Archivos de autor: PERCY ANTONIO ESLAVA MORALES

Lo leído.

Categoría : General

En esta foto se encuentra mi tiempo libre. Son los libros que leí desde enero de este año (2019). Es el tiempo que, a veces, emerge entre el trabajo y estudios y que, por ahora, lo dispongo para esto. Seguramente la administración de ese tiempo irá cambiando conforme asuma otras obligaciones en la vida, pero nada me da más paz y alimento que pasar una hoja tras otra hasta saborear el epílogo de cada ejemplar que llega a mis manos.
Todos tenemos un alma que satisfacer para tener felicidad o sosiego: sea con la lectura, cine, música, escritura, danza, teatro, artes plásticas, deporte, manualidades. El primer deber que tenemos es, más o menos, hallar dentro de esas actividades lo que nos predisponga a un estado de sosiego o felicidad y, luego, no soltarla hasta que se nos imponga el punto final en la vida.
A continuación, solo como una forma de fichar los temas, dejo unos comentarios e impresiones de los libros.
Lima, junio de 2019.
Profetas del odio (Portocarrero, 2015). Son un conjunto de ensayos que pueden leerse independientemente.
El autor se acerca —a través de la sicología, sociología y filosofía, en ese orden— a la mente de la cúpula de Sendero Luminoso, buscando una explicación coherente para los actos que perpetraron durante los ochentas y noventas en el Perú. En igual sentido, revela, en retrospectiva, más allá del conocido abuso de poder y centralismo, otros conceptos sobre los cuales el senderismo fue caldo de cultivo fuera de Lima: la servidumbre, misticismo y religiosidad de los latifundios andinos y haciendas costeras. Además, existen dos entrevistas importantes, una que le hizo a Elena Iparraguirre y otra a Víctor Zavala Cataño, sobre la cuales elabora un análisis de su personalidad, limítrofe con una sicosis, sosteniéndose en la sicología.
Queda claro, al final, que Abimael Guzmán pretendió llegar al poder convencido de ser un mesías, pero hoy, ad portas de su extinción, termina clamando a quienes creen en su proyecto político que se le reconozca como un profeta.
En este contexto, personalmente no me queda claro, por lo tanto, la coherencia de la solicitud de amnistía general que clama el MODAVEF: por definición, un profeta anuncia la llegada de un salvador, y al asumirse Abimael como profeta, es porque el trabajo ideológico continúa en pie para que en algún momento se anuncie la llegada de un nuevo mesías senderista.
Libro recomendado.
Pequeña novela con cenizas (Irigoyen, 2015). Una novela de no ficción que gira en torno al desarraigo paterno filial. Están, por supuesto, los flashbacks sobre la niñez y adolescencia del autor, en los que retrata —ya desde la mirada crítica de un adulto— aquellos episodios de violencia infundidos sostenidamente por su padre y la búsqueda de una forma de liberación que se encuentra en la literatura, especialmente en la producción de Pier Paolo Pasolini. La creciente desvinculación que se generó entre padre e hijo, hasta la etapa en la que se encuentra, revela también una desesperanza.
La historia personal, en paralelo, se entrelaza con fragmentos de la vida de Pier Paolo Pasolini, al que el autor reverencia en su faceta de poeta y cineasta, en ese orden, y de quien parece buscar cosas que le permitan definir su propia vida después de un renacer depresivo.
Cuba Stone (Gamboa, Rangel y Sinay, 2016). Recopilación de tres crónicas sobre el primer concierto que ofreció en Cuba la banda londinense Rolling Stones, el 25 de marzo de 2016. De las tres, la crónica mejor lograda es Rock and roll al ritmo de (las piedras rodantes y) los hijos del “periodo especial” de Jeremías Gamboa. En esta se aborda el concierto desde la mirada desde su experiencia como observador de la escena, además de recoger testimonios y entrevistas sobre la mítica banda; adicionalmente, impregna, más allá del relato de lo acontecido, una mirada política al pasado y presente de Cuba, so pretexto de realizarse un concierto en un país que en ese momento atravesaba un cambio importante al reanimarse las relaciones diplomáticas con la llegada de Obama a la isla. Es en este contexto que también narra la conmovedora historia de unos ochocientos cubanos que en los años ochenta se exiliaron en el Parque Zonal Túpac Amaru de San Luis, en el Perú, con quienes el escritor convivió en su niñez y de quienes todos se olvidaron hasta el día de hoy.
