Por Giuliana Catari:
Viaje al fin de la nada (Arequipa, Cascahuesos, 2014) del joven poeta ayacuchano Pedro Olórtegui, es el camino en verso y re-verso al que nos conduce el poeta, la senda hacia el infinito de lo que aparentemente conocemos y anhelamos conocer. Una odisea por el tiempo, la soledad y la muerte, es decir: el ápice por la cual estamos constituidos. Esta singular construcción de versos a manera de aforismos y relatos breves se divide en tres partes: La primera denominada Dicotomía incongruente reúne breves historias del yo poético en torno a los sueños, los desamores, el silencio, y el retrato mismo de la poesía hecho melodías. Cada historia se entreteje con la permanente lucha de opuestos y la ironía de nuestra existencia humana. Poemas como “Vals en solitario”, “Incorrespondencias” y “Apariencias” revelan esta paradoja del hombre: el deseo por abrazar lo desconocido y en medio de ese proceso descubre la miseria de sus razones y el vacío de su realidad. Así “Los sueños y las sombras” trasluce estos versos: “La noche duró lo que tardó en llegar la madrugada. Vio un poco de los colores y más de los aromas. Asomó un pequeño invierno, y distinguió, absurdo, el tiempo que navegaba entre los enigmas. Sospechó un nuevo mundo, oscuro y en silencio, y tuvo la imperturbable certeza de saber que aquel pistoletazo solamente le había quitado la mirada”.
En “Eros” y “Pecado Original” la sensualidad y erotización del lenguaje corresponden a la figura de la musa, de aquella muchacha que no busca ser idealizada en el imaginario del poeta sino se remarca en la belleza de lo sensible y sensitivo al mundo.
Mientras que “Tus ojos” y “Visita” convergen en la semántica de la poesía: lo sublime y lo fugaz de la palabra se hacen eternos en cada instante de nuestra vida. Por ello el poema “Estaciones” refleja mejor esta condición poética: “Solitario y perdido y con el corazón medio roto, rompió en vergüenza cuando escuchó su nombre. (…).Entre tanto, ella, le atinaba una arrebatada sonrisa como si en todo su ser custodiara la dicha de la tierra. “Hombre, sé mi metáfora”, le decía. No dio tregua. “Sé mi metáfora”, musitaba/ Encendió la colilla, leyó sus penas e hizo cantar sus cabellos”. La pulcritud del lenguaje en cada verso se convierte en una cadena de figuras hermosas, precisas y donde no existe el abuso del adorno.
La segunda parte “Revelaciones y artificios” es un cuestionamiento a la muerte como leitmotiv del poemario. La dialéctica de cada historia es interesante por cuanto señala lucidez y audacia desde los distintos espacios que ofrece el estado mortuorio. Tales ideas las encontramos en “Escisión del yo”, “Psicoanálisis” y “Doblaje”: “Era el impostor de sí mismo. Aquel hombre que en las fronteras de su locura fingía ser él”. Sin embargo, estas fragmentaciones esbozan también un tono surrealista, sarcástico y reflexivo a través de lo onírico y la incertidumbre.
“Flujo de Conciencia” transmite esa visión: “Me deleitaban al alba. En una ligera brisa les sonreía y los escogía al azar. Era muy sencillo, los veía de la misma forma en la que un lobo contempla a los corderos”.
Los rasgos montesorrianos asoman algunos versos en el poema “Moscas”: “Saber que el hombre es de sangre salada fue siempre un trago amargo para ellas”.
“Viaje al fin de la nada”; parte última del libro y de la cual nace el titulo del poemario, alberga la mayoría de estados, sensaciones y pensamientos que atraviesa el yo poético. El espejismo, la crítica a la fe, el hipnotismo televisivo, la ignorancia y la desilusión de lo humano completan su desesperanza de lo colectivo para encontrarse con la marginalidad de sí mismo. En términos de Heidegger,” el ingreso de la nada al mundo se debe a la existencia del hombre” y es aquí donde será un espacio de creación y autocuestión.
Así “Viaje al centro del olvido” es el canto idóneo para este concepto: “Fue descendiendo a la sima de sí mismo, dejándose caer en una espiral cuasi infinita. Gritaba su angustia, veía las alas de las moscas que sobrevolaban su cadáver donde la nada era un océano de agua infernal que lo acariciaba y lo atrapaba amándolo sin cesar”.
Sin duda, esta constelación de historias breves en versos concisos, musicales y de excepcional lucidez legitiman la magistralidad poética de Olórtegui y hacen de su estilo una perspectiva inusual en la tradición lírica.
Aquí algunos versos sobre este último poemario:
Desagravio
Al final de todo pudo oír el ruido de los pasos
más lejanos y entendió, por fin, que la muerte lo
había tomado de la mano en madrugada
como toda amante despechada
Enigma
Oigo las sirenas de las ambulancias. Siento
los veloces dedos de las moscas acariciarme las
entrañas. Y en los principios de la nostalgia veo
sentarme sobre mi tumba, debajo de un árbol.
*Pedro Olórtegui: (Ayacucho, 1981) Licenciado en Lengua y Literatura por la Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga. Ha dirigido las revistas Buscando un camino, Tres al hilo y dos mentales y Azmeunlugar y publicado La Morfología del tiempo (2012). Actualmente dirige la revista El cabaret ambulante.
Fuente: http://elbuho.pe/2014/12/05/viaje-al-fin-de-la-nada-de-pedro-olortegui-presentan-en-la-fil/