La pandemia de la Covid-19 ha colocado el término “vulnerabilidad” en el discurso de política y en los medios. No obstante, parece no quedar muy claro del todo qué se entiende por este concepto. Cuando decimos que una persona es vulnerable ¿a qué exactamente es vulnerable?
En el Perú parte de esa narrativa parece hacer referencia a la vulnerabilidad a caer en la pobreza monetaria. Es decir, a la probabilidad de que, debido a una serie de factores como enfermedad, o pérdida de empleo, las familias reduzcan su nivel de gasto per cápita mensual por debajo de la línea de pobreza monetaria (aproximadamente unos 350 soles). Angelo Cozzubo y Javier Herrera siguen esa perspectiva basada en el gasto en un documento de trabajo muy interesante publicado hace algunos años por el Departamento de Economía de la PUCP.
En esta breve entrada me gustaría proponer una aproximación complementaria a la vulnerabilidad que podría parecer menos sofisticada, pero que refleja de manera bastante directa un aspecto importante de la vida de las personas. Con base en el enfoque de las capacidades y siguiendo la propuesta de Jonathan Wolff y Avner de-Shaliten su iluminador libro “Disadvantage”, propongo entender la vulnerabilidad como la existencia de limitaciones para sostener en el tiempo una serie de estados y acciones que las personas consideran importantes.
A primera vista uno podría pensar que es una definición mas bien oscura o abstracta. Sin embargo, estos “estados” y “acciones” valiosos pueden hacer referencia a dimensiones muy concretas, como por ejemplo la capacidad para mantener la propia vida, la capacidad de “permanecer” vivo. Evidentemente, hay otras dimensiones del bienestar que también son importantes y existen propuestas recientes muy prometedoras y sofisticadas para medir la vulnerabilidad desde una perspectiva multidimensional. Sin embargo, me gustaría centrarme en esta entrada en un aspecto que es muy “simple” de identificar pero que, a su vez, es absolutamente cercano a la “vida diaria” de las personas: la posibilidad de habitar en una vivienda con características mínimas que eviten que, ante un evento altamente probable en el Perú como es un sismo de gran intensidad, las personas en su interior pierdan la vida.
La información de la Encuesta Nacional de Hogares (ENAHO) de 2019 muestra que el 69% de personas en el Perú habitan en viviendas que fueron construidas sin contar con ningún tipo de asistencia técnica por parte de un ingeniero civil o arquitecto. Este porcentaje es incluso mayor si adoptamos una mirada regional, con casos como el de Huancavelica o Puno en el que es incluso mayor al 90% (ver Figura 1). Si tomamos en cuenta que la falta de asesoría técnica es, efectivamente, uno de los principales factores que explican la fragilidad de las viviendas ante la presencia de movimientos sísmicos, parece suficientemente razonable deducir que las personas que viven en este tipo de viviendas son efectivamente vulnerables en relación a su capacidad para preservar sus propias vidas ante la ocurrencia de un sismo de gran magnitud.
Figura 1: Porcentaje de personas que habitan en viviendas construidas sin asistencia técnica a nivel regional, 2019.
Fuente: ENAHO, 2019
Aún si consensuamos que la existencia de viviendas inadecuadamente construidas es parte central de la vulnerabilidad, este tipo de privación podría tratarse de un problema fundamentalmente de falta de ingresos y que la información sobre la pobreza monetaria ya captura esta problemática. Esto último requiere un análisis en mayor profundidad, pero una primera mirada a los datos muestra que no se trataría únicamente de un problema de personas que viven en pobreza monetaria. De hecho, el 52% de personas en el Perú pertenecen a hogares que no son identificados como pobres monetarios, pero cuyas viviendas fueron construidas sin asesoría técnica (ver Figura 2).
Figura 2: Superposición entre personas que no viven en pobreza monetaria y personas que habitan en viviendas construidas sin asistencia técnica, 2019.
Fuente: ENAHO, 2019.
Esta mirada “simple” a la vulnerabilidad al padecimiento de lesiones graves (o en algunos casos a la propia muerte) en presencia de un sismo de gran magnitud, claramente hace referencia a un aspecto central y absolutamente directo del bienestar de las personas: la capacidad de sobrevivir. Mas aún, tenemos evidencia a partir de las cifras de la Encuesta Especializada en Bienestar Multidimensional del IDHAL y el IOP, acerca de que, efectivamente, la capacidad de habitar en una vivienda segura es una dimensión que las personas en el Perú consideran central en sus vidas. Evidentemente, esto no quiere decir que sea el único factor, ni tampoco pretendo afirmar que el 100% de personas que viven en este tipo de viviendas efectivamente perderán la vida. Otros factores como el tipo de materiales, las características del suelo e incluso las características de los miembros del hogar en términos de movilidad intervienen también y pueden reducir o aumentar la probabilidad de sufrir daños. Sin embargo, la experiencia de sismos relativamente recientes como el de 2007 en Ica debería haber dejado claro el riesgo para las vidas de las personas que implica la combinación de altos niveles de peligrosidad sísmica y viviendas con características estructurales inadecuadas.
No podemos cambiar la naturaleza sísmica del territorio que ocupamos, pero lo que sí podemos hacer es fortalecer una política de vivienda social que erradique del futuro de la historia del Perú las enormes pérdidas humanas que los sismos suelen conllevar. La vulnerabilidad implica una serie de dimensiones que van bastante mas allá del ingreso y que no siempre se transan en los mercados. En esa línea, quizás sea el momento de pasar de hablar de “la vulnerabilidad” para empezar a reconocer, medir y erradicar “las vulnerabilidades”, en plural.
Autor:
Jhonatan Clausen, profesor del Departamento de Economía de la PUCP, director (e) de investigación del IDHAL.
Las opiniones presentadas en este artículo no necesariamente reflejan la posición institucional del IDHAL ni de la PUCP.
Excelente artículo.Gracias por dejar tus ideas para despertar
Interesante sustento para demostrar la necesidad de una politica de vivienda integral , quizas habria que agregar los costos que un sismo dejaria en terminos de vidas e inversion del estado que se necesitaria de ocurrir un hecho que en el Peru es algo que se nos dice ocurrira , para que de esta manera se priorice inversion en politicas de vivienda integral ahora tomando en cuenta y valorizando lo que invierte la gente en estos procesos de autoconstruccion.
Muy interesante articulo