EL IMPARPADEO ALEMÁN: UNA APROXIMACIÓN AL MITO DE ANGELA MERKEL

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Foto: ZDF

Soy un poco liberal, un poco social-cristiana, un poco conservadora[1]

Angela Merkel.

Marco Aurelio Denegrí, en su columna dominical del diario El Comercio, señaló que “el imparpadeo es signo de gran desarrollo interior y de elevación considerable de espíritu”[2], algo que es propio de almas selectas, de seres extraordinarios que viven bajo la luz de un occidente fluorescente. Ciertamente desconozco si la cancillera alemana, Angela Merkel, parpadea o no, pero lo que sí es de conocimiento público es que se trata de un alma selecta, y altamente excepcional para el mundo de emergencia en el que vivimos.

Las elecciones federales de Alemania se dieron este 24 de septiembre, y Angela Merkel candidata del CDU, democracia cristiana, que lanzó meses atrás su campaña en la pequeña ciudad de Dormunt es, con cierta estrechez (33%), la ganadora de la contienda democratica.

Merkel, de 62 años de edad, es considerada la mujer más poderosa del mundo, y dentro de las reglas de juego que tiene el sistema político germano, va decidida hacía su cuarto mandato, y de esa forma, logrará empatar a su mentor, Helmut Kohl, en el record de canciller de la posguerra con más tiempo en su cargo, nada más y nada menos que 16 años en el centro neurálgico del poder político alemán.

El sistema electoral alemán permite votar a sus ciudadanos en dos oportunidades para elegir 598 representantes en el Bundestag, en la primera elección se podrá votar directamente hacia el representante, escogiéndose la mitad de escaños disponibles; y en la segunda votación se escogerá en relación a los partidos y estos decidirán quienes serán los que ocupen el resto de escaños, en base a su resultado electoral.

Es en este contexto donde encontramos a Merkel, quien comenzó su etapa de canciller en el año 2005, y que desde entonces el rol de Alemania no hizo otra cosa que ganar protagonismo en el destino de Europa, de occidente, y también, del mundo. Se podría afirmar que ella es la única capaz de medir fuerzas en un escenario dividido entre la Casa Blanca y el Kremlin; en un mundo occidental que vive el día a día entre serias amenazas por el terrorismo islámico y la violencia mezquina de Corea del Norte, entre otros.

La agenda internacional de Merkel apostó en dos grandes frentes: el primero fue una política internacional basada en la relación con Estados Unidos que bien podría considerarse de continuista; sin embargo, y gracias al efecto Trump, el bilateralismo Alemania – EUA ha ido virando hacía un socio provocador como lo es Rusia o China. El segundo frente corresponde al gran proyecto europeo, proyecto que se ha visto en picada debido a los múltiples conflictos internos que se han dado en los últimos años dentro de la precaria Unión Europea; casos como la crisis portuguesa, española, y griega, el anexamiento de Crimea por parte de Rusia y el Brexit son ejemplos de aquello. Se podría afirmar que el único punto donde Merkel mantiene predilección es el de la OTAN, quizá el último gran resquicio de poder internacional fuera de la Eurozona que mantiene Alemania con el mundo, aunque el presidente Trump opina lo contrario.

En el otro extremo del ring tuvimos a su rival, Martin Schulz, expresidente de la Unión Europea, y líder del partido Social-Demócrata de tendencia centro-izquierda. Un hombre que fue capaz de pararle los pies a las bravuconadas de Berlusconi, pero que sin embargo no gozó de la popularidad necesaria para ganar a la política más odiada y amada de la Eurozona.

Tradicionalmente, y luego del trauma que representó la segunda guerra mundial, Alemania ha sido contraria a las mayorías absolutas. Razón por la cual el poder político de Merkel no es ni será absoluto, es decir, que la futura cancillera tendrá que pactar alianzas y coaliciones con el resto de partidos políticos que tengan representatividad en el Bundestag. A pesar de aquello, tal situación no es nueva para Merkel, su carácter frío, pragmático, aunado a su expertise política, será la mejor garantía que tenga para atravesar esa difícil, pero no imposible, situación.

Alemania es aún un socio hacia el cual la comunidad europea mira de reojo, cuyo pasado totalitario le produce hasta el día de hoy una gran variedad de sentimientos y percepciones contradictorios entre sí que le dificultan la fluidez integracionista del proyecto europeo. Sin embargo, todo aquello son factores que Merkel no ignora, por eso sus políticas están destinadas a convencer por las buenas a sus interlocutores. Utilizando el “poder suave”, la cancillera prefiere dialogar con la razón antes que con la coacción. Angela Merkel es plenamente consciente de los beneficios que trae consigo la globalización, una economía integrada y dinámica con el mundo dentro del cual se mueve resulta ser a todas luces un punto clave en su política de fortalecimiento para Alemania y la Eurozona.

Con todo aquello, Merkel ha demostrado, y demostrará, que está por encima de cualquier etiqueta. Alemania está segura del futuro que quiere, y es que cada día los alemanes confirman su fe en un horizonte que no es otra cosa que un punto de encuentro entre el deseo y el destino, El mundo puede seguir tranquilo, porque el futuro de Alemania se escribirá, sin lugar a dudas, con el imparpadeo infatigable de Angela Merkel.

[1] “I’m a bit liberal, a bit Christian-social, a bit conservative”, The Economist, Kaffeeklatsch, Septiembre 09 del 2017.

[2] El Imparpadeo, Marco Aurelio Denegri, El Ojo de Lima, El comercio. Lima 10 de septiembre del 2017.

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