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La arquitectura de la poesía: Jossimar Cavalier Gonzales y su “Diseño de interiores”

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Jossimar Cavalier Gonzales Ed. Vivirsinenterarse Lima, 2015 52 pág.

Jossimar Cavalier Gonzales
Ed. Vivirsinenterarse
Lima, 2015
52 páginas.

Por Giuliana Catari:

“La palabra, una vez suelta, jamás se recupera”, dicha reflexión de Horacio, el vate latino, revela de manera precisa, el ars poética del que está compuesto Diseño de interiores, primer poemario del docente y ahora poeta, Jossimar Cavalier Gonzales (Lima).

Diseño de interiores (Lima: Ed. Vivirsinenterarse, 2015), es una propuesta estética, donde las reflexiones del yo poético y los espacios habitacionales se amalgaman en una sola palabra: morada. Cada habitáculo de la residencia es una imagen de autopoiesis que se deconstruye mediante la introspección del sujeto hacia la búsqueda de su pasado, como una forma de adaptación en la organización existencial.

De tal forma, que la esencia del yo poético va definiendo (modelando) las bases sólidas de la arquitectura habitacional, y es la palabra que delimita la estructura del proceso reflexivo a través de tres dimensiones: La primera parte: Construyendo tu silencio es el pórtico inicial de los recuerdos que nos invita al paisaje cotidiano del hogar, la modernidad y la au-esencia de la amada. El poema Azotea personal juega con los símiles del sustantivo ─en tanto razonamiento y área superior del ambiente lírico─, vislumbrando una carga irónica y de sarcasmo del yo poético: “…La sala ausente de pasos sirve como espacio vital para practicar/ El deporte democrático por excelencia: Perder la memoria a través del lindo aparatito. Aplicar la extroversión de siempre” (19).

Diseño mi interior contigo y sin ti, la segunda dimensión reflexiva revela a mayor escala el efecto del tiempo en la proyección del poeta. Las calles, los bares y rockolas son testigos remanentes de su historia y es la imagen de su musa, quien complementa los espacios de su soledad: “Entro en tu cuerpo, en tus entrañas, en cada fibra anatómica/De tu piel. /Me imagino recorriendo tu espacio-tiempo/Tus horas transcurridas, tu masa, tu volumen” (31).

Paradójicamente, la no presencia de la amada se convierte en una parte elemental del constructo poético, una ventana de placer y erotismo que se oculta tras la voz de un cuerpo imaginario. Es decir, su ausencia no significa la inexistencia en la vida del yo poético, sino el esbozo redentor de su esperanza.

Finalmente, la tercera dimensión del libro, nos conduce hacia un Hall de sensaciones, una conexión de cavilaciones que entretejen la cotidianeidad del poeta, donde la fugacidad de lo real se ve reemplazada por la necesidad de crear espacios tecnológicos. Sin embargo, dicha inmediatez del poeta remite también la honestidad de sus pensamientos, conjugados en equidad y ternura, sin la banalidad de falsas pretensiones. Así el poema Pisapapeles señala:

“Señores críticos, lo que se escribe se vomita, lo que se dice en el/Papel se queda en el papel, porque así como Heraud, mi verso/Es un río que recorre nocturnidades y casas, corazones y besos, muslos y piernas.”(44).

Por ello, la sencillez del lenguaje y el justo despliegue de figuras y neologismos en torno a la construcción de esta morada poética, denotan la agudeza de la voz lírica y el equilibrio de sus percepciones. Así, Diseño de Interiores, traduce de manera fidedigna los senderos de la añoranza personal y colectiva del poeta, remarcándolos como el “santuario de sus recuerdos” y el pasaje interior hacia una nueva etapa reflexiva. Sin duda, una visión integral que Cavalier inaugura en el tránsito de la poesía y que trasciende a la imagen testimonial de sí mismo.

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* Jossimar Cavalier Gonzales (Lima). Estudió Literatura en la Universidad Nacional Federico Villarreal (UNFV). Actualmente sigue la Maestría en Literatura Hispanoamericana en la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), y sus intereses académicos giran en torno a la narrativa de Sebastián Salazar Bondy.

Fuente: http://elbuho.pe/2015/08/13/la-arquitectura-de-la-poesia-jossimar-cavalier-gonzales-y-su-diseno-de-interiores/

Juan Cristóbal. La última “canción” de un poeta.