Muerte en la tarde (Hemingway, 1932. Ed. 2012). Libro ambivalente: con matices de novela y crónica. Relata cómo nació su afición por la tauromaquia, la que se desarrollaba fundamentalmente en las ciudades españolas de los años veinte del siglo pasado. En la primera parte del libro se hace una descripción detallada de las numerosas ferias y los diestros famosos del momento. Luego, da a conocer el contexto romántico en que se desarrolla: sus pasodobles, el amor, la religiosidad, la bohemia, la muerte, la fama.
Me gusta cuando Hemingwey ve que el toro y torero son parte de una tragedia, y el caballo simboliza la comedia, cuando este aún no era protegido por el peto, hasta los años veinte del siglo pasado. Considera que una cosa es el sentimiento por los animales fuera del ruedo y otra dentro de él. Para él, la tauromaquia demuestra que existen dos tipos de personas: las que se identifican con los animales y las que se identifican con las personas, a raíz de quienes consideran que es mejor que el toro mate al torero.
Cree que el aficionado posee el sentimiento de la tragedia y del ritual de combate y ese sentido se tiene o no se tiene, como se tiene o no se tiene oído musical. Hace una comparación con el buen bebedor de vino, que tiene que entrenar el paladar y conocer de la bebida para disfrutar. Igual, en cualquier tipo de arte, manifiesta que se necesita conocimientos para quererlo, lo que pasa en igual magnitud con los toros.
Libro recomendado.
El toro que vino del mar (Valero de Palma, 2014). Libro póstumo del taurómaco José Carlos Valero de Palma, Marqués de Valero de Palma. Valenciano radicado desde los años ochenta en Perú y aficionado innato de la fiesta taurina. Se trata de una excelente y extensa narrativa –poética en ciertos momentos– sobre la historia de la tauromaquia en el Perú.
Contiene una investigación seria de los antecedentes de la feria, utilizando fundamentalmente recursos como las entrevistas y referencias bibliográficas.
El título del libro, en apariencia distante del sol, sangre y arena que son elementos esenciales de la tauromaquia, guarda un dato histórico fundacional, pues narra que los primeros toros llegaron a Lima en 1540, desde España, para ser lidiados en la plaza central limeña por el primer torero conocido de américa, Francisco Pizarro González.
El Marqués es un hombre de sociedad, culto y de fina bohemia, por las entrevistas y referencias a las que acudió para dar solides al libro. Además, resaltan la autocrítica, personalidad  y valentía al proponer, como aficionado no ortodoxo, que se suprima el tercer tercio de banderillas, además de solicitar la modificación del tercio de varas para hacer menos cruenta la faena.
Un gran libro de referencia para comprender una de las tradiciones más arraigadas en el Perú. Libro recomendado para aficionados y no aficionados.
De dónde venimos los cholos (Avilés, 2018). Nueve crónicas que, bajo el título de una determinada localidad peruana, narran el modo de vida de sus pobladores que están situados, a excepción de los migrantes de Lima, en la sierra y selva peruana.
En ellos cobran relevancia el retrato que hace al autor a las formas de convivencia, sentido de justicia, hábitos, costumbres, folklore, fe, religión, esperanzas, penas, alegrías, frustraciones. Avilés cuenta, a partir de una observación directa, las actividades que dignifican a esos pueblos, y que definen a quienes son denominados cholos.
Por supuesto, la respuesta a la pregunta del título del libro, cuando se termina de leer, es la diversidad. Al conocer a los cholos (o reconocernos, como en mi caso) no nos queda más que aprehender a sacar de raíz los prejuicios y discriminación.
Cambio de palabras (Hildebrandt, ed. 2018). Compilación de entrevistas que realizó, con un atinado conocimiento de la realidad, el periodista César Hildebrandt. Entre sus entrevistados se encuentra a literatos, políticos, intelectuales y personalidades del siglo XX. La mayoría de esas entrevistas fueron publicadas en la revista Caretas.
