Una visión de conjunto de la cadena cronológica de causas y factores desencadenantes que condujeron a la declaratoria de guerra de Bolivia a Chile, y de éste último a los aliados, entre marzo y abril de 1879, explica por sí misma los orígenes reales de la Guerra del Pacífico.
Haciendo un esfuerzo de síntesis, los elementos cruciales de esta cadena fueron tres. En primer lugar, un factor decisivo fue la voluntad chilena de proteger, a nivel estatal, su expansión demográfica y económica privada hacia la Atacama boliviana, que era una auténtica válvula de escape para la estrechez económica de Chile en recursos naturales, y que reflejó también el empuje de los sectores empresariales de ese país, imbuidos de una mentalidad capitalista. Esta voluntad estatal se expresó en una clara conciencia de fortalecimiento naval (motivada también por las dificultades con
En segundo lugar, debe tenerse en cuenta la voluntad del presidente Manuel Pardo (1872–1876) de utilizar los recursos del salitre peruano de Tarapacá como una solución a la penosa situación económica del país, originada en la decadencia de la producción del guano, en la situación de despilfarro y en el irresponsable manejo de la deuda externa, que este mandatario encontró al iniciarse su gobierno. Expresión tangible de esta política fueron el estanco (1873) y la expropiación (1875) del salitre de Tarapacá, y la búsqueda de una coordinación con Bolivia (desde 1876) para evitar que el salitre producido por chilenos e ingleses en Atacama hiciera competencia a la producción de Tarapacá. En estas operaciones salitreras, así como en el interés (no siempre llevado a la práctica) de algunos sectores peruanos para controlar la competencia que el salitre de Atacama hacía al de Tarapacá, no fueron tomados en cuenta, por una lamentable falla de cálculo, los niveles de resentimiento que dichas medidas y actitudes habían de generar en el empresariado chileno dedicado a esta actividad. Por parte de los sectores privados y estatales peruanos, fue una percepción equivocada de lo que, en realidad, fue un embalse de animadversión y de antipatía que tendría consecuencias funestas en el futuro. (Viene al caso recordar aquí el célebre comentario contenido en El Príncipe de Maquiavelo: “…los hombres olvidan con mayor rapidez la muerte de su padre que la pérdida de su patrimonio”). A este negro panorama hay que añadir el estallido, a mediados de la década de 1870, de una grave crisis económica internacional, que afectó el frente externo peruano (así como chileno y boliviano), y que hizo mucho más pesada la carga del servicio de la deuda contraída en tiempos del presidente Balta que, hacia 1878, simplemente dejó de atenderse, con el consiguiente escándalo en los círculos financieros internacionales.
En tercer lugar, la chispa que desencadenó el conflicto fue la violación, por parte de Bolivia, en febrero de 1878, de su tratado con Chile de 1874, motivada por los estragos que la depresión internacional hacía en el país altiplánico. Esta fue la oportunidad que un grupo muy específico de la clase dirigente chilena, que había sido afectado por el estanco y (sobre todo) por la expropiación del salitre de Tarapacá de 1873-1875, utilizó para imponerse a los sectores pacifistas e incluso pro peruanos y pro bolivianos, que no eran escasos en Chile antes de la guerra. A este grupo se añadió el de los accionistas de la Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta (que debió incluir miembros del anterior), que habían sido perjudicados directamente por el régimen boliviano de Hilarión Daza a comienzos de 1878. En la perspectiva de estos grupos, ya no sólo se trataba de obtener el territorio litoral boliviano (objetivo que ya existía en algunos círculos chilenos por lo menos desde 1872), sino también, ahora, en los meses cruciales de marzo y abril de 1879, de extender audazmente la conquista al territorio peruano de Tarapacá, con lo que se buscaba conseguir el monopolio mundial del salitre. Esta aventura expansionista, que se fundamentaba en la debilidad naval peruana, tenía la enorme ventaja de movilizar a la población de Chile en un sentido distinto del conflicto interno y, sobre todo, de dotar al estado de ese país con enormes recursos que iban a permitir superar la crisis económica (y también social) originada en el deterioro de los precios de los productos tradicionales como el cobre y el trigo desde 1875, por efecto de la gran depresión internacional de ese tiempo, que ya ha sido citada anteriormente con relación a sus efectos sobre el Perú. Este sector tuvo que hacer un difícil proceso de convencimiento para la adopción de su posición belicista en el seno de la clase dirigente. En un desarrollo crucial, la prensa controlada por dicho sector manipuló, en el nivel de propaganda, un supuesto “descubrimiento” del tratado secreto entre el Perú y Bolivia de 1873 y, por otro lado, apeló al amor propio chileno, muy disminuido entonces por los fracasos ante