Definitivamente la vida sin amor no tiene sentido, el amor que uno siente por los demás que se expresa en ver su belleza, tal vez presentir algo cercano a su estructura interior, su alma…
Presentir su historia vivida, y sus ilusiones y sus anhelos y ver que muchas veces solo fueron ilusiones, no es lo que más cuenta. Creo que uno llega a la vida para aprender y descubrir, para saber y sentir que la vida es amor.
Recuerdo aquella joven que en el campo de concentración sabía que iba a morir pronto, y estaba en un estado de felicidad por ver un árbol en flor desde su ventana.
Frankl pensó que tal vez deliraba y le pregunta si la flor le habla y ella dice que sí. Me dice “‘Estoy aquí, estoy aquí, yo soy la vida, la vida eterna.»
Así podemos aceptar un sufrimiento que para muchos otros no tendría sentido. Pero si eso es el camino que he debido seguir para llegar a sentir ese amor por todas las cosas, ha valido la pena, ya que a veces, en medio de las adversidades, la vida nos muestra su esencia más pura: el amor. No solo el amor que recibimos de los demás, sino ese que nace en nosotros, ese que se manifiesta al contemplar la belleza que nos rodea y al conectar con las personas con la capacidad de mirar más allá de lo evidente.
¿Qué es lo que realmente nos da fuerza y sentido? Es el amor por ser lo que contienen todo el significado de la existencia. Algo que nos permite crecer, aprender y, sobre todo, descubrir quiénes somos.
Cuando nos enfrentamos a desafíos que parecen insuperables, puede ser tentador cerrar el corazón y renunciar a sentir. Pero el amor, aunque parezca vulnerable, es la fuerza más poderosa que tenemos. Es lo que nos permite ver más allá del dolor, encontrar belleza en lo cotidiano y aceptar la vida con todos sus matices, de ver y reconocer la vida en todas sus formas.
REFERENCIAS
Viktor E. Frankl: el hombre en busca de sentido.