Los prólogos a la primera (1981) y segunda edición (2008) son unas líneas honestas del periodista, en las que revela, con cierto ánimo encubridor de un yerro, la que fue, a inicios de su carrera, su vocación por ser literato, pero que tuvo que soltar al dedicarse al periodismo.
Estas son las entrevistas que más placer me dieron: Jorge Luis Borges, Mario Vargas Llosa. Víctor Raúl Haya de la Torre, Juan Velasco Alvarado y Alfonso Barrantes Lingán.
En aparente estado de ebriedad (Bedoya, 2016). Compilación de crónicas y artículos periodísticos de Jaime Bedoya, mayormente publicados en periódicos. Su narración está cargada de una ironía extremadamente fina y un estilo alejado del uso de epítetos.
Es impresionante el manejo de información y la selección de personajes, anécdotas o mitos que muchas veces son parte de las sobremesas y que parece van perdiendo justificación en los hogares actuales.
El libro es para los que gustan conocer hechos paradójicos, oscuros, trascendentes e intrascendentes de la vida común en el Perú: encontrarán retratos de la vida de un peruano nikkei (Ricardo Higa) que fue el primer torero oriental del mundo, que el chalaco Richardin Jr. (Aldo Izquierdo) fue el más famoso mago aclamado en el mundo, ídolo de Criss Ángel y David Copperfield, o de otros personajes que desde el anonimato son rescatados por Bedoya por ser dignos de un elogio o una burla.
Por su extensión, se trata de textos cortos.
Imperdible.
El doctor Jekyll y mister Hyde (Robert Louis Stevenson, 1893. Ed. 2017). Libro clásico de corte policial que al fin pude leer. Tiene un profundo contenido filosófico. No entraré en el detalle de la trama para no espoilear, pero el planteamiento central es la ambivalencia de la personalidad que puede ser provocada por propia mano (inducida), lo que en nuestros tiempos sería un diagnóstico sicológico de personalidades múltiples. No obstante, esa dualidad del bien y el mal –ligada desde culturas mesopotámicas y sobretodo religiosas–, en el libro está ligado a un experimento y no a una cuestión traída por una divinidad o de la naturaleza.
Libro recomendado.
El príncipe de los caimanes (Roncagliolo, 2014). Ficción sobre los avatares y aventuras de un joven y su abuelo, quienes –en épocas distintas– buscaron mejorar sus condiciones de vida en la incomunicada y misteriosa selva amazónica del siglo XX. Historias que te atrapan y que hurgan bien en las pasiones y miserias del ser humano, teniendo un especial énfasis en la traición y el egoísmo.
Justicia ¿hacemos lo que debemos? (Michael Sandel, 2011. Ed. 2018). Ensayos del famoso profesor de Harvard que, partiendo del análisis de casos controversiales concretos de nuestra época como el atentado a Charlie Hebdo, catástrofes naturales (huracanes), matrimonios homosexuales, migración, eutanasia, rescata la necesidad de sobreponer la racionalidad para actuar frente a ellos. Es valioso ver cómo Sandel explora, de manera práctica y digerible, los planteamientos éticos fundamentales de Aristóteles, Kant, Bentham, Stuart Mill y Rawls, situándolos en nuestra época.
Un material imprescindible para enriquecer los juicios de valor que tenemos ante los problemas de este siglo.
Libro recomendado.
La ciudad más triste (Pimentel, 2012). Novela estructurada bajo correspondencias que tiene como protagonistas a hombres del mar del Callao del siglo pasado. La narrativa tiene agudeza y párrafos enteros bien logrados a nivel descriptivo. Me gustó, tanto la historia como las miserias de una Lima que hoy mismo sigue viéndose tan triste.
Libro recomendado.
Disfraces y extravíos. Sobre el descuido del alma. (Ghiusti, 2015). Son un conjunto de ensayos predispuestos en tres capítulos. El primer grupo está relacionado con los valores, el idea de éxito, virtud, tolerancia y saber. El segundo entra en el análisis de la libertad y el choque de civilizaciones. Finalmente, el tercer grupo son escritos de apología a la amistad, que tienen como protagonistas a ciertos amigos del autor, en los que mezcla la performance de estos con la personalidad de Sócrates o Salomón, por ejemplo.
A continuación dejaré unas líneas de los ensayos que más me gustaron.
1. El descuido del alma. En este ensayo, se pone en cuestionamiento la cultura de excelencia y calidad, traída a la escena por los organismos reguladores de calidad y mercantilistas del éxito personal.
