad su ambición de desempeñar un mayor papel en el desplazamiento del poder global hacia Asia, sin lograr la transformación de su economía. “Una economía fuerte, suele decir Modi, es el motor de una política exterior eficaz”, vinculando de manera directa las prioridades de su diplomacia con su plan de revitalización del crecimiento. Make in India es el lema con el que ha definido su propósito de convertir India en un gran centro industrial, mediante la atracción de inversiones y tecnologías del exterior.

EE UU y la Unión Europea forman parte de sus expectativas, aunque el futuro económico de India depende en gran medida de su capacidad para sacar el máximo partido a las oportunidades que ofrece su periferia. En su entorno más inmediato, el subcontinente indio, Delhi trata de minimizar los problemas de seguridad y neutralizar la influencia china, intentando ganarse la confianza de sus vecinos y propiciando la apertura de una de las regiones menos integradas del mundo. Pero es en Asia oriental donde se encuentran los socios que permitirían a India solventar su déficit industrial y de infraestructuras, atender la demanda de 12 millones de empleos anuales, y dar el salto tecnológico que requieren sus ambiciones como gran potencia.

El sureste asiático fue objeto de la Look East policy; una iniciativa puesta en marcha por el gobierno de Narasimha Rao en 1992, que evolucionaría gradualmente del terreno comercial al de seguridad, y de la Asociación de Naciones del Sureste Asiático (Asean) al noreste asiático y Australia. Pese al innegable éxito de esta política, Modi persigue una proyección aún mayor y, en noviembre de 2014, denominó su aproximación al continente como la Act East policy. Delhi tiene como objetivo que su comercio con la Asean alcance los 100.000 millones de dólares en 2015 (y duplicarlo en 2022). Los intercambios con Japón se sitúan en torno a los 20.000 millones de dólares anuales, mientras que con China –mayor socio comercial de India desde 2009 –se superaron los 65.000 millones de dólares en el año fiscal 2013-14. Más allá del comercio, la Asean y las tres grandes economías del noreste asiático –Japón, Corea y China– son decisivas para la modernización de India.

Con respecto al sureste asiático, el anterior gobierno indio ya había hecho hincapié en el objetivo central de la conectividad. Se trata de romper el aislamiento de los Estados del noreste y proporcionarles un acceso directo con Asia oriental a través de Birmania. Para las empresas indias resulta vital asimismo involucrarse en las redes de producción de la Asean; un esfuerzo que facilitará su acceso a nuevos mercados, a materias primas y recursos energéticos, además de ampliar su base industrial. El acuerdo de libre comercio entre ambas partes de 2009 y el de servicios e inversiones, concluido este mismo año, está teniendo un importante efecto de atracción de capital, como revela el hecho de que Singapur, donde operan varias miles de compañías indias, se haya convertido en el segundo mayor inversor extranjero en el país.

Si la integración en las redes de la Asean puede facilitar su proyección exterior, Japón, Corea y China cuentan con una gran liquidez financiera, y un interés en diversificar sus activos en el exterior. Japón ha comprometido inversiones por valor de 35.000 millones de dólares en infraestructuras y desarrollo energético durante los próximos cinco años, inversiones que se concentrarán en los dos grandes corredores industriales de Delhi-Mumbai y Chennai-Bangalore. Japón proporcionará asimismo apoyo técnico y financiero para la construcción de un tren de alta velocidad entre Ahmedabad y Mumbai. Por sus dimensiones, recursos naturales y costes salariales, India es para las empresas japonesas una atractiva plataforma desde la que poder producir para los mercados de Asia, evitando los riesgos políticos que pueden plantearse en China.

No obstante, es esta última quien en mayor grado puede contribuir al desarrollo de las infraestructuras y del sector industrial que necesita India. Durante la visita del presidente Xi Jinping a Delhi en septiembre de 2014, China se comprometió a invertir 20.000 millones de dólares, incluyendo líneas ferroviarias y la construcción de dos parques industriales. Durante la reciente visita de Modi a Pekín, se firmaron acuerdos con empresas chinas por valor de 22.000 millones de dólares en cinco años, incluyendo sectores como energías renovables, puertos y finanzas. Pese a la inevitable competencia geopolítica entre ambos países, estas inversiones representan un giro cualitativo en las relaciones bilaterales, y se espera que, además de crear empleo y modernizar el sector productivo, contribuyan a corregir el persistente déficit comercial indio con China.