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Por Giuliana Catari:

Tras más de 50 años dedicados a la producción literaria y luego de publicado su último poemario “Desde una aparente serenidad”, el audaz y controversial poeta Juan Cristóbal reafirma su retiro de la poesía, teniendo en su haber elogiosos poemarios como: “El Osario de los Inocentes”, “Estación de los desamparados, “La isla del Tesoro”(al alimón con Jorge Teillier), “Los rostros ebrios de la noche”, “En los bosques de cervezas azules: Antología 1971-1999”, entre otros.

En esta última entrevista, el vate peruano y Premio Nacional de Poesía nos recibe en la tranquilidad de su casa para conversar sobre la poesía, producción literaria y su despedida del campo lírico.

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Eran cerca de las tres de la tarde y aún no atinaba con la dirección de su casa. La inquietud y mis ganas de conocerlo intentaban jugarme un desliz para este tertulia literaría. Sin embargo, este albur del destino no impediría mi camino por las estrechas calles de Magdalena, como testigos fieles del encuentro con uno de los más grandes poetas de la generación del 60. A pocos metros de la avenida, me esperaba Juan Cristóbal. Me sentí afortunada.

Ingresé en la pequeña sala. La habitación rodeada de cuadros del Che Guevara, fotografías familiares y literarias y el sonido de las palomas revoloteando sobre el tejado de una tarde limeña creaban la atmósfera necesaria para el inicio de nuestra conversación.

Poesía y generación

De entrada la pregunta crucial que sobrevuela mi interés sobre su labor literaria era conocer el significado de la poesía para el vate peruano: “Es una síntesis, una posibilidad de encuentro con el inconsciente”, me responde. “Una interacción compleja de lo interno y de relación con los problemas sociales”. Según Juan Cristóbal la definición implicaba múltiples puntos de vista, dependiendo de cómo cada poeta lo asimile en una forma de vida.

En cuanto refiero mi pregunta sobre la generación de poetas del 60, JC esboza una leve sonrisa pues son pocos los poetas que considera en este grupo, destacando la figura de Juan Ojeda como alguien consecuente y de convicción: “Recuerdo que aunque la crítica de entonces no lo reconocía como tal -pues no formaba parte del poder cultural como Hinostroza, Marco Martos o Cisneros- la compañía y reconocimiento de algunos amigos como el poeta Julio Nelson, entre otros, nos permitió establecer una amistad más cercana. Él murió muy joven pero demostró siempre entereza por la poesía en la vida y eso es algo que no se puede olvidar”, dice JC.

Los rostros ebrios de la noche

Este poemario que le valió un Premio Copé en 1997 representa no solo un galardón en su poesía sino una etapa importante de su vida: “Con este libro inicio un marcado distanciamiento con el surrealismo no solo por el lenguaje sino también por los tres factores que influyeron con la realidad de mi vida: Primero, por el tiempo que estuve en prisión y conocí a mi esposa; segundo, por la militancia política de izquierda; y tercero, porque me acerqué a una realidad muy triste y dura”, nos dice el poeta. El poemario conlleva un lenguaje marginal y de sentido colectivo, donde el poeta confiesa haberle reprochado a la poesía sobre su realidad y su aparente conformismo con la sociedad. Un enfrentamiento visceral que trasciende al mismo lenguaje poético y que reclama la voz de estos personajes que transitan en la clandestinidad y se descubren a través de la experiencia del poeta.

A propósito de esta experiencia el vate recuerda una anécdota: “Caminaba una de esas noches por la Avenida La Marina con ganas de beber una cerveza con alguien, cuando me encuentro con unas de estas “muchachas” y la invito a beber conmigo, pero le aclaro que solo esa es mi intención y no quiero otra relación. Ella me acepta y empezamos a conversar, le pregunto si alguna vez pensaba dejar este trabajo, ella no se inmuta y responde que sí, le gustaría tener una familia y empezar otra vida, pero que no era fácil pues tendría que tratarse con un psicólogo y eso implicaba muchas cosas”. La lucidez de la muchacha me impactó y ayudó mucho en mis reflexiones posteriores sobre la calle y la realidad.

Por eso: “A diferencia del grupo “Hora cero” que también denota un lenguaje popular, en ese libro busco la profundidad de lo cotidiano y lo marginal hasta encontrarme con esa realidad desconocida sin afanes de postura superfluas”, agrega el poeta.

