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Pereyra Plasencia, Hugo. Trabajos sobre la guerra del Pacífico y
otros estudios de historia e historiografía peruanas. Lima: Asociación
de Funcionarios del Servicio Diplomático del Perú, Fundación M. J.
Bustamante de la Fuente, Instituto Riva-Agüero-Pontificia Universidad
Católica del Perú, 2010, 444 pp.
Hugo Pereyra Plasencia, historiador y diplomático, nos aporta en este
texto un conjunto de artículos sobre un tema neurálgico en nuestra
historia como es el de la guerra iniciada en 1879. Con respecto a este
asunto, existe una nutrida bibliografía de origen chileno, mientras que
la literatura peruana no es tan abundante.
Los estudios hechos en el Perú en los años previos y siguientes a la
conmemoración del centenario del conflicto se polarizaron: algunos
exaltaron el patriotismo de la sociedad peruana; en cambio, otros la acusaron
de falta de lo mismo. Se culpó especialmente a las clases dirigentes
y a los indígenas, porque se negó que hubiera existido una identidad
nacional en esos años cruciales. Se habló de colaboracionismo, de la
deserción boliviana, de la defensa de intereses económicos que primaron
sobre los de la patria. Se relativizó la motivación de la participación
indígena al decir que fue solo en defensa de su comunidad y no del país.
Actualmente, las posturas referidas a la intervención de los diversos
sectores sociales en la guerra han variado, gracias a la incorporación de
nuevas fuentes —como periódicos, epistolarios y diarios—, las cuales
permiten cubrir algunos vacíos existentes en las investigaciones acerca
del conflicto militar. Otros puntos de interés son los relativos a la participación
femenina (no tratada en el libro de Pereyra) y, sobre todo, el
significado y la trascendencia de la intervención de don Andrés A. Cáceres
en la campaña de la resistencia y su participación política después del
tratado de Ancón. Precisamente, el texto que reseñamos aclara diversos
aspectos del accionar del llamado Brujo de los Andes.
El autor ha dividido su obra en nueve partes. Las seis primeras tratan
sobre las razones de la guerra, el papel de la prensa, los «colaboracionistas»,
la actuación de Cáceres y sus Memorias, la participación indígena y el
nacionalismo campesino. Las tres últimas están vinculadas con el aspecto
central del volumen, que es la identidad nacional y la patria peruana.
Pereyra hace una revisión bibliográfica, periodística y documental
sumamente prolija, exhaustiva y actualizada. Somete las fuentes a un
severo aparato crítico con una lógica contundente, por lo cual los resultados
a los que llega son difícilmente refutables. A esto se agrega que su
interés por el tema de la guerra es global, lo que le permite enfocarlo
desde distintos aspectos: bélicos, sociales, políticos y económicos. Estas
perspectivas son reforzadas con una visión muy certera acerca de las
relaciones internacionales, que es el tema de la primera parte, la más
larga, donde el autor hace un minucioso análisis histórico y diplomático
que introduce al lector en el conocimiento de los entretelones de
dichas relaciones.
La primera parte, titulada «La política exterior y la diplomacia del Perú
en la génesis y el desenlace de la guerra del Pacífico», nos da la clave para
una interpretación muy razonada y acuciosa del porqué del conflicto.
Deslinda responsabilidades y destaca los errores cometidos desde el inicio
de la década de 1870. No pretende exculpar ni a peruanos ni a chilenos
ni a bolivianos en la precipitación de la ruptura de la paz. Considera, sí,
que la guerra pudo haberse dado en circunstancias menos desfavorables
para el Perú, pero fueron muchos los errores cometidos por nuestro país.
¿Qué objetivos persigue el autor? Como lo señala en la «Introducción»,
Pereyra busca resaltar tres aspectos: «la importancia que tienen las percepciones
de las partes enfrentadas en una crisis, la relevancia del rol de las
personalidades individuales, y la necesidad de desentrañar la combinación
específica de factores desencadenantes que proporcionan el impulso decisivo
para un conflicto, distinguiéndolos de los factores causales de largo
y mediano plazo» (p. 25; el subrayado es del original).