Para la República Popular, que se acerca a una etapa de menor crecimiento y cuya economía afronta un exceso de capacidad, India adquiere un especial atractivo. Por su doble dimensión, continental y marítima, la cooperación de India resulta además determinante para el éxito de la iniciativa de las nuevas Rutas de la Seda; un visionario proyecto que pretende interconectar China con Europa, Oriente Próximo y África, y que tiene el potencial de reconfigurar el mapa geopolítico de Eurasia e, incluso, la economía mundial. Las reservas del gobierno indio en las intenciones últimas de Pekín han impedido hasta la fecha una decisión sobre su participación, sin perjuicio del activismo que también ha mostrado Delhi en la esfera multilateral.

Un importante aspecto de la nueva identidad asiática de India es, en efecto, su papel en las instituciones regionales. La insuficiente apertura de su economía al crearse el Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) en 1991, explica su llamativa ausencia de este proceso al que, no obstante, ha presentado su candidatura de adhesión. India entró en cualquier caso a formar parte del proceso regionalista al convertirse en socio formal de la Asean en 2002 y participar en el lanzamiento de la Cumbre de Asia Oriental (EAS) en 2005, quizá el hecho que de manera más rotunda marcó su reconocimiento como potencia asiática. Su no pertenencia al APEC complica su eventual inclusión en el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP, en inglés), iniciativa impulsada por EE UU y en la que de momento tampoco participa China. Sin embargo, sí forma parte de las negociaciones de la Asociación Económica Regional Integral (RCEP), junto con la Asean y sus seis dialogue partners (China entre ellos). Con la conclusión de este acuerdo, India obtendrá acceso preferencial a 15 mercados, dando un salto de gigante en su integración con las economías de Asia oriental.

India es miembro fundador, por otra parte, del Banco Asiático de Inversiones en Infraestructuras (AIIB), del Banco de Desarrollo de los Brics, cuyo primer presidente será un indio, y se espera su próxima incorporación formal a la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), cuyo Banco de Desarrollo también financiará proyectos multilaterales de infraestructuras de interés para Delhi. Aunque los objetivos estratégicos chinos compitan con los suyos, India parece tener claro que la mejor manera de equilibrar la influencia de Pekín es desde dentro de las mismas instituciones. Ambos gigantes comparten, por lo demás, la ambición de reformar las instituciones de Bretton Woods y situar Asia en el centro del sistema internacional.

El orden del Indo-Pacífico

El mundo de la globalización y el cambio en el equilibrio de poder regional hacen de India un elemento fundamental en la reconfiguración del orden asiático. Como tantos otros Estados vecinos, India se encuentra en la situación de querer beneficiarse económicamente del crecimiento chino, reforzando al mismo tiempo su relación de seguridad con EE UU. Si mantener un equilibrio entre esas dos posiciones no es fácil, la complejidad resulta aún mayor para India. Por su peso demográfico y económico, su capacidad nuclear, sus recursos militares, y su doble proyección continental y marítima, sus decisiones tendrán especial relevancia.

Washington y Pekín compiten por la complicidad de Delhi y, esta, recurriendo a su declarada voluntad de autonomía estratégica, aprovecha para maximizar su propia posición y mantener todas las opciones abiertas. Modi no oculta su aspiración de consolidar el liderazgo de India y situarse sobre bases iguales con las otras grandes potencias en una Asia multipolar. No obstante, la propia dinámica regional parece encaminada hacia una situación ante la que India afrontará dos alternativas opuestas: constituir con EE UU y Japón una alianza de contraequilibrio de China –una posibilidad que Pekín hará todo lo posible por evitar– o implicarse con la República Popular en su proyecto destinado a rehacer el escenario euroasiático, con unos efectos directos sobre la transformación de su economía. La tercera opción, actuar unilateralmente para imponer un equilibrio regional favorable a sus intereses, no parece factible a medio y largo plazo.

Esta es la encrucijada en que se encuentra la mayor democracia del mundo. Su posición geopolítica y su influencia en el océano Índico –la ruta de navegación más estratégica del planeta– le obligan a definirse como potencia y adaptar su proyección exterior a las nuevas realidades en el mundo y en Asia. Es un proceso en el que Modi está dando importantes pasos, mediante la construcción de una nueva estructura diplomática orientada a facilitar la prioridad de la modernización nacional. Pero su pragmatismo no es compartido por toda la clase política. Mientras se forma un consenso nacional y se elabora un discurso sobre sus responsabilidades internacionales, la posición india dependerá, además de los cambios en su periferia, de que los gobiernos de turno primen la lógica económica, o bien la lógica geopolítica de sus intereses. Todos se esforzarán, eso sí, por asegurarse de que el siglo de Asia no sea sólo el siglo de China.

