Archivo por meses: mayo 2009

Conocimiento científico y conocimiento ordinario

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“No hay enfermedades, sólo enfermos”
Aserción de la Medicina Actual

“(…) una nueva verdad científica no triunfa por medio del convencimiento de sus oponentes, haciéndoles ver la luz, sino, más bien, porque dichos oponentes llegan a morir y crece una nueva generación que se familiariza con ella”
Max Planck

Pareciera evidente que debemos reconocer, ante todo, la prioridad de la experiencia inmediata. Esta experiencia tiene prioridad por su original inmediatez, porque la vivimos y experimentamos antes de cualquier conceptualización y aparición de significados, porque es el modo fundamental en que se nos ofrece el mundo y porque es el fenómeno básico para toda clase de actividades, incluyendo la misma ciencia. Sin embargo, también parece claro que esta experiencia, antes de ser ubicada en un contexto personal, cultural y social que le asigne significados, es simplemente amorfa y sin sentido alguno.
Pero la ciencia es, en último análisis, conocimiento, como lo indica su nombre. Sin embargo, suele ser considerada como conocimiento de un género determinado, conocimiento de leyes generales observadas en casos particulares. Este rasgo diferenciaría el conocimiento científico del conocimiento local y ordinario referido a un caso, entidad, hecho o individuo particular. Ya los filósofos escolásticos solían repetir que scientia non est individuorum (la ciencia no trata de individuos o casos particulares).

Según esta orientación, las ciencias serían –utilizando la terminología de Windelband– disciplinas nomotéticas, es decir, que estudiarían solamente leyes de amplia aplicación, preferiblemente universales, y la individualidad sería estudiada solamente por la historia, el arte o la biografía, cuyos métodos son idiográficos.
No obstante, el estudio de la individualidad puede alcanzar también una “universalidad” o generalidad en algún aspecto y en alguna medida, nada despreciable en cuanto a su importancia y utilidad. Por ejemplo, el estudio profundo de un individuo o de una entidad puede evidenciar una estructura personal o particular con un conjunto de rasgos y disposiciones peculiares que, aunque pertenecen únicamente a esa persona o entidad, describen y pueden predecir e incluso ayudar a “controlar” su conducta a lo largo de un extenso período de su vida. Aquí tendríamos un tipo de universalidad “temporal” –porque se extiende a muchas situaciones en el tiempo–, que puede ser más útil, en relación con el individuo o entidad, que la universalidad “espacial” o “extensional”, referida a un elemento de muchos sujetos o entidades.
Por otro lado, es posible que la naturaleza del objeto sea única, tan irrepetible e irreproducible como la explosión de una estrella nova, la erupción de un volcán, un terremoto, determinada revolución política o el fenómeno de doble personalidad. En casos similares, a la ciencia no le queda otra alternativa que estudiar esos casos únicos en sí, ayudada, naturalmente, por su mejor equipo teórico.
Otra característica, objeto de frecuente discusión, es la comunicabilidad de la ciencia. Si un conocimiento no es comunicable -suele decirse- no es científico. La razón principal de ello es que el conocimiento se considera como algo intersubjetivo que debe gozar de cierto consenso entre la comunidad científica.
En gnoseología se estudia un tipo de conocimiento estrictamente personal, el conocimiento vivencial, el comprender (Verstehen) profundo, tan frecuente en las disciplinas humanas y tan experimentado y vivido por los psicólogos clínicos y por los artistas. Estos hombres pueden captar una realidad singular y particular a un gran nivel de profundidad, y comprender los nexos y las complejas interrelaciones que constituyen ese ser individual, así como tener una vivencia muy peculiar y casi mística que les lleva a una cierta identificación con el objeto de estudio. En este caso, el sujeto poseería un conocimiento cierto, pero no científico; es decir, hablando etimológicamente, un conocimiento no-conocedor, cosa absurda.
En cuanto al hecho de que se dé cierta intersubjetividad o consenso –otro criterio de la “cientificidad”– recordemos que Galileo estaba solo con sus teorías y que los “sabios” del tiempo, los doctores en filosofía, en derecho, en astronomía y en teología, calificaron sus teorías como “absurdas y filosóficamente falsas”. Y mucho tiempo antes, el astrónomo Ptolomeo había considerado la idea de que la tierra se movía, como extraña, vieja (de los griegos) e “increíblemente ridícula”.
Así como el que canta extra corum, por muy bien que lo haga y sea el único que está en lo cierto, siempre da la impresión de estar “desentonado”, así las comunidades “científicas” censuran duramente al que rompe la “armonía” del paradigma aceptado y compartido, aun cuando ello sea para corregir falacias inveteradas.
En general, la gran mayoría de los hombres destacados y, sobre todo, los que han dado origen a las revoluciones científicas (como Copérnico, Galileo, Newton, Darwin, Planck y otros), se han quedado solos durante mucho tiempo y, en repetidas circunstancias, se les consideró como faltos de “sentido común” (y con razón, pues ese sentido común estaba errado) y alienados (cosa igualmente cierta en cuanto separados del común pensar y obrar). Por esto, Max Planck escribió con tristeza en su Autobiografía que “una nueva verdad científica no triunfa por medio del convencimiento de sus oponentes, haciéndoles ver la luz, sino, más bien, porque dichos oponentes llegan a morir y crece una nueva generación que se familiariza con ella”.

El conocimiento ordinario

En los diferentes discursos sociales de algunos postmodernistas, como Michel Maffesoli, aparecen continuamente los términos “país”, “territorio”, “espacio”, cosas todas que indican un sentimiento de pertenencia, algo emocional: el lugar constituye un vínculo, un lazo que no es abstracto, teórico, racional. Un lazo que no está constituido a partir de un ideal lejano, sino, más bien, lo contrario, se apoya, orgánicamente, sobre la posesión común de valores enraizados: lengua, costumbres, cocina, posturas corporales; cosas todas cotidianas, concretas, unidas en una paradoja, que es sólo aparente, y que constituye lo material y lo espiritual de un pueblo. Debemos reflexionar sobre esto: tal ‘materialismo espiritual’ (sic), vivido localmente, es el que va a tomar, cada vez más, el lugar de la política en sus diferentes modulaciones (Maffesoli 2000b).
Estamos, entonces, ante “el fin de las ideologías”, de los “grandes relatos de salvación al estilo de una metafísica o ideología”; “hay un primado de la singularidad de las formas antes que de la universalidad de los valores, de la inteligencia de las situaciones antes que de la vanidad de las generalizaciones” (Maffesoli, en Champetier 2003), y su transfiguración en los “pequeños relatos”, específicos, propios de la “tribu” que los detenta, ligados a un territorio dado, a los lenguajes juveniles, a los dialectos locales, a los sincretismos filosóficos o religiosos; son nuevas formas de sociabilidad unidas en un compartir de emociones, en las cuales lo no-lógico, la pasión y lo imaginario juegan un papel importante (2003).
En su obra Elogio de la Razón Sensible (1996), enfatiza Maffesoli las intuiciones y destellos de esta “razón sensible”: que considera como una manera de aproximarse a lo real en su más fluida complejidad; una conjunción de lo material y de lo espiritual y no una oposición. La razón sensible se dedica a destacar el papel de lo afectivo, de las interacciones y de lo subjetivo. Es una razón abierta hacia lo imaginario, lo lúdico, lo onírico social y es aún más rica porque sabe integrar, de manera homeopática, estas obras que nos constituyen. La verdad absoluta se fragmenta en verdades parciales que conviven.
Serge Moscovici, por su parte (1983, 1984), acentúa la postura fenomenológica, dándole el rango epistemológico de ciencia (frente y en oposición al conocimiento científico clásico), al considerar las “representaciones sociales” como una forma de conocimiento social específico, natural, de sentido común y práctico, que se constituye a partir de nuestras experiencias, saberes, modelos de pensamiento e información, que recibimos y transmitimos por la tradición, la educación y la comunicación social.
Las “representaciones sociales” son modalidades de pensamiento práctico orientadas hacia la comunicación, la comprensión y el dominio del ambiente social, material e ideal. En este sentido, presentan caracteres específicos para el plan de organización de los contenidos, de las operaciones mentales y de la lógica, y para cuya plena comprensión habrá siempre que referirlas a las condiciones y contextos en que emergen, a las comunicaciones por las cuales circulan y a las funciones que desempeñan en la interacción con el mundo y con los otros. Así, pues, “las representaciones sociales son sistemas cognitivos que tienen una lógica y un lenguaje particular… destinados al descubrimiento de lo real y a su ordenamiento” (1984: 380). “La ciencia –dice Moscovici– estuvo, en otro tiempo, basada en el sentido común e hizo que el sentido común fuera menos común; pero, ahora, el sentido común es la ciencia hecha común” (1983: 221).

Fragmentos tomados de: Martínez-Miguélez, M. (2006). Conocimiento Científico General y Conocimiento Ordinario. Cinta Moebio 27, 1-10. Para acceder al texto completo de Miguel Martínez-Miguélez haga click Aquí

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La Etnometodología

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La etnometodología empieza a ser conocida en los sesenta y parece proporcionar la crítica más drástica de la sociología establecida. Parecía dinamitar las concepciones epistemológicas que subyacían a la sociología positivista, sustituyéndolas por otras completamente distintas. En una época en la que se competía por adoptar las posturas más radicales, la etnometodología parecía «llevarse la palma» del radicalismo. Las primeras impresiones sobre la etnometodología se formaron con muy poca información (en buena parte sobre la base de rumores). Los escritos existentes tendían a circular mimeografiados entre un grupo de iniciados. A medida que se dispuso de más información, se fue disipando la idea de que la etnometodología suponía un fuerte reto para la sociología, al que ésta debía hacer frente. Va surgiendo la impresión de que se trata de una especie de juego, de una nueva pequeña locura de la California de los sesenta. Se fija la atención en los «experimentos disruptivos» de Garfinkel y se tiende a pensar que la etnometodología sólo consiste en eso. Sin percibir que esos «experimentos» tenían un puro carácter ilustrativo, se los utiliza para estereotipar estigmatizadoramente a la etnometodología, considerándola una excusa para hacer tonterías, para embarcarse en juegos provocativos.

Algunos conceptos básicos:

1) La realidad como actividad reflexiva. Para los etnometodólogos, todos estamos embarcados en un proceso de creación de realidad social a través de nuestros pensamientos y acciones. Sin embargo, raramente somos conscientes de este proceso (en general, porque nos lo ocultamos a nosotros mismos). Por eso utilizan los etnometodólogos los «experimentos disruptivos».
2) La realidad como cuerpo coherente de conocimientos. Las personas en sus vidas cotidianas, así como los sociólogos que las estudian, organizan el mundo en realidades coherentes. Pero surgen problemas cuando el científico social impone un orden que no es el mismo que el de los actores. Los etnometodólogos, con su compromiso básico con el estudio de la reflexividad, son más conscientes de este problema y se esfuerzan por limitar las distorsiones.
3) La realidad como actividad interactiva. La realidad social no está simplemente «ahí fuera». Su existencia depende más bien de la incesante interacción recíproca y construcción social de la realidad de los participantes.
4) La fragilidad de las realidades. Las realidades sociales no son sólidas estructuras, sino creaciones muy frágiles que pueden quebrarse de diversos modos. Dada su fragilidad, las realidades sociales pueden ser quebradas tanto por el etnometodólogo como por el profano, con la diferencia de que el etnometodólogo puede forzar conscientemente esa disrupción («experimentos disruptivos») para estudiar el proceso de construcción de la realidad.
5) La permeabilidad de las realidades. Las personas viven en diversos mundos sociales, pudiendo moverse de una a otra realidad. Así, conductas que resultan reprensibles en un determinado contexto social pueden ser aceptables en otro contexto distinto.

Explicaciones
El proceso de explicación (accounting) es aquel mediante el cual las personas dan sentido al mundo. Las explicaciones (accounts) son los modos como los actores hacen cosas tales como describir, analizar, criticar e idealizar situaciones específicas. Los etnometodólogos dedican mucha atención al análisis de las explicaciones de las personas, así como a los modos como las explicaciones son ofrecidas y aceptadas (o rechazadas) por los demás. Esta es una de las razones por las que a los etnometodólogos les interesa el análisis conversacional. También el trabajo de los etnometodólogos (y, en realidad, el de todos los sociólogos) debería ser considerado como una serie de explicaciones que son analizables del mismo modo que todas las demás explicaciones.

Indicialidad
El término «indicialidad» procede del campo de la lingüística, donde se refiere a aquellas frases que tienen distintos significados en distintos contextos. Los etnometodólogos consideran que todas las explicaciones deben ser interpretadas dentro de su contexto específico. Esto significa que los etnometodólogos no quieren imponer a los actores su visión del mundo, prefiriendo intentar empatizar con dichos actores, poniéndose en su lugar e intentando contemplar la realidad desde su perspectiva. El decir que una expresión es «indicial» equivale, pues, a subrayar que el significado de esa expresión está ligado a un contexto específico. El fenómeno de la indicialidad dirige la atención hacia el problema de cómo los actores en un contexto construyen una visión de la realidad en ese contexto, desarrollando expresiones que invocan su común visión sobre lo que es real en su situación.

Acción e interacción reflexivas
Gran parte de la interacción humana es reflexiva. Los humanos interpretan señales, gestos, palabras y otras informaciones de otros humanos de modo que se sostenga una determinada visión de la realidad. Incluso la evidencia contradictoria es interpretada reflexivamente para mantener un cuerpo de creencias y de conocimientos. El concepto de reflexividad se refiere, pues, a cómo las personas en interacción mantienen la presunción de que están guiadas por una determinada realidad. Gran parte de la investigación etnometodológica se ocupa de cómo se produce la interacción reflexiva (es decir: de qué conceptos y principios pueden desarrollarse para explicar las condiciones bajo las cuales es probable que ocurran distintas acciones reflexivas entre partes interactuantes).

Fragmentos del artículo: Etnometodología: Una explicación de la construcción social de la realidad (Caballero, J.J. 1991) Para revisar el artículo de Juan José Caballero Romero, haga click Aquí Sigue leyendo