Sherlock Holmes, el clásico de hoy.
Categoría : General
Cuando el Dr. Watson se sentía limitado ante un crimen oscuro, por no poder descubrir o relacionar hechos más allá de lo que el común de la gente haría, se echaba en los brazos del conformismo y esperaba ansioso, entusiasmado, para que Sherlock Holmes haga lo que siempre: deje de jugar a enlazar una a una las yemas de sus dedos, se levante de la mecedora de un brinco y –excéntrico de saberse mirado por su compañero– suelte de manera imperturbable una cadena de conjeturas y deducciones lógicas capaces de poner sobre la mesa de forma legible y obvia los hechos más enigmáticos, complejos e inimaginables y, por supuesto, sobre los cuales nadie tenía la más remota idea para haberle atinado a su ocurrencia.
Es un error capital teorizar antes de tener datos, decía Sherlock para zanjar cualquier intento del Dr. Watson por deducir hechos basándose en corazonadas. Los pequeños detalles son lo más importante, decía también, ante el menosprecio que su compañero tenía sobre los hechos o actos aparentemente intrascendentes, irrelevantes, esos que se pasan por alto o se sobreentienden.
Estas máximas Holmesianas, su conocimiento de química, criminología, en comunión con su pasión por la lectura y ensimismamiento, le dieron el honor de convertirse en el mítico detective de la era victoriana inglesa. La buena narración, la disparidad de personalidades, con lo enigmático e inesperado de los casos, se han conjugado para lograr la permanencia de Sherlock después de dos siglos. Lo hace un personaje del que uno puede obviar que nunca existió más allá de cómo lo engendró literariamente Sir Arthur Conan Doyle.
Sherlock tiene para dar lecciones en toda época y lugar a los fascinados por la investigación empírica: periodistas, penalistas, policías, con un método no convencional para la ciencia, pero acorde a lo elemental de la lógica, la experiencia y el sentido común de siempre.