El Sahel central: una tormenta perfecta

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Inmigrantes son recogidos en camiones en Libia, desde donde tratarán de llegar a Europa, junio de 2015. Issouf Sanogo /AFP/Getty Images)

En esta tormenta perfecta con gran potencial para la inestabilidad, las redes criminales son cada vez más dueñas del Sahel central: las zonas de Fezzan en el sur de Libia, Níger y la cuenca del lago Chad. En Níger, relativamente estable, la autoridad del Estado es muy débil. Más al sur, sobre todo en Nigeria, la insurgencia islamista radical de Boko Haram es responsable de miles de civiles muertos y más de un millón de desplazados. Las campañas antiterroristas regionales y de Occidente son insuficientes, pero las estrategias más integradas que han propuesto la UE y la ONU tampoco han dado fruto. Sin una actuación sostenida y global contra las redes criminales arraigadas, el mal gobierno y el subdesarrollo, lo normal es que la inestabilidad se extienda y agudice la radicalización y las migraciones.

El Sahel, una vasta región que abarca desde Mauritania hasta Sudán bordeando el desierto del Sáhara, siempre ha tenido fronteras porosas y áreas muy poco pobladas y escasamente controladas por los gobiernos nacionales. Por ejemplo, Níger es más grande que Nigeria, pero tiene una población que es la décima parte, solo 17 millones, concentrada en la franja meridional. Sin embargo, cuando Libia se desintegró y Boko Haram traspasó las fronteras en la cuenca del lago Chad, las redes criminales que se dedican al tráfico de mercancías y personas crecieron a base de sobornar a funcionarios, formar alianzas con las comunidades locales y, a veces, colaborar con grupos yihadistas. La región se ha convertido en origen y zona de tránsito para los migrantes del África subsahariana que intentan viajar a Europa. Se calcula que, desde que empezó 2015 hasta mediados de junio, han llegado a Europa por mar más de 106.000 personas, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). Casi 57.000 llegaron a Italia, casi exclusivamente procedentes de Libia, después de haber atravesado los países más al sur. La ONU prevé que este año entre 80.000 y 120.000 migrantes crucen Níger.

Frente a las amenazas criminales y yihadistas, los gobiernos occidentales han adoptado sobre todo un enfoque centrado en la seguridad, con el refuerzo de su presencia militar y las actividades antiterroristas y un mayor esfuerzo para asegurar las fronteras meridionales de Europa. Tanto las iniciativas del tipo de los procesos de Rabat (2006) y Jartum (2014) para terminar con la inmigración ilegal, como el último plan de la Unión Europea -que incluye el reasentamiento de los refugiados y, al mismo tiempo, una operación militar para desbaratar las redes de contrabandistas y destruir sus barcos-, abordan solo los síntomas de los problemas del Sahel.

Existen pocas posibilidades de estabilizar la región si no se reconoce que las políticas actuales no abordan los motivos de fondo de su inestabilidad: una pobreza enraizada, subdesarrollo, sobre todo en las periferias, y una población juvenil en aumento con poco acceso a la educación y el empleo y ninguna lealtad real hacia el Estado. Para muchos jóvenes, emigrar -si es necesario, de forma ilegal- es su único futuro. Otros arremeten contra sus Estados corruptos, “laicos” y “occidentalizados”, con la esperanza de imponer un gobierno islamista con más pureza moral. Una gran parte de los hombres, mujeres y niños que atraviesan el Mediterráneo no vienen a Europa solo para huir de la pobreza, sino también para escapar de conflictos mortales y gobiernos represivos.

Las torpes medidas militares y el cierre del espacio político mediante la cooptación o la criminalización de los partidos de oposición agravan las tensiones. Etiquetar a islamistas no violentos de yihadistas en potencia puede convertirse en una profecía inevitable. El abandono oficial de las periferias, la resistencia a resolver los conflictos locales y la tendencia apoyarse en alianzas personales, a veces delictivas, en lugar de crear instituciones democráticas, alimentan un sentimiento creciente de marginación, en particular en las zonas rurales.