El autor retorna a Aristóteles para diferenciar el saber teórico del saber hacer, que llama areté, y que tiene que ver con el cuidado del alma. El areté, indica, se contrapone el ideal de los gurús, coaching ontológicos, que han raptado el concepto de éxito y adoptado al mercado y corporaciones, con superficialidades que ya no tienen que ver con alcanzar la excelencia a través del cuidado del alma, con virtud y originalidad, sino mediante la adaptación a moldes y estándares mínimos.
Giusti hace ver que el areté depende de cada actividad que se realice, el buen trote de un caballo, el buen performance de un atleta, la calidad de un cuentista, todos tienen una forma distinta de alcanzar la virtud, que no se puede homogeneizar a través de una metodología de gestión de la calidad, que a todo lo quiere medir sin importar su naturaleza. La virtud nace del saber hacer, de la práctica. Por ello, el autor considera que los enemigos de las virtud son el dogmatismo y la mediocridad. El primero porque impide el esfuerzo para buscar originalidad, autonomía y diversidad y todo lo somete a un fundamentalismo; por ello, ahora la calidad y excelencia es estandarizar, como lo exigen los ISO, lo que es contrario al areté aristotélico.
2. Fatuo éxito de la ética. Explica que, en esta época, lo más importante es recatar de la filosofía a la ética, pues esta es la que permite dar explicaciones a las teorías universalistas o comunitaristas que piden ser legitimadas. La primera promovida por el capitalismo, globalización y liberalismo, y la segunda por la autonomía. Aun así el autor manifiesta que ante este contexto Rawls propuso aplicar el principio de tolerancia pero que, a su consideración, no es suficiente, porque limita el concepto de pluralidad.
En tanto, cuestiona que el discurso liberal es incapaz de reconocer la diversidad y es en ello que reside la importancia del resurgimiento de la ética, pero la ética de la virtud o felicidad.
Se comenta que la ética eudemonista ha surgido en las últimas décadas en contra del universalismo y liberalismo. Históricamente fueron autores considerados parte de la eticidad, luego comunitaristas anglosajones y finalmente parte de la ética del reconocimiento, pero todas ellas contra el universalismo. Sobre esto, cita a Martha Nussbaum, quien dice que la ética de la virtud es una categoría equivoca porque agrupa a posiciones muy heterogéneas e ignora injustificadamente las tesis explicitas sobre la virtud desarrolladas por filósofos considerados universalistas.
Giusti, sin embargo, dice que son tres elementos que caracterizarían a la ética eudemonista: 1. retornar a las fuentes que constituyen nuestra identidad colectiva, 2. la representación de una comunidad de valores que de sentido a nuestra orientación en el mundo, y  3. el cultivo de una tradición que vivifica nuestras raíces culturales. Con esos tres elementos, cree que ya no se debe buscar el ideal moral en la invención de un consenso universal sino en la salvaguarda de una identidad colectiva.
Giusti considera que no se debe buscar la recuperación de un paraíso perdido o una comunidad ideal, sino el reconocimiento que somos seres morales, como dice Hegel: la condición del hombre moderno debe definirse como una pérdida y una búsqueda como la pérdida y búsqueda de su felicidad, que constituyen su identidad. La pérdida de la felicidad consiste en perder la ingenuidad natural o tradicional, pero su búsqueda es seguir dependiendo de aquellas raíces culturales que nos constituyen como individuos contra las tesis universalistas. Buscar la felicidad consiste en construir un nuevo ethos y estar en condiciones de imaginar formas nuevas de solidaridad humana que no se restrinja los lazos tribales.
Alega, finalmente, que la filosofía práctica, en términos de Aristóteles, se ocupa de las cosas que son pero pueden ser de otra manera. Considera que el objeto último de la filosofía práctica es la búsqueda de la felicidad. Aristóteles decía, pensando que la pregunta básica de la ética es encontrar la mejor manera de vivir, camino que debe conducirnos a afrontar la incertidumbre con más realismo que las utopías o fundamentalismos nostálgicos.
