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Epistemología Evolucionista

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Antonio Diéguez (2003) realiza una revisión muy precisa de acerca del problema de la naturalización de la epistemología a través de su artículo: ¿Qué es la Epistemología Evolucionista? A continuación presentamos la introducción del artículo:

“La epistemología o teoría del conocimiento tradicional presuponía que la tarea de analizar el conocimiento humano, en la medida en que era una tarea filosófica, podía hacerse de un modo a priori, ya fuera mediante el análisis conceptual, lógico, o trascendental; sin necesidad, por tanto, de recurrir a los resultados de la investigación empírica. En 1969, en un trabajo titulado “La naturalización de la epistemología”, el filósofo norteamericano W. v. O. Quine defendió la tesis de que este modo de proceder era erróneo y que la epistemología debía naturalizarse. Dicha naturalización significaba que la epistemología debía abandonar los procedimientos especulativos y a priori que la venían caracterizando y pasar a formar parte de las ciencias empíricas; en particular, según Quine, de la psicología. Esta propuesta de naturalización de la epistemología ha tenido un éxito creciente desde entonces y ha tomado diversas formas. No todos sus defensores aceptan, sin embargo, la disolución de la epistemología en una ciencia empírica, sea la psicología o cualquier otra. Para muchos, de lo que se trata es de propiciar un acercamiento entre la epistemología y las ciencias empíricas, de modo que la epistemología deje de ser una disciplina con pretensiones de fundamentación de la ciencia y pase a ser un campo en el que la investigación se produzca tomando como base los resultados de aquellas ciencias que, de un modo u otro, tienen algo que decir sobre el conocimiento. En todo caso, la corriente en favor de la naturalización de la epistemología ha tenido el efecto positivo de propiciar un intenso debate interdisciplinar en el que los filósofos y los científicos pertenecientes a distintas disciplinas han participado de manera fructífera.
A partir de la década de los 80 -si bien las obras pioneras puedan datarse mucho antes- este proceso de naturalización de la epistemología ha tomado dos orientaciones principales, en modo alguno excluyentes. Por un lado están los trabajos cuyo punto de partida han sido los avances recientes de la psicología cognitiva (estudios empíricos sobre razonamiento, percepción, clasificación, etc.) y de las restantes ciencias cognitivas, especialmente la Inteligencia Artificial. Ronald Giere, Alvin Goldman, Paul Thagard y Paul Churchland son algunos de los nombres más destacados en este ámbito (cf. Martínez Freire 1997). Por otro lado están los trabajos que recurren a la biología para indagar las bases evolutivas de las capacidades perceptivas y cognitivas humanas; y dado que es la teoría de la evolución la que suele utilizarse como recurso explicativo principal, este enfoque suele denominarse “epistemología evolucionista”.

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La Historia Oficial y la Identidad Nacional

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“En la antigua Grecia, Clío, musa de la historia fue, según el mito, hija de Zeus y de la diosa Mnemósine. Esta última era la personificación de la memoria, ella sabía todo lo que ha sido, es y será. La relación mitológica entre madre e hija, haría pensar que, para los antiguos griegos, la historia era fruto de la memoria y no al revés (Regalado, 2007).
En los pueblos que utilizan la tradición oral esto puede ser, en gran medida, aceptado como cierto. Los hechos retenidos en la memoria, transmitidos de generación en generación, contaban la historia de los grupos, la que se tomaba por cierta (Portocarrero y Oliart, 1989).
El desarrollo de la escritura, el crecimiento de las sociedades y su complejidad, y el establecimiento de instituciones políticas, cambió dramáticamente la aparente sencillez de la relación inicial entre la memoria y la historia (Hobsbawm, 1991).
Como vamos a exponer en esta tesis, esta relación se invirtió, siendo, en las sociedades contemporáneas, la memoria fruto de la historia que se narra a través de la educación escolar, y que define en última instancia, qué es lo que debe recordarse y cómo debe recordarse (Portocarrero y Oliart, 1989).
Las naciones como concepto y realidad, de origen bastante reciente, se convirtieron en las unidades políticas que conforman el mundo actual. Surgió la necesidad, si no la obligatoriedad, de la identificación colectiva con esta nueva forma de organización política, generalmente, muy compleja, de extensa dimensión geográfica y numerosa población. Esta identificación con algo espacialmente tan extenso y socialmente tan complejo, debía basarse en símbolos más que en relaciones personales de consanguinidad o parentesco (Pérez, 1999). La mayoría de estos símbolos los podía proporcionar la historia: banderas e himnos, héroes y batallas, victorias o derrotas, monumentos y estatuas (Mendoza, 2004), se convirtieron en los referentes para poder identificarse con la nación cuya aprehensión mediante otros medios resultaba casi imposible. Los grupos gobernantes y las élites intelectuales fueron definiendo, a través del tiempo, la historia que debía ser recordada y aún más, respetada por los habitantes de una nación (Pérez, 1999).
De la misma manera, personas identificadas fuertemente con las naciones y su historia, resultaban en grupos más consolidados, unidos por lazos comunes (Pérez, 1999). Finalmente las naciones, para asegurar su estabilidad en el tiempo y en el espacio, se sirvieron del establecimiento de una identidad nacional única, fuerte e incuestionable, relacionada siempre con la propuesta de una Historia oficial (Portocarrero y Oliart, 1989; Wertsch, 2002; Mendoza, 2004).
Hemos revisado que sentimientos de orgullo hacia la historia nacional o la percepción de una herencia histórica valiosa promueven la existencia de una Identidad Nacional fuerte (Wertsch, 2002; Evans y Kelley, 2002). Hemos revisado también, que ciertos grupos que poseen el dominio en la producción y difusión del conocimiento histórico, utilizan este fenómeno en el intento de conformar naciones socialmente homogéneas y minimizar en conflicto social dentro de ellas (Palacio y Gosling, 1997; Liu, J., Goldstein-Hawes, R., Hilton, D. et al, 2005 ).
En esta tesis nos hemos propuesto investigar acerca de las relaciones entre la Memoria Histórica Colectiva, el Clima Socio-emocional y la Identidad Nacional Peruana. No hemos partido de hipótesis previas, pero la revisión de estudios psicológicos, sociológicos e históricos, nos ha permitido esbozar una propuesta acerca de las relaciones conceptuales entre la Nación, la Identidad Nacional, la historia, la Memoria Histórica Colectiva y el Clima Socio-emocional.
Esta propuesta sugiere que la Identidad Nacional no es una emanación espontánea y libre de una necesidad colectiva, sino, un producto de la existencia de las naciones como organizaciones políticas, que pretenden o necesitan ser socialmente homogéneas. El sentimiento de pertenencia a una nación y sus implicancias en la satisfacción colectiva con esa pertenencia en el presente, guardan estrecha relación con las versiones oficiales de la historia de las naciones. Siendo estas últimas, producidas por grupos que se encuentran en una posición privilegiada, sea ésta, política, académica o cultural (Portocarrero y Oliart, 1989; Durán-Cogan, 2001; Wertsch, 2002, Liu et al., 2005).”

Jan Marc Rottenbacher, 2008

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