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RESEÑA
“Pereyra Plasencia, Hugo. Andrés A. Cáceres y la Campaña de la Breña
(1882-1883). Lima: Asamblea Nacional de Rectores, 2006, 476 pp.
Una de las imágenes que la Guerra del Pacífico parece poseer en la historiografía es la de un conflicto que implicó a su vez varias guerras: nacional, de clases e incluso de razas. Dentro de la literatura sobre este tema tan polémico, es que se inserta la obra de Hugo Pereyra que es objeto de esta reseña. Si bien el enfrentamiento armado duró casi un lustro —entre la declaratoria de guerra (abril de 1879) y la firma del tratado de paz de Ancón (octubre de 1883)—, solamente dos años son estudiados en el libro: 1882 y 1883. Es decir, se aborda una parte de la llamada campaña de la Breña o de la sierra (1881-1883), en la cual el futuro mariscal Cáceres, con tropas mal armadas y campesinos indígenas o mestizos, lideró la resistencia contra el ejército de ocupación chileno, en un territorio que fue esencialmente la sierra central.
Esta publicación, originalmente una tesis de maestría en Historia sustentada en el año 2005 en la Pontificia Universidad Católica del Perú, ganó el primer lugar en el I Concurso de Tesis Universitarias de Postgrado convocado por la Asamblea Nacional de Rectores. En sus páginas, se presentan, con bastante detalle, dos años de un episodio militar que, sobre todo en las décadas de 1970 y 1980, despertó el interés de varios investigadores, como Heraclio Bonilla, Henri Favre, Patrick Husson, Florencia Mallon y Nelson Manrique.
¿El campesinado andino adquirió algún grado de conciencia nacional durante la guerra? ¿Qué peso tuvieron los factores étnicos y socioculturales en el conflicto? Estas son algunas de las preguntas que más debate han suscitado respecto de la campaña de la Breña. Pereyra considera que ella «expresó con claridad todo el potencial de integración del país», pese a las limitaciones «para concluir la construcción de la nacionalidad» (pp.16 y 72-102). En este sentido, destaca el impacto de la acción de lastropas chilenas en la toma de conciencia del campesinado peruano (p.35), la que permitió la «expansión de la mentalidad de las poblacionesandinas» (p. 158). Sin embargo, el autor resalta también la variedad de formas en que se vivió la guerra en el ámbito local, lo que impide hacer generalizaciones (p. 176), con lo cual sigue planteamientos previos realizados por autores como Husson. De otro lado, los polémicos episodios de ataques campesinos contra peruanos blancos y chilenos, sin distinción, son presentados en este libro como incidentes de motivación «delincuencial» (p. 53) y de «odio racial» (p. 79). Probablemente, estas apreciaciones se habrían enriquecido de haberse abordado de un modo más teórico los efectos de la guerra —la manera en que esta puede generar unidad, pero también división— en una sociedad como la peruana, con grandes diferencias étnicas y socioeconómicas. Un enfoque de ese tipo habría permitido discutir más extensa y analíticamente el papel del campesinado en la lucha contra el ejército invasor chileno, y también el sentido de los ataques contra los hacendados colaboracionistas. Pereyra aborda también varios otros temas de manera erudita, y demuestra así un amplio manejo de fuentes primarias y secundarias de procedencia peruana y chilena. Centrarse en dos años del conflicto le permite aludir aspectos como la articulación entre las tropas y las fuerzas auxiliares campesinas, el papel de los sacerdotes en la sierra durante la resistencia, el pensamiento político y estratégico de Cáceres, las formas de pensamiento de esa época —en particular, el peso del socialdarwinismo entre las elites— y el papel de la prensa peruana y chilena durante el conflicto —aspecto al que le dedica el capítulo «Una guerra mediática en torno de la Campaña de la Sierra»—. Igualmente, el autor presenta sugerentes ideas sobre el rol del individuo en la historia, en concreto, el peso de la figura de Cáceres en relación con las estructuras socioeconómicas y la mentalidad de su época (p. 19). En esta línea, se llega incluso a reflexionar sobre el hipotético escenario que se habría presentado si ese caudillo hubiese ganado la batalla de Huamachuco, en el capítulo «Lo que ocurrió y lo que pudo ocurrir». Asimismo, es de interés el tema del «factor femenino», como llama Pereyra a la presencia de las mujeres en la guerra (pp. 183-187), y, concretamente, a la historia de las doncellas exigidas por el ejército de ocupación a los campesinos, uno de los probables detonantes de su participación en el conflicto contra los chilenos.