En toda la región, los gobiernos remotos, débiles o incluso represivos están siendo sustituidos por formas alternativas de organización: autoridades tradicionales, estructuras comunitarias, movimientos islamistas y redes criminales. Las fuerzas externas, tanto delictivas como yihadistas, saben explotar especialmente bien esos sistemas de gobierno ad hoc y sumarse a las preocupaciones de los poderosos locales para establecerse. Mientras tanto, las batallas por el control de las rutas de contrabando, a veces muy violentas, son cada vez más numerosas y visibles.

Para luchar contra la amenaza yihadista, los agentes internacionales han desplegado tropas y aviones para ayudar a las fuerzas nacionales de seguridad que prefieren una estrategia militar. Sin embargo, es frecuente que las poblaciones locales piensen que el motivo de la presencia militar de Occidente es el deseo de proteger sus intereses en los depósitos minerales y de hidrocarburos de la región. La prioridad absoluta dada al antiterrorismo y la mezcla del yihadismo violento con otras formas de islam político están provocando una reacción contra los gobiernos regionales y occidentales.

Para detener la creciente inestabilidad en el Sahel -en particular, el deterioro en Níger, un país ya en precario-, los gobiernos nacionales y los actores externos no deben ocuparse solo de lo inmediato, sino también tener una perspectiva a largo plazo. Es decir, comprometerse a prolongar los esfuerzos para sostener a los Estados más frágiles con una labor constante y transparente de promoción del buen gobierno y el desarrollo duradero, además de resolver los conflictos existentes y remediar sus consecuencias humanitarias.

Líneas de acción

Las políticas de Occidente deben reorientarse para centrarse en construir unos gobiernos más integradores y responsables y combatir los factores estructurales que fomentan la marginación y la alienación y, por tanto, la criminalización y la radicalización.

Aunque es probable que los gobiernos occidentales y la UE continúen dando más importancia a la seguridad, los esfuerzos para acabar con la radicalización y la criminalización deben empezar por una administración pública responsable y transparente, sobre todo en Níger y Nigeria. Por ejemplo, alentando la creación de mecanismos civiles de supervisión de las instituciones públicas y apoyando la construcción de coaliciones sólidas e integradoras contra la corrupción y la mala gestión.

La ayuda al desarrollo debe estar vinculada no a las actividades antiterroristas sino a medidas que mejoren la gobernanza, reduzcan la corrupción del sector público y refuercen las instituciones democráticas.

Tratar de resolver el paro juvenil mediante la formación y proyectos de infraestructuras para unir la periferia con los mercados y los servicios en los que pueda haber una gran utilización de mano de obra podría contribuir enormemente a aliviar el problema de la emigración.

Por último, esos esfuerzos deben ir acompañados de estrategias a más largo plazo para contener el insostenible crecimiento de la población, sobre todo en Níger, con un firme apoyo al derecho de las mujeres a recibir educación y cuidar su salud reproductiva.

Grecia al Final

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Mykonos-Grecia

http://www.dw.com/es/programa/cuadriga/s-7295-9797

 

Pisando el freno: impacto de la crisis en el ritmo de globalización

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Informe Elcano de Presencia Global 2015

La principal novedad en esta edición del Índice Elcano de Presencia Global es el ascenso del Reino Unido, que escala una posición, colocándose en segundo lugar, mientras que Alemania pasa al tercer puesto. Como resultado, Estados Unidos (que lidera el ranking desde 1990) encabeza el top cinco, seguido del Reino Unido, Alemania, China y Francia. Cabe destacar, no obstante, que la subida del Reino Unido responde en buena medida a una venta masiva de oro a Suiza en 2013, posiblemente un hecho aislado que no permitirá al país mantener su nueva posición en futuras ediciones del índice. La edición del año pasado mostraba la desaceleración del proceso de globalización. Aunque los datos para 2014 muestran una cierta recuperación del ritmo de globalización, el aumento de la presencia agregada de los 80 países es significativamente menor que las tasas de crecimiento registradas en períodos previos. El estancamiento del proceso de globalización podría estar resultando en una reconcentración de la presencia global –y de varias de sus dimensiones– en un menor número de países.

La edición de este año del Índice Elcano de Presencia Global ordena 80 países de acuerdo a su proyección exterior. De nuevo, Estados Unidos lidera el ranking, con un valor índice de 1.099,6 puntos. Le siguen el Reino Unido –404,9–, Alemania –400,5–, China –363,5– y Francia –321,3–. España se sitúa en la 11ª posición, entre Italia y Arabia Saudí, con una presencia global de 169,0 puntos (Gráfico 1).

