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El misterio del topónimo Arequipa

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Por Giuliana Catari:

A puertas de celebrarse el 477. ° aniversario de Arequipa, son diversas las versiones que se tejieron sobre el origen del nombre de la ciudad, siendo dos las principales. La primera, de autoría del Dr. Vladimiro Bermejo que, basándose en el libro del Dr. Ventura Travada y Córdova, indica que el inca Mayta Cápac, luego de la petición de uno de sus súbditos de quedarse en el valle del Chili, respondió: “Are qquepay”, que en voz quechua significa: “Sí, también quedaos”. Mientras que la segunda versión se refiere a la procedencia de la voz aymara: “Arequepan” que Fray Valera la relaciona con una “trompeta sonora”. Pero, ¿cuán fidedignas son ambas versiones? Pues bien, este cuestionamiento fue revisado anteriormente por el profesor, abogado, historiador y ganador del tercer premio del concurso de Historia en 1968, Artemio Peraltilla Díaz en su libro “La etimología científica del topónimo “Arequipa” (1980) donde explica que el nombre originario de Arequipa deriva de las voces “Ati y qquipa” y no de “Are qquepay”. El autor indica que la palabra “Ati” corresponde al nombre de una deidad de la teogonía oriental y a uno de los más antiguos dioses del imperio Inca relacionado con la oscuridad de la “luna que no alumbra” y con el culto a la “luna húmeda” mediante la fiesta de las aguas (Chirapa) que se llevaba a cabo en enero o febrero durante varios días, y consistía en que la población se tiraba agua (costumbre que aún persiste).

De otro lado, la voz quechua “qquipa” significa “semilla abandonada que retoña sin cultivo” (p. 13). En consecuencia, “Atiquipa”, según el autor, hace referencia a las aguas y a los pastos de las lomas de Arequipa. Pero, ¿por qué cambió el topónimo “Atiquipa” por el de Arequipa? El profesor Artemio explica que fue por la deficiente escritura de la época, el escaso dominio de la lectura y el desconocimiento de la fonética y geografía del Perú. En efecto, en aquella época la escritura de la t se confundía con la de la r, y los vascos no pronunciaban bien la i.
De otro lado, si regresamos a los vocablos “Are qquepay”, el profesor Artemio dice que lo que en realidad aparece en el libro del Dr. Ventura del año 1752 es “ari qqepas”.
Así, esta nueva discrepancia del autor permite conocer más la complejidad de la procedencia del topónimo Arequipa.

Fuente: http://hbanoticias.com/cultura-el-misterio-del-toponimo-arequipa-por-giuliana-catari/

¿Lealtad o canibalismo canino en la Conquista de América?

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Por Giuliana Catari:

Alguna vez escuchamos la frase: “el perro es el mejor amigo del hombre”. Sin embargo, ¿hasta qué punto es válida su interpretación? Pues bien, la lealtad de este animal adquiere relevancia en el periodo de la Conquista española donde los primeros conquistadores de América trajeron los canes peninsulares como acompañantes naturales desde el segundo viaje de Colón, convirtiéndolos posteriormente en fieles cazadores de indígenas. El investigador Ricardo Piqueras refiere en su artículo Los perros de la Conquista o “Canibalismo canino” en la Conquista que los primeros perros que atravesaron el Atlántico distaban mucho de las primeras especies de perros nativos –en tanto estos últimos eran más dóciles y callados. Dicha apreciación es confirmada por el cronista Oviedo en su Historia general y natural de las Indias en el que comenta: “Eran todos estos perros, aquí en esta e las otras islas, mudos, e lo aunque los apaleasen ni los matasen, no sabían ladrar; algunos gañen o gimen bajo cuando les hacen mal”. Así, el carácter y tamaño pequeño de los perros nativos, fue un factor importante a la hora de su sacrificio, como parte del ritual practicado en el México Prehispánico, donde se creía que acompañaban a las almas de los muertos en el mundo subterráneo. De otro lado, es probable que tales canes formaron parte del destino culinario de los españoles: “…como fue el caso y necesidad en la villa de la Isabela, isla de la Española, cuyos habitantes acabaron comiéndose a todos los perros gozques que encontraron por la isla, y a cuantos animales de cuatro patas comestibles pudieron cazar” (p. 188).

En este sentido, de la existencia de perros pequeños nativos, domesticados y consumidos por los indios, se pasa a la presencia de perros peninsulares, grandes y entrenados para matar y devorar indígenas. La agresividad y fiereza de los perros de Castilla se convirtió en el principal instrumento de miedo para con los indios pues no entendían lo que percibían ni la utilidad de dichos animales. Así, Cristóbal Colón fue el primero en utilizar perros de presa en las primeras campañas represivas en Jamaica y La Española en 1494 y 1495. También fueron utilizados por Ponce de León durante la conquista de Puerto Rico y México, entre otras.
Sin embargo, la versatilidad de las funciones caninas abarcó, no solo el aspecto militar y bélico de la Conquista, tales como la prevención de emboscadas o ataques de vanguardia, sino que la incitación del conquistador al consumo de carne indígena, se convirtió en la principal forma de poder sobre los indígenas. El “aperreo” o canibalismo canino como fuente de represión para los indios, era usado como premio alimenticio del conquistador a los servicios de su perro, de forma que solucionaba el hambre del can y estimulaba la conducta asesina del mismo. A esto se suma, los casos de consumo de cuerpos de indígenas muertos en los encuentros bélicos. Así, la crueldad y ansias de poder del conquistador español se alimentaba de la forma de muerte de los indígenas al punto de que no era necesario buscar motivo alguno para el uso de los perros en la represión, simplemente llegó hacerlo por diversión.

Empero, la fidelización del animal por su amo conquistador tuvo un final en la etapa colonial puesto que su función ya no era necesaria y así se convertiría en el enemigo que debe controlarse para reducir las muertes del ganado. Para ello, se desarrollaron políticas públicas donde se prohíbe el “aperramiento” de indios y se apela a la evangelización, donde el perro peninsular pasa a domesticarse y defender a los indios de fieras mayores como tigres y leones. La estrategia de adaptación del perro de indias de parte de los españoles funcionaba –en tanto permitió conservar vida de estos y por ende, los años de esclavitud. Así, los ladridos de los perros de guerra peninsulares, alanos, lebreles, mastines, galgos o sabuesos, dejaron de ser el inicio de un despertar terrorífico en el continente americano. 

Fuente: http://hbanoticias.com/cultura-lealtad-o-canibalismo-canino-en-la-conquista-de-america-por-giuliana-catari/