Periodismo, testimonio y política

Todos murieron” de 1987 es uno de los libros de corte periodístico en la que JC hace un análisis del genocidio” sucedido en los penales del Frontón. Este libro se constituye como una fuente testimonial de la violencia de la época y a partir de ello complementará con su poesía. “Creo que el escritor como ser humano es un ciudadano que tiene responsabilidades no solo con la poesía sino con la sociedad”, afirma el poeta.

Después de aquella frase comprendí mejor la importancia de la posición ideológica que debe tener un poeta o individuo con su realidad. JC como militante socialista no escatimaba sus convicciones políticas sobre el panorama político del Perú: “En el Perú solo existen dos grupos de izquierda: la seudo – izquierda representada por una burocracia nacionalista, mientras que la segunda es una lucha revolucionaria constituida por la violencia y barbarie de los tiempos. Es decir, aún no existe una fuerza de izquierda que represente al Perú y siga creyendo en el socialismo”, sostiene con energía.

Jorge Teillier y “La isla del Tesoro”

El apellido Teillier suena en la voz del poeta peruano como el canto de un jilguero en madrugada. “Era un hombre muy culto, tierno e inteligente”, indica el poeta. El recuerdo lo invade y la mirada se pierde en los ojos cansados de la belleza de la infancia.

La relación de JC con el poeta chileno fue de vital importancia para su vida y poesía pues desde que se conocieron en 1965 encontraron muchas afinidades literarias. De allí el surgimiento de un extraordinario poemario epistolar “La Isla del Tesoro”, una serie de correspondencias construidas durante 30 años y que por las circunstancias hostiles que vivieron ambos poetas, lo hicieron a manera de códigos filibusteros y de piratas. La trascendencia de este poemario era porque escapaba de lo personal a lo literario y lo político: “Por eso gritamos, como caballos desbocados en el viento: ¡Vivan las lágrimas lentas de los pobres! ¡Abajo las retamas y los resplandores morados del infierno!”.

Le comento a JC sobre Los poetas de los lares, un ensayo de Jorge Teillier que propone una visión desmitificadora de la poesía chilena y busca ir más alla del yo romántico poético -como Huidobro, Neruda y Pablo de Rokha- e intenta que seamos observadores simples del universo. Una visión que JC también comparte pues para él ese lenguaje nos acerca a la realidad. “El lenguaje poético de Teillier usa el hablar de los seres anónimos, donde la voz cotidiana expresa también una esencia poética”.

Libros, momentos y poesía

En este punto del diálogo, JC se lleva las manos al rostro y los frágiles dedos acarician la barbilla blanca del poeta con ligera incertidumbre. La cuestión de definir cuáles eran los textos vitalicios en la etapa de su poesía implicaba resumirla -mas no reducirla- a cuatro momentos que él considera: El primero sería “Osario de los Inocentes” por el despliegue del lenguaje surrealista; mientras que “La Isla del Tesoro”, “Poblando los Silencios” y “Desde una aparente serenidad” constituyen lo real, el sentimiento de la muerte y la nostalgia del futuro en el arte poética del autor.

Desde una aparente serenidad (Lima, Tribal, 2014)

El título del poemario sugiere una leve ironía del libro desde el espacio del poeta y su mirada, asi como la distancia desde la que ahora me observa en el sillón de madera: “Mi decisión de esta despedida se resume en este poemario, como parte de un viaje interior de más de 50 años, una reflexión que apunta a un espacio más para con mi familia, mis nietos, la vida que algunas veces no pude disfrutar”, dice el poeta. Sus palabras se aligeran de la carga de los años y transmite la lucidez de quien no reclama volver al pasado sino recordarnos esa nostalgia.

Esta última publicación va dedicado a Juan Gonzalo Rose, poeta que tuvo mucha influencia como Teillier en su adscripción poética y está llena de reflexiones íntimas y de sentido colectivo, que apelan a la memoria, la incertidumbre como una forma de conocimiento y se convergen en la lucidez de su experiencia como lo dice uno de sus versos: “un poeta/no es el que escribe como un naúfrago salido de un sueño(…), sino el que puede decir/(…)”no conozco la muerte/pero abro todas mis puertas y ventanas/para estampar firmemente mi desdicha”.

Entre otros poemas de libro existe uno denominado “Póstumo”, una revelación que acompaña al poeta desde el 2011 y que sin embargo perdurará en la posteridad de los días.

