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“El Principito”, un viaje hacia el aprendizaje del valor de la vida

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Por Giuliana Catari:

Quienes hayan leído “El Principito” del escritor francés Antoine De Saint-Exupéry, no pueden negar las fascinantes metáforas que se esconden tras cada historia narrada. La novela describe las peripecias del encuentro de un aviador perdido y un pequeño príncipe en el desierto del Sahara, cuya única trama de la historia, son las conversaciones entre ambos personajes, las que oscilan entre la sabiduría, la amistad, la pérdida y el sentido de la vida. Cabe agregar que los recuerdos del narrador-personaje parecen ser el alter ego del autor, ya que en la vida real, Antoine fue aviador, elemento que le sirvió como experiencia para escribir tal texto.
Desde la dedicatoria, el autor enfatiza el valor de la amistad y del aprendizaje que conlleva conocer a un niño: “Pido perdón a los niños por haber dedicado este libro a una persona mayor. Tengo una seria excusa: esta persona mayor es el mejor amigo que tengo en el mundo…Si todas esas excusas no bastasen, bien puedo dedicar este libro al niño que una vez fue esta persona mayor. Todos los mayores han sido niños. (Pero pocos lo recuerdan). Corrijo pues mi dedicatoria: A Leon Werth. Cuando era niño.”. Es decir, el libro está dedicado al niño que llevamos dentro y que por las circunstancias de la vida, lo fuimos olvidando.
Ser niño implica no olvidar el despertar por la curiosidad, la emoción ante lo desconocido, la aventura de permanecer en la vida y el valor de las relaciones con las personas en la sociedad. Por ello, las vivencias del principito y su aprendizaje con relación al mundo de los adultos es uno de los principales caminos de la lectura. Así, cada viaje del Principito hacia el planeta del monarca, del vanidoso, del bebedor, del hombre de negocios y del geógrafo, cuestiona la perspectiva planteada de los adultos, como el sentido de lo qué es realmente útil en la sociedad. El texto también revela la forma de cómo nos relacionamos con lo que conocemos a través del diálogo con el zorro, donde el Principito le pregunta: “¿Qué significa domesticar? -Es algo demasiado olvidado- dijo el zorro. – Significa crear lazos”. Así, queda aprendida la lección de que somos responsables de lo que “domesticamos”, es decir, de las emociones y de los vínculos que creamos con las personas que conocemos en la vida. Para conocer realmente a alguien, es necesario hacerlo sin prejuicios. No es en vano, la sabiduría que el zorro ofrece a través del texto: “He aquí mi secreto: Es muy simple. No se ve muy bien, sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos”.
Finalmente, de todas las reflexiones que el Principito plantea, me quedo con la del valor de la amistad, que nos permite darle mayor importancia al aspecto cualitativo que al cuantitativo, apreciando la diversidad de pensamientos, la creatividad y la belleza de las actitudes. Sin duda, “El Principito”, es una travesía hacia el aprendizaje del valor de la vida… ¡A seguir creciendo!

 

Fuente: http://hbanoticias.com/cultura-el-principito-un-viaje-hacia-el-aprendizaje-del-valor-de-la-vida-por-giuliana-catari/