3. Secuelas de Charlie Hebdo. Hubo una identificación del mundo con el Semanario. Apunta que el humor, como cualquier forma expresión, no debe denigrar a las personas ni colectivos ni hacer mofa, pues este debe respetar el valor que legitima al propio humor: la libertad.
Se pregunta si ¿es posible una coexistencia pacífica entre culturas? Giusti cree que debemos retornar a la tolerancia, la que surgió justo en las guerras de religiones como un sistema de reglas mínimas de convivencia pacífica, obligando al reconocimiento del derecho a pensar libremente y buscar su verdad, restando legitimidad a la pretensión de imponer por la fuerza las creencias de unos sobre otros.
4. Cultura de intolerancia. La cultura de la tolerancia ha pasado a ser la cultura del reconocimiento, como lo propusieron en 1992 Taylor. O sea, debemos creer primero en que debemos respetar a los otros para luego tolerar, lo q no hace el universalismo que pretende que todo se construya en base a una sola ideología. Sostiene que eso Hegel ya lo había propuesto en su opúsculo Creer y saber. Hace una referencia a Lessing, dramaturgo que creó en su obra a Natan el sabio, historia en la que un sultán saladino acude a un judío para preguntarle cual fe es la verdadera. Él le dice que un rey le dio tres anillos a cada uno de sus hijos para ser amado y respetado por su pueblo, pero solo un anillo era el verdadero. Cuando se enteraron los hijos que solo un anillo era el verdadero, fueron a un juez para que determine cuál anillo era el verdadero. El juez dijo que no debe analizarse el anillo sino analizar cuál pueblo amaba y respetaba a su rey. Así, invierte el analista y considera que la verdad está en ver quien fue más tolerante y virtuoso, compasivo y humanitario.
5. Humboldt, el ecologista.  Poema: en las montañas está la libertad. El aliento de las tumbas no asciende hasta el aire puro. El mundo es perfecto en las alturas, adonde no llega el hombre con sus torturas.
La naturaleza tiene un sentido moral, estético y científico.
Humboldt tiene un análisis general, porque no se desliga del romanticismo alemán al describir estética y moralmente la naturaleza, pero se acerca a los ilustrados al analizarla científicamente. Considera que esto ya no se encuentra en la especialización de hoy.
Esto lo lleva a desconfiar de los amantes románticos de la naturaleza que se resisten al desarrollo del conocimiento científico, pero también desconfía de los científicos neutrales que se resisten dogmáticamente a considerar las repercusiones estéticas o éticas de sus estudios de la naturaleza. Giusti pide que se revalore en esos sentidos a la naturaleza.
6. El valor de la libertad. Ghiusti reconoce que la libertad es autonomía en dos sentidos: 1. es autónomo el individuo en cuanto es ser racional y no por detentar algún género o pertenecer a alguna cultura o confesión. Es por tanto una condición natural y universal, como lo anticipo Hegel. Es, como dirían parte del derecho natural, pero hace la salvedad que este en la filosofía griega y medieval se construyó como un sistema de valores de una confesión particular que negaba la libertad, pero en sí el derecho natural es esencialmente la libertad, en su acepción tradicional. 2. Autonomía significa autolegislacion, es el individuo que se dicta sus propias normas pero que a la vez reconoce que su orden no debe resguardar el libre ejercicio de la voluntad de todos.
La autonomía permite que el individuo pondere costos y beneficios de sus decisiones. Precisa que Kant manifestó que inclusive un pueblo de demonios convendría en firmar un pacto social y poner reglas de juego democráticas, porque siendo libres y racionales entenderían qué lo que más les conviene es limitar sus ambiciones conforme al sistema legal,  pues lo contrario traería un costo mayor que el beneficio y seria atentatorio de la libertad, poco inteligente y contraproducente. Finaliza diciendo que la cultura de la libertad tiene actualmente una presencia importante en las constituciones. En el caso peruano se consagra que la persona humana es el fin supremo de la sociedad y el estado, lo que es tomado de Aristóteles en Ética a Nicómaco, en la que dice que la polis es el fin supremo de la persona. Esta autonomía es considerada como libertad negativa.