Confesión

Las horas pasan y el silencio de las palomas indican el sonido morturio del tiempo. Esta última palabra me remite a la variable condicional: hubiera…JC lo sabe perfectamente, por eso cuando le pregunto sobre qué le hubiera gustado ser, me responde con voz trémula: “Mi anhelo era ser guerrillero, pero me faltó más entereza”. Confiesa también si tuviera algo qué mejorar en su vida, sería el de ser un mejor hombre, padre y esposo”.   Un deseo que probablemente logre con el pasar de los años así como con la sensatez con la que ha llegado hasta ahora.

Sé que mi retiro se aproxima por el advenimiento de las sombras. Guardo la cámara de video en su estuche, no sin antes despedirme con esa imagen precisa que le atribuyó el poeta chileno Jorge Teillier a Juan Cristóbal en un poema: la de “Leyenda” porque en ese entonces el seudónimo de nuestro vate peruano aún no tenía mucho reconocimiento, pero que en palabras sabias del mismo Teillier, le dijo: “tu nombre en la posteridad sería Leyenda”. Un vaticinio con el que todos coincidimos.

 

 

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“Viaje al fin de la nada” de Pedro Olórtegui

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Viaje al fin de la nada Pedro Olórtegui Cascahuesos editores 67 páginas

Viaje al fin de la nada
Pedro Olórtegui
Cascahuesos editores
67 páginas

Por Giuliana Catari:

Viaje al fin de la nada (Arequipa, Cascahuesos, 2014) del  joven poeta ayacuchano Pedro Olórtegui, es el camino en verso y re-verso al que nos conduce el poeta, la senda hacia el infinito de lo que aparentemente conocemos y anhelamos conocer. Una odisea por el tiempo, la soledad y la muerte, es decir: el ápice por la cual estamos constituidos. Esta singular construcción de versos a manera de aforismos y relatos breves se divide en tres partes: La primera denominada Dicotomía incongruente reúne breves historias del yo poético en torno a los sueños, los desamores, el silencio, y el retrato mismo de la poesía hecho melodías. Cada historia se entreteje con la permanente lucha de opuestos y la ironía de nuestra existencia humana. Poemas como “Vals en solitario”, “Incorrespondencias” y “Apariencias” revelan esta paradoja del hombre: el deseo por abrazar lo desconocido y en medio de ese proceso descubre la miseria de sus razones y el vacío de su realidad. Así “Los sueños y las sombras” trasluce estos versos: “La noche duró lo que tardó en llegar la madrugada. Vio un poco de los colores y más de los aromas. Asomó un pequeño invierno, y distinguió, absurdo, el tiempo que navegaba entre los enigmas. Sospechó un nuevo mundo, oscuro y en silencio, y tuvo la imperturbable certeza de saber que aquel pistoletazo solamente le había quitado la mirada”.

En “Eros” y “Pecado Original” la sensualidad y erotización del lenguaje corresponden a la figura de la musa, de aquella muchacha que no busca ser idealizada en el imaginario del poeta sino se remarca en la belleza de lo sensible y sensitivo al mundo.

Mientras que “Tus ojos” y “Visita” convergen en la semántica de la poesía: lo sublime y lo fugaz de la palabra se hacen eternos en cada instante de nuestra vida. Por ello el poema “Estaciones” refleja mejor esta condición poética: “Solitario y perdido y con el corazón medio roto, rompió en vergüenza cuando escuchó su nombre. (…).Entre tanto, ella, le atinaba una arrebatada sonrisa como si en todo su ser custodiara la dicha de la tierra. “Hombre, sé mi metáfora”, le decía. No dio tregua. “Sé mi metáfora”, musitaba/ Encendió la colilla, leyó sus penas e hizo cantar sus cabellos”. La pulcritud del lenguaje en cada verso se convierte en una cadena de figuras hermosas, precisas y donde no existe el abuso del adorno.

La segunda parte “Revelaciones y artificios” es un cuestionamiento a la muerte como leitmotiv del poemario. La dialéctica de cada historia es interesante por cuanto señala lucidez y audacia desde los distintos espacios que ofrece el estado mortuorio. Tales ideas las encontramos en “Escisión del yo”, “Psicoanálisis” y “Doblaje”: “Era el impostor de sí mismo. Aquel hombre que en las fronteras de su locura fingía ser él”. Sin embargo, estas fragmentaciones esbozan también un tono surrealista, sarcástico y reflexivo a través de lo onírico y la incertidumbre.

“Flujo de Conciencia” transmite esa visión: “Me deleitaban al alba. En una ligera brisa les sonreía y los escogía al azar. Era muy sencillo, los veía de la misma forma en la que un lobo contempla a los corderos”.

