El campo de la Psicología Social

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En esta entrada presentamos un texto clásico de Serge Moscovici, que sin dedicarse a un cuestionamiento epistemológico más profundo, como los textos que hemos presentado de Fernando González Rey y Frederic Munné, se interroga acerca del objeto (campo) de estudio de la ciencia denominada Psicología Social.

Fuente: Moscovici S. (1988) “El Campo de la Psicología Social. Pags. 13 – 27 en Psicología Social, I. Buenos Aires: Editorial Paidos.

“(…) Todo resultaría muy sencillo si pudiésemos decir sin dudar: existe el individuo y existe la sociedad. Evidentemente esto se nos repite innumerables veces y uno parece comprender e incluso ver lo que indican estas palabras. Todos aceptamos como algo indiscutible que estos dos términos estén separados, que cada uno sea autónomo y posea una realidad propia. Esto significa que podemos conocer uno sin conocer el otro, como si se tratasen de dos mundos extraños entre sí. La fuerza de esta visión resulta incontestable, al igual que la división que mantiene: el individuo reducido a su organismo y la sociedad petrificada en sus instituciones y aparatos. O mejor aún. Por una parte el uno, lo único, por otra parte lo múltiple o colectivo. Y esta visión tiene un efecto al que nos hemos acostumbrado desde hace largo tiempo: el tratado de partición que concede el individuo a la psicología y la sociedad a la economía o a la sociología. (…)”

“Si la psicología social tiene una razón de ser en tanto que ciencia y un leitmotiv que le sea propio, es ahí donde lo encontraremos. Toda ciencia mayor intenta responder, a través de investigaciones efectuadas en campos concretos, a alguna de las lancinantes preguntas que se plantean a los hombres. La física, a la pregunta: ¿Qué es la materia o el movimiento? La biología, a la pregunta: ¿Qué es la herencia? O bien ¿Por qué existe la vida? La cosmología, a la pregunta ¿Cuál es el origen del universo? Y así sucesivamente. De manera similar, La psicología social -en mi opinión al menos- se ha ocupado y sigue haciéndolo de un solo y único problema: ¿por qué se produce el conflicto entre individuo y sociedad? Ninguna otra ciencia aborda este problema de forma tan directa, ninguna siente una atracción tan profunda por ese conflicto. Y aquellas ciencias que lo hacen se aproximan a la psicología social, como sucedió con el psicoanálisis interesarse éste por los fenómenos de masa. También es el caso de la historia cuando estudia los fenómenos de la mentalidad. Y la recíproca también es cierta. Siempre que la psicología social olvida este problema para estudiar en paralelo y con independencia uno de otro, ya sea lo social o lo individual, como sucede actualmente en los Estados Unidos, pierde su personalidad, convirtiéndose en un apéndice, inútil, de otra ciencia. (…)”

“He aquí una primera fórmula: la psicología social es la ciencia del conflicto entre el individuo y la sociedad. Podríamos añadir: de la sociedad externa y de la sociedad que lleva adentro. No escasean los ejemplos de dicho conflicto. La resistencia a las presiones conformistas de la mayoría, la oposición entre un líder y su grupo, las desviaciones con respecto a la ortodoxia, las discusiones dentro de un grupo a fin de llegar a una decisión, la captación de un individuo por la masa, y otros muchos casos. Hasta aquí hemos considerado el espectro en toda su extensión. Ahora debemos acotarlo para captar mejor y con mayor precisión el campo de la psicología social. En pocas palabras, tras haber visto el problema al que responde consideremos los fenómenos de los que se ocupa. O mejor dicho, los fenómenos de los que se ocupan los psicosociólogos al salir al terreno o al encerrarse en sus laboratorios. En una palabra, ¿Cuál es su objeto? (…)”

“En realidad, la psicología social analiza y explica los fenómenos que son simultáneamente psicológicos y sociales. Este es el caso de las comunicaciones de masas, del lenguaje, de las influencias que ejercemos los unos sobre los otros, de las imágenes y los signos en general, de las representaciones sociales que compartimos y así sucesivamente. Si queremos movilizar a una masa de hombres, luchar contra los prejuicios, combatir la miseria psicológica provocada por el desempleo o la discriminación, sin duda alguna mayor que la miseria económica, siempre nos encontraremos ante lo individual y lo colectivo solidarios, incluso indiscernibles. La psicología social nos enseña a observarlos de esta manera, permaneciendo fiel a su vocación entre las ciencias.”