Sobre Charly García y Canción para mi muerte

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“Canción para mi muerte” ha sido considerada desde hace varias décadas como un himno del rock progresivo argentino. Para los fanáticos de Carlos Alberto García Moreno (o el Charly García que conocemos) el tema va más allá: es —sin más— la obra musical que trazó por primera vez unas líneas nítidas de quien estaba destinado a ser un genio del rock latinoamericano. Un quinto Beatle. Un Maradona del rock.

Para evitar los mitos que siempre se crean en los velorios, el mismo Charly contó que aquella canción la escribió al caer en una sobredosis de anfetaminas en los últimos años de la década del sesenta. Dice haberse provocado ese estado letárgico para convencer a los militares que padecía de soplo al corazón y de esa manera ser expulsado del servicio militar al que fue a parar por la dictadura. Entre rifles, uniformes y tubos de enfermería —en lo que él consideraba un estado mortis causa— escribió los cuartetos de aquella canción a la que meses más tarde le agregaría el sonido principal de un piano clásico, secundado por el rasgueo de una guitarra acústica y la estridencia de una batería rudimentaria que era armonizada sobre la marcha por las notas agresivas de un bajo. Una conjugación de partes alejada de la complejidad que se hizo una pieza cuasiperfecta de trova, folk y rock.

Posteriormente, Charly reconocería que la estrategia fue un exceso de rebeldía, pero le sorprendió que la muerte apareciese haciendo las veces de un canto. Para quienes lo conocen bien, sin embargo, aquella fue una gesta digna de un muchacho arrebatado por la euforia de mayo del 68, el florecimiento de la movida Hippie y por su reverencia a los Beatles, ese cuarteto de Liverpool que provocó un giro copernicano en su vida como para abandonar a Mozart e irse a hacer rock.

¿Por qué cantarle a la muerte? creo que en su agonía, Charly pensó que sus exequias se verterían en una fosa bonaerense predestinada al olvido, lo que era inaceptable para un ególatra que desde ya buscaba que le apunten los reflectores incandescentes de la posteridad. Por eso, aquel cachaco, uno más de la tropa, escribió ese himno de despedida mientras los militares le daban de baja rasgándole los galones de patriotismo frente a su camilla. Un fanático diría con pertinencia, citando a pie de letra a Platón: hay quienes están para ser protectores de la ciudad y otros para dar con la razón lo que no pueden con la fuerza. Y así sucedió, pues esta “traición” fue resarcida en años posteriores cuando un Charly, ya con el grado de héroe popular, compuso “Los dinosaurios” e “Inconsciente colectivo”, dos canciones mordaces con la dictadura de Videla y que hicieron un llamado a la conciencia cívica frente a la guerra de las Malvinas.

Si el determinismo existe, aquí solo cabe decir que Dios se las jugó y pateó el tablero que tenía un jaque mate seguro contra García y en su lugar le hizo enroque largo con el artista que es hoy. Quizá por eso Charly compuso en su honor “Confesiones de invierno”, tema en el que describe tantas tragedias como el hambre, la prisión, el abandono, la pobreza, pero termina diciendo, después de una pausa reflexiva y un suspiro de esperanza: «solamente muero los domingos: los lunes ya me siento bien».

Mientras consolidaba su carrera, Charly tuvo como lugar común en sus canciones a la muerte, como si fuesen llamados imperativos que se asemejan a un pestañeo que no se puede evitar. Así fue que siete años después de la expulsión del ejército —en la mejor etapa de Seru Girán— compuso “Viernes 3 am”. En este tema retrata a un hombre que transgrede la ley divina y no espera el llamado de la muerte, sino que va contracorriente y se suicida. Es especial porque, antes de dispararse, se dice que el hombre cambió de tiempo, de amor, de sexo, de Dios, de música, de fronteras y de ideas, pero, aún así, nada cambió.

Sin embargo, la metáfora de la muerte en su música se hizo una verdad absoluta al pasar a ser parte del propio artista. En el dosmil, fuimos testigos del menosprecio que Charly le tuvo a la muerte cuando se tiró a una piscina de medio metro de profundidad desde el noveno piso del Hotel Aconcagua. Salió ileso y compuso “Me tiré por vos” y “Noveno B”, en las que cuenta que no necesitaba permiso para volar, que era lo único que le faltaba aprender en la vida. Aun se ve en YouTube el momento en que los periodistas ingresan al Hotel creyendo encontrar el cuerpo de Charly partido en el suelo, pero sorprendentemente él los recibe nadando y, ante el ruido que hacen, les pide una Coca-Cola.

Después de lo comentado, nos queda evidencia que la muerte siempre estará entre nos como una incógnita inefable e inasible de la que preferimos no conversar. La cultura occidental la tiende a evadir por ser de mal gusto en tiempos de vitalidad o de felicidad, a pesar que los malos pasos en la cuerda destemplada de la vida han sido en muchos casos oportunidades para reconocerse, cambiar y legar algo valioso para quienes nos sobreviven. Esto sucede porque —en ese estado de angustia— el hombre se atormenta frente a la nada y advierte que, en la incertidumbre de su futuro y la certeza de su extinción, solo caben los recuerdos y sentimientos hacia lo más cercano: un padre desmotivado, una madre con desolación, un hijo sin protección, una hija sin guía, un sobrino a la deriva, un hermano sin soporte, una esposa sin amor, un amigo con una utopía inconfesable o algún desconocido acongojado para quien se era algo sin saberlo.