Los rasgos montesorrianos asoman algunos versos en el poema “Moscas”: “Saber que el hombre es de sangre salada fue siempre un trago amargo para ellas”.

“Viaje al fin de la nada”; parte última del libro y de la cual nace el titulo del poemario, alberga la mayoría de estados, sensaciones y pensamientos que atraviesa el yo poético. El espejismo, la crítica a la fe, el hipnotismo televisivo, la ignorancia y la desilusión de lo humano completan su desesperanza de lo colectivo para encontrarse con la marginalidad de sí mismo. En términos de Heidegger,” el ingreso de la nada al mundo se debe a la existencia del hombre” y es aquí donde será un espacio de creación y autocuestión.

Así “Viaje al centro del olvido” es el canto idóneo para este concepto: “Fue descendiendo a la sima de sí mismo, dejándose caer en una espiral cuasi infinita. Gritaba su angustia, veía las alas de las moscas que sobrevolaban su cadáver donde la nada era un océano de agua infernal que lo acariciaba y lo atrapaba amándolo sin cesar”.

Sin duda, esta constelación de historias breves en versos concisos, musicales y de excepcional lucidez legitiman la magistralidad poética  de Olórtegui y hacen de su estilo una perspectiva inusual en la tradición lírica.

Aquí algunos versos sobre este último poemario:

Desagravio

Al final de todo pudo oír el ruido de los pasos

más lejanos y entendió, por fin, que la muerte lo

había tomado de la mano en madrugada

como toda amante despechada

Enigma

Oigo las sirenas de las ambulancias. Siento

los veloces dedos de las moscas acariciarme las

entrañas. Y en los principios de la nostalgia veo

sentarme sobre mi tumba, debajo de un árbol.

 

*Pedro Olórtegui: (Ayacucho, 1981) Licenciado en Lengua y Literatura por la Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga. Ha dirigido las revistas Buscando un camino, Tres al hilo y dos mentales y Azmeunlugar y publicado La Morfología del tiempo (2012). Actualmente dirige la revista El cabaret ambulante.

 

Fuente: http://elbuho.pe/2014/12/05/viaje-al-fin-de-la-nada-de-pedro-olortegui-presentan-en-la-fil/

 

 

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“Misivas de la Nueva Albión” de Raúl Bueno

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Misivas de la Nueva Albión Raúl Bueno Cascahuesos Editores 60 páginas

Misivas de la Nueva Albión
Raúl Bueno
Cascahuesos Editores
60 páginas

Por Giuliana Catari:

Una de las características de la generación poética del sesenta es la asimilación de la poesía peninsular y la renuncia a la objetividad, tanto emocional como social. Raúl Bueno (Arequipa, 1944), poeta de esta generación y destacado crítico literario, escapa a esta característica porque reinterpreta el imaginario moderno de inicios de siglo, a partir de la simbiosis de la cultura. Marca así una diferencia con poetas limeños como Cisneros, Hinostroza o Hernández.

El poemario Misivas de la Nueva Albión (Cascahuesos Editores, 2014) – que reúne la última producción de Bueno- nos invita a un diálogo sobre la cartografía de un poeta y su condición de exiliado en Norteamérica. El título remite a esta forma de “correspondencia” que permite el uso reflexivo de las palabras que llegan al receptor y, a su vez, un tono espontáneo, confesional y narrativo. El término Albión cobra un significado dialéctico en relación al subtítulo del libro: Ventanas al Sur – 1987-2007, 2014. Estamos pues ante Norteamérica y Arequipa, lugares a los que el poeta trata con ironía y nostalgia.

El libro se divide en dos partes. En la primera, los versos dan cuenta de la importancia del ejercicio experimental y sensorial para el poeta como forma de realización personal y encuentro con la poesía. El autor no busca romper con lo tradicional sino crea una posición reflexiva a través de la re semantización cultural desde perspectivas heterogéneas.

El poema “Casi un arte poética” es un himno a la propia poesía, pues evoca su presencia en imágenes estacionales de serenidad y sosiego que, finalmente, convergen en la plenitud de la palabra y la voz del poeta. Nos dice: “… poesía / lumbre de la memoria / grito del tiempo, agua de sed eterna / vienes / como un relámpago de pupilas y médulas / a tallar la enmudecida piedra” (12). Mientras que el poema “Memorias del porvenir, año 51”, marca el inicio de las misivas familiares y el viaje por el almanaque de los recuerdos: los lazos arequipensis, la cotidianeidad de los oficios y la alegoría al paisaje neo inglés. Todo ello descrito con ironía y magistral sutilidad: “Nunca sabré / si el gran ciervo ha oído ya el tronar de los fusiles / y ya salta sobre el riachuelo, haciendo vía / entre los rojos helechos y las zarzas de otoño” (15).