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¿La explicación del comportamiento humano debe ser lo más simple posible o lo más compleja posible? Munné, F., (2007)

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Resumen
La tradición de la ciencia dominante es buscar la explicación más simple posible. Por su parte, las nuevas teorías de la complejidad generan un paradigma epistemológico que cambia sino invierte el sentido de muchos conceptos fundamentales (como causalidad, predicción, control, incertidumbre, etc.) e invita a buscar la explicación más compleja posible. Las ciencias del comportamiento individual y social se juegan su futuro en esta cuestión.

Palabras clave: Complejidad. Epistemología. Explicación psicológica. Incertidumbre.

El problema de la explicación más simple posible

“(…) La búsqueda de un conocimiento de la realidad que sea lo más simple posible es una conditio sine qua non de lo que se considera hoy ciencia. Como enfoque epistemológico, arranca de los mismos inicios de la filosofía griega, esto es ya en los presocráticos, cuando se sobreentiende que lo esencial se encuentra en lo simple (ver Munné, 2004). Sin embargo, es a partir del siglo XIV que este supuesto fundamental es explicitado y aplicado directamente a la teoría y al método de la ciencia, cuando tres dicta desarrollaron y consolidaron la simplicidad como principio que otorga al conocimiento y a una explicación el calificativo de científicos.”

“(…) La ciencia establecida tiene el mismo problema que Descartes. El culto que rinde a la simplicidad, le obliga a “limpiar” el camino de desviaciones y multiplicidades, de posibilidades ínfimas o lejanas, en pro de una inteligibilidad cognitiva lo más directa y secuencial posible para instalarse en un conocimiento considerado claro y seguro. Esto no sólo no evita sino que aumenta la incertidumbre, porque considerados desde la simplicidad, los fenómenos complejos son imposibles de entender o son malinterpretados, por ejemplo considerando aleatorios los procesos caóticos cuando estos están determinados sin dejar de ser impredecibles. De ahí que se hable del caos determinista, el conocimiento del cual siempre es aproximado.
La tentación de esquivar la incertidumbre para llegar a la explicación lo más simple posible es muy fuerte, y está avivada además por el agobiante sentimiento de duda, que es insostenible por ser vivido como un desconocimiento. Todo ello provoca tres obsesiones en el quehacer científico:

La primera es la obsesión de predecir. Hasta el extremo de que ha llegado a afirmarse (caso del físico Horgan, 1996) que los modelos no predictivos no pueden ser tomados en serio. Se sobreentiende que una causa mayor producirá un mayor efecto y una causa menor un efecto menor. Si no se encuentra proporcionalidad en la relación no es posible predecir y se prescinde de la relación como carente de significado o de relevancia.

Segunda obsesión: regular, esto es someter a reglas. Si el mundo se considera predecible, pueden descubrirse, formularse y en su caso imponerse las reglas que lo hacen predecible para el ser humano. Hay más: una vez establecida una regla todo cuanto se aparta de ella, o no es regulable como norma, pasa a considerarse anormal y a ser explicado como anómalo, esto es como raro o extraño. Las teorías psicosociales sobre la reacción social al comportamiento desviado (Lemert, Becker, Goffman) van en este sentido.

Y tercera obsesión: controlar. Si el mundo es predecible y regulable, puede y debe ser controlado. Y lo que no puede ser controlado debe ser reducido al mínimo posible para evitar el descontrol.”

“La simplificación tiene un enorme poder de fascinación y esto dificulta la explicación compleja, porque requiere renunciar a la desnudez del conocimiento claro y a la radicalidad de la economía explicativa.”

Hacia una explicación lo más compleja posible

“En primer lugar, se sobrepasan las fronteras creadas e impuestas por los tres criterios clásicos de la simplicidad. Esto es, el conocimiento y la explicación van más allá de lo necesario, lo suficiente y lo esencial mediante lo que llamo “un análisis de aspectos” (de los aspectos cualitativos de la complejidad: no linealidad, caoticidad, fractalidad, borrosidad, etc.), y no un análisis de partes que trocea el objeto y el sujeto. En consecuencia, la ciencia psicológica debería “poner al día” los artificiosos dictados de Ockham, Descartes y Leibniz inhibidores de las explicaciones complejas, porque la simplicidad explicativa al cuantificar desvirtúa los aspectos cualitativos, al analizar fragmenta y al limitarse a lo esencial cierra la puerta a lo considerado apriorísticamente “no esencial”.”