Al hablar de las percepciones de las partes que entraron en conflicto,
con mucha objetividad se pone en el papel del otro, es decir, no se cierra
en la postura peruana, sino que trata de entender —más allá de una
visión nacionalista— los elementos que pudieron inducir a error en la
interpretación de diversas acciones. Una de estas, por ejemplo, fue la
decisión de Manuel Pardo de establecer el estanco del salitre, que fue
uno de los puntos que despertó la suspicacia de Chile, dado que afectó
intereses de los capitalistas de este país y de Gran Bretaña en Tarapacá.
Luego está la revaloración que el autor hace de las personalidades individuales,
cuyo papel en los cambios en la historia hay que reconocer, sin
descuidar por ello la actuación de las masas, al existir una evidente interrelación
entre el individuo y la masa. Pereyra busca revalorar y ubicar en su
debido lugar el papel que jugaron chilenos como Domingo Santa María
(incluso antes de que este llegara a la presidencia de su país) y peruanos
como José Antonio de Lavalle (en el ámbito diplomático) y Andrés A.
Cáceres. De este último resalta su labor en la campaña de La Breña y su
carisma para el manejo de los montoneros, quienes permanecieron a su
lado —no solo durante la guerra con Chile, sino también en el periodo
de las luchas internas posteriores— gracias a la empatía desarrollada en
la defensa de la patria. Fue esa empatía —que no manipulación— la que
permitió mantener la resistencia más allá de lo imaginable.
Finalmente, Pereyra busca desentrañar la combinación específica de
los factores desencadenantes, a los que diferencia de otros factores de
mediano y largo plazo, como pueden ser las rivalidades, que venían desde
la colonia, entre Lima y Santiago o entre Valparaíso y el Callao. Para
el autor, los factores desencadenantes podrían haber sido controlables
y no haber conducido necesariamente a una guerra. La solución pudo
haberse encontrado en el ámbito de las relaciones diplomáticas. De
otro lado, en la última parte del libro, donde se habla de las herencias
andina y española, el autor sostiene la existencia de una nación peruana
no totalmente integrada, pero sí perfectible.
A lo largo de todo el texto, se puede seguir el pensamiento de Pereyra
acerca de las vivencias nacionalistas que tienen tanto los hombres de
elite como los pertenecientes a los otros sectores sociales, incluidos los
indígenas. Ese nacionalismo es lo que los hace participar en la guerra.
No obstante, reconoce que la motivación que tuvieron no fue la misma
en todos y que incluso algunos llegaron a plantear, en determinados
momentos, la lucha como un conflicto social y hasta étnico.
El autor trata de mantener, hasta donde es posible, una postura imparcial.
Evita emitir juicios categóricos acerca de conductas cuestionables,
como la de los colaboracionistas. Al hablar de estos, establece una
distinción entre quienes ayudaron al enemigo sin excusa alguna, como
Manuel de la Encarnación Vento, y quienes «colaboraron» con él para
evitar males mayores, como fue el caso de José Antonio de Lavalle en
su papel de negociador en el tratado de Ancón. Al aceptar este encargo,
dicho personaje lo hizo a sabiendas de que firmaba su muerte como
político y diplomático.
En conclusión, el libro de Hugo Pereyra plantea nuevas interrogantes
que ayudarán a seguir avanzando en los estudios sobre la guerra del
Pacífico, además de brindarnos una visión más exacta del comportamiento
de la sociedad peruana, en su conjunto, durante dicho conflicto.
Incluso podemos decir que el contenido de cada capítulo ameritaría
una reseña especial por la riqueza de la información, la abundancia de
fuentes y bibliografía, la solidez de sus planteamientos y la profundidad
de su análisis.
Margarita Guerra Martinière
Pontificia Universidad Católica del Perú
Esta reseña fue publicada en la revista Histórica de la Pontificia Universidad Católica del Perú (Volumen 35, Nro. 1, 2012, pp. 200-203).
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