“Albores de Primavera en Lyme, NH (o los cristalillos del alma en Arequipa)” muestra el diálogo que Bueno plantea en relación al sur peruano –lo andino– y el sur europeo. La Nueva Inglaterra es “un horizonte de montañas blancas”característica propia de los acantilados de Dover, que es la primera imagen que se vislumbra al aproximarse al sur de Inglaterra; mientras que el sur arequipeño es un horizonte rodeado de riachuelos, naturaleza e infancia que simbolizan el retorno de la memoria. En ambos lugares sureños se congregan espacios de refugio y reflexión: “La ventana es más amplia que nunca y a ella / se asoman todas las colinas azules de Vermont. / Beatrix: / ¿Podrías figurar aquí mismo un cerco de volcanes / tropicales / y un aire azul, de altura / y un cielo de tenues respiraciones?” (16-17).

La segunda parte del libro está orientada a una sensibilidad más crítica y de desengaño frente a la sociedad capitalista a través de fascinantes figuras como las series de poemas del osezno y el caballo muerto. En “Trofeos de caza” —la muerte de un osezno— se cuestiona el lugar del hombre entre la modernidad y la naturaleza, la tradición y la vanguardia, la permanente lucha del civilizado y el caos de su encierro simbólico. Lo innato e inocente se mantienen suspendidos entre la fuerza de lo desconocido y el peligro del olvido. Ser dueños de nuestro raciocinio no es suficiente para vivir, el anhelo de la libertad está en nuestro exilio: “No entendía nada. Es decir, habría intentado / entenderlo todo (…) / pero nada de eso habría tenido sentido para él” (34).

“Nosotros, los de ahora”evoca el tiempo transcurrido, la contemplación del yo poético en las voces de la vida, donde la meditación va más allá de lo cronológico y alcanza el amor, la reminiscencia y la fragilidad de lo escrito. Aquí el tiempo del exilio se torna a veces grato y otras, dócil con el movimiento perpetuo de los recuerdos. “No cuenta el tiempo que urde / las trampas del continuo movimiento / y su dócil memoria mansamente / a flote / porque somos los mismos, porque / nosotros los de ahora siempre somos aquéllos / (y no cuenta Kavafis y su triste memoria rota)” (49).

Raúl Bueno no aparta los ojos de la violencia política, pues en el poema “El enemigo principal” denuncia los atisbos literarios, la miseria democrática y la aparente salvación de la cultura. Su lucidez poética no escatima es mostrar esta inconformidad con el contexto y la historia del país y es un llamado a asumir una posición crítica. “Interrumpimos esta clase para favorecer la / revolución. / El intelectual que no se suma a la guerra / es el enemigo principal” (57).

Ya Antonio Cornejo Polar recordó que los sujetos migrantes tienen un discurso “descentrado” porque pueden hablar desde varios lugares. Así, en este poemario, Bueno transita por la ruta de la memoria desde el sur inglés hasta el sur arequipeño. El sujeto del exilio observa con quietud y añoranza su cosmopolitismo, mientras que el sujeto de su pensamiento recuerda que el espacio y el tiempo se construyen sobre la base de la tradición heredada.

Sin duda este libro es un homenaje al argos arequipensis, un viaje a las tierras literarias que han marcado al poeta y que pronto devuelve el polvo del lenguaje. “Polvo de polvo / viajando entre las nubes más altas / para terminar morando en tierra sin residencia fija / en bosque, o llano, o río, o mar insospechados” (60).

*Raúl Bueno: (Arequipa, 1944) Estudió en la Universidad Nacional de San Agustín, que le otorgó un doctorado en lengua y literatura. Entre 1997 y 2009 ha sido director de la Revista de Crítica Literaria Latinoamericana (RCLL). Ha publicado Viaje de Argos y otros poemas (Arequipa, 1964), De la voz y el estío (Lima, 1966), Lección de anatomía (Lima, 1981), Lengua de vigía &Memorando europeo (Lima, 1986). Tiene inéditos los poemarios Crónica de Babel (ex diario de Caracas), Lección de anatomía, Lira prestada y Mester de aprendizaje.

Fuente: http://elbuho.pe/2014/12/12/misivas-de-la-nueva-albion-de-raul-bueno/

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