Después del testimonio de vida y obra de Charly, queda aprender lo que decía Heidegger: aceptar una vida auténtica y tomar consciencia que simplemente somos seres para la muerte. Que el aroma de nuestros difuntos doblegue nuestra ira, superficialidad, malicia y odio, y sea la fuerza que nos revele que es posible una mejor convivencia, a pesar que a la muerte aun no le importe mirar hacia donde hoy nos encontremos y el destino nos cante bajito que todo, absolutamente todo en la vida se puede enmendar y remediar.

A Charly García, firme pilar para la vida.
 Antonio Eslava


Los filósofos de Hitler

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En cuantas conversaciones –sobre todo ante esta inmoral realidad política en que nos encontramos– resurge como posibilidad la idea platónica de poner en manos de los filósofos el arte de gobernar. Uno toma esa idea (entiéndase en su actual dimensión: los “más preparados”) porque las virtudes de aquellos los tiene exentos o alejados de las pasiones o corrupciones mundanas y su convicción, más bien, es la de conducirnos a la verdad o bienestar.

No obstante, esa tesis está en un grado que por lo menos permite ponerla en discusión al juzgarse el papel que asumieron pensadores, filósofos e intelectuales durante la dictadura de Aldolf Hitler en Alemania.

Para ello, resulta ser un valioso material el libro Los filósofos de Hitler, de la profesora oxfordiana Yvonne Sherratt (el de la foto), quien ha puesto en evidencia de cómo y hasta qué punto se implicó la filosofía en el más grande genocidio de toda la historia.

El libro se puede dividir en tres partes: la referencia a los filósofos, pensadores e intelectuales que sirvieron involuntaria o voluntariamente al nazismo, seguidamente a aquellos que se resistieron al nazismo y, por último, se hace un retrato de la actitud que asumieron todos ellos luego del juicio de Núremberg.

Para entrar un poco en detalle, entre los filósofos que habrían servido al nazismo, la autora consideró a Kant, Hegel, Nietzsche, Schopenhauer y Darwin. Sin embargo, hay que asumir con pinzas el asunto, puesto que en el caso de Kant, por ejemplo, si bien éste no catalogó al judaísmo como una religión (porque la racionalidad era la base de la moral y a aquellos tenían una creencia primitiva), jamás habría ideado promover su exterminio; aun así, como menciona la autora, lo cierto es que aquella referencia kantiana fue asumida a propósito por Hitler para fortalecer y justificar su delirio antisemita.

Por otro lado, en el libro se aduce que Hitler también asumió la tesis de los darwinistas sociales, para quienes las leyes de la naturaleza y de la sociedad era idénticas y, por ende, estaba justificada la guerra seleccionaría e higiene racial que implicaba el exterminio de los judíos. Es interesante el dato que el propio Darwin les dijo a los darwinistas sociales que la política social no debería dejarse guiar por los conceptos de lucha por la supervivencia y la selección natural y que, más bien, la simpatía y compasión deben hacerse extensivas a todas las razas y naciones. Así, a pesar que el propio Darwin deslegitimó a los darwinistas sociales, bien apunta la autora que esas ideas sirvieron de insumo para que Hitler justifique ante su nación su propósito antisemita.

En el libro se puede conocer que en igual sentido fueron asumidas por Hitler retazos de ideas de Hegel o Nietzsche.

Es importante, sin embargo, considerar que estos pensadores, filósofos e intelectuales mencionados no pueden ser asumidos directamente como influencia de Hitler. Su pensamiento fue escrito en otro contexto, sin saber que un cabo del ejército haría con ellas una amalgama para justificar un genocidio judío. En tal sentido, si bien en el libro existe una referencia directa a filósofos e intelectuales que vivieron antes del surgimiento del nazismo: Kant, Hegel, Nietzsche, Schopenhauer o Darwin, se debe comprender que éstos no idearon un exterminio basado en la superioridad racial, sino que, como menciona la autora, Hitler era un “genial coctelero” que, dejando libros a medias y sin siquiera haber comprendido el pensamiento de aquellos, cosía ideas sueltas para reforzar sus prejuicios e intereses.