Hubiera sido conveniente explorar más algunos de estos aspectos, abiertos como ventanas que muestran detalles de la campaña en los Andes. Ello habría hecho posible construir, con la información recabada, argumentos que explicaran mejor esa etapa de la guerra. De todos modos, el libro ofrece útiles sugerencias para futuras investigaciones. Probablemente por ello, en la parte final se incluye una larga cronología de los acontecimientos ocurridos entre 1882 y 1883, y un más extenso apéndice documental con fuentes primarias, varias de ellas inéditas, sobre la campaña de la Breña. Ambas secciones conforman casi la mitad de la obra, y parecen ser la invitación al lector especializado para que continúe con el trabajo iniciado por Pereyra. Esto permitiría conocer cómo dos años de la guerra afectaron a la sociedad peruana, tomando en cuenta aspectos como los siguientes: el papel del ejército y de la Iglesia en la defensa del país ante la debilidad del Estado; el carácter paternalista de la sociedad serrana, que permitió la formación de redes clientelares en la lucha contra el enemigo —que no era solamente chileno, sino también peruano, de acuerdo con las circunstancias— y que se horrorizó ante la posibilidad de que este ultrajara a sus mujeres; la formación de una opinión pública durante la guerra de palabras emprendida por la prensa y paralela al enfrentamiento en el campo de batalla; y, por último, el discurso indigenista durante el conflicto —llamado por Pereyra «pequeño indigenismo»—, simultáneo al discurso racista asumido por sectores de las elites peruana y chilena. En suma, estas páginas invitan a pensar sobre la manera como el conflicto afectó a una sociedad tan diversa como la peruana, qué rasgos persistieron en ella, cuáles se reforzaron y cuáles pudieron haberse modificado.
De otro lado, la abundancia de temas en el libro sugiere que quizás hubiese sido adecuado integrarlos de mejor manera para evitar desbalances al presentar la información. Por ejemplo, los capítulos dos y tres, «El pensamiento político y militar de Andrés A. Cáceres entre 1882 y 1883» y «La Campaña de la Sierra y los guerrilleros indígenas», respectivamente, son, sumados, más voluminosos que los cuatro restantes. La brevedad de estos, por cierto, no desmerece su calidad. Así, el primero, «El contexto histórico entre 1881 y 1883», es una excelente síntesis de la guerra, en la que se emplean fuentes primarias y se intenta narrar los hechos de una forma objetiva. Esta búsqueda de la objetividad, por cierto, es constantemente resaltada por el autor en las páginas del libro. Tarea difícil, si se tiene en cuenta el carácter patriótico que suele encerrar toda historia nacional sobre una guerra. Pero es destacable que, al intentar despojarse de visiones prejuiciosas, Pereyra haya podido contrastar fuentes peruanas, chilenas e incluso de otras nacionalidades (pp. 21-24 y 29-31) y analizarlas con detalle.
Andrés A. Cáceres y la Campaña de la Breña es, en fin, una obra valiosa acerca de un episodio que sigue siendo polémico y vigente pese a los largos años que nos separan de él, probablemente porque propicia la reflexión sobre el carácter de la sociedad peruana y sus posibilidades de unirse en momentos de grandes catástrofes.
Iván Millones Maríñez
Pontificia Universidad Católica del Perú”
(Publicada en la revista Histórica de la PUCP, volumen XXX, Nro. 2, Diciembre de 2006. pp. 148-151).