Gráfico 1. Ranking de presencia global, 2014

A diferencia de lo que ha ocurrido en ediciones previas, hay cambios en los primeros 10 puestos del ranking. El Reino Unido ha ganado una posición –pasando de la tercera a la segunda–, lo que significa que Alemania ha bajado de la segunda posición en 2013 a la tercera en 2014. Ambos países han ganado presencia global –31,8 puntos en el caso del Reino Unido y 14,3 en el de Alemania– pero el aumento del Reino Unido es mayor que el de Alemania tanto en términos absolutos como relativos (Tabla 1).

Aunque no haya grandes cambios en las posiciones ocupadas por la mayor parte de los países, pequeñas variaciones apuntan a un cambio de tendencia ya que, en términos generales, los países europeos fortalecen sus posiciones frente a los emergentes. Así, por ejemplo, Bélgica, Polonia, Dinamarca, Irlanda, Finlandia, Rumanía, Bulgaria y Croacia suben una posición cada uno, Portugal dos, Grecia y Eslovaquia escalan tres, Luxemburgo cuatro y Hungría cinco. Por otra parte, Corea del Sur, Turquía, Kuwait y Chile pierden un puesto, Nigeria dos, Indonesia y Perú tres, Venezuela cuatro e Irán cinco (Tabla 1).

Estos resultados pueden parecer sorprendentes, puesto que en ediciones previas de este informe se ha resaltado la emergencia de Oriente y la decadencia de Occidente en términos de presencia global –véase, por ejemplo, Olivié y Gracia (2013)–.1 Este cambio de tendencia responde a distintos factores. En primer lugar, los países europeos registran, en general, una recuperación en sus variables económicas de presencia global –notablemente en los campos de las manufacturas y de los servicios–. En distintos casos, esto puede significar que la demanda externa está ganando peso frente a los componentes internos de la demanda agregada. En paralelo, los países exportadores de petróleo están perdiendo presencia global a través de la variable energética, lo que se debe sobre todo a la evolución de los precios de la energía. Esto causa una pérdida de presencia global relativa y absoluta para Indonesia, Nigeria, Kuwait y Venezuela. En cuanto a Perú y Chile, la menor presencia global de estos dos países latinoamericanos en 2014 se debe a menores registros en la variable de bienes primarios –de nuevo, debido en parte a la evolución de los precios de las materias primas– (Tabla 1).

Como se señala en el Informe Elcano de Presencia Global 2015,2 la presencia global de la Unión Europea decrece respecto de 2013. Esta caída se concentra en la dimensión económica y responde a un menor valor del euro respecto del dólar en diciembre de 2013 respecto de finales de 2012. Si los países europeos y los Estados miembros han aumentado su presencia global en 2013-2014 mientras que la Unión Europea la ha perdido, debería significar que los miembros estarían reforzando la orientación europea de su proyección exterior, lo que resultaría en una intensificación del proceso de integración europea. Esto debería redundar en un aumento en el Índice de Elcano de Presencia Europea –que tiene en cuenta la proyección exterior de los Estados miembros dentro del perímetro de la Unión–. Y, de hecho, lo hace. La Tabla 2 muestra que prácticamente todos los países ven aumentar su presencia europea. En cuanto a Alemania, este crecimiento es significativo –de casi 20 puntos–.

Hay dos excepciones importantes a esta tendencia general, que son el Reino Unido y los Países Bajos. Es más, el hecho de que Alemania esté fortaleciendo su orientación europea mientras que el Reino Unido esté profundizando en sus relaciones extra-comunitarias puede estar explicando, al menos parcialmente, el hecho de que este último haya ascendido a la segunda posición del ranking mientras que Alemania baja a la tercera. Alemania ha recuperado sus niveles de presencia global de 2012 –su proyección exterior total era de 391,8 en 2012 y es de 400,5 en 2014–. La pérdida registrada entre 2012 y 2013 en variables económicas –bienes primarios, manufacturas y servicios– se recupera este año, así como otros elementos de la dimensión blanda, como la cooperación al desarrollo. En cuanto al Reino Unido, el significativo aumento de 31,8 puntos entre 2013 y 2014 se debe al fortalecimiento de sus relaciones no europeas. La contribución más importante a este incremento es la de los bienes primarios, que crecen un 116%, seguidas de la cooperación al desarrollo –28,5%–, el turismo –12%– y las inversiones –algo más de 8%– (Gráfico 2). Este aumento de los bienes primarios se corresponde con un volumen importante de exportaciones de oro, sobre todo a Suiza, durante 2013. Puesto que se trata posiblemente de un fenómeno coyuntural, no es previsible que se mantenga esta tendencia al alza en futuras ediciones del índice.3

Tabla 1. Ranking de presencia global 2014 y variaciones respecto de 2013

Tabla 2. Ranking de presencia europea 2014 y variaciones respecto de 2013

Gráfico 2. Índice de presencia global del Reino Unido y de Alemania, 2005-2014

El análisis por dimensiones muestra que el top 20 del ranking de presencia económica en 2014 sufre cambios importantes respecto a 2013. La India supera a Singapur e Italia deja atrás a Australia, al igual que Bélgica a Japón y China sube una posición, hasta la segunda, dejando a Alemania en la tercera (Gráfico 3).

Gráfico 3. Ranking de presencia económica, 2014 (top 20)

El cambio más significativo en el top 20 del ranking de presencia militar es la caída de la proyección de España, que baja de la novena posición en 2013 a la 15ª en 2014. Además, Brasil pierde una posición mientras que Corea del Sur e Indonesia suben tres y dos respectivamente; unos resultados que vendrían a confirmar el proceso de militarización de diversos países de Asia Oriental (Gráfico 4).

Gráfico 4. Ranking de presencia militar, 2014 (top 20)

Por último, en lo que respecta a la dimensión blanda, cabe señalar que Alemania, España, Italia y Turquía suben una posición y Arabia Saudí dos en el top 20 del ranking por valor índice. Por el contrario, Francia, Bélgica y la India pierden una y Canadá dos (Gráfico 5).

Gráfico 5. Ranking de presencia blanda, 2014 (top 20)

La edición del año pasado mostraba la desaceleración del proceso de globalización (Olivié et al., 2014).4 Aunque los datos para 2014 muestran una cierta recuperación del ritmo de globalización, el aumento de la presencia agregada de los 80 países es significativamente menor que las tasas de crecimiento registradas en períodos previos (Gráfico 6). Al igual que el año pasado, el estancamiento del proceso de globalización podría estar resultando en una reconcentración de la presencia global –y de varias de sus dimensiones– en un menor número de países. De hecho, la reconcentración entre 2013 y 2014 es mayor que entre 2012 y 2013 y afecta no solamente a la presencia económica sino también a la militar5 y, como resultado, a la proyección total. El índice Herfindahl-Hirschman (IHH) de presencia global es de 7,5. De hecho, la única dimensión que continúa su tendencia a la desconcentración es la blanda, con un IHH de -10 (Gráfico 7). A pesar de los resultados para el año pasado, y dado el intenso grado de desconcentración a principios de este decenio hay, de media, una mayor dispersión de la presencia económica y blanda en el período 2010-2014; aunque ésta sea mucho menos intensa que en períodos previos para el caso concentro de la presencia económica (Gráfico 8).

Gráfico 6. Presencia global total por dimensiones, 1990-2014

Gráfico 7. Índice Herfindahl-Hirschman (IHH) de concentración, por dimensiones, 2013-2014

Gráfico 8. Índice Herfindahl-Hirschman (IHH) de concentración, por dimensiones y sub-períodos, 1990-2014

Conclusiones: En la edición 2014 del Índice Elcano de Presencia Global se produce una variación llamativa en los principales puestos del ranking, que es el ascenso de Reino Unido a la segunda posición. Este incremento se debe principalmente a su dimensión económica y por un incremento coyuntural de las exportaciones de bienes primarios, que previsiblemente no se sostendrá en años posteriores. Además, el hecho de que Alemania esté fortaleciendo su orientación europea mientras que el Reino Unido esté profundizando en sus relaciones extra-comunitarias puede estar explicando, al menos parcialmente, esta situación. Por otro lado, se detecta una tendencia de cierta ralentización del aumento de presencia de países emergentes, principalmente países petroleros que están perdiendo presencia global a través de la variable energética, lo que se debe sobre todo a la evolución de los precios de la energía. Al mismo tiempo, los países europeos registran, en general, una recuperación en sus variables económicas de presencia global –notablemente en los campos de las manufacturas y de los servicios–. A pesar de producirse cierta recuperación del crecimiento de la presencia global a nivel mundial, el ritmo es muy inferior al de otros períodos del proceso de globalización, lo que invita a pensar al mantenimiento de una senda de estancamiento de la globalización, que podría estar resultando en una reconcentración de la presencia global –y de varias de sus dimensiones– en un menor número de países.