La historia, sin embargo, es distinta cuando se retrata a Carl Schmitt –redactor de la Constitución legal de Hitler– o Martin Heidegger, considerado uno de los grandes filósofos del siglo XX. Ambos, desde su tribuna, legitimaron legal y académicamente al nazismo y ocuparon grandes cargos en el régimen. Sin embargo, cuando éste cayó, al procesarlos brindaron una serie de justificaciones que, aparentemente, los dejaron como unos oportunistas. Su castigo fue efímero para la justicia penal y tibio dentro de la academia (ambos terminaron su vida laureados por sus contribuciones al derecho y filosofía, respectivamente). Estos hechos, indudablemente, dan cabida para entrar nuevamente en el constante debate de si la obra debe desligarse del autor. Aquí se tiene una evidencia de la no desvinculación. La autora es crítica sobre este punto.

Por otro lado, en la segunda parte del libro se retrata la participación que tuvieron los filósofos que se vieron perseguidos por el régimen nazi. Entre ellos se encuentran Husserl, Walter Benjamin, Hannah Arendt o Theodor Adorno. Todos ellos fueron perseguidos por ser judíos. Su vida, durante el régimen, estuvo guiada por resistir con ideas al nazismo.

Personalmente, considero que, entre estos filósofos, es trascendental la participación de Kurt Huber, pues éste no era judío, sino alemán, pero no aceptó “adoctrinar” en la Universidad a sus alumnos. Una vez echado de ella, empezó a realizar una actividad proselitista al unirse a la Rosa Blanca (grupo de universitarios pacifistas) y escribir cartas públicas contra el régimen promoviendo la resistencia pacífica. No obstante, en 1943 fue descubierto y condenado a la horca.

La tercera parte del libro está dedicada a poner en evidencia qué sucedió con los filósofos al caer el régimen. En general, el ideólogo que fue condenado a la horca en los juicios de Núremberg fue Alfreed Rosenberg, autor del libro El mito del siglo xx y adoctrinador de primera línea de Hitler. Sin embargo, los demás pensadores y filósofos fueron separados por su participación en una de estas cuatro categorías: mayor, activista, implicado menor o acompañante. La autora refiere que casi todos recibieron penas leves y pocos fueron expulsados de las Universidades. En general hubo indulgencia, como se explicó en el caso de Carl Schmitt o Martin Heidegger.

En conclusión, estamos ante un libro sólido en las referencias para tomarse como invaluable para conocer la vinculación que existió entre filósofos, intelectuales o pensadores y el mayor genocidio de la historia. Es importante, sin embargo, que no se caiga en el facilismo de acusar a aquellos filósofos que, en su contexto y sin haber participado en el régimen Nazi, fueron arbitrariamente tomados por Hitler para justificar sus ideas antisemitas. Esto podría ser materia de otro análisis minucioso sobre el real alcance de la obra de aquellos, puesto que en este libro de Sherratt se los ha referenciado porque sus nombres e “ideas sueltas” fueron infortunadamente pronunciados o escritos por Hitler.

Finalmente, al iniciar esta reseña, se puso en relieve la idea platónica de ceder el gobierno a los filósofos. A partir de este retrato que nos ha brindado la experiencia nazi, se puede advertir que, a pesar de todo, dentro de todos los filósofos y pensadores que sucumbieron al poder, estuvo Kurt Huber. Él, sin ser judío, se resistió a apoyar el régimen nazi y fue echado de la Universidad dejando de lado la posibilidad automática de ascender en su carrera. Por el contrario, asumió un activismo a través de la Rosa Blanca por la pacificación alemana y, a cambio, se lo llevó a la guillotina.

Ese es el ejemplo del pensador crítico. Del filósofo que debe anteponer su razón ante el endormecimiento masivo o el seguimiento emocional y, punto seguido, saber guiar a los demás. Los filósofos son una necesidad para poner los reflectores ante la oscuridad y encontrar los valores mínimos que permitan tener un régimen político sano. Esos filósofos (entiéndase en su actual dimensión a los “más preparados”) en las sociedades actuales son a los que se les debe abrir el camino para que participen del gobierno y el deber de los ciudadanos es que estemos abiertos al sano debate para distinguir a los Huber de los Rosenberg.


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