“En segundo lugar, la lógica compleja es una lógica paradójica, lo cual potencia la explicación. El razonamiento complejo diluye las dicotomías. Busca, por ejemplo, la continuidad de la discontinuidad (como es el caso de la pertenencia grupal); la irregularidad de lo regular (como es el caso de la desviación social); la diferencia de lo igual (como es el caso de la identidad individual o grupal); la imprecisión de lo preciso; o la simplicidad de la complejidad (para esto último: Gribbin, 2004.)”

“Proposiciones como éstas tienen sentido cuando se invierten las dos estrategias reduccionistas antes indicadas. Es decir, cuando en vez de dicotomizar se difumina, lo cual supone categorizar sin discontinuidad, o sea de un modo ni excluyente ni incluyente, generándose una incertidumbre borrosa que no conduce a elegir sino a matizar. Y cuando en vez de totalizar se globaliza, esto es, el pensamiento y la explicación se organizan en red, forma de organización en la que nada es ajeno a nada, a diferencia de la organización total.”

“Tanto la investigación como la intervención del comportamiento humano orientadas por la simplicidad extreman (polarizan) los fenómenos y exageran (simplifican) la realidad, generando muchos más problemas que los que tratan de resolver. Sólo en la medida en que se encuentren explicaciones lo más complejas posible podrá profundizarse en el conocimiento y el tratamiento científicos del ser humano. Y para que las ciencias del comportamiento no se alejen de la realidad, asuman la incertidumbre y puedan avanzar en tales explicaciones deben reconocer paradójicamente, en un acto de humildad, que los seres humanos somos (afortunadamente) menos predecibles, controlables y regulables de lo que presupone la ciencia lineal y las explicaciones basadas en ella. Paradójicamente, porque se trata de comprendernos como simplemente complejos, para lo cual deberíamos tener presentes aquellas hermosas palabras de Gauguin para explicar su pintura: “A menudo me remonté en el tiempo, más que a los caballos del Partenón, al caballito de madera de mi infancia”.”

Fuente: Munné, F. (2007) ¿La explicación del comportamiento humano debe ser lo más simple posible o lo más compleja posible? Encuentros en Psicología Social (Universidad de Málaga), 4, 3-10.

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Frederic Munné

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Frederic Munné (*Barcelona, 1934)

Profesor Emérito de la Universidad de Barcelona y Catedrático de Psicología social en la Facultad de Psicología. Ha sido presidente de la Societat Catalana de Psicología Social y miembro del Instituto de Psicología y Sociología Jurídicas, de la Sociedad Española de Psicología y de la European Association of Experimental Social Psychology.

Actualmente, trabaja en una epistemología crítica del comportamiento social basada en el pluralismo teórico y en la aplicación del paradigma de la complejidad (teorías del caos, fractales y lógica borrosa) a las ciencias sociales.

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Datos de Fernando Luis González Rey:

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Psicólogo formado en la Facultad de Psicología de la Universidad de la Habana (Cuba), Doctor en Psicología del Instituto de Psicología General y Pedagógica de Moscú; tiene un Postdoctorado en Psicología del Instituto de Psicología de la Academia de Ciencias de la Unión Soviética. Ha escrito los siguientes libros:
Sujeto y subjetividad. Una aproximación históricocultural; O social Na psicología e A psicología social. A emergencia do sujeito; Epistemología cualitativa y subjetividad; Motivación moral en adolescentes y jóvenes; Psicología de la personalidad; La investigación cualitativa en psicología: rumbos y desafíos; La psicología: principios y categorías; Personalidad, salud y modo de vida; Problemas epistemológicos de la psicología; Comunicación, personalidad y desarrollo.

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Investigación Cualitativa y Subjetividad

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Hemos decidido colocar como primer artículo de este nuevo blog dedicado a la Psicología Social, el prólogo del libro “Investigación Cualitativa y Subjetividad” del psicólogo cubano Fernando Luis Conzález Rey (1997). En este artículo se introducen muchas de las ideas que desarrollaremos en posteriores entradas, con el fin de contribuir a ampliar el horizonte de pensamiento en la Psicología Social en nuestro medio.

Jan Marc Rottenbacher, 4/12/2008
“El miedo a la especulación es
una expresión institucionalizada
y pública de un miedo oculto en la
institución científica y académica:
el miedo a las ideas.”
(Fernando Luis González Rey, 1997, pág. 6)

Investigación Cualitativa y Subjetividad
Fernando Luis González Rey (1997)
Prólogo

“Este excepcional libro representa un importante avance en el campo de la psicología y el autor lo escribe imprimiéndole la pasión de un manifiesto. El libro estimula y energetiza al le lector proponiéndoles la nueva tarea de la comprensión del trabajo de la mente en la medida en que ésta se confronta con el mundo, por medio de la exploración de la subjetividad y de la conciencia.

La psicología propuesta por Nietzsche como la “ciencia maestra”, a la cual todas las otras se deberían someter (más allá del bien y del mal), se transformó, bajo el dominio del positivismo, en un paisaje árido que ha desviado muchas mentes brillantes [y lo sigue haciendo].

Este imperio del tedio también ha sido ignorado por ciencias afines, como la historia, la filosofía, la sociología y la antropología, así como por el campo literario.
Al mismo tiempo, la necesidad de conocer fenómenos psicológicos que atraviesan todos esos campos se mantiene. Como resultado desastroso, el psicoanálisis fue adoptado como representante de toda la psicología.

Curiosamente, durante un siglo las señales de alarma han estado presentes. Como ejemplo de eso se pueden citar los últimos trabajos de Husserl y Vigotsky. El primero se preguntaba en su obra Crisis por qué el campo de la subjetividad, que debía ser considerado como el objeto de estudio de la psicología, había sido totalmente ignorado por los psicólogos. En el caso de Vigotsky, la crítica incisiva al positivismo, desrrollada en sus últimos trabajos, se mantuvo oculta hasta tiempos muy recientes por sus traductores en lengua inglesa. En Occidente, sólo los trabajos iniciales y más tradicionales de Vigotsky sobre el desarrollo infantil estaban disponibles.

En esta obra [Investigación Cualitativa y Subjetividad] se presenta la epistemología cualitativa como el primer esfuerzo abarcador en el estudio científico de la subjetividad. Per, ¿qué es la subjetividad? El profesor González Rey la describe de la siguiente forma: “La subjetividad no sustituye a los otros sistemas complejos del hombre (bioquímico, fisiológico, ecológico, laboral, salud, etc.) que también encuentran, en las diferentes dimensiones sociales, un espacio sensible para su desenvolvimiento, pero se transforma en un nuevo nivel de análisis de esos sistemas, los cuales, a su vez, se convierten en un nuevo sistema que históricamente ha sido ignorado del subjetivismo, del mentalismo y del individualismo” (pág. 14).

O sea, el principal objeto de la psicología fue eliminado cuando esta área quedó bajo el dominio del positivismo. Una de las vías por las cuales el positivismo ha construido su imperio fue por la invención y aplicación del dogma de la cientificidad.

A los estudiantes de psicología se les enseñan las reglas de lo que ellos llamaron “ciencia dura”, y ese dogma pasó de generación en generación. Esto los ha orillado a creer que están haciendo lo mismo que los médicos: colectar y medir evidencias observables y replicables. Siguiendo estas reglas, el misterio de la psicología sería un día resuelto.
Como ese dogma es falso, no es sorprendente que el positivismo no haya conseguido resolver esa premisa.

El positivismo evitó tratar el problema epistemológico orientado a conocer cuál es el modelo de ciencia apropiado al estudio de los fenómenos psicológicos. Dada su naturaleza como expresión de la subjetividad humana, ¿cómo se pueden construir teorías y desarrollar métodos apropiados para la comprensión de los fenómenos psicológicos?

Para entender lo que está en juego, se puede comparar la construcción imaginativa que se requiere para estudiar científicamente la naturaleza de los fenómenos psicológicos que este libro nos presenta con la “joya de la corona” del positivismo, el concepto de constructo hipotético. Murria en la introducción de su libro Personalidad, sociedad y cultura, describe ese constructo como ficción útil. ¿Será realmente útil? ¿Se puede construir una ciencia basada en la ficción? De forma pomposa, la producción de constructos hipotéticos ha sido descrita como abstracción generalizada. ¿Qué quiere decir esto? Se observan algunas ocurrencias empíricas en el nivel más superficial y, enseguida, se inventa un nombre que capture algo común entre esas ocurrencias: necesidades, motivos, actitudes, etc. Así se obtiene el constructo hipotético. Eso es una ficción, se mantienen vías instrumentales para medirlo, y así se transforma esa ficción (reificación) en algo que se considera real [los psicólogos sociales hacemos esto todo el tiempo]. Esto no es hacer ciencia, sino propagar una extraña religión que se considera útil. ¿Útil de qué forma? Un historiador de la psicología ha argumentado que la razón por la cual el positivismo ha sido universalmente aceptado en la psicología es porque permite profesionalizar el área, brindando reglas simples que puedan ser asimiladas por el alumno medio.

Este hecho permitió crear departamentos de psicología que ofrecían a sus alumnos formas de ganarse la vida en una variedad de dominios aplicados de esta disciplina, algo que no se podría sustentar si ella se confrontase con la complejidad de su propio objeto.

Al introducir el concepto de medida, podría ser invocada una relación con la ciencia, así los instrumentos de medición fueron importados del área de la ingeniería agronómica. Fisher, su inventor, hizo una gran labor de cabildeo por los departamentos de psicología para que esos instrumentos fueran adoptados. A. Newell y A. Simon (1974) se preguntaban por qué para construir la psicología, los investigadores se volvían para los modelos de la agricultura y no, por ejemplo, para la neurobiología o incluso para la meteorología. El contexto histórico evocado podría ser la respuesta.

La investigación cualitativa emergió como un medio de romper con el punto de vista estrecho y opresivo del positivismo; sin embargo, no siempre se ha confrontado con la necesidad de desarrollar una sólida fundamentación epistemológica. El profesor González Rey argumenta con razón que los problemas surgen cuando los investigadores se adhieren a la investigación cualitativa sin conciencia epistemológica. Es por ello que la perspectiva positivista tradicional tiene también una presencia dentro de la investigación cualitativa hasta hoy. El autor afirma:

“La revitalización de lo epistemológico es, pues, una necesidad frente a la tentación de monopolizar lo científico a partir de la relación de los datos con la validez y la confiabilidad de los instrumentos que se producen. Ese instrumentalismo corrompió el objetivo de la ciencia y llevó a la reificación de lo empírico, provocando profundas deformaciones en el uso de la teoría. Por ese motivo, hablar de metodología cualitativa implica un debate teórico-metodológico, sin el cual es imposible superar el culto instrumental derivado de la hipertrofia que considera los instrumentos vías directas de producción de resultados de investigación” (pág. 3).

En este libro se presenta una epistemología basada en una profunda preocupación por describir lo que es necesario para construir una ciencia de la psicología con fundamentos realistas, una psicología que pueda tener sentido para las ciencias afines a las humanidades y que interactúe creativamente con ellas. A este respecto, se debe observar que el autor enfatiza acertadamente en el error que implicó el hecho de haber separado la psicología de un punto de vista epistemológico-filosófico al establecer sus propias cuestiones epistemológicas. Así, él toma posición en relación a uno de los aspectos de la subjetividad: la complejidad. La propuesta del autor sobre la epistemología cualitativa está en estrecha relación con la complejidad de su objeto de estudio. En relación a esto el autor escribe:

“Es imposible hablar de complejidad en abstracto. Las características generales de un sistema complejo deben adquirir valor heurístico para la construcción del conocimiento en el campo concreto dentro del cual trabajamos” (pág. 17)

La epistemología cualitativa representa un modo nuevo de comprender los principios generales de una perspectiva metodológica apropiada al estudio de los procesos psicológicos.

Al conocer que la realidad “es un dominio infinito de campos interrelacionados”, se tiene que pensar el conocimiento como un proceso constructivo-interpretativo, conforme el profesor González Rey afirma:

“(…) cuando nos aproximamos a ese complejo sistema [se está refiriendo a la realidad] por medio de nuestras prácticas, las que, en este caso, están relacionadas con la investigación científica, formamos un nuevo campo de la realidad en el que nuestras prácticas son inseparables de los aspectos sensibles de la realidad estudiada. Son precisamente ésos los aspectos susceptibles a ser significados en nuestra investigación. Es imposible pensar que tenemos un acceso ilimitado y directo al sistema de lo real por tanto, tal acceso es siempre parcial y limitado a partir de nuestras propias prácticas” (pág.5)

Por orientarse a la complejidad de los fenómenos psíquicos, este libro ofrece una visión inspiradora a todos aquellos que se preocupan con estas cuestiones, propiciando insights sobre la forma de comunicar el esfuerzo creativo que implica el estudio del funcionamiento de la psique. Se presentan nuevos conceptos y cada uno de ellos podría constituir un nuevo dominio de investigación. Tenemos, por ejemplo, las ideas de sentido común y de “zona de sentido”, como espacios de inteligibilidad producidos en la investigación.

El investigador no debe guiarse por respuestas fáciles:
“La única tranquilidad que el investigador puede tener se refiere al hecho de que sus construcciones le permitan nuevas construcciones y nuevas articulaciones entre ellas, capaces de aumentar la sensibilidad del modelo teórico en desarrollo para avanzar en la creación de nuevos momentos de inteligibilidad sobre lo estudiado; o sea, para avanzar en la creación de nuevas zonas de sentido” (pág. 7)

Tampoco puede depender de reglas simples que puedan ser enseñadas masivamente:

“Donde hay pensamiento debe existir especulación, fantasía, deseo y todos los procesos subjetivos implicados en la creatividad del investigador como sujeto. Creo que el peligro no está en la especulación, sino en su separación del momento empírico, en la reificación de la especulación (…)” (pág. 8).

Sobre el aspecto metodológico, el autor enfatiza algo muy importante, “la legitimación de lo singular como instancia de producción de conocimiento científico” (pág. 10). En este punto, él se hace eco de los argumentos introducidos por Newell y Simon (op. cit) a favor de la aproximación ideográfica al objeto de estudio, en contraste con la aproximación nomotética del positivismo, en el cual el individuo aparece sólo como fragmento de una compilación estadística. (…).

“Al afirmar que nuestro conocimiento tiene un carácter constructivo interpretativo, estamos intentando superar la ilusión de validez o legitimidad de un conocimiento por su correspondencia con la realidad, esperanza que se convirtió, contrariamente a lo que piensan y sienten sus segadores, en una construcción simplificada y arbitraria en relación con la realidad, al fragmentarla en variables susceptibles de procedimientos estadísticos y experimentales de verificación, pero que no tiene el menor valor heurístico para producir “zonas de sentido” sobre el problema estudiado, separándose de esta forma, de la organización compleja de la realidad estudiada” (pág.6)

Otra cuestión que presumiblemente propiciará intensos intercambios en el campo de la psicología es el lugar que se le atribuye a la comunicación en la epistemología cualitativa al considerarse la investigación como proceso de comunicación:

“Considera a la comunicación como un principio epistemológico lleva a reconsiderar el espacio social de la investigación en su significado para la información producida. El instrumentalismo ingenuo que ha caracterizado a la investigación social y que ha sido criticado por diferentes sociólogos, psicólogos y antropólogos (Bourdieu, Touraine, Ferrarotti, Koch, Gergen, Ibañez, Spink y González Rey, entre otros) consideró que la validez, la confiabilidad y la estandarización de los instrumentos en determinada población eran condición necesaria y suficiente para legitimar la información: por tanto la legitimidad se produce por procesos instrumentales estandarizados, en los cuales el intelecto del investigador interviene poco. Esa representación instrumentalista no se ocupó ni del sentido que tales instrumentos tienen para las personas a quienes se le aplican ni del escenario social en que esa aplicación se realiza. (…).

También la epistemología cualitativa reconsidera la “bandera fatal” de lo que ha sido llamado, probablemente de forma inapropiada, como construccionismo social, caracterizado por la “desconsideración del sujeto como productor de pensamiento y sentido, dejándolo reducido a la convergencia de voces o ‘efectos’ discursivos de una sociedad reducida a una metáfora discursiva”. Esa perspectiva que ha sido presentada en sí misma como alternativa al positivismo ha suprimido la mente no sólo como objeto de investigación, sino también como realidad. Para un behaviorista, la mente era una caja negra imposible de ser descifrada y para un construccionista social, simplemente no existe, Hazaña que no fue ni siquiera soñada por los behavioristas.

(…) la producción del sujeto, el complejo tejido informacional que éste produce por diferentes caminos es el material privilegiado para construir el conocimiento, rompiendo de esta forma con uno de los principios más arraigados del imaginario de la investigación occidental: el hecho de comprender la investigación, en su parte instrumental, como la aplicación de una secuencia de instrumentos, cuyos resultados parciales serían la fuente del resultado final.” (págs. 14 – 15).”

Prólogo escrito por: Marisa Zavalloni, Professeur, Departamento de Psicología Social, Universidad de Montreal. Sigue leyendo