LA GUERRA CON CHILE: LOS CULPABLES DEL DESASTRE (a propósito del artículo RAÍZ DE UNA DERROTA de Aldo Mariátegui, publicado en el diario Perú21 del 29.12.2014)

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No coincido siempre con los puntos de vista del autor. No obstante, este artículo me parece excelente y de una claridad cartesiana. Refleja una verdad que todos los peruanos deberíamos conocer. Con relación a quiénes fueron los culpables del desastre de la Guerra con Chile, yo incuyo a tres. PRIMERO, Prado, exactamente por las razones que menciona el Sr. Mariátegui en su artículo de Perú21.  SEGUNDO, otro presidente: José Balta, por habernos embarcado en tres préstamos gigantescos entre 1869 y 1872, con el argumento de que el Perú necesitaba ferrocarriles. La verdad es que este dinero sólo se empleó parcialmente en la construcción de ferrocarriles provechosos. Muchos fueron ferrocarriles inútiles, hechos con criterio clientelista y político y no económico. Los préstamos de Balta fueron usados en gran parte para pagar deudas previas y también -hay que decirlo- para consolidar o crear corruptas fortunas privadas. (Quien no crea esto, que lea el brillante libro de Alfonso Quirós, titulado Historia de la Corrupción en el Perú). Para tener una idea del tamaño de la deuda que nos dejaron Balta y su joven Ministro de Hacienda Nicolás de Piérola, es preciso señalar que ella ascendió a unos 36 millones de libras esterlinas, obtenidas “contra la garantía del guano”. El Perú de la época tenía un presupuesto anual de sólo aproximadamente 15 millones de soles. Pues bien, hablemos ahora del TERCER CULPABLE de la derrota: el presidente Manuel Pardo. Hombre culto, bienintencionado, honesto y gran conocedor del Perú y de su problemática interna, pero un absoluto ignorante en materias internacionales: además de enredar las relaciones económicas con Chile con su política salitrera, pretendió reemplazar la compra de dos blindados (propuesta por el Congreso de entonces para compensar la peligrosa adquisición chilena de naves), con el papel mojado de un tratado “secreto” firmado con Bolivia en 1873. Pretendió también, en una complicada maniobra, que la Argentina se adhiriera a dicho instrumento, sin tener en cuenta las diferencias que existían entre este último país y Bolivia por el territorio de Tarija (reclamado por los argentinos), ni tampoco el recelo que esta adhesión habría despertado en el Brasil En todo caso, ¿cómo se pudo firmar un tratado así , y proceder a gestionar la adhesión argentina, sin tener la seguridad de un respaldo naval propio por lo menos para los próximos veinte años? Esto parece increíble porque los periódicos de la época y toda la literatura internacionalista de esos días hablaban de conquistas, equilibrios, colonialismos, armamentismo, etc. Era una época darwiniana ¿Cómo no pudo ver Pardo lo que estaba delante de sus ojos?  Es verdad que, durante su gobierno, estalló una gran crisis internacional que deterioró el frente externo peruano. Y también que este presidente cargaba con la deuda de Balta. Pero si ponemos en una balanza lo que hubieran costado los blindados que el Perú debió tener para frenar en seco una guerra, con lo que se gastó en verdad durante el conflicto que estalló en 1879, la relación debe ser de uno a mil. Balta y Pardo pueden ser acusados de torpeza y de ignorancia en asuntos internacionales. Pero no cabe duda de que a Prado podemos perfectamente acusarlo de traidor. Los tres, además, tuvieron un pecado adicional: no consideraron lo vital que era para la seguridad del Perú proteger el mar. Con las lecciones aprendidas de la Independencia y de la guerra de la Confederación Perú-boliviana, quedaba muy claro que el mar era el Talón de Aquiles del Perú. Así lo entendió Ramón Castilla, quien convirtió a nuestro país en una potencia naval, no para conquistar el territorio de otros, o para apoderarse de sus riquezas, sino para proteger lo que ya teníamos. Prado, Balta y Pardo, cada uno en el contexto de su gestión,  simplemente ignoraron el legado de Castilla. No en vano dijo más de un autor de la posguerra, entre ellos, el célebre González Prada, que la derrota comenzó, en verdad, antes, y dentro del Perú.

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