Con el pretexto de comentar la obra de Maurice Halbwachs sobre la memoria colectiva, Carretero introduce un campo de estudio fascinante.
“(…) El acceso a la visualización de la subterránea operatividad de la memoria colectiva requiere adoptar como perspectiva teórica la de una socio-antropología de las profundidades que posibilite ir más allá de una óptica positivista dominante en las ciencias humanas y sociales. Para ello es preciso dejar apuntalado que la sociedad real difícilmente se ha identificado nunca con la sociedad institucionalizada.
La auténtica vida social se dirime en dos planos diferentes que se retroalimentan en una dialéctica permanentemente. Por una parte, un plano de la vida social que bien podríamos catalogar como oficial, aquel circunscrito al mundo socialmente institucionalizado. Este es un régimen de lo social que se correspondería con la actuación de las diferentes instituciones, bien sean políticas, económicas, educativas, culturales o religiosas, en donde se entreteje y despliega la actividad global de una sociedad. Es el espectro central de la sociedad en donde gobierna lo institucional y en el que, al menos en apariencia, reina la transparencia.
Ahora bien, es importante subrayar que la vida de una sociedad no se constriñe exclusivamente a este plano central. Por el contrario, hay un plano de la vida social, si se quiere marginal, con una vida propia, y en ocasiones en tensa y conflictiva oposición, en relación a la sociedad institucionalizada. En toda sociedad existe una permanente vida subterránea, sorda, oculta, que no se deja ver ni atrapar con facilidad desde una mirada institucional. Su vida independiente nace de su rechazo a ser plegada, urbanizada, encorsetada, en última instancia vampirizada, desde los parámetros de poder de la sociedad y la cultura institucional. Es el reservorio cultural, tan rico simbólicamente, en donde anida un crisol de costumbres, prácticas, tradiciones o cosmovisiones colectivas fuertemente arraigadas en el ámbito de la cultura popular.
Dado que un ingrediente consustancial de su naturaleza es el de no dejarse mostrar, el hallarse siempre yuxtapuesto que no aletargado, dicho plano es extremadamente resistente a ser visualizado por parte de una ciencia social marcada desde sus orígenes por una impronta positivista. El lugar operativo asignado por Halbwachs a la memoria se ubicará precisamente en este segundo plano, en el dominio social opaco a lo institucional. La socio-antropología de las profundidades anteriormente mencionada, vía de acceso privilegiado a la persistente presencia de la memoria halbwachsiana, tiene como objetivo radiografiar la opacidad de la vida social y exige un distanciamiento del positivismo.
Tan sólo una sociología de lo cotidiano plenamente distanciada del marco teórico epistemológico de la sociología positivista ha posibilitado el acceso al desvelamiento del peculiar modus operandi de esta vida social, por así decirlo, clandestina, que no se deja ver. Las perspectivas en torno a lo cotidiano propuestas al unísono, a final de la década de los setenta del pasado siglo, por Michel de Certeau y Michel Maffesoli se presentan como dos modelos teóricos semejantes que, por una parte, ejemplifican una genuina óptica desde la que afrontar el estudio de lo cotidiano a partir de una sociología de las profundidades y que, por otra parte, permiten también ubicar correctamente la auténtica naturaleza y actividad atribuida por Halbwachs a la memoria. Así, De Certeau ha sabido mostrar toda una constelación de minúsculas prácticas diseminadas en el orden de lo cotidiano, arts de faire, mediante las cuales la astucia inherente a la cultura popular ha logrado sortear y substraerse a la microfísica de actuación del poder institucional. Así, alude a una marginalidad masiva, en referencia a un conjunto de subterráneas prácticas cotidianas enraizadas en el universo popular que, a modo de «fondo nocturno de la actividad social», constituyen el rumor sordo de una sociedad, el ser y el actuar de una «mayoría silenciosa».
En su terminología, la noción de táctica condensa un conglomerado de prácticas cotidianas ligadas a través de un nexo prácticamente orgánico con el espacio de lo local. A diferencia de las tácticas, las estrategias representan las distintas variantes de una racionalidad formal, objetiva, de un saber/poder, expresado en términos políticos, económicos o científicos, sobreimpuesto sobre la experiencia social.
No obstante, De Certeau revela como el desorbitado énfasis de la razón científicotécnica por imponerse y llegar a colonizar toda la riqueza de la existencia cotidiana, por organizarla de acuerdo a los parámetros de la racionalidad estratégica, nunca llega a fructificar totalmente. El hombre ordinario no es un mero receptor pasivo de las estrategias dominantes, recurre a tácticas que le sirven de resistencia silenciosa frente al imperialismo del saber dominante.
De manera que, retomando el hilo discursivo de nuestro trabajo, la memoria colectiva de Halbwachs se debiera incluir en el espectro social de las tácticas a las que hace mención De Certeau. Al esclarecimiento de este modo de operar social clandestino, permanentemente presente en toda sociedad, Michel Maffesoli ha propuesto catalogarlo epistemológicamente como hipótesis de la centralidad subterránea. Estableciendo un parangón con el ámbito de la economía, se trataría, a su juicio, de desvelar la existencia de una socialidad negra o sumergida, de un abanico de minúsculas y balbuceantes manifestaciones cotidianas en las que la existencia social logra evadir la lógica de una triunfante racionalidad instrumental colonizadora de las distintas instituciones.
La centralidad subterránea es, entonces, el privilegiado escenario en donde van a cuajar y desenvolverse las libertades intersticiales, los microespacios cotidianos en los que el hombre ordinario sortea, utilizando recursos como la astucia o el doble juego, la omnipresencia de control y de la dominación social. De modo que solamente una sociología de las profundidades sería la actitud intelectual pertinente para poner de relieve la silenciosa vida de las sociedades, para desentrañar una cenestesia social que estaría siempre actuando en el trasfondo de la trama social. En lo que atañe específicamente al objeto de nuestro estudio, la naturaleza y operatividad de la memoria halbwachsiana tendrían su razón de ser y su específica ubicación, asimismo, en la centralidad subterránea resaltada por Maffesoli.”
Fuente: Carretero, A. (2008). Maurice Halbwachs: Oficialidad y clandestinidad de la memoria. Athenea Digital, 